Viajar a la selva a buscar el futuro: la historia que no pudo contar Dom Phillips, el periodista asesinado en la Amazonia
El reportero planeaba entrevistar al cacique de los yawanaw¨¢, un pueblo convertido en un modelo de resistencia cultural. Despu¨¦s, otro periodista hizo ese viaje con una pregunta: ?Qu¨¦ puede decir la selva de nuestro mundo m¨¢s pr¨®ximo?
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Para el cacique Bira, la situaci¨®n es clara: los que necesitamos ayuda somos nosotros, los blancos. No ellos. Es una tarde de julio y estamos en la Aldea Sagrada de los yawanaw¨¢, un pueblo nativo de la Amazonia brasile?a que habita su propio territorio en el Estado de Acre, cerca de la frontera con Per¨². El cacique Biraci Brasil Nixiwak¨¢ ¡ªtodo el mundo le dice Bira¡ª, l¨ªder pol¨ªtico y espiritual de los yawanaw¨¢, tiene unos 60 a?os y es una figura ic¨®nica del movimiento ind¨ªgena de su pa¨ªs.
Hace cuatro d¨¦cadas, Bira estaba iniciando una revuelta en su tierra: a los 18 organiz¨® a su comunidad para expulsar a los misioneros evangelistas que los ten¨ªan sometidos, que les prohib¨ªan hablar su lengua o practicar sus tradiciones y permit¨ªan que fueran explotados por los caucheros como mano de obra semiesclava. Hace dos d¨ªas, Bira estaba en medio de la selva, de noche, cazando el yacar¨¦ que comimos este mediod¨ªa. Hace un mes estaba en Denver, en Estados Unidos, como orador invitado en la mayor conferencia de la historia sobre sustancias psicod¨¦licas. Antes de subir a dar su discurso en el Psychedelic Science 2023, Bira se puso a recorrer los puestos que ofrec¨ªan productos y servicios en el centro de convenciones y se detuvo en uno, sorprendido.
¡°Encontr¨¦ una tienda en la que estaban vendiendo c¨¢psulas de ayahuasca. Microdosis de ayahuasca¡ Casi me caigo de un ataque¡±, cuenta el cacique ahora, un mes despu¨¦s, recostado sobre una hamaca.
Los yawanaw¨¢ son antiqu¨ªsimos expertos en la elaboraci¨®n y uso de la ayahuasca, una bebida alucin¨®gena que se hace a partir de la decocci¨®n de dos plantas y es una de las medicinas tradicionales de los pueblos amaz¨®nicos. Bira dice que las c¨¢psulas que vio en Denver son parte del impulso que est¨¢ dando Estados Unidos a la b¨²squeda de soluciones para los traumas de sus veteranos de guerra. Por eso, en el cierre de su discurso, les dijo algo como esto, recuerda, y empieza a levantar la voz como si estuviera de nuevo frente al auditorio: ¡°Ustedes quieren curar a las personas de aqu¨ª, principalmente de los Estados Unidos. Personas que est¨¢n con problemas psiqui¨¢tricos, psicol¨®gicos, lo que sea. Ahora, los pa¨ªses que ustedes invadieron, las naciones que destruyeron¡ Mataron a mucha gente. ?Ustedes quieren estar de fiesta en los Estados Unidos? Ustedes tienen que pagar por eso y est¨¢n pagando por eso. El problema no es psicol¨®gico: el problema es espiritual¡±.
Bira aclar¨® que ¨¦l admira la ciencia, que felicita a Occidente por los avances y las nuevas tecnolog¨ªas. Pero en cuesti¨®n de plantas sagradas, del conocimiento que ofrece la naturaleza, las autoridades son ellos, los que viven desde hace miles de a?os en el bosque tropical m¨¢s grande del mundo. ¡°Nosotros, los pueblos originarios, somos los ¨²nicos que sabemos hablar el lenguaje de la naturaleza¡±, me hab¨ªa dicho el cacique el d¨ªa anterior, durante nuestra primera entrevista. ¡°Sabemos el lenguaje de los p¨¢jaros, de los ¨¢rboles, de los peces. Conocemos las plantas medicinales, las plantas sagradas. Sabemos el nombre de esas plantas. Nosotros podr¨ªamos traducir eso para la humanidad¡ pero, ?c¨®mo vamos a hacer eso si somos excluidos del sistema?¡±. Para mantener un di¨¢logo en igualdad de condiciones con el mundo de los blancos, dijo Bira, hac¨ªa falta respeto y humildad. ¡°?C¨®mo se quieren curar si ustedes no creen en la cura?¡±, pregunt¨®. ¡°Ustedes no tienen humildad¡±.
