Ecuador: no sigas el ejemplo de Colombia y M¨¦xico
Mantener la idea de que la guerra contra las drogas es la soluci¨®n es casi insultante ante la gigantesca evidencia acumulada tras d¨¦cadas de fracaso
Cada mes que pasa se vuelve m¨¢s visible la compleja situaci¨®n de seguridad que vive Ecuador: masacres en c¨¢rceles, fortalecimiento de crimen organizado nacional e internacional, aumento de homicidios, armas de fuego ilegales circulando, un candidato presidencial asesinado, la televisi¨®n p¨²blica tomada en directo y millones de personas viendo. Todo suscita el recuerdo angustiante de que Ecuador va a pasar por la misma suerte de M¨¦xico y Colombia: otro m¨¢s.
El mundo est¨¢ mirando y hay presi¨®n. ?Qu¨¦ har¨¢ para no terminar como esos dos pa¨ªses? Mi consejo es que no sigan nuestro ejemplo, especialmente en d¨®nde diferentes l¨ªderes, en ambos pa¨ªses, enfocaron sus discursos y concentraron su capital pol¨ªtico.
La tarea m¨¢s urgente que tiene Ecuador es recuperar el monopolio leg¨ªtimo de la fuerza y esto implica fortalecer la capacidad y habilidad del Estado para gestionar la seguridad. Pero la gobernanza de este sector se vio afectada al eliminar y fusionar instituciones claves con competencia directa en este ¨¢mbito hace como siete a?os. El resultado: debilitamiento y eliminaci¨®n de recursos humanos calificados y profesionalizados, as¨ª como de capacidades t¨¦cnicas, tecnol¨®gicas y financieras adecuadas. Adem¨¢s, como era de esperar, varias organizaciones criminales aprovecharon la oportunidad para avanzar en sus intereses y consolidar su poder.
Llegados a este punto cr¨ªtico, el desaf¨ªo pol¨ªtico est¨¢ en fortalecer y depurar las instituciones de seguridad y defensa sin caer en la tentaci¨®n de otorgarle demasiado poder a la fuerza p¨²blica, sin las herramientas necesarias para ejecutarlo de manera eficaz y medida, y sin la debida supervisi¨®n y rendici¨®n de cuentas. La experiencia en pa¨ªses como Colombia y M¨¦xico muestra que una fuerza p¨²blica con excesivo poder, poco control y ciego apoyo pol¨ªtico termina acumulando gran poder pol¨ªtico y econ¨®mico, las hace propensas a m¨¢s esc¨¢ndalos de corrupci¨®n y violaciones de derechos humanos y las vuelve menos eficiente en su labor: una suerte de cirujanos con un machete. Adem¨¢s, al estar m¨¢s involucradas en el actuar administrativo del Estado, se les facilita bloquear cambios institucionales futuros. Y revertir ese poder brindado se volver¨¢ una tarea monumental.
Adem¨¢s de recuperar el monopolio de la fuerza con herramientas y mecanismos de control, espero que Ecuador sea m¨¢s estrat¨¦gico que Colombia y M¨¦xico y le apueste tambi¨¦n al otro lado de la moneda: la justicia. No puede haber seguridad sin un sistema de justicia eficiente y eficaz. Por eso, para reducir la violencia y contener la criminalidad organizada es insuficiente con enviar a militares a las calles y seguir sobre poblando las c¨¢rceles. Son acciones populares, pero tambi¨¦n son contraproducentes porque escalan a¨²n m¨¢s la violencia y fortalecen grupos criminales como Ecuador ya ha comprobado: sus c¨¢rceles terminaron convirti¨¦ndose en escuelas criminales. As¨ª que ojal¨¢ este pa¨ªs escoja el camino de fortalecer y optimizar el trabajo de fiscal¨ªas y jueces, de dejar de abusar de la figura de prisi¨®n preventiva, de pensar en medidas alternativas al encarcelamiento para delitos menores y no violentos, de despenalizar algunas conductas, de mejorar los sistemas penitenciarios y de invertir en programas de prevenci¨®n de reincidencia.
Otro aspecto donde Ecuador puede marcar una diferencia significativa, al no seguir el ejemplo de M¨¦xico y Colombia, es evitar enmarcar todo (discursos, agenda, pol¨ªticas de seguridad defensa y de justicia) dentro de la lucha contra el narcotr¨¢fico. La tentaci¨®n de hacerlo parece una respuesta natural en la medida en que buena parte de las acciones criminales observadas se relacionan con este mercado. Pero mantener la idea de que la guerra contra las drogas es la soluci¨®n es casi insultante ante la gigantesca evidencia acumulada tras d¨¦cadas de fracaso. No olvidemos que lo que pasa en Ecuador pasa bajo un sistema de prohibici¨®n internacional de las drogas. S¨ª, parad¨®jico.
