Eduardo Sacheri: ¡°En la Argentina de 1975 la violencia era una herramienta leg¨ªtima para distintos sectores¡±
El escritor argentino se adentra en los turbulentos a?os previos al ¨²ltimo golpe de Estado en la novela polif¨®nica ¡®Nosotros dos en la tormenta¡¯
Un d¨ªa de 1974 son¨® el tel¨¦fono en la casa familiar de los Sacheri, en el conurbano oeste de Buenos Aires. Eduardo Sacheri (Castelar, 1967) ten¨ªa siete a?os cuando vio a su padre responder y desmoronarse en la cocina. ¡°Verlo derrumbado, llorando, sin entender lo que hab¨ªa pasado, fue una imagen fuert¨ªsima para m¨ª¡±, cuenta el escritor durante una entrevista con EL PA?S realizada en su casa. En la mesa del sal¨®n hay un ejemplar de Nosotros dos en la tormenta, su ¨²ltima novela, dedicada a su padre y a esa ¨²nica vez en la que lo vio llorar. ¡°Creo que lo que uno escribe, as¨ª como tiene motores racionales, tambi¨¦n tiene motores emocionales. Y sin duda indagar en ese periodo fue una manera para m¨ª de tratar de entender esas l¨¢grimas¡±, admite.
A trav¨¦s de esa llamada, la violencia pol¨ªtica que sufr¨ªa Argentina a principios de los setenta, a¨²n en democracia, lleg¨® a un Sacheri ni?o, que so?aba con ser jugador de Independiente. A sus 55 a?os, mantiene la pasi¨®n por ese club de f¨²tbol ¡ªy ha contribuido como socio en la colecta organizada por el influencer Santiago Maratea para salvarlo de la quiebra¡ª, pero triunf¨® con la escritura en vez de hacerlo con una pelota.
Su debut literario, La pregunta de sus ojos, fue llevado al cine por Juan Jos¨¦ Campanella y Argentina conquist¨® con esa adaptaci¨®n su segundo Oscar. Le siguieron siete novelas m¨¢s, adem¨¢s de recopilaciones de cuentos y un par de guiones cinematogr¨¢ficos. Nosotros dos en la tormenta se adentra en esos a?os turbulentos de los que los argentinos prefieren no hablar. Esta ficci¨®n, fruto de un trabajo de investigaci¨®n de varios a?os, es un rompehielos que busca quebrar ese silencio.
Pregunta. A ra¨ªz de la pel¨ªcula Argentina, 1985 se habl¨® mucho de ese pa¨ªs que reci¨¦n recuperaba la democracia, alegre y lleno de optimismo. ?C¨®mo describir¨ªa la Argentina previa al golpe en el que ambienta la novela?
Respuesta. La del 75 era una Argentina muy turbulenta, muy enfrentada. Distintos sectores pensaban que la violencia era una herramienta muy leg¨ªtima para llegar al poder o para ejercer el poder. Distintos sectores, no s¨®lo los guerrilleros, hac¨ªan uso de la violencia. En el Gobierno de Isabel Per¨®n, el ministro L¨®pez Rega, que era su mano derecha, hizo un uso absolutamente ilegal del poder. La dictadura de despu¨¦s fue el acabose de esa manera de manejarse. En cambio, la Argentina del 85 es una Argentina que ha decidido que la violencia no. No es casual que el presidente [Ra¨²l] Alfons¨ªn ordene enjuiciar a los dictadores, pero ordene tambi¨¦n enjuiciar a la c¨²pula de[l movimiento guerrillero] Montoneros.
P. Los juicios contra los represores avanzaron despu¨¦s, pero contra los guerrilleros no. ?Qu¨¦ pas¨®?
R. Tendr¨ªamos que detenernos en los a?os noventa y en [Carlos] Menem, el siguiente presidente civil que indulta a unos y a otros. Menem indult¨® a todos con una idea de borr¨®n y cuenta nueva, pero en la d¨¦cada de los 2000 el kirchnerismo decidi¨® retroceder s¨®lo parcialmente en relaci¨®n a esos indultos. Ese retroceso parcial marca una ruptura con el consenso de los ochenta en relaci¨®n al repudio de la violencia no militar de los setenta. A d¨ªa de hoy sigue siendo as¨ª, una materia bastante pol¨¦mica.
P. ?Por qu¨¦? Llama la atenci¨®n que en un pa¨ªs que mira tanto hacia atr¨¢s casi no se hable sobre la violencia pol¨ªtica de los setenta, que sea casi un tab¨².
R. Tal vez se trate eso. Contesto como profesor de historia [ejerce en un colegio secundario del conurbano]. Nosotros estudiamos historia porque lo que queremos entender es el presente, no el pasado. Y creo que nuestra recurrencia a echar mano de argumentos hist¨®ricos para validar posiciones del presente tiene que ver con nuestros profundos desacuerdos pol¨ªticos. Sobre no hablar de los setenta previos al golpe creo que uno de los motivos es tratar de no legitimar los discursos que reivindican la dictadura, que lo hacen a partir de llamar la atenci¨®n sobre la profunda conflictividad anterior.
