La biograf¨ªa de las palabras tiene final feliz
El ¡®Diccionario hist¨®rico de la lengua espa?ola¡¯ ha sido uno de los proyectos m¨¢s apasionantes y accidentados de la cultura hisp¨¢nica. Ahora cobra un impulso definitivo gracias a la inform¨¢tica
Como en un cuento de Borges, en un luminoso edificio de la calle de Serrano de Madrid hay un grupo de 11 personas empe?adas en una tarea pendiente desde hace un siglo: culminar el Diccionario hist¨®rico de la lengua espa?ola. Ese edificio es la sede del Centro de Estudios de la Real Academia Espa?ola y esas 11 personas, coordinadas por Mar Campos y con Pilar Salas como jefa de redacci¨®n, son un equipo de inform¨¢ticos y lexic¨®grafos consagrados a registrar la definici¨®n y evoluci¨®n de absolutamente todas las palabras ¡ªvivas y muertas¡ª de una lengua con 1.000 a?os de antig¨¹edad y m¨¢s de 500 millones de hablantes en todo el planeta. ¡°Hist¨®rico¡± no significa ¡°antiguo¡± sino ¡°total¡±, subrayan Campos y Salas mientras navegan por la web del diccionario, concebido desde el principio como nativo digital y accesible gratuitamente desde la p¨¢gina de la RAE. ¡°Total¡± quiere decir que recoger¨¢ los t¨¦rminos m¨¢s remotos y los reci¨¦n nacidos, incluso aquellos que designan realidades que nunca llegaron a existir. Como los coronabonos que hace un a?o planeaba emitir la Uni¨®n Europea para compensar los estragos de la crisis del coronavirus.
La casualidad ha querido que el campo sem¨¢ntico de la covid se encuentre entre las novedades publicadas esta semana en el Diccionario hist¨®rico. Cuando se declar¨® la pandemia, el equipo de la RAE llevaba meses rastreando palabras relacionadas con las enfermedades en general y con las respiratorias en particular. Ni que decir tiene que el ¨²ltimo a?o ha supuesto un curso intensivo sobre composici¨®n, derivaci¨®n y paras¨ªntesis. Dan fe los 88 t¨¦rminos recogidos en relaci¨®n con un virus documentado por primera vez en espa?ol en una Gu¨ªa de enfermedades de los cerdos publicada en 1980: de coronillavirus a coronaplauso, pasando por covidivorcio o coronoia (que se ha usado para designar tanto la negaci¨®n de la dolencia como la preocupaci¨®n excesiva por contraerla).
Estos 88 t¨¦rminos forman parte de las 715 ¨²ltimas incorporaciones, presentadas esta semana, a un repertorio que cuenta ya con 6.325 entradas (art¨ªculos en la jerga filol¨®gica). El ¡°ya¡± puede parecer hiperb¨®lico si se piensa que el diccionario de uso registra 93.000 y que el hist¨®rico triplicar¨¢ esa cifra dado que tendr¨¢ que incorporar una multitud de variantes y el l¨¦xico en desuso. La hip¨¦rbole no lo es tal si se tienen en cuenta las prestaciones de un diccionario as¨ª y, en el caso del espa?ol, su accidentada trayectoria. Las primeras tienen algo de ciencia ficci¨®n; la segunda, mucho de ¨¦pica y drama.
Quienes entren en la p¨¢gina del Diccionario hist¨®rico comprobar¨¢n que de cada palabra se registran la etimolog¨ªa y todas sus acepciones, se resume su biograf¨ªa desde que se document¨® y se argumentan su evoluci¨®n y uso con multitud de ejemplos. Un caso: trompa ¡ªcuya historia se relata en un texto que ocupar¨ªa cinco p¨¢ginas de peri¨®dico¡ª cuenta con 75 acepciones principales, la primera de las cuales se ilustra mediante 375 ejemplos localizados entre 1240 y 2020. A esto hay que a?adir una relaci¨®n de locuciones que van desde estar trompa (borracho) hasta andar con la trompa como chancho de monte (enfadado). La web permite adem¨¢s consultar todos los ejemplos citados con su referencia bibliogr¨¢fica. O ver solo los m¨¢s destacados o el m¨¢s antiguo y el m¨¢s moderno. Igualmente, con un simple clic, se accede a la familia de cada palabra, que se despliega como una red de nodos que permiten comprender de un vistazo que la lengua no es una l¨ªnea recta sino una constelaci¨®n. Y que, adem¨¢s, se mueve. En el futuro bastar¨ªa con ajustar los criterios para tener al instante un diccionario de anglicismos o uno del espa?ol del siglo XVIII. La informaci¨®n ya estar¨¢ disponible.
