La muerte de Javier, el joven que iba a vender un perro y acab¨® acribillado en un ret¨¦n militar de Ecuador
La familia del asesinado ha denunciado al Estado por ejecuci¨®n extrajudicial, mientras que las autoridades acusan a Javier y a su primo Eduardo, que sobrevivi¨®, por ataque y resistencia
En la puerta del ascensor del hospital del Guasmo Laura Ipanaque escuch¨® por ¨²ltima vez decir a su hijo de 19 a?os: ¡°Mami, te amo¡±. Javier estaba en una camilla. Le hab¨ªa pedido a los m¨¦dicos que dejaran que su madre orara con ¨¦l. ¡°Le ped¨ª a Dios que fuera su m¨¦dico de cabecera, luch¨® por sobrevivir¡±, cuenta ella. La siguiente vez que lo vio, Javier estaba intubado, sin poder hablar. ¡°A¨²n as¨ª, ten¨ªa la esperanza de que iba a salir caminando de all¨ª¡±, sigue Laura. En ese momento ni siquiera entend¨ªa lo que hab¨ªa pasado ni qui¨¦n hab¨ªa disparado a su hijo. Desconoc¨ªa que mientras oraba por ¨¦l, Javier se estaba desangrando por las balas que hab¨ªan perforado el pulm¨®n derecho, el intestino y la m¨¦dula. Muri¨® al d¨ªa siguiente, a las 7.20 de la ma?ana.
Solo Eduardo Velasco, el primo de Javier, y los militares que dispararon saben lo que pas¨® la ma?ana del viernes 2 de febrero. Las cinco c¨¢maras de videovigilancia que est¨¢n instaladas en las calle Robles en el barrio Cuba, al sur de Guayaquil, donde sucedi¨® el crimen, no funcionan, seg¨²n le han dicho a la familia. No hay un registro de lo que ocurri¨®, solo la versi¨®n de Eduardo, el testigo que sobrevivi¨®, y la de las Fuerzas Armadas de Ecuador, que tienen el respaldo del presidente Daniel Noboa, quien ha llamado ¡°antipatrias¡± a quienes defienden los derechos humanos y cuestionan la labor que est¨¢ haciendo el Gobierno para controlar la violencia del pa¨ªs.
Eduardo tiene 34 a?os y trabaja como taxista para distintas cooperativas. Se siente en la obligaci¨®n de contar que su primo fue asesinado por los militares ecuatorianos ¡°sin raz¨®n alguna¡±. Para los voceros del Ejecutivo, la reducci¨®n de los ¨ªndices de violencia a m¨¢s de la mitad a los 55 d¨ªas de decretar el conflicto armado interno son argumentos que indican que el plan va por buen camino. En ese escenario, la familia de Javier ha denunciado al Estado por ejecuci¨®n extrajudicial, mientras que las autoridades han denunciado a Eduardo por ataque y resistencia, los han llamado, a ¨¦l y a su primo muerto, ¡°terroristas¡±.
La jornada en la panader¨ªa de la familia Vega Ipanaque empez¨®, como siempre, mucho antes del amanecer del viernes 2 de febrero. Los tres hijos dorm¨ªan cuando Laura sali¨®. Ese d¨ªa le tocaba a Javier el turno de la ma?ana, pero lo cambi¨® con su madre para acompa?ar a su primo Eduardo a la casa de un posible comprador de un perro cachorro de raza pitbull que estaban vendiendo. La persona interesada viv¨ªa en la calle Robles, en el barrio Cuba, justo al lado donde un grupo de militares hac¨ªa un operativo en un callej¨®n donde hay 26 viviendas.
¡°Nos sacaron a todos de las casas y nos obligaron a estar a dos cuadras del lugar¡±, describe uno de los habitantes del sector que prefiere que se guarde su identidad. Detr¨¢s del cord¨®n militar, ubicaron a los habitantes de ese callej¨®n, a vecinos y a los curiosos, mientras los uniformados revisaban las casas en busca de terroristas, armas, municiones o droga. Desde que comenz¨® el Estado de excepci¨®n, las Fuerzas Armadas han realizado 137.000 operativos, en los cuales han detenido a 11.000 personas, 280 por terrorismo, seg¨²n la informaci¨®n oficial.