Lo espiritual, para el cacique, no es una abstracci¨®n: es lo que define nuestro v¨ªnculo con el mundo. Desde que era adolescente, Bira lider¨® la lucha por los derechos de su pueblo, por el reconocimiento de sus territorios y su autonom¨ªa. Cuando se fue de su casa a la ciudad de R¨ªo Branco, la capital estadual, quer¨ªa ser abogado, pero a los 17 a?os se sum¨® al movimiento ind¨ªgena y se convirti¨® en un l¨ªder pol¨ªtico. En los ochenta pele¨® para conseguir el primer reconocimiento de tierras ind¨ªgenas en el Estado de Acre durante la dictadura. Ese fue el punto de partida para que pudieran expulsar a la empresa que estaba esclavizando a su gente y a los misioneros que estaban aniquilando su cultura. Bira fue compa?ero de militancia de Chico Mendes y Marina Silva ¡ªhoy ministra de Medio Ambiente de Brasil¡ª y lleg¨® a ser candidato a diputado. Pero en un momento entendi¨® que le faltaba algo esencial. Volvi¨® a su tierra y les pidi¨® a los viejos chamanes del pueblo que le ense?aran el camino de regreso a lo sagrado, a la cultura y la espiritualidad yawanaw¨¢ que los misioneros hab¨ªan intentado aplastar. Bira se convirti¨® entonces en un l¨ªder espiritual, adem¨¢s de pol¨ªtico, y empez¨® un largo proceso para rescatar sus tradiciones, para reconstruir el conocimiento y el orgullo de ser quienes eran; un camino que ha convertido a los yawanaw¨¢ en un ejemplo de resistencia cultural y estrategia pol¨ªtica a nivel global.
Por eso el periodista brit¨¢nico Dom Phillips quer¨ªa hablar con ¨¦l y contar su historia. Un a?o antes de su participaci¨®n en el evento de psicod¨¦licos, en junio de 2022, el cacique Biraci Nixiwak¨¢ estaba en este mismo lugar, la Aldea Sagrada, esperando la visita de Phillips, que le hab¨ªa pedido una entrevista para el libro que estaba haciendo sobre c¨®mo salvar la Amazonia. El periodista ¡ªcolaborador de medios como The Guardian, Financial Times y The Washington Post¡ª hab¨ªa recibido una beca para reportar y escribir sobre la resistencia y las luchas de los pueblos amaz¨®nicos, amenazados por una voracidad de intereses, que no eran nuevos, pero hab¨ªan sido cebados y liberados por el Gobierno de Jair Bolsonaro: la deforestaci¨®n, la miner¨ªa ilegal, la pesca sin control, la ocupaci¨®n de tierras, la expansi¨®n de la frontera agr¨ªcola¡ Al final de su recorrido, planeaba ir a ver a Bira para mostrar que era posible otro modo de habitar la Amazon¨ªa, que hab¨ªa otros modelos de desarrollo colectivo imaginables. ¡°Venir a Acre, para Dom, tambi¨¦n era un momento de esperanza¡±, me explic¨® el periodista y acad¨¦mico Felipe Milanez, amigo de Phillips y del cacique Bira. Pero el reportero nunca lleg¨® a la entrevista.
¡®Una aventura no recomendable¡¯
En junio de 2022, durante los ¨²ltimos meses del Gobierno de Bolsonaro, el periodista brit¨¢nico Dom Phillips y el indigenista Bruno Araujo Pereira desaparecieron cuando viajaban por el Valle de Yavar¨ª, uno de los territorios ind¨ªgenas m¨¢s extensos de Brasil, en el Estado de Amazonas. En ese momento estaban documentando el trabajo que hac¨ªa Pereira con pobladores ribere?os e ind¨ªgenas para proteger el territorio de la invasi¨®n de las mafias y el narcotr¨¢fico. Desde all¨ª, Phillips planeaba viajar al Estado de Acre para hablar con Bira. Diez d¨ªas despu¨¦s de su desaparici¨®n, un pescador detenido por la polic¨ªa confes¨® que hab¨ªa participado del asesinato de ambos y llev¨® a los investigadores al lugar donde hab¨ªan enterrado los restos.
