Ciudad Oculta: las drogas y el hambre no ceden en la villa argentina donde nacieron las Madres contra el paco
La pandemia multiplica la asistencia a los comedores sociales, mientras los ¡°curas villeros¡± ayudan a los j¨®venes hundidos en el drama de la pasta base de coca¨ªna
Ezequiel Antonio Ar¨¦valo lleva gorra, ropa deportiva y una mueca que parece sonrisa. Tiene 24 a?os. Empez¨® a fumar pasta base de coca¨ªna ¡ªo paco, como le dicen en Argentina¡ª a los 12. Sus padres murieron cuando naci¨® y qued¨® al cuidado de sus abuelos. Antes de los cuatro a?os ya no ten¨ªa a nadie en el mundo. Dice que so?aba con ¡°hacer plata f¨¢cil¡± y estuvo preso por robo. Una tarde, en su casa, recibi¨® un disparo. Meses despu¨¦s, una cuchillada. Sinti¨® que hab¨ªa tocado fondo y pidi¨® ayuda. Hoy lleva ¡°m¨¢s de un a?o limpio¡±. ¡°Yo antes no le daba mi nombre a nadie¡±, dice luego del saludo. Y cuando habla mira a los ojos.
Si en Argentina eres adicto y pobre, te fr¨ªes el cerebro con paco, fabricado con la resaca que queda en la olla de la coca¨ªna. El polvo se fuma y el efecto es muy r¨¢pido y muy breve, de no m¨¢s de cinco minutos. Antes de terminar, el adicto ya est¨¢ pensando de d¨®nde sacar¨¢ el dinero para la pr¨®xima dosis. Los consumidores pueden llegar a fumar entre 10 y 15 dosis en un d¨ªa; en combinaci¨®n con alcohol, ese n¨²mero puede ascender a m¨¢s de 60. Ezequiel conoce bien de qu¨¦ se trata, y por eso tiene hoy un trabajo importante: se convirti¨® en referente para los chicos que llegan buscando ayuda al Hogar de Cristo Gran Familia, territorio de ¡°los curas villeros¡±. Son sacerdotes ¡°con los pies en el barro¡±, como le gusta decir al papa Francisco.
Los curas villeros intentan sacar a j¨®venes como Ezequiel de la droga. En Ciudad Oculta, un barrio marginal de 20.000 habitantes en la zona sur de la capital argentina, el trabajo es duro. Ezequiel recibe a los adictos, los acompa?a y vive con ellos casi todos los d¨ªas de la semana. Cobra 12.000 pesos (unos 100 d¨®lares) al mes por su trabajo. ¡°Estoy haciendo algo que me gusta y que me sirve¡±, dice sentado en la oficina del p¨¢rroco de la villa, Gast¨®n Colombres. ¡°A ¨¦l le cuento todo¡±, agrega.
A quienes llegan destruidos por las drogas se les brinda un techo, cama, comida y apoyo psicol¨®gico. La ¨²nica condici¨®n es que est¨¦n decididos a dar el paso; que haya llegado ¡°su momento¡±, como dice Ezequiel. ?l decidi¨® darlo hace poco m¨¢s de un a?o. ¡°Las ganas de consumir no se van nunca¡±, aclara. En el hogar donde trabaja Ezequiel bajo la supervisi¨®n del cura Colombres viven 25 varones. No todos son j¨®venes. En la villa tambi¨¦n hay uno que asiste a mujeres, pero por ahora es ambulatorio. Los curas encuentran a los j¨®venes tirados en los corredores de Ciudad Oculta, consumiendo en alguna esquina. ¡°Est¨¢n en situaci¨®n de calle¡±, dice Colombres.
Al cura de Ciudad Oculta le dicen Tonga. Tiene 35 a?os y lleva desde los 20 en el equipo de la Pastoral de las Villas y Barrios de Emergencia. Viste ropa de calle y en su oficina tiene una bandera de River Plate. Si cruza el pasillo angosto de la villa estar¨¢ en la parroquia, pintada de naranja. Es s¨¢bado y hay un bautismo. Se escucha de fondo un reggaeton que viene del hogar, ubicado a metros de all¨ª. Colombres dice que la droga hace estragos entre los j¨®venes. ¡°No solo el paco¡±, dice, ¡°ahora vemos mucha droga sint¨¦tica¡±. Y pide no subestimar los efectos del consumo de alcohol. El trabajo de Colombres es acompa?ar, porque nadie sale del agujero solo. Menos si tienen una causa judicial abierta o si no acceden a derechos esenciales como un techo y un documento de identidad. ¡°Priorizamos el acompa?amiento con la convicci¨®n de que son la paciencia, la cercan¨ªa, el afecto y la dedicaci¨®n los que educan, sostienen y orientan¡±, dice. Entonces pide disculpas porque debe bautizar al ni?o.