Los militares cierran varias calles alrededor del lugar de los allanamientos. ¡°Desde donde est¨¢bamos no pudimos ver qu¨¦ pas¨® con el carro rojo oscuro donde iban los dos j¨®venes, ellos llegaron desde el otro lado, solo escuchamos dos disparos¡±, cuenta un habitante del barrio. En el auto rojo oscuro iban Eduardo y Javier. A ambos, minutos antes, los militares les hab¨ªan impedido el paso por esa misma calle. ¡°Cuando llegamos nos dimos cuenta de la presencia de los militares. Me baj¨¦ del carro para pedirle a uno de ellos si nos dejaba pasar porque ¨ªbamos a una casa que estaba a solo unos pasos, pero me dijo que no y regres¨¦ al carro¡±, relata Eduardo.
¡°Comenc¨¦ a retroceder para dar la vuelta e irnos por la misma calle y el militar que estaba m¨¢s cerca me apunta, yo me asust¨¦ y choqu¨¦ con un patrullero. El militar que estaba m¨¢s cerca comienza a patear la parte de adelante del carro y le dije: ?Aguanta, no patees el carro!¡±, contin¨²a. Seg¨²n Eduardo, los militares se acercaron y uno de ellos se puso al lado del veh¨ªculo. ¡°Al arrancar roc¨¦ al militar, no s¨¦ si fue la bota, algo, porque pas¨¦ muy cerca de ¨¦l, pero no fue un impacto directo contra ¨¦l¡±. Segundos despu¨¦s se escuch¨® un tiro.
Eduardo no pens¨® que era contra ellos. ¡°No cre¨ª que los militares dispararan, pens¨¦ que se hab¨ªa armado una balacera por el operativo. Mi primo Javier me golpe¨® con el brazo y me di cuenta de que estaba p¨¢lido y arranqu¨¦¡±, contin¨²a. ?l tambi¨¦n recibi¨® un disparo en el hombro izquierdo, del que todav¨ªa se recupera. Los militares los persiguieron. ¡°Tom¨¦ el camino hacia el hospital que en ese momento cre¨ª que era el m¨¢s cercano, pero me obligaron a parar y me detuve en una zona transitada¡±. Los bajaron del carro y los tiraron al piso. ¡°Yo ped¨ªa que llevaran a mi primo al hospital, pero me pegaron una patada en el pecho y me call¨¦¡±. Eduardo y Javier fueron llevados al hospital con custodia policial, el tratamiento hacia ellos fue de presuntos terroristas.
Las Fuerzas Armadas salieron a dar su versi¨®n. Aseguraron que los dos hombres intentaron evadir el control ¡°embistiendo a personal militar e impactando contra el veh¨ªculo de la patrulla¡±, como consta en el comunicado oficial. ¡°En respuesta a este ataque se realizaron disparos para precautelar la seguridad del personal. Acto seguido se inici¨® la persecuci¨®n alcanzando al veh¨ªculo metros m¨¢s adelante, donde se pudo constatar que dos presuntos terroristas se encontraban heridos¡±. El comunicado cita el decreto 111 que firm¨® el presidente Noboa, en el cual reconoce -por primera vez en la historia reciente del pa¨ªs- la existencia de un conflicto armado interno que convierte a 22 organizaciones delictivas en objetivo militar.
Cuando Laura lleg¨® al hospital, el personal m¨¦dico iba a subir por el ascensor a Javier, y escuch¨® a su hijo por ¨²ltima vez. Mientras esperaba noticias de su estado de salud, ve¨ªa las redes sociales y la prensa. ¡°No pod¨ªa creer que les dec¨ªan terroristas. ?Mi hijo? ?Quieren justificar lo que hicieron tildando a mi hijo como terrorista?¡±, se pregunta. ¡°La misma Polic¨ªa dijo que no encontraron nada en el carro, ni a ellos. Nada. Solo nos han causado el dolor m¨¢s grande, destruyendo a¨²n m¨¢s a una familia, por lo menos deber¨ªan rectificar¡±, pide.
