Un cuento in¨¦dito de Proust
Avanzamos ¡®La conciencia de amarla¡¯, uno de los ocho relatos incluidos en ¡®El remitente misterioso¡¯, compendio que re¨²ne textos del escritor franc¨¦s nunca traducidos al castellano y que se publica este jueves en Espa?a. El relato es una particular versi¨®n de ¡®El cuervo¡¯ de Edgard Alan Poe
La conciencia de amarla
¡°Nunca, nunca¡±, me repet¨ªa esas palabras que ella me hab¨ªa dicho y que, por el silencio espantoso de la espera que las hab¨ªa precedido y la desesperaci¨®n que las hab¨ªa sucedido, me hab¨ªan permitido o¨ªr por primera vez mi coraz¨®n, que con id¨¦ntica obstinaci¨®n pronunciaba estas palabras: ¡°Siempre, siempre¡±. Y ahora, cuando uno her¨ªa al otro de muerte, esos dos estribillos se alternaban desesperadamente y yo los o¨ªa muy cerca y muy profundamente, como esos golpes que palpitan sin descanso en el fondo [sic] de las heridas profundas. De modo que cuando mi criado entr¨® para decirme que el coche me esperaba y que era hora de cenar, retrocedi¨® espantado al ver la pechera de mi camisa empapada de l¨¢grimas. Lo despach¨¦, volv¨ª a vestirme y me prepar¨¦ para salir. Pero pronto me di cuenta de que no estaba solo en la habitaci¨®n. Una especie de gato-ardilla cubierto de un pelaje blanco, con un algo de somormujo, grandes ojos azules y un alto penacho blanco de p¨¢jaro en la cabeza, parec¨ªa esperarme semioculto por la cortina de mi cama. ?Dios!, exclam¨¦, ?me dejar¨¢s morir en este mundo desierto, puesto que su ausencia crea en ¨¦l para siempre el vac¨ªo m¨¢s absoluto, en esta soledad desesperada? ?No quieres perdonarme como perdonaste al hombre en los primeros d¨ªas de la tierra? Que ella me ame, o que deje yo de amarla. Pero lo primero no se puede y lo segundo no lo deseo yo. Haz que brille alguna claridad en mis l¨¢grimas, como en los primeros d¨ªas. El reloj dio las ocho. Temiendo llegar tarde, sal¨ª r¨¢pidamente. Sub¨ª a mi calesa. Con un salto ¨¢gil y silencioso, el animal blanco vino a acurrucarse entre mis piernas con la tranquila fidelidad de alguien que ya no me abandonar¨ªa. Mir¨¦ largamente sus ojos, donde parec¨ªa cautivo el azul profundo y claro de los cielos sin fin, estrellado con una cruz de oro. Contemplarlos me provocaba unas ganas de llorar irresistibles, infinitamente agridulces. Entr¨¦ sin preocuparme m¨¢s por usted, hermosa ardilla-gato blanca, pero una vez en casa de mis amigos, apenas me sent¨¦ a la mesa, al sentirme tan lejos de ella y entre personas que no la conoc¨ªan, me oprimi¨® una angustia atroz. Pero enseguida sent¨ª contra mi rodilla una caricia poderosa y dulce. Con un r¨¢pido movimiento de su cola forrada de blanco, el animal se instal¨® c¨®modamente a mis pies, bajo la mesa, y me ofreci¨® su lomo sedoso como si fuera un taburete. En un momento perd¨ª un zapato y mi pie descans¨® sobre su piel. Al bajar un instante los ojos, tropec¨¦ de pronto con su mirada brillante y serena. Ya no estaba triste, ya no estaba solo, y mi felicidad era m¨¢s profunda porque era secreta. ¡°?C¨®mo es posible ¡ªme dijo una dama despu¨¦s de cenar¡ª, c¨®mo es posible que no tenga un animal que le haga compa?¨ªa? Est¨¢ usted tan solo...¡±. Ech¨¦ un vistazo furtivo hacia el sill¨®n, debajo del cual permanec¨ªa escondida la ardilla-gato blanca, y balbuce¨¦: ¡°En efecto, en efecto¡±. Me call¨¦, sent¨ªa que las l¨¢grimas se me agolpaban en los ojos. Por la noche, mientras so?aba, pasear mis dedos por su pelaje poblaba mi soledad de compa?eras agraciadas y tristes, igual que si hubiera tocado alguna melod¨ªa de Faur¨¦. A la ma?ana siguiente me dediqu¨¦ a todas mis banales ocupaciones, recorr¨ª las calles indiferentes, vi a mis amigos y a mis enemigos con un deleite raro, triste. La indiferencia y el tedio que te?¨ªan todas las cosas que me rodeaban se hab¨ªan disipado desde que se hab¨ªa posado sobre ella [sic], con una elegancia de p¨¢jaro-rey y una tristeza de profeta, la ardilla-gato blanca que me segu¨ªa a todas partes. Usted, animal querido, gentil, silencioso, que me acompa?¨® en esta vida embelleci¨¦ndola misteriosa y melanc¨®licamente.