Entonces espero que Ecuador sea m¨¢s cauto, y logre llegar a ese punto de hablar de seguridad y drogas en sus justas proporciones. Pero tambi¨¦n que sea m¨¢s atrevido, y solicite o haga evaluaciones de qu¨¦ ha servido y qu¨¦ no en esta materia en la regi¨®n: un balance de dinero invertido en esta lucha versus impactos reales. Ojal¨¢ que Ecuador sea a la vez m¨¢s aut¨®nomo y no deje llevarse por la presi¨®n que seguro le impondr¨¢ Washington (donde ya debe haber mentes pensando en un Plan Ecuador), dise?ando e implementando su propia agenda. Coordinada de igual a igual con quien sea oportuno, pero no impuesta. Ojal¨¢ que sea m¨¢s valiente y se una a Colombia en su objetivo de promover un cambio de paradigma, porque no podemos seguir rigi¨¦ndonos por convenciones de control de drogas pensadas hace m¨¢s de 60 a?os. Ojal¨¢ que Ecuador sea m¨¢s sensato al centrar esfuerzos en el lavado de activos, donde realmente se puede afectar a las organizaciones criminales, y donde est¨¢ un punto d¨¦bil de la fuerza p¨²blica por la exposici¨®n a la corrupci¨®n. Y, por ¨²ltimo, ojal¨¢ que sea m¨¢s ingenioso y logre liderar regionalmente experimentos, estudios o mecanismos de regulaci¨®n de ciertas sustancias.
Vertebrando todas estas decisiones est¨¢ un discurso favorito en la regi¨®n: la mano dura. Por medio de este enfoque se priorizan acciones como endurecer c¨®digos penales, aumentar la presencia policial y militar en las calles, aumentar el encarcelamiento y detenciones preventivas, o leyes de emergencia que limitan las libertades civiles y ampl¨ªan el poder de la fuerza p¨²blica. Nuevamente, atractivas pero poco efectivas. Hacen que los gobiernos terminen siendo puramente reactivos, casi nunca preventivos, en temas de seguridad.
Como resultado, el discurso y modelo de la seguridad parece que terminan siendo un show para mostrar la hombr¨ªa (no es casualidad que sea un sector hist¨®ricamente liderado por hombres) que desemboca en una escalada violenta sin fin. Se ha convertido en un juego donde varios de nuestros l¨ªderes entran en la misma l¨®gica de las organizaciones criminales (¡°papayaso que den y los vamos a dar de baja¡±). Donde en nombre de la seguridad se promueven l¨ªderes e ideas autoritarias, mientras se criminaliza y estigmatiza a¨²n m¨¢s a ciertos grupos, especialmente a los j¨®venes. Recurrimos a la mano dura, pero poco reflexionamos por qu¨¦ hay adolescentes de 16 a?os asesinando, y qu¨¦ podr¨ªa funcionar seg¨²n la evidencia para que esto deje de suceder.
As¨ª que espero que Ecuador lo haga mejor. Tiene una oportunidad de canalizar mejor la ira y frustraci¨®n ciudadana. De mostrarnos que ser conscientes de la necesidad primaria, b¨¢sica, de vivir en una sociedad con normas que cumplimos y hacemos cumplir no implica inevitablemente pol¨ªticas de machete en mano dura, sino de bistur¨ª en manos firmes. Que pasar de estado de excepci¨®n en estado de excepci¨®n no es una pol¨ªtica de seguridad consistente. Como tampoco lo es la par¨¢lisis de acci¨®n o los lemas vac¨ªos como ¡°abrazos, no balazos¡±. Ojal¨¢ que Ecuador desaf¨ªe la narrativa tradicional de seguridad sin caer en una inacci¨®n buenista y nos muestre que esta palabra tambi¨¦n puede significar un derecho, protecci¨®n, entornos de confianza, cuidado colectivo y prevenci¨®n. Que la verdadera firmeza se encuentra en la implementaci¨®n de pol¨ªticas de seguridad integrales, sostenibles y espec¨ªficas en ciudades, puertos y fronteras. En definitiva, que Ecuador nos demuestre que no nos toca escoger entre democracia y seguridad. Que seguridad puede ir en armon¨ªa con el respeto de los derechos y las libertades. En ti confiamos, Ecuador.
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