El Amazonas de Javier Reverte
La quinina es un remedio contra la malaria que viene de lejos, de cuando un rayo tumb¨® un ¨¢rbol de la quina que acab¨® hundido en las aguas del lago donde los ind¨ªgenas beb¨ªan
Hay muchas maneras de estar vivo y Javier Reverte eligi¨® la m¨¢s vital de todas, la de patearse el mundo de punta a punta para despu¨¦s contarlo por escrito. En uno de sus viajes por el Amazonas, un mosquito le transmiti¨® el par¨¢sito que produce malaria. Lo cuenta en su libro El r¨ªo de la Desolaci¨®n.
A pesar del calor reinante en el barco, el fr¨ªo que sent¨ªa le hac¨ªa tiritar. Baj¨® a la sala de m¨¢quinas para intentar recuperar la temperatura corporal. Pero ni por esas. Llevaba m¨¢s de una semana con la enfermedad a cuestas y sus ri?ones hab¨ªan dejado de funcionar. ¡°No pens¨¦ en la muerte en ese momento", cuenta Javier, "me encontraba incapacitado para tener ning¨²n tipo de idea¡±. En sus alucinaciones crey¨® ver el protozoo de la malaria: ¡°Un bicho en forma de pera, blando, grasiento, ciego... que avanzaba dentro de m¨ª, haciendo estallar gl¨®bulos rojos, como si jugara con ellos, para luego devorarlos. Yo no lo sent¨ªa enemigo ni desagradable. Hac¨ªa bien su trabajo, eso era todo¡±.
El bicho del que hablaba Javier en su libro tiene nombre y apellido. Se trata del Plasmodium falciparum y es el ¨²nico capaz de producir malaria cerebral, causando la muerte en la mayor¨ªa de los casos. Un hu¨¦sped maligno que jugaba con sus gl¨®bulos rojos. Javier siempre bromeaba al respecto, y dec¨ªa que lo que de verdad le hab¨ªa salvado la vida hab¨ªa sido su afici¨®n por el gin-tonic, pues gracias al agua t¨®nica del combinado, su organismo ten¨ªa m¨¢s reservas defensivas que cualquier otro. Mir¨¢ndolo de manera cient¨ªfica, Javier Reverte no andaba descaminado, pues la t¨®nica se hace con quinina -de ah¨ª su sabor amargo- y las propiedades de la quinina eran conocidas por los ind¨ªgenas desde tiempos remotos para hacer frente a la malaria.
Fue en el reinado de Carlos III cuando las expediciones bot¨¢nicas se multiplicaron por el continente americano
Fue en el reinado de Carlos III cuando las expediciones bot¨¢nicas se multiplicaron por el continente americano. Dirigida por Hip¨®lito Ru¨ªz, la expedici¨®n al Virreinato de Per¨² recogi¨® muestras y recopil¨® estudios acerca de las propiedades curativas de ciertas plantas. En sus cr¨®nicas se hace referencia al uso de la quinina, descubierta por los nativos despu¨¦s de una tormenta, cuando un rayo tumb¨® un ¨¢rbol de la quina que acab¨® hundido en las aguas del lago donde los ind¨ªgenas beb¨ªan. Fue entonces cuando los ind¨ªgenas se dieron cuenta de las propiedades sanadoras de aquellas aguas. Algunos enfermos de fiebres mal¨¢ricas mejoraron tras beberlas.
La ciencia nos ense?a que la quinina es uno de los cuatro alcaloides que se encuentran en la corteza de los ¨¢rboles del g¨¦nero Cinchona. Se aisl¨® en 1820 por los investigadores franceses Pierre Joseph Pelletier y Joseph Bienaim¨¦ Caventou quienes durante a?os buscaron un remedio eficaz para luchar contra la malaria y, al final, lo encontraron en este ¨¢rbol de la selva lluviosa de Amazonia.
Javier Reverte afirmaba que a ¨¦l le salv¨® la vida un tal Jacob Schweppe, relojero alem¨¢n afincado en Suiza y hombre con vicios de qu¨ªmico
Por eso no andaba muy descaminado Javier Reverte cuando recordaba su peripecia en el Amazonas, y afirmaba que a ¨¦l le salv¨® la vida un tal Jacob Schweppe, relojero alem¨¢n afincado en Suiza y hombre con vicios de qu¨ªmico. En sus ratos libres, Schweppe se dedic¨® a experimentar con la gasificaci¨®n a partir del di¨®xido de carbono del agua mineral, dando nombre a la famosa t¨®nica que hoy es marca registrada. ¡°A ver si escribes algo sobre ¨¦l, Monti, que yo ando en otras cosas¡± me coment¨® Javier una de las veces que atraves¨¢bamos la Gran V¨ªa de Madrid, se?alando de barbilla el edificio Capitol, donde los neones encend¨ªan el letrero luminoso de la Schweppes.
Hay muchas maneras de estar vivo pero solo una manera de estar muerto, por eso, hoy, para revivir la memoria del viajero, tocaba contar aquel episodio en el que el viajero estuvo a punto de perder la vida.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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