El peronismo ser¨¢ massismo o no ser¨¢
Massa anunci¨® anoche que ¡°la grieta¡± se hab¨ªa terminado: era su forma de decir que, para ¨¦l, el kirchnerismo se hab¨ªa terminado
Hace siete meses, conversando con un periodista amigo, el semipresidente Alberto Fern¨¢ndez le dijo que iba a ¡°terminar con veinte a?os de kirchnerismo¡±: son¨® curioso, porque se supon¨ªa que ¨¦l era su representante en el poder. Su m¨¦todo, dijo, consistir¨ªa en hacerse reelegir y hacerlo olvidar. Sin apoyos, Fern¨¢ndez no pudo ni siquiera presentarse y ser¨¢ recordado ¨C?ser¨¢ recordado?¨C como el presidente m¨¢s leve, m¨¢s imperceptible, pero es probable que su meta se cumpla: el kirchnerismo puede desaparecer muy pronto del panorama pol¨ªtico argentino. Lo habr¨¢ conseguido Sergio Tom¨¢s Massa, un personaje peculiar, gracias a Javier Gerardo Milei, un personaje siniestro.
Massa, sabemos, le gan¨® ayer a Milei una primera vuelta electoral en que el segundo pensaba ser primero lejos: en que esperaba ganar incluso sin segundas. Es casi inveros¨ªmil: hace semanas, la ¨²nica certeza electoral era que, tras un gobierno denostado por todos, los peronistas no ten¨ªan ninguna chance de retener el poder. Para conseguirlo, ante la amenaza de perderlo todo, su aparato electoral puso en marcha su experiencia de d¨¦cadas y sus trucos de siempre: prebendas, dineros, viejas deudas, viejas lealtades. Y aprovech¨®, sobre todo, un enemigo inmejorable.
Massa le debe su triunfo ¨Cparcial¨C a Milei de, por lo menos, dos maneras: por un lado, su amenaza de desquiciado disparatado asust¨® a millones, ayud¨® mucho al milagro de que un tercio largo de los argentinos votaran a un ministro de Econom¨ªa que llev¨® la inflaci¨®n al 140% y la pobreza al 40%. Por otro, su triunfalismo narcisista dividi¨® a la derecha y logr¨® que ese 36% de Massa, la peor elecci¨®n peronista de la historia, le alcanzara para ganar la primera vuelta.
En un mes llegar¨¢ la segunda: un mes en la Argentina es un siglo o un suspiro. Pueden pasar tantas cosas pero, al d¨ªa de hoy, el peronista Massa tiene muchas m¨¢s chances de ganarla que el hipermercadista Milei. Massa sumar¨¢ a su 36% el siete de Schiaretti, otro peronista, el tres de la izquierda; le alcanzar¨ªa con ara?ar cuatro o cinco puntos de los 23% que consigui¨® Patricia Bullrich ¨Cy es perfectamente posible porque, en la alianza de la derecha, miles y miles jam¨¢s votar¨ªan a Milei.
Para conseguirlo, Massa propuso anoche un ¡°gobierno de unidad nacional construido sobre la base de convocar a los mejores ¡°sin importar su fuerza pol¨ªtica¡± y anunci¨® que ¡°la grieta¡± ¨Cque dividi¨® a los argentinos en kirchneristas y antikirchneristas¨C se hab¨ªa terminado: era su forma de decir que, para ¨¦l, el kirchnerismo se hab¨ªa terminado. Era, tambi¨¦n, su forma de inaugurar un nuevo peronismo.
Hace tan poco lo daban por muerto, y una vez m¨¢s se equivocaron. El peronismo no muere porque no existe, porque puede convertirse en cualquier cosa en cualquier momento. Ha sido, desde su creaci¨®n hace 78 a?os, nacionalista mussoliniano, obrero y resistente, guevarista, socialdem¨®crata, dem¨®cratacristiano, neoliberal, rosista ¨Cy varias m¨¢s. En cada momento ha sabido adaptarse a la demanda, porque en realidad su esencia sigue intacta: el peronismo es una m¨¢quina de conseguir y conservar poder que no tiene ning¨²n pudor para adoptar la postura que le resulte conveniente.
Eso hicieron los Kirchner hace dos d¨¦cadas: tras unos a?os de gobierno neoliberal, privatizador, en su provincia, se volvieron estatistas, falsamente de izquierda porque la situaci¨®n lo requer¨ªa. Ahora la gran intriga es descubrir qu¨¦ cree Sergio Massa ¨Cmago del mimetismo, gran se?or de las m¨¢scaras¨C que le conviene en esta.
Deber¨¢, sobre todo, convencer a millones de personas ¨Cj¨®venes, m¨¢s que nada¨C de que la democracia vale la pena. En un estudio muy reciente, el 72% de los argentinos se declaraban insatisfechos con ella y el 50% dec¨ªa que aceptar¨ªa una dictadura si arreglara la econom¨ªa. Esa es la base de Milei; esa es la amenaza m¨¢s brutal para la convivencia. Massa deber¨¢ conquistarlos: c¨®mo, sigue siendo una inc¨®gnita. Pero el fin sigue siendo el principio: aquel mantra de Alfons¨ªn, 1983, cuando dec¨ªa que ¡°con la democracia se come, se cura, se educa¡±. Muchos millones de argentinos ya no lo creen, porque sus vidas les demuestran que no siempre es cierto. Es necesario convencerlos.
En cualquier caso, el massismo no ser¨¢ masismo ni marxismo. Su ¡°gobierno de unidad nacional¡± intentar¨ªa mantener el orden y captar el ala centrista del macrismo, algunos independientes, dos o tres empresarios poderosos: necesitar¨¢, si gana, una base s¨®lida para pedirles a los argentinos los sacrificios necesarios para ordenar la econom¨ªa. No es seguro que la palabra alcance: que quien gobierne necesite aplicar cierta fuerza. Siempre amable, siempre afable, Massa no parece, a primera vista, la persona indicada para tomar esas medidas: es probable que esa sea su en¨¦sima transformaci¨®n.
Pirro, aquel rey macedonio, dijo un d¨ªa que ¡°con otra victoria como esta me quedo sin ej¨¦rcito¡±: de ah¨ª la idea de ¡°victoria p¨ªrrica¡±. Alberto Fern¨¢ndez parece haber conseguido la mayor: al precio de su desaparici¨®n, consigui¨® hundir al kirchnerismo. El massismo, la gran inc¨®gnita del momento, est¨¢ a punto de empezar a andar. El peronismo sigue resucitando, siempre distinto, siempre igual. Y la Argentina lo sufre y lo celebra.
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