La exitosa agencia de viajes de los Blanco, la familia venezolana que lleg¨® caminando a Per¨²
La familia emigr¨® a Per¨² y vivi¨® en condiciones de pobreza; seis a?os despu¨¦s ha abierto un negocio de ¨¦xito en Miraflores, uno de los barrios m¨¢s exclusivos de Lima
La tarde que Yulianna Blanco cay¨® en cuenta de que no hab¨ªa c¨®mo completar los biberones de leche que su hija de tres a?os necesitaba al d¨ªa, tom¨® la decisi¨®n de dejar su casa en el sector Negro Primero, en la calurosa Matur¨ªn, en la punta nororiental de Venezuela. Corr¨ªa el a?o 2018 y los apagones, las censuras, las detenciones arbitrarias, y la escasez hab¨ªan obligado a sus compatriotas a?os atr¨¢s a abandonar su tierra para no abandonar sus sue?os. Yulianna remat¨® el auto del padre de sus tres ni?as por ochocientos d¨®lares y hasta su cama para hacer una bolsa y salir hacia Per¨², un pa¨ªs al sur que conoc¨ªa apenas por las ruinas de Machu Picchu, los incas y el cebiche, ese plato fresco de pescado crudo que se come en muchas costas de Latinoam¨¦rica.
Pero Yulianna Blanco no emprendi¨® la traves¨ªa solamente junto a Ashley, Georgina y Anabella, sino con un batall¨®n: su hermano menor Kemel y su novio, la abuela que sufr¨ªa de epilepsia, dos cu?ados, una prima, una sobrina y cuatro vecinos del barrio que se montaron en el bus a ¨²ltimo momento. Lo que sigui¨® despu¨¦s del 5 de abril del 2018 fue una experiencia que les endureci¨® el cuero, un viaje incierto que se prolong¨® por dos semanas porque en cada parada el pasaje no alcanzaba para todos. Ni el pasaje ni la comida. Vendieron una laptop, una pulsera de oro, una plancha de ropa, una secadora de cabello, un par de celulares y estiraron la mano sin pena cuando hubo que hacerlo.
Este periodista les acompa?¨® durante ese viaje, en el que durmieron en el piso, arropados por unas mantas, despu¨¦s de haber enga?ado al est¨®mago con un pan duro hecho de harina de yuca llamado casabe, untado con una pasadita de mayonesa. Hicieron colas kilom¨¦tricas durante un d¨ªa entero por un sello de migraciones. Corrieron hacia un puesto de ayuda en busca de un t¨¦ o un poco de sopa para soportar el fr¨ªo. Y ocurri¨® que algunos adultos se desmoronaban mientras otros se esforzaban para que las peque?as tuvieran siempre con qu¨¦ jugar.
Han pasado seis a?os, y estamos en un stand de diez metros cuadrados, en el s¨®tano de una galer¨ªa ubicada en Miraflores, el distrito residencial que atrae a m¨¢s turistas en Lima. Es la sede principal de Alpaca Travel Tours, la agencia de viajes que el t¨ªo Kemel fund¨® hace dos a?os luego de un despido intempestivo. A sus 27 a?os, el hermano menor de los Blanco ha creado la gran oportunidad que necesitaba toda la familia. Yulianna trabaja codo a codo con ¨¦l en una de las tres laptops de la empresa, al igual que su hija Ashley, que en unos meses se graduar¨¢ como tripulante de cabina, y su cu?ada Sorile.
Kemel bautiz¨® a su emprendimiento en honor al regalo de una chamana que luego de hacerle un ba?o de limpieza en el complejo de Ollantaytambo, en el Cusco, le obsequi¨® una alpaca de tela, en medio de un pago a la tierra. Le aconsej¨® que si alguna vez abr¨ªa un negocio le pusiera un nombre relacionado a este cam¨¦lido de los Andes, porque le dar¨ªa mucha suerte. Kemel tuvo la virtud de ser obediente: en promedio suelen vender quince boletos semanales entre vuelos nacionales e internacionales y hace poco alcanzaron su cliente 1.600. Los destinos m¨¢s solicitados son Espa?a, M¨¦xico y Venezuela. A pesar de la crisis, son ¨¦pocas en las que una parte de la comunidad venezolana cuenta con los ahorros suficientes para reencontrarse con los suyos y tener la dicha de abrazar a sus abuelos o incluso de visitar a sus muertos.
