De regreso del desv¨ªo
El escritor mexicano Emiliano Monge nos hace viajar hasta Colombia para hablar del libro ¡®Jard¨ªn en tierra fr¨ªa¡¯, la novela de F¨¢tima V¨¦lez, quien adem¨¢s de narradora, es poeta
Tras el peque?o desv¨ªo que la ¨²ltima vez tom¨® esta newsletter, que la hizo brincar hasta Guatemala, con Rodrigo Rey Rosa, volvemos al ascenso continental en el que est¨¢bamos metidos, querido lector, para aterrizar en Colombia.
Escribo esto y me acuerdo de aquellos hermosos versos de William Carlos Williams (?o es que, m¨¢s que recordarlos de repente, me acompa?an siempre?)¡ª: ¡°El descenso nos llama / como nos llam¨® el ascenso / la memoria es como / un logro / una especie de renovaci¨®n / casi / una iniciaci¨®n, nuevos espacios abiertos / habitados por hordas / y por tanto no implica / nuevas especies¡ª / pues su movimiento / se dirige hacia destinos nuevos / (aunque hayan sido abandonados)¡±.
Pero volvamos a donde ¨ªbamos, quiero decir, a Colombia, aunque antes de aterrizar del todo ah¨ª, nos permitamos un nuevo descenso, con el objetivo de abrirle espacio a estos otros versos, de la extraordinaria poeta argentina Olga Orozco: ¡°Ellos eran legi¨®n. / Legi¨®n encarnizada era su nombre / y se multiplicaban a medida que t¨² te destej¨ªas hasta el ¨²ltimo hilv¨¢n, / arrincon¨¢ndote contra las telara?as voraces de la nada. / El que cierra los ojos se convierte en morada de todo el universo¡±. Y es que ah¨ª, en ese ¨²ltimo verso, est¨¢ una de las hebras que tejen el alma de Jard¨ªn en tierra fr¨ªa, la novela de la colombiana F¨¢tima V¨¦lez, quien, por cierto, adem¨¢s de narradora, es poeta.
¡®Jard¨ªn en tierra fr¨ªa¡¯
Ahora, sin embargo, ya que estoy en estas, es decir, antes de entrar, por fin, en la novela de V¨¦lez, quiero dejar aqu¨ª, al paso, algunos versos suyos, pues hace tiempo no chocaba con una escritora cuya poes¨ªa y narrativa sostuvieran un di¨¢logo tan tenso y transparente: ¡°Alejando al cuerpo / del desprendimiento de sus partes / no pudimos evitar que la marea descendiera / y all¨ª / un hombre tendido / abierto / fragmentado / como todo aquello que intent¨¢bamos salvar. / Acercamos la mirada / la limpiamos para confirmar que no fuera otra de sus manchas / ¡ªcuerpo de hombre confirmamos¡ª / y entonces abri¨® su voz / abri¨® su voz y dijo: / ?eso que otros han llamado abismo / es lo que yo llamo tierra adentro?¡±. O, quiz¨¢ a¨²n mejor, en el sentido de la tensi¨®n y de la transparencia: ¡°la pulsi¨®n con que se despelleja el pollo / y se siembran semillas de cilantro / en la maceta de vidrio / de la orqu¨ªdea que se cre¨ªa muerta / hasta que en la desesperanza / surge la flor ampliada de blancura / justo cuando evalu¨¢bamos qu¨¦ hacer / con la maceta / tan bonita / tan in¨²til / tan a la medida de la orqu¨ªdea viva / que mand¨® de regalo la novia de mi pap¨¢ / treinta y ocho a?os menor que ¨¦l / dos a?os menor que yo¡±.
En Jard¨ªn en tierra fr¨ªa, donde hay un padre mayor y varias hijas, una de las cuales, la narradora, adem¨¢s de ser la encargada del jard¨ªn que se halla al fondo del archipi¨¦lago de casas donde tambi¨¦n viven sus hermanas, est¨¢ convencida de que, ah¨ª, su padre ha enterrado a sus esposas, es decir, a su madre y a las de sus hermanas, tras acabar con ellas.
Adem¨¢s de un padre, una hija, el hueco de una o varias madres y un mont¨®n de labores cotidianas, en la novela de V¨¦lez, que cuenta 24 horas de la vida de Primera V, su protagonista, para contar su vida entera, como en esos ¨²ltimos versos que cit¨¦, tambi¨¦n hay algo a punto de nacer, otra suerte de flor ampliada de blancura, justo cuando se eval¨²a, no qu¨¦ hacer con una maceta, sino con una vida. Y ac¨¢ vale la pena recordar c¨®mo sigue el poema de Orozco: ¡°El que cierra los ojos se convierte en morada de todo el universo. / El que los abre traza las fronteras y permanece a la intemperie. / El que pisa la raya no encuentra su lugar. / Insomnios como t¨²neles para probar la inconsistencia de toda realidad; / noches y noches perforadas por una sola bala que te incrusta en lo oscuro, / y el mismo ensayo de reconocerte al despertar en la memoria de la muerte: / esa perversa tentaci¨®n, / ese ¨¢ngel adorable con hocico de cerdo¡±.
La novela de V¨¦lez
?Qu¨¦ m¨¢s decir de Jard¨ªn en tierra fr¨ªa? Igual, algo sobre otro de los cimientos de la historia: la extra?eza, la lentitud, el enrarecimiento y el temor, tanto a que sea cierto como a que no lo sea, con el que Primera V se relaciona con la posibilidad de que su novio y su mejor amigo est¨¦n en una relaci¨®n amorosa a espaldas suyas, quien, por otra parte, en cierto modo, tambi¨¦n a espaldas de s¨ª misma, desea y no una relaci¨®n con el librero de la librer¨ªa a la que suele ir, es presentado ante el lector de un modo tan acertado y preciso que uno siente, literalmente, que est¨¢ escondido ah¨ª, tras las espaladas de Primera V.
Y decir, tambi¨¦n, algo sobre la estrategia narrativa m¨¢s interesante en la forma de Jard¨ªn en tierra fr¨ªa, estrategia narrativa que resulta, adem¨¢s, de una iluminaci¨®n de la narradora: ?qu¨¦ pasa cuando uno toma una decisi¨®n, con la persona que uno tambi¨¦n es, esa que eligi¨® la otra decisi¨®n?, se pregunta Primera V, en cierto momento.
A partir de ah¨ª, poco a poco, la novela se vuelve, adem¨¢s, una novela de dobles pues, adem¨¢s de seguir a la protagonista, seguimos, o casi, a las que ella fue o ser¨ªa, m¨¢s bien, si hubiera tomado el otro camino de la encrucijada.
Una enso?aci¨®n por la que todos hemos pasado, pero que ac¨¢ se vuelve, venturosamente, insisto, forma.
Coordenadas
Jard¨ªn en tierra fr¨ªa fue publicada por Laguna Libros. La obra de Olga Orozco ha sido reunida por el FCE, y la poes¨ªa de William Carlos Williams se encuentra en ediciones de Lumen.
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