La tristeza apenas permite hablar a Laura. Los ojos se le humedecen con solo escuchar el nombre de Javier, el segundo de sus cuatro hijos. Se queda en silencio, con la mirada perdida. Solo al final dice: ¡°Era el m¨¢s cari?oso. Siempre me abrazaba, donde yo estuviera¡±. Javier tocaba el bajo y la guitarra en el grupo musical de una iglesia cristiana evang¨¦lica de Guayaquil. Hace menos de un a?o se hab¨ªa graduado del colegio. Mientras hac¨ªa los tr¨¢mites para entrar a la universidad, trabajaba en la panader¨ªa de la familia con sus padres, en el sur de la ciudad m¨¢s poblada de Ecuador.
En la casa de sus abuelos maternos, su presencia est¨¢ en todas partes. El instrumento yace abigarrado con una s¨¢bana estampada, para evitar que los abuelos de Javier vean la guitarra y enciendan un llanto interminable. Ellos se sientan a ver fotos y videos del menudo y atl¨¦tico nieto, de cabello lacio. La grabaci¨®n muestra a un joven sonriente en su colegio, vestido con la camiseta de la selecci¨®n de Ecuador. ¡°Era bromista y desinhibido. Todo el mundo lo quer¨ªa por lo amoroso que era¡±, dice Nicole, su hermana menor.
Violencia desbordada
Los militares salieron a las calles hace dos meses a hacerse cargo de la seguridad a petici¨®n del presidente, en un contexto de ebullici¨®n social por el pico de violencia, las constantes balaceras y extorsiones. Tras el miedo extendido por todo el pa¨ªs, ahora eran los supuestos delincuentes los que estaban sometidos por la fuerza p¨²blica. Las im¨¢genes grabadas por los militares en las que los j¨®venes lloran, suplican que no los maltraten, revisan los tatuajes de su cuerpo y son obligados a cantar el himno nacional como un acto de remisi¨®n de sus delitos recorrieron r¨¢pidamente las redes sociales y recibieron miles de likes, corazones, y aplausos. Las Fuerzas Armadas son hoy la instituci¨®n con mayor credibilidad del pa¨ªs, sobre el Estado y la iglesia, seg¨²n la encuestadora Perfiles de Opini¨®n.
Sin embargo, esa aparente paz y reducci¨®n de delitos tropieza con violaciones a los derechos humanos y el debido proceso, como denuncian varias organizaciones, como el Comit¨¦ Permanente de Derechos Humanos de Guayaquil, CDH. Los grupos de derechos humanos han encendido las alarmas para exigir la vigilancia del accionar de la fuerza p¨²blica, ¡°si se sigue dando rienda suelta se puede caer en delitos de lesa humanidad¡±, dice Elsie Monge, conocida defensora de derechos humanos de la organizaci¨®n INREDH, quien investig¨® tambi¨¦n las peores barbaries cometidas en Ecuador entre 1984 y 1985 por la Polic¨ªa Nacional.
¡°Lo que estamos viendo ahora con estos decretos de impunidad para la fuerza p¨²blica es preocupante, es como licencia para matar. Es muy peligroso asignar a las fuerzas armadas el rol de mantener el orden, ellos no est¨¢n entrenados para eso. Est¨¢n entrenados para matar¡±, recalca Monge.
Mientras tanto, Laura dice que alg¨²n d¨ªa los perdonar¨¢. ¡°En la iglesia me han ense?ado a que tengo que perdonar y cuando lo haga se lo dir¨¦ a los militares que hicieron esto. Por ahora todos los d¨ªas le pido a Dios que me ayude a perdonar, s¨¦ que lo har¨¦, pero la justicia terrenal tendr¨¢ que encargarse de ellos¡±.
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