P. ?Hay autocensura para no ser tratado de fascista o negacionista?
R. Indudablemente los fascistas o los negacionistas extreman esa mirada y para no quedar pegados no hacemos ninguna. Tambi¨¦n para el peronismo es inc¨®modo. Montoneros fue peronista y sufri¨® durante todo el a?o 1974 y 1975 una fuert¨ªsima represi¨®n ilegal por parte del Gobierno peronista. Es inc¨®modo para su memoria interna. Como profesor de historia no estoy de acuerdo con que la incomodidad nos silencie. Si los discursos m¨¢s elaborados, reflexivos y fundamentados hacen silencio, el espacio discursivo se llena de esos discursos primitivos y chabacanos. La discusi¨®n p¨²blica es como el poder: siempre se ejerce, siempre se llena.
P. ?En ese consenso argentino del Nunca M¨¢s a la dictadura comienzan a aparecer grietas? Pienso en el discurso negacionista de la diputada Victoria Villarruel [del partido de extrema derecha La Libertad Avanza]
R. Creo que s¨ª, pero tengo una postura a¨²n m¨¢s amplia a favor de la libertad de expresi¨®n. Con todo el dolor del mundo si quieres, pero s¨¦ que no se puede impedir hablar las cosas, no se puede impedir sostener barbaridades. Hacerlo puede ser tranquilizador hoy pero es perjudicial para el ma?ana porque esas formas encuentran el modo de expresarse. Por eso creo que los discursos m¨¢s razonados tienen que afrontar la discusi¨®n pol¨ªtica.
De entre los recuerdos de infancia, Sacheri cita tambi¨¦n los libros prohibidos que sus padres, ambos odont¨®logos, guardaban en las estanter¨ªas m¨¢s altas de la casa familiar. ¡°En las siestas me dedicaba a escalar esos estantes. Esa inquietud no me ha abandonado, me siguen atrayendo las cosas que incomodan, me molesta lo sagrado, quiero decir cuando volvemos sagrado lo profano, como ese intento de sacralizar los silencios que habl¨¢bamos antes¡±, afirma.
A¨²n vive en Castelar, aunque en otro barrio. Para llegar a su estudio es necesario salir al jard¨ªn y subir por unas escaleras. All¨ª, las estanter¨ªas tienen libros ordenados por literatura argentina, latinoamericana y universal. En las paredes hay colgada una fotograf¨ªa de Ricardo Bochini, el m¨¢ximo ¨ªdolo de Independiente, y puzzles que el escritor hizo con su hija menor. Su ¨²ltima novela es tambi¨¦n un rompecabezas, donde las distintas voces ¡ªde guerrilleros, familiares y sus v¨ªctimas¡ª son piezas de ese universo complejo y poli¨¦drico.
P. ?C¨®mo eligi¨® los personajes?
R. Podr¨ªan haber sido un par de militantes de Montoneros o del ERP (Ej¨¦rcito Revolucionario del Pueblo, guerrilla de orientaci¨®n marxista leninista), pero eleg¨ª uno de cada que fuesen amigos y que mostrasen tambi¨¦n sus diferencias, que eran te¨®ricas sobre todo. La novela puede ser le¨ªda desde la simpat¨ªa que vos tengas. Est¨¢ pasando que gente que tiene una postura muy cr¨ªtica sobre las organizaciones armadas le gusta la novela porque la lee desde el lado de sus v¨ªctimas. Y otra gente que tiene una postura mucho m¨¢s de empat¨ªa con esas organizaciones, la lee desde ese par de chicos.
P. Los dos amigos ven a la violencia como una herramienta para cambiar el mundo. ?Quedan sue?os colectivos en los j¨®venes?
R. Vivimos en una ¨¦poca de sue?os m¨¢s sectoriales. Pienso en las identidades de g¨¦nero, por ejemplo, por nombrarte uno, muy fuertes en mis alumnos adolescentes. Es pol¨ªtica, porque tiene que ver con la arena de lo p¨²blico, aunque no tenga que ver con una transformaci¨®n m¨¢s igualitaria en el reparto de los bienes.
P. Este a?o se cumplen 40 a?os de democracia en Argentina. ?Qu¨¦ logros destacar¨ªa?
R. Los mayores logros van por el lado de nuestra modernizaci¨®n cultural. Argentina en 1983 no ten¨ªa ley de divorcio, fue una de las grandes luchas de Alfons¨ªn. Por supuesto que no en todas las ¨¢reas se moderniz¨® a la misma velocidad; la legalizaci¨®n del aborto es s¨²per reciente. Pero a nivel de respeto, de libertad de expresi¨®n y libertad creativa, esas cosas se consolidaron muy bien. Tambi¨¦n resolvi¨® bastante bien el consenso sobre la democracia. Votamos cada dos a?os y con todas las turbulencias que hubo es algo que no dej¨® de suceder en 40 a?os. En los 40 a?os anteriores ten¨¦s seis golpes de Estado y me parece importante comparar.
P. ?Y las deudas pendientes?
R. Creo que la deuda mayor viene por el lado del desarrollo socioecon¨®mico. Es una deuda atroz que si no somos capaces de solucionarla terminar¨¢ horadando los logros.
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