En febrero, Kemel regres¨® a Matur¨ªn para conmemorar el d¨¦cimo primer aniversario de la partida de una de sus hermanas, la madre de Nicole, la sobrina a quien Yulianna considera su cuarta hija. Hace unos a?os hubiese sido imposible. Pero Kemel, que se qued¨® en el tercer a?o de medicina en la Universidad R¨®mulo Gallegos, breg¨® desde el primer instante. Durante mucho tiempo tuvo tres trabajos: de madrugada hasta el mediod¨ªa se ganaba el dinero en una chicharroner¨ªa; por las tardes vend¨ªa queques, empanadas y papas rellenas en las calles; y por las noches ayudaba en una panader¨ªa.
Cuando rememora sus primeros meses en Lima, donde vivieron apretados en un garaje, en el Callao, con colchones en el suelo, responde sin ninguna queja: ¡°La convivencia fue ch¨¦vere. Luego ya cada uno hizo su camino. Pero la verdad que trabajamos mucho y, claro, tambi¨¦n nos tom¨¢bamos nuestras cervezas. Nosotros somos as¨ª: de lo malo siempre sacamos lo positivo¡±. Como en la primera Navidad de los Blanco en Lima dif¨ªcilmente Pap¨¢ Noel los visitar¨ªa, a Kemel se le ocurri¨® envolver camotes, papas y pedazos de yuca para que nadie se quedara sin un regalo debajo del ¨¢rbol. Otro ejemplo de su buen ¨¢nimo fue cuando su sobrina Georgina cumpli¨® seis a?os, a mediados de 2018 y al ver a la ni?a desanimada frente a un queque de vainilla bati¨® un par de claras de huevo hasta preparar merengue y hacerle sentir que era la torta que tanto hab¨ªa esperado. ¡°Para ellas soy su superh¨¦roe¡±, dice con una sonrisa.
En estos seis a?os, Kemel ha podido traer a Lima a su madre, Sonia, a su hermano Jos¨¦ Alberto y a su cu?ada Sorile, a una t¨ªa y a su perrita Chanel, de once a?os. Vive en su propia casa con su pareja, Carlos, quien tambi¨¦n ha montado su propia agencia de viajes. ¡°No me puedo quejar. Habr¨¢ inestabilidad pol¨ªtica y un tr¨¢fico horrible, pero Per¨² ha sido bueno conmigo, y de aqu¨ª no nos saca nadie¡±, dice el due?o de Alpaca Travel Tours, cuya primera sede fue el comedor del departamento donde todav¨ªa vive Yulianna con las ni?as, en San Mart¨ªn de Porres, el distrito que concentra el 10% de los venezolanos que habitan la capital. Se calcula que en total son 1,7 millones de llaneros en todo el Per¨².
Los Blanco nos reciben all¨ª con un pabell¨®n, ese banquete de frijol negro, carne mechada y pl¨¢tano frito, preparado por la abuela Sonia. Georgina y Anabella han vuelto del colegio y Ashley del instituto. Cada una tiene un recuerdo distinto del viaje que las trajo hasta estas tierras. ¡°Me toca el coraz¨®n. Es algo que nunca voy a olvidar. Me cost¨® mucho adaptarme. Los ni?os me hac¨ªan bullying, me dec¨ªan: ¡®¨¢ndate a vender arepas a Venezuela¡¯. Pero despu¨¦s pude hacer amigos y hoy me siento orgullosa de m¨ª y mi familia. Quiero entrar a una aerol¨ªnea y viajar por el mundo¡±, cuenta Ashley, futura tripulante de cabina, mientras Georgina la mira atentamente y Anabella, la m¨¢s peque?a, baila frente al espejo del cuarto que comparten con su madre.
Georgina y Anabella gustan de la cumbia y la salsa peruana, danzan caporales en las actuaciones, y comen papa a la huanca¨ªna y lomo saltado. La influencia es evidente. Anabella incluso ha perdido el dejo venezolano. Yulianna no deja de inculcarles el amor por sus dos patrias. Que as¨ª como aprendieron marinera, tambi¨¦n sepan moverse al ritmo del tambor. Mientras desde la cocina se escucha el silbido de la tetera para el cafecito de media tarde, Anabella se lleva la mano a la altura del coraz¨®n y canta el himno del Per¨² con histrionismo: ?somos libres! ?Se¨¢moslo siempre! Y antes niegue sus luces el sol. Que faltemos al voto solemne. Que la patria al Eterno elev¨®¡±. En medio del drama del ¨¦xodo venezolano, los Blanco son una flor que crece en el concreto.
Siga toda la informaci¨®n de El PA?S Am¨¦rica en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.