Antes de que encontraran sus cuerpos, cuando reci¨¦n hab¨ªa comenzado la b¨²squeda de Phillips y Pereira, Bolsonaro cuestion¨® a los desaparecidos por lo que les hab¨ªa ocurrido: ¡°Dos personas en un bote, en una regi¨®n completamente salvaje como esta, es una aventura que no es recomendable¡±, dijo en una entrevista. ¡°Podr¨ªa ocurrir un accidente, podr¨ªan haber sido ejecutados, cualquier cosa¡±. Era una forma efectiva de transferir a las v¨ªctimas la responsabilidad por su propia tragedia, porque ofrec¨ªa argumentos ¡ªcon informaci¨®n falsa¡ª para un pensamiento com¨²n frente a este tipo de casos: ?Para qu¨¦ se van a meter ah¨ª?
El doble homicidio recorri¨® los titulares del mundo y fue una especie de s¨ªntesis sombr¨ªa de los efectos que tuvieron las pol¨ªticas de Bolsonaro, especialmente nocivas para el medioambiente y los pueblos ind¨ªgenas. Sin embargo, durante meses, mientras me preparaba para viajar a la Amazonia con Felipe Milanez para hacer la entrevista que no pudo hacer Dom Phillips, esa pregunta me persegu¨ªa, sobre todo cuando pensaba en el camino que deb¨ªamos hacer. Para llegar a la Aldea Sagrada de los yawanaw¨¢ primero hab¨ªa que viajar a Brasilia, la capital del pa¨ªs, y tomar el ¨²nico vuelo diario que sale hacia R¨ªo Branco ¡ªcapital del Estado de Acre¡ª y luego sigue camino hasta Cruzeiro do Sul, la segunda ciudad del Estado. Despu¨¦s de cinco horas de vuelo y cuatro horas de sue?o, hab¨ªa que hacer casi tres horas por carretera hasta llegar a un puerto peque?o sobre el r¨ªo Gregorio. Desde ah¨ª hab¨ªa que tomar un bote y navegar unas siete horas r¨ªo arriba hasta llegar a la aldea. Ese era, una vez que analizamos todas las variables posibles, el camino m¨¢s r¨¢pido para hacerlo. Para qu¨¦ se van a meter ah¨ª.
No es que cuando se llega al sitio indicado en la selva profunda uno consigue formar una respuesta. Lo que sucede es que a medida que el bote se adentra en la tierra ind¨ªgena del r¨ªo Gregorio, abri¨¦ndose paso entre dos muros de vegetaci¨®n que se van haciendo m¨¢s verdes y m¨¢s densos y m¨¢s altos, interrumpidos aleatoriamente por bancos de arena poblados de enjambres de mariposas blancas y amarillas, la pregunta se va desvaneciendo. Cuando llegamos, la Aldea Sagrada se estaba preparando para recibir a unas 30 mujeres de todo el mundo que iban a hacer un retiro espiritual con Putany, la esposa de Bira, primera chamana del pueblo. Ese tipo de turismo, basado en las pr¨¢cticas rituales yawanaw¨¢ con fines terap¨¦uticos, es una fuente importante de ingresos para ellos, al igual que el turismo ¡°¨¦tnico¡±: entre las estrategias que desarrollaron para generar recursos y preservar su cultura y sus tradiciones, en el a?o 2000 crearon el festival anual Mariri Yawanaw¨¢, que re¨²ne a unas 17 aldeas durante varios d¨ªas alrededor de bailes, cantos y ceremonias. Es uno de los pocos festivales ind¨ªgenas abierto a un n¨²mero limitado de turistas.