El paco est¨¢ vinculado a la pobreza; y la pobreza al hambre. En la conjunci¨®n de ese tridente trabaja Bilma Acu?a. En uno de los ingresos a Ciudad Oculta, Acu?a y su marido, Abel Meza, tienen desde 1993 el comedor comunitario En-Haccore (¡°Manantial del que clama¡±, en la Biblia). Antes de la cuarentena por la covid alimentaban a 380 personas. La cifra salt¨® a 700 durante el cierre de actividades y hoy se ha quedado en 560. Los vecinos de Ciudad Oculta se acercan al comedor de lunes a viernes, hacen una larga fila en uno de los pasillos de la villa y se llevan un plato de comida. Por la tarde hay merienda. ¡°Cada vez estamos peor¡±, se lamenta Bilma.
Hace 30 a?os, cuando la hiperinflaci¨®n devastaba Argentina, en Ciudad Oculta ya se repart¨ªa comida en ollas populares, y esa experiencia est¨¢ en el origen del comedor de Bilma y Abel. Los vecinos de aquella ¨¦poca hab¨ªan sido expulsados de la villa por la topadoras de la dictadura (1976-1983), que consideraba que las casas de chapa y las calles de tierra afeaban la ciudad durante el Mundial de 1978. Cuando termin¨® la dictadura, la gente volvi¨® a Ciudad Oculta. Pero ya nada fue igual. El desarraigo hab¨ªa roto los lazos sociales y la solidaridad. Y despu¨¦s lleg¨® la droga.
Bilma naci¨® en Paraguay y Abel en la provincia de Chaco (norte). Llegaron a Buenos Aires con sus padres y se asentaron en la villa. En 2001, uno de sus seis hijos muri¨® acribillado por los narcos. Era el a?o de la debacle econ¨®mica de Argentina, cuando apareci¨® el paco en los barrios marginales. ¡°David hab¨ªa cumplido 16 a?os, y unos chicos que proteg¨ªan a una mujer que vend¨ªa drogas ac¨¢ adentro lo asesinaron¡±, cuenta Acu?a, sentada en una silla de pl¨¢stico blanca en su comedor. Ella decidi¨® vencer el miedo, quedarse en la villa y pedir justicia. ¡°Me propuse que mi hijo no iba a ser un chico m¨¢s. Y ah¨ª empec¨¦ la guerra¡±. Naci¨® as¨ª la Red de Madres en Lucha contra el Consumo de Paco de Ciudad Oculta. Las mujeres ¡°escrachaban¡± a los narcos en sus casas y los obligaban a abandonar el barrio. En 2007, Bilma consigui¨® que Isidro Ram¨®n Ibarra Ram¨ªrez, l¨ªder de la banda narco que abastec¨ªa a Ciudad Oculta, fuera condenado.
Bilma pele¨® contra el paco y ahora lo hace contra el hambre. Desde el principio, ella y su marido pensaron el comedor como un sitio de encuentro. ¡°Como un puente para llegar a las familias y ver sus necesidades¡±, explica. ¡°Y as¨ª fue. Empezamos a apuntar a la violencia de g¨¦nero y a la violencia que sufr¨ªan los chicos. Armamos redes de defensor¨ªa con abogados y juzgados para ayudar a los j¨®venes. Todo fue a los golpes. Hab¨ªa mucha violencia ac¨¢, los chicos se mataban entre ellos y la Polic¨ªa los mataba¡±.
El comedor da cursos auspiciados por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y aloja una escuela primaria para adultos. Pero el trabajo es enorme. La crisis econ¨®mica y la pandemia han disparado el hambre. Al menos algo ha cambiado en Ciudad Oculta con la demolici¨®n del Elefante Blanco, una mole de 14 pisos que deb¨ªa ser un hospital y termin¨® ocupada por desamparados. El Elefante Blanco lleg¨® al cine en 2012, bajo la direcci¨®n de Pablo Trapero. Hoy en su lugar hay dependencias del Gobierno de la ciudad y parques p¨²blicos. ¡°Lo extra?amos¡±, dice Bilma, ¡°porque era nuestro muro¡±. Y enseguida responde a una pregunta sobre su vida: ¡°No recuerdo haber sido feliz¡±.
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