Nota del editor. Texto lleno de tachaduras, escrito en dos hojas. El cuento es el espejo invertido de ¡®El cuervo¡¯, de Edgar Allan Poe, que Proust conoc¨ªa bien, en el que un joven que sufre de soledad ve entrar en su cuarto un cuervo que responde a sus quejas con un sistem¨¢tico ¡®nevermore¡¯ ¡ªnunca m¨¢s¡ª, empuj¨¢ndolo a la desesperaci¨®n. Aqu¨ª el sufrimiento amoroso se exterioriza en un animal sedoso cuya compa?¨ªa, invisible para los dem¨¢s, consuela al enamorado rechazado. Pero el narrador toma la distancia suficiente para sugerir que para ¨¦l la vida transcurri¨® igual de solitaria: el consuelo queda as¨ª mitigado y es conmovedor. Eso es lo que conecta este texto breve con los relatos de ¡°¨²ltimos d¨ªas de vida¡± presentes en la compilaci¨®n. Lo mismo sucede con ese personaje de novela mundana (Proust leer¨¢ m¨¢s tarde, en 1909, ¡®Ginette Chatenay¡¯, de Georges de Lauris, modelo del g¨¦nero), al que despierta su criado y se monta en una calesa, como m¨¢s tarde har¨¢ Swann. Una ambig¨¹edad intensa recorre estas l¨ªneas: entre el rechazo expreso o supuesto de la amada, la identidad aleg¨®rica de la ardilla-gato (los ¡°usted/t¨²¡± se alternan con los ¡°¨¦l¡±), el consuelo o la compa?¨ªa en la desesperaci¨®n que el compa?ero secreto proporciona al solitario.
Proust vacila entre el an¨¢lisis y la palabra, que se sustituyen y encabalgan en las frases reescritas, mientras la palabra directa permite entrar ¡®in medias res¡¯ en el problema psicol¨®gico, algo que el dialoguista de ¡®En busca del tiempo perdido¡¯ sabr¨¢ recordar. El criado que despierta al sujeto en su soledad es un presagio aqu¨ª del lacayo que despierta a Swann al salir de su sue?o, al final de ¡®Un amor de Swann¡¯, y a Fran?oise anunciando al h¨¦roe que ¡°la se?orita Albertine se ha ido¡± en la transici¨®n entre ¡®La prisionera¡¯ y ¡®Albertine desaparecida¡¯. El autor de ¡®Los placeres y los d¨ªas¡¯ proyecta un tormento amoroso aqu¨ª inconfesable en la f¨¢bula de un animal misterioso, como en otra ocasi¨®n en un universo musical. Ya desde el t¨ªtulo, ¡®La conciencia de amarla¡¯, este texto anticipa la funci¨®n de las ¡°tomas de conciencia¡± en la evoluci¨®n del h¨¦roe de ¡®En busca del tiempo perdido¡¯ y su circulaci¨®n en el mundo, dominado por una preocupaci¨®n interior que los dem¨¢s desconocen.
El remitente misterioso y otros relatos in¨¦ditos
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