El cacique Bira nos mostr¨® d¨®nde ¨ªbamos a dormir ¡ªuna caba?a tradicional con techo de paja y postes de madera para las hamacas¡ª, nos dijo que all¨ª se iba a alojar tambi¨¦n un grupo de t¨¦cnicos que los estaba ayudando a mapear sus territorios y nos llev¨® a recorrer la aldea. No se trata de la comunidad m¨¢s populosa de los yawanaw¨¢, que viven repartidos entre una decena de aldeas y asentamientos en los m¨¢rgenes del r¨ªo Gregorio, pero su importancia simb¨®lica es evidente. M¨¢s all¨¢ de un pu?ado de construcciones comunales, la Aldea Sagrada se extiende hacia adentro del bosque como las ramas de un ¨¢rbol. A medida que uno se aleja del centro es posible encontrarse con un huerto de hierbas medicinales, una plantaci¨®n de ayahuasca, paneles solares que sirven para iluminar la aldea de noche y bombear el agua del r¨ªo, caba?as preparadas para hacer dietas y retiros espirituales, peque?as playas sobre el r¨ªo, un cementerio sagrado, una antena satelital que transmite informaci¨®n en vivo para un proyecto de arte digital, nuevas viviendas en construcci¨®n¡ Frente a la casa comunal donde los j¨®venes se juntan por la noche a ensayar m¨²sica, hay un espacio circular del tama?o de media cancha de f¨²tbol delimitado por una serpiente gigante; una construcci¨®n hueca con aberturas hacia adentro para poder sentarse o recostarse. Bira nos cont¨® que Putany hab¨ªa so?ado con ese espacio y lo hab¨ªan construido para hacer las ceremonias colectivas de sanaci¨®n, a las que asist¨ªa todo el pueblo y los invitados.
Al amanecer, la vista del bosque desde la parte alta de la aldea, ubicada en una barranca sobre el r¨ªo, es de una belleza pasmosa, inconcebible, que anula cualquier posibilidad de uso del lenguaje. Durante un rato observamos aquello en medio de un silencio reverencial, como si estuvi¨¦ramos en un templo religioso, mientras la niebla se disipaba sobre el r¨ªo y el sol se pon¨ªa encima de ¨¢rboles de 30, 40 metros, frente a nosotros. ¡°Eso es parte de la vida de los yawanaw¨¢¡±, me explic¨® despu¨¦s Felipe, que ya hab¨ªa estado all¨ª. ¡°La posibilidad cotidiana de la belleza, de la est¨¦tica. La est¨¦tica de la aldea, de las ropas, de las pinturas, de la vida. Y la admiraci¨®n que ellos tienen con el bosque, con la floresta amaz¨®nica¡±. Bastaba una ma?ana en aquel lugar para entender por qu¨¦ Dom Phillips quer¨ªa venir a contar la historia de Bira y los yawanaw¨¢, y por qu¨¦ el cacique nos dir¨ªa despu¨¦s, ese mismo d¨ªa, que ¡°as¨ª como los cristianos tienen la Biblia y los musulmanes tienen el Cor¨¢n, para los pueblos originarios, los pueblos de la selva, los ind¨ªgenas, ese bosque es nuestra Biblia sagrada¡±.
Estando all¨ª, era f¨¢cil entender la l¨®gica con la que Bira desarmaba las ideas de atraso y de progreso con las que suelen ser clasificados. ¡°Ese sistema, que se hizo destruyendo los bosques y los ecosistemas en el mundo entero, es un sistema fracasado¡±, nos dijo Bira. ¡°No ha tra¨ªdo un bien social para la humanidad; por el contrario: ha creado m¨¢s violencia, m¨¢s guerras, calentamiento global, m¨¢s pobreza para la humanidad. Entonces, ?c¨®mo es que ustedes dicen que nosotros somos un atraso para el desarrollo econ¨®mico del pa¨ªs? Ustedes han deteriorado cada vez m¨¢s sus sociedades, entonces no me convencen¡±. Por eso, dijo el cacique, su cuidado siempre ha estado enfocado en proteger su casa, en tratar de impedir que los blancos debilitaran la organizaci¨®n social, cultural y espiritual de los pueblos. ¡°En mantener nuestra unidad interna para poder enfrentar colectivamente los desaf¨ªos¡±.