El Diccionario hist¨®rico recibe actualmente 10.000 visitas al mes. Con la versi¨®n reci¨¦n estrenada la RAE espera que esa cifra d¨¦ el salto al mill¨®n. Sus c¨¢lculos se basan en los dos millones mensuales que reciben el Diccionario panhisp¨¢nico de dudas y el Diccionario panhisp¨¢nico del espa?ol jur¨ªdico. El Diccionario de la lengua espa?ola juega en otra liga: en el ¨²ltimo a?o alcanz¨® los 1.000 millones de consultas.
De ¡®coronoia¡¯ a ¡®covidivorcio¡¯, en un a?o han registrado 88 t¨¦rminos relacionados con el coronavirus
El equipo del Diccionario hist¨®rico publica cada a?o ¡ªen dos entregas: marzo y septiembre¡ª un total de 1.400 palabras. A este ritmo, tardar¨ªa casi un siglo en culminar su trabajo. Un plazo que, como apunta con iron¨ªa en su despacho el director de la RAE, Santiago Mu?oz Machado, hoy en d¨ªa ¡°va m¨¢s all¨¢ de la imaginaci¨®n humana¡±. De ah¨ª que al grupo de la calle de Serrano se le acaben de unir 18 equipos de todo el mundo. Academias americanas, universidades espa?olas e instituciones como el Instituto Caro y Cuervo de Colombia formar¨¢n parte de una red ¡°panhisp¨¢nica¡± que en un lustro podr¨ªa llevar el diccionario hasta las 30.000 voces. ¡°El hist¨®rico est¨¢ pensado para que sea nativo digital y sus prestaciones no son sustituibles por una edici¨®n impresa equivalente¡±, apunta Mu?oz Machado, ¡°pero dentro de cinco a?os yo querr¨ªa preparar una edici¨®n en papel con el material que tengamos¡±. Como ¨¦l mismo reconoce, el ejemplo del diccionario de Oxford, todo un s¨ªmbolo, sigue pesando mucho.
Esa es la parte de la ¨¦pica y el drama. El castellano es uno de los pocos idiomas de peso internacional que no cuenta con un diccionario que ya poseen lenguas como el alem¨¢n, el ingl¨¦s, el franc¨¦s, el italiano, el sueco, el neerland¨¦s y el catal¨¢n. La mayor¨ªa se puede consultar en internet y algunos cumplir¨¢n pronto 200 a?os. Es el caso del Deutsches W?rterbuch, el diccionario hist¨®rico del alem¨¢n que los hermanos Grimm, fundadores de la lexicograf¨ªa hist¨®rica, comenzaron a elaborar en 1838. El gran modelo es, no obstante, el Oxford English Dictionary impulsado en 1879 por James Murray. La pel¨ªcula Entre la raz¨®n y la locura (2019), protagonizada por Mel Gibson y Sean Penn, refleja el m¨¦todo empleado por Murray para recopilar en poco tiempo un amplio corpus de ejemplos: hacer un llamamiento a trav¨¦s de la prensa y de las bibliotecas para que cualquier lector culto le hiciera llegar fichas con citas literarias que ilustraran los usos. En 1928 se completaron los 20 vol¨²menes de la primera edici¨®n.
Fundada en 1713, la Real Academia Espa?ola incluy¨® en su reglamento de 1861 la necesidad de confeccionar un diccionario hist¨®rico a partir de ¡°colecciones, clasificadas por siglos, de palabras, locuciones¡± y ¡°frases¡±, pero hasta 1914 no se elabor¨® un plan general para su redacci¨®n. En 1934 apareci¨® el primer volumen (con la letra A), y tres a?os m¨¢s tarde, el segundo (con la B y parte de la C). La Guerra Civil interrumpi¨® los trabajos y, para colmo, una bomba incendi¨® el almac¨¦n de la editorial que custodiaba los ejemplares de esos dos primeros tomos. En 1946, el reci¨¦n creado Seminario de Lexicograf¨ªa, con Julio Casares al frente, recurri¨® al modelo oxoniense de pedir la colaboraci¨®n p¨²blica para la elaboraci¨®n de ficheros. El resultado estuvo lejos del ¨¦xito brit¨¢nico y poco despu¨¦s la RAE traz¨® de cero un nuevo plan para un repertorio de 25 vol¨²menes. Pese al alt¨ªsimo nivel de los fil¨®logos embarcados en el proyecto, la segunda vida del Diccionario hist¨®rico termin¨® en 1995. Poco antes se hab¨ªa calculado que a ese ritmo ¡ªiban por la letra B¡ª los trabajos durar¨ªan hasta el a?o 2400.
