En Fr¨¢ncfort y sin feria
Lecturas ¡®negras¡¯ alrededor de la cita alemana y Lucy, la Australopithecus
?ltimamente no he tenido mucha suerte con los thrillers que han ca¨ªdo en mis manos. Me decepcion¨®, por ejemplo, El Gran Rojo (Alianza de Novelas), del gaditano Benito Olmo, que me hab¨ªa atra¨ªdo porque en los paratextos editoriales se dec¨ªa que su trama transcurr¨ªa en Fr¨¢ncfort, y esa ciudad, a cuya Buchmesse (feria del libro) acud¨ª cada octubre durante veintitantos a?os (empezando en su ¨¦poca m¨¢s gloriosa, cuando la dirig¨ªa ...
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1. Detectives
?ltimamente no he tenido mucha suerte con los thrillers que han ca¨ªdo en mis manos. Me decepcion¨®, por ejemplo, El Gran Rojo (Alianza de Novelas), del gaditano Benito Olmo, que me hab¨ªa atra¨ªdo porque en los paratextos editoriales se dec¨ªa que su trama transcurr¨ªa en Fr¨¢ncfort, y esa ciudad, a cuya Buchmesse (feria del libro) acud¨ª cada octubre durante veintitantos a?os (empezando en su ¨¦poca m¨¢s gloriosa, cuando la dirig¨ªa Peter Weidhaas), siempre me ha fascinado. As¨ª como la mayor¨ªa de mis entonces colegas editores (que se deslomaban durante el d¨ªa de cita en cita o en pos del santo grial gutenbergiano ¡ªel ¡°libro de la feria¡±¡ª, y por la noche se pon¨ªan hasta las cejas de copas, mientras el gran Miguel Azaola atronaba con su vozarr¨®n de bar¨ªtono a los parroquianos del atiborrado Zum Grauen Bock) no ve¨ªan el momento de regresar a casa, yo me guardaba d¨ªas para la exploraci¨®n y el flaneo por la ciudad. En esos paseos descubr¨ª no solo lugares poco o nada recomendables, sino monumentos cuya menci¨®n no suele aparecer en las gu¨ªas, como el edificio IG Farben (arquitecto: Hans Poelzig), hoy parte de la Universidad de Fr¨¢ncfort y en su momento sede de un conglomerado qu¨ªmico cuyos productos (incluido el Zyklon B, fabricado en una de sus empresas subsidiarias) sirvieron para gasear a millones de jud¨ªos. Benito Olmo, residente en la ciudad del Meno, de la que parece entusiasta, coloca a Mascarell, su detective para casos dif¨ªciles, y a Ayla, una adolescente de origen turco cuyo hermano se ha suicidado en extra?as circunstancias, en medio de una vor¨¢gine urbana en la que se avecinan tugurios y narcosalas con rutilantes templos del poder financiero. Como ya va siendo habitual en las novelas negras, donde no parece haber detective/a sin tara (f¨ªsica, sentimental o moral), Mascarell lleva una pr¨®tesis en la pierna que le falta. Poco a poco, la trama se diversifica y espesa y, como ocurre en muchas novelas negras de nuevo cu?o, al final los h¨¦roes tienen que enfrentarse no solo a asesinos, sino a poderosos villanos que controlan el delito (drogas, prostituci¨®n, pedofilia). Por cierto, que compagin¨¦ la lectura de El Gran Rojo con la de La vuelta al mundo en seis millones de a?os (Alianza), un librito divulgativo en el que los genetistas Guido Barbujani y Andrea Brunelli se hacen eco de la teor¨ªa de que la australopiteca Lucy, una probable b¨ªpeda que vivi¨® hace 3,2 millones de a?os en el valle del Awash y cuyos restos mortales (un esqueleto bastante completito) fueron descubiertos por Donald Johanson en 1974, pudo morir al caer del ¨¢rbol en el que se hab¨ªa refugiado para escapar de sus depredadores. Animado por mis lecturas ¡°negras¡±, se me ocurri¨® que quiz¨¢s Lucy no se cay¨®, sino que fue empujada con sa?a por alg¨²n otro australopiteco que le ten¨ªa mala fe o que quer¨ªa arrebatarle algo. Se habr¨ªa producido as¨ª el primer asesinato de la m¨¢s lejana (pre)historia, mucho antes de que el ganadero Ca¨ªn apiolara al agricultor Abel por celos. De modo que, teniendo en cuenta que en la actual novela negra prima el m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa, ?por qu¨¦ no poner a un tercer australopiteco-detective a investigar el crimen? No me digan que no es una idea estupenda. Aqu¨ª la dejo, gratis et amore, a disposici¨®n de quien desee utilizarla.
2. Notas y papeles
Si las divertidas Notas para unas memorias que nunca escribir¨¦ (Lumen), de Juan Mars¨¦ (edici¨®n y notas de Ignacio Echevarr¨ªa), llevaran ¨ªndice onom¨¢stico, me resultar¨ªa m¨¢s f¨¢cil contar las veces que el desprecio y la befa del novelista se ceban (para mi personal alegr¨ªa) en gentes como, por ejemplo, Pilar Rahola, una de sus b¨ºtes noires. No es solo por la inocua crueldad (s¨ª, tambi¨¦n aqu¨ª el ox¨ªmoron es posible) tan sana y pol¨ªticamente incorrecta con la que Mars¨¦ se despacha con tirios y troyanos por lo que este libro merece ser disfrutado, sino, y sobre todo, porque en conjunto supone un autorretrato limitado, pero veraz, del artista longevo y algo achacoso que expresa sus opiniones, sus gustos musicales o cinematogr¨¢ficos (Paulette Goddard), sus fobias, a menudo cambiantes y matizadas, sus diversos estados de ¨¢nimo, sus melancol¨ªas de viejo en las que reviven los recuerdos, su cotidianidad de escritor de vuelta de todo (tambi¨¦n de cierta idea de Catalu?a) y sus colosales indignaciones (lean, por ejemplo, la entrada del 5 de junio de 2014): ¡°El Rey ha abdicado. Me est¨¢n inyectando desde la prensa y la televisi¨®n tales dosis de simpat¨ªa y adhesi¨®n a la Casa Real que me est¨¢ saliendo una corona en los cojones¡±. Ya me gustar¨ªa a m¨ª que, en su campo espec¨ªfico, Los papeles de Herralde, esa historia ¡°autorizada¡± de Anagrama que mi admirado Jordi Gracia ha compilado a base de bucear en los papeles a los que le han dado acceso (otros est¨¢n todav¨ªa tan blindados como muchos de los del 23-F), mostraran tan escasas cautelas y timideces. En todo caso, esas memorias de Anagrama (apoyadas en muestras muy escogidas de una inmensa correspondencia) constituyen ya una pieza importante en la bibliograf¨ªa de la historia editorial del ¨²ltimo medio siglo. Y a¨²n es m¨¢s imprescindible para comprender qu¨¦ tipo de editor es Jorge Herralde, a quien desde aqu¨ª mando un saludo, y de qu¨¦ modo tan particular e irrepetible se ha relacionado con sus autores (s¨ª, incluidos los Mar¨ªas, Bola?o, Vila Matas y tutti quanti), agentes (la correspondencia con Carmen Balcells es puro Herralde) y otros editores, as¨ª como para conocer mejor la gestaci¨®n, desarrollo y trayectoria de la que el propio historiador Jordi Gracia no tiene empacho en calificar de ¡°la mejor editorial literaria de la democracia en Espa?a¡±. Me alegro por ¨¦l, que ha tenido la suerte de haber publicado en ella algunos de sus libros.
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