Parte de eso era lo que pensaba contarle a Dom Phillips en la entrevista que nunca llegaron a hacer, record¨® Bira aquella ma?ana. ¡°Yo soy feliz de ser un hijo de la Amazonia¡±, explic¨®. ¡°Esto es todo para nosotros. Amamos este lugar. Vivimos en paz. Estamos aqu¨ª, comiendo, bebiendo, cantando, felices. ?Por qu¨¦ el mundo no puede vivir as¨ª?¡± Bira dijo que ¨¦l sab¨ªa que el sistema no iba a parar, que las ciudades iban a seguir avanzando y se iban a crear m¨¢s necesidades. ¡°Tenemos que construir algo paralelo a ese sistema, pero sin excluir al otro. Es posible utilizar la tecnolog¨ªa, participar en la econom¨ªa, y al mismo tiempo preservar el bosque, mantener nuestra cultura, y vivir en paz en la aldea¡±.
Acostumbrado tal vez a que las cosas m¨¢s obvias resulten opacas lejos de la selva, Bira insisti¨® en una idea que aparece detr¨¢s de su estrategia pol¨ªtica y de sus proyectos: el mundo tiene que entender que las personas que luchan por el medioambiente no lo hacen para la selva o para los ind¨ªgenas. Lo que est¨¢n defendiendo es un bien com¨²n, explica. La tarea que hacen los pueblos amaz¨®nicos de mantener la selva en pie es fundamental para la humanidad, pero no puede ser m¨¢s una tarea aislada, dijo Bira, y para eso era esencial el trabajo de personas como Dom Phillips y Bruno Pereira.
Volver al futuro
Cada momento que pasamos en la Aldea Sagrada, la pregunta acerca de por qu¨¦ era importante llegar a conocer y narrar la realidad de lugares as¨ª, tan alejados de las ciudades, parec¨ªa cada vez m¨¢s rid¨ªcula. Y la respuesta me parec¨ªa cada vez m¨¢s clara: porque hemos perdido ¡ªhemos abandonado, nos han quitado¡ª la capacidad de imaginar futuros distintos, de concebir otros modos de habitar el mundo. Despu¨¦s de algunos d¨ªas en la selva entre los yawanaw¨¢ era f¨¢cil entenderlo, pero sigue siendo dif¨ªcil explicarlo. La distancia y el tiempo lo diluyen todo.
¡°Los chamanes antiguos de los tupinamb¨¢ tambi¨¦n circulaban entre las aldeas para contar las historias de viaje y contar las miradas que ten¨ªan para el futuro¡±, me respondi¨® Felipe Milanez hace algunas semanas, casi un a?o despu¨¦s de nuestro viaje a la Aldea Sagrada, cuando le pregunt¨¦ por qu¨¦ cre¨ªa que era necesario ir hasta la selva o lugares alejados de la ciudad para contar historias sobre las comunidades y sus luchas. ¡°Cuando sales de tu lugar en la ciudad y vas para otra dimensi¨®n de vida que est¨¢ en la selva, en la floresta, puedes conocer otros mundos. Literalmente otros mundos y otras experiencias de vida. Y hacer y contar esas historias con dignidad, con belleza, ayuda a mejorar la experiencia de vida y de existencia¡±, dijo Felipe.
Le pregunt¨¦ lo mismo a otros colegas que se han dedicado y se dedican a documentar y narrar las resistencias y las amenazas contra la tierra y el ambiente en los rincones m¨¢s alejados. Para qu¨¦ se van a meter ah¨ª. ¡°En todos estos a?os que he ido a esta zona del mundo, a la Amazonia peruana y de otros pa¨ªses, puedo darme cuenta del costo real de sostener las vidas que vivimos en las ciudades¡±, dice el reportero y autor peruano Joseph Z¨¢rate. ¡°Estas vidas aparentemente modernas, civilizadas, en realidad son como un tapete que oculta la barbarie que sucede en los lugares donde se extraen los recursos naturales¡±. Viajar a esos lugares, explica Joseph, permite dar testimonio de ¡°la depredaci¨®n del bosque, la muerte de los r¨ªos, el exterminio de poblaciones ind¨ªgenas¡±, pero tambi¨¦n encontrar soluciones. Soluciones que pasan ¡°por el hecho de valorar cierto conocimiento que la cultura occidental ha dejado de lado por considerarlo inferior. Ir all¨ª, estar ah¨ª, contar las historias de all¨ª de alguna manera nos ayuda a recuperar ese v¨ªnculo m¨¢s espiritual, si quieres, con la naturaleza, a entender que finalmente nosotros tambi¨¦n somos naturaleza¡±.
