El mito del Dorado que sedujo a los conquistadores espa?oles se reinventa en Buenos Aires
La Fundaci¨®n Proa inaugura una exposici¨®n centrada en las riquezas del continente, que dialogar¨¢ con otras que se preparan en M¨¦xico y Estados Unidos
En Colombia, el r¨ªo Cauca es conocido como ¡°Patr¨®n Mono¡± por el color amarillo de sus aguas y las pepitas de oro que esconde en su interior. All¨ª, a trav¨¦s de las im¨¢genes del r¨ªo que forman parte de la videoinstalaci¨®n de Carolina Caycedo, comienza el viaje de exploraci¨®n por el mito del Dorado propuesto por la Fundaci¨®n Proa, en Buenos Aires. Los aventureros y conquistadores que cruzaron el Atl¨¢ntico en busca de esa imaginaria ciudad de Am¨¦rica desbordada de oro nunca dieron con su paradero, pero s¨ª encontraron un territorio rico en minerales y vegetales de gran valor. Con esas materias primas como herramientas de trabajo, m¨¢s de una treintena de artistas latinoamericanos reactualiza el mito en la muestra El Dorado. Un territorio inaugurada este s¨¢bado.
Es la primera de tres exhibiciones que se desarrollar¨¢n entre este a?o y el que viene. Las otras dos estar¨¢n a cargo de la Americas Society de Nueva York y el Museo Amparo de la ciudad mexicana de Puebla. Ambas instituciones trabajaron con Fundaci¨®n Proa en un seminario online sobre esta tem¨¢tica durante la pandemia. ¡°La leyenda del Dorado estimul¨® la imaginaci¨®n de las poblaciones ind¨ªgenas, de los colonizadores y, m¨¢s tarde, de artistas, cineastas, novelistas y bi¨®grafos. La producci¨®n de libros, pel¨ªculas, pinturas y todo tipo de objetos relacionados con esta historia contin¨²a hasta hoy¡±, se?al¨® Edward Sullivan, a cargo del seminario.
Cada instituci¨®n construir¨¢ una exposici¨®n ¨²nica, que en el caso de Proa se centra en el territorio, el punto cero. La muestra propone ¡°conocer y reconocer las materias primas y la inmensidad de los recursos encontrados en Am¨¦rica y que cambiaron la vida cotidiana de Oriente y Occidente a partir del siglo XVI¡±, en palabras de la directora del museo, Adriana Rosenberg.
La segunda sala es monocrom¨¢tica, de un dorado enceguecedor. En ella conviven obras contempor¨¢neas de Mathias Goeritz y Stefan Br¨¹ggemann con prendas eclesi¨¢sticas del siglo XVIII bordadas con hilos de oro cedidas por el Museo Fern¨¢ndez Blanco. ¡°Lo perform¨¢tico es fundamental tanto para la religi¨®n como para el poder. Se trata de una sala introspectiva, contemplativa y silenciosa en la que el color asume una relevancia absoluta en sus distintas formas de representaci¨®n¡±, destac¨® Rosenberg durante una recorrida de prensa.
Del oro deseado a las riquezas encontradas. Plata, cobre, cacao, caucho, ma¨ªz, papas, tomates y cochinilla son parte del tesoro que aguardaba a los europeos en suelo americano. ¡°Como ancla uso la plata, para decir aqu¨ª empez¨® todo¡±, cuenta el boliviano Andr¨¦s Bedoya, en referencia al cerro Potos¨ª, el yacimiento de plata m¨¢s grande de la historia. En una de las paredes de Proa, hay 700 moscas realizadas por ¨¦l con este metal precioso. ¡°Las moscas son un s¨ªmbolo de ciclos de vida, muerte, de auge y declive. La obra en s¨ª al ser hecha de plata tiene un valor objetivo, pero las moscas sugieren algo pasajero que viene a ser la historia, (adem¨¢s de generar asco, rechazo), el metal genera esta atracci¨®n¡±, detalla.
Su obra dialoga con otras piezas en plata seleccionadas de la colecci¨®n colonial del Fern¨¢ndez Blanco: unas monedas halladas en la base de la pir¨¢mide de Plaza de Mayo cuando se traslad¨® a su ubicaci¨®n definitiva, unas enormes alas talladas y una urna pensada para guardar hojas de coca.
Un v¨ªdeo realizado por el venezolano Pedro Ter¨¢n recrea la ceremonia que se considera el punto de origen del mito: Ter¨¢n se pinta el cuerpo de oro como hac¨ªa el jefe de los muiscas, en Colombia, durante el ritual de iniciaci¨®n en la laguna de Guatavita. Tras la muerte de su predecesor, el nuevo l¨ªder remaba en una canoa por este lugar sagrado y hac¨ªa una ofrenda de objetos dorados, esmeraldas y otros materiales preciosos a los dioses, que arrojaba a las aguas.
Bedoya advierte que el mito del Dorado ¡°es una historia que se da una y otra vez¡±, con riquezas que siempre se quedan en pocas manos. ¡°Cuando me preguntan si hablo de lo que pas¨® en Potos¨ª yo digo que es sobre lo que sigue pasando, porque el modelo extractivista de la colonia se sigue practicando en Bolivia plenamente, con los distintos boom, como el esta?o, ahora el litio o el que est¨¢ dejando de serlo, el gas¡±, afirma.
Nacido en Colombia, aunque ahora reside en Miami, Santiago Montoya reflexiona en sus obras sobre el valor, como y a qu¨¦ se lo otorgamos. Trabaja a partir de una materia prima a la que le une un v¨ªnculo familiar y geogr¨¢fico: el cacao. Subraya que los ind¨ªgenas usaban este grano como moneda de cambio y era tan valioso que se falsificaba con arcilla. En Proa, Montoya exhibe dos esculturas de chocolate: la diosa Bachu¨¦ y una pir¨¢mide. Al lado pueden verse tambi¨¦n discos de m¨¢rmol grabados con r¨ªos de cacao como si fuesen los afluentes del Amazonas, el gran r¨ªo sudamericano.
Montoya cree tambi¨¦n que El Dorado se reinventa cada vez que descubren un nuevo recurso que presentan como una salvaci¨®n que tampoco llega. A los ya citados, agrega el caso de la quina, un ¨¢rbol sudamericano que cobr¨® fama mundial por sus propiedades farmacol¨®gicas para reducir la fiebre y tratar la malaria. ¡°Se convirti¨® en un arma que termin¨® por generar destrucci¨®n. Algo que salva vida se convierte en un arma para defenderse de la naturaleza y aniquilar otras formas de vida. ?Es inevitable, est¨¢ en la naturaleza misma del ser humano que esas cosas tengan que ser as¨ª siempre?¡±, se pregunta.
La ¨²ltima sala est¨¢ protagonizada por alimentos del continente que colonizaron el mundo, en un camino inverso al de los conquistadores. Papas, tomates, aj¨ªes y ma¨ªz. El guatemalteco Benvenuto Chavajay expone por primera vez su Elote de balas (2016) hecho con el hueso de la mazorca cubierto por balas doradas. Es, se?ala, un acto de memoria de la guerra interna que se cobr¨® la vida de m¨¢s de 250.000 guatemaltecos entre 1960 y 1996. Las balas, que para varias generaciones fueron traum¨¢ticas, pueden verse hoy colgadas del cuello de algunos hombres a modo de adorno.
La exposici¨®n cierra con la recreaci¨®n de una de las performances m¨¢s conocidas de Marta Minuj¨ªn, el pago de la deuda externa con mazorcas, ¡°el ma¨ªz latinoamericano¡±, realizada junto a Andy Warhol en 1985. El p¨²blico puede sentarse en las sillas que ocuparon ambos artistas y, como ellos, intercambiar ma¨ªz a cambio de lo que quieran.
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