El fotoreportero brasile?o V¨ªctor Moriyama, que desde hace m¨¢s de una d¨¦cada trabaja cubriendo lo que ocurre en la Amazonia de Brasil, cree que ver la violencia y los procesos que se viven en la selva ¡°es fundamental para comprender Am¨¦rica Latina. Y eso tiene que ver con el modelo de colonizaci¨®n¡±. Por un lado, dice V¨ªctor, cubrir estas historias representa ¡°la oportunidad de que los Gobiernos y la sociedad en general encuentren la forma de hacer una reparaci¨®n hist¨®rica y colocarlos a ellos, los ind¨ªgenas, las personas negras, en una perspectiva de contar sus propias historias¡±. Por otro, sostiene, ¡°la naturaleza est¨¢ aqu¨ª mucho antes que nosotros, o sea, debemos respetarla profundamente. Los pueblos originarios, los pueblos ind¨ªgenas, tienen este respeto por la naturaleza, viven un tiempo mucho m¨¢s interesante, m¨¢s calmo, un tiempo de conocimiento¡¡±. Un modo de vida que el capitalismo est¨¢ arruinando, dice. Y por eso ¡°necesitamos estar all¨¢ para comprender la conexi¨®n que tenemos con este planeta que vivimos¡±.
Cuando intentaba pensar en lo imprescindible de estas ¡°aventuras no recomendables¡±, en las formas que tenemos para romper el cinismo, le escrib¨ª tambi¨¦n a la periodista y escritora Marta Peirano, especialista en la intersecci¨®n entre tecnolog¨ªa y poder, y una de las mejores personas en el mundo a las que uno puede acudir cuando quiere pensar sobre el futuro. Quise saber por qu¨¦, en su opini¨®n, era importante ir hasta la Amazonia o lugares remotos para contar esas realidades. ¡°Lo que me interesa de la selva o de los lugares alejados de la ciudad son maneras alternativas de afrontar los problemas comunes, pensando que la crisis clim¨¢tica, la falta de agua, el acceso a la energ¨ªa, el transporte, la agricultura, el acceso a los alimentos, son problemas comunes¡±, explica. Y en la selva, y en algunas partes del campo, existen ¡°una variedad de soluciones distintas para la misma cosa, porque son soluciones locales. A menudo soluciones antiguas, de alguna manera adaptadas a lo contempor¨¢neo, y sobre todo soluciones distribuidas; es decir que no son soluciones monol¨ªticas, sino que est¨¢n contaminadas de la idea de lo com¨²n y est¨¢n enhebradas en la tradici¨®n de las pr¨¢cticas comunes¡±. Aprender a vivir con la tierra, dice Marta, a convivir con lo local, a fluir con el espacio al que perteneces, es una pr¨¢ctica ¡°que es la opuesta a la que tenemos en la ciudad. La ciudad es el triunfo de la tecnolog¨ªa sobre la naturaleza: es una isla de asfalto electrificada, con servicios centralizados que dependen de procesos completamente generados por el hombre. Las aguas que bebemos est¨¢n tratadas con cloro, la tierra est¨¢ tratada con cemento, las casas est¨¢n hechas de hormig¨®n y de hierro¡¡±. Y ahora que estamos aprendiendo que nuestra manera de resolver los problemas a la manera urbana y t¨¦cnica ¡°es la que nos ha llevado a este punto de crisis con el ¨²nico planeta en el que podemos vivir, entonces, ir a buscar esas disciplinas, esas rutinas, esas tradiciones antiguas modernizadas, son maneras de ver un futuro que en la ciudad ya hemos perdido la capacidad de pensar¡±.
Eso, me dijo Marta, era la esencia de su respuesta: ¡°Que vamos a la selva a buscar otros futuros, otros modelos de convivencia, otras maneras de ser¡±.