Tras desechar ¡®camarera¡¯ o ¡®aeromoza¡¯, Iberia resucit¨® en el siglo XX una voz que ya no se usaba: ¡®azafata¡¯
La modernidad lleg¨® al diccionario m¨¢s deseado de la lengua espa?ola en 2007. Ese a?o se puso al frente Jos¨¦ Antonio Pascual, que era por entonces vicedirector de la RAE y, sobre todo, un mito para varias generaciones de lectores y fil¨®logos, que siguen hablando del ¡°Coromines y Pascual¡± para referirse al monumental ¡ªseis vol¨²menes¡ª Diccionario cr¨ªtico etimol¨®gico castellano e hisp¨¢nico firmado por ambos. En la terraza de su casa de Madrid, a un paso del Retiro, Pascual recuerda el momento en que Joan Coromines, maestro de maestros, le propuso que colaborase con ¨¦l. Ten¨ªa 29 a?os. ¡°Me pregunto cu¨¢nto le cobrar¨ªa¡±, se r¨ªe. ¡°Durante siete a?os pas¨¦ las vacaciones de verano, Navidad y Semana Santa en Barcelona y en Pineda de Mar. Coromines era un prodigio, infatigable. Yo empezaba temprano, paraba una hora para darme un ba?o y comer y segu¨ªamos hasta la noche. ?l dec¨ªa siempre: ¡®?No se queda un rato m¨¢s?¡±.
Pascual, que a finales de los a?os ochenta ejerc¨ªa de sabio en Hablando claro ¡ªel programa de TVE dedicado a la lengua¡ª, liber¨® al Diccionario hist¨®rico de dos viejos cors¨¦s: el papel y el orden alfab¨¦tico. Desde entonces se trabaja por familias de palabras. Lexicograf¨ªa, Filolog¨ªa e Inform¨¢tica son los pilares de un ¡°diccionario electr¨®nico y relacional¡± que dio sus primeros frutos en 2013. Jos¨¦ Antonio Pascual recuerda c¨®mo empezaron simulando en hojas de papel el aspecto de la futura p¨¢gina digital. Hoy la herramienta est¨¢ tan desarrollada que, bas¨¢ndose en criterios riguros¨ªsimos aplicados por el equipo del Diccionario, la m¨¢quina puede incluso proponer una redacci¨®n autom¨¢tica para la historia de una palabra, sin contradicci¨®n con el resto y sin errores de escritura.
En cualquier caso, la redacci¨®n de las definiciones trata de emplear todo lo posible la f¨®rmula persona que en lugar de hombre que o mujer que y de evitar que la mujer se defina con relaci¨®n al hombre (en el equipo de lexicograf¨ªa de Madrid hay seis fil¨®logas y tres fil¨®logos). Tambi¨¦n se tratan de evitar los sesgos geogr¨¢ficos hispanoespa?oles y se buscan ejemplos en textos literarios y medios de comunicaci¨®n de todo el ¨¢mbito hisp¨¢nico. El nuevo DHE pretende ser panhisp¨¢nico. De ah¨ª que la red reci¨¦n fundada para impulsarlo se extienda por toda Am¨¦rica y comparta un mismo programa inform¨¢tico. Adolfo Elizainc¨ªn, director del equipo de la Academia Nacional de Letras de Uruguay, cuenta por tel¨¦fono desde Montevideo que la t¨¦cnica har¨¢ por fin posible una vocaci¨®n que muchas veces no ha pasado de las buenas intenciones. ¡°El espa?ol naci¨® en Espa?a, pero el imperio se acab¨® hace tiempo. Tampoco hay un espa?ol americano ¨²nico¡±, explica. ¡°Yo estoy tan lejos ¡ªo tan cerca¡ª de un mexicano como de un andaluz. El Diccionario hist¨®rico demostrar¨¢ de d¨®nde viene la diversidad de una lengua que, por otro lado, es muy unitaria. En nuestro caso, la influencia de Brasil, el gran vecino, es significativa: en las zonas fronterizas se dice yo gusto de algo en lugar de me gusta. Tambi¨¦n el l¨¦xico es un reflejo de la historia y de la mezcla con lenguas ind¨ªgenas como el guaran¨ª ¡ªla propia palabra Uruguay¡ª o, indirectamente, el quechua ¡ªcancha¡ª¡±.
Jos¨¦ Antonio Pascual, de 79 a?os, se retir¨® en 2020. Dej¨® la direcci¨®n general del diccionario en las manos de Santiago Mu?oz Machado, y su coordinaci¨®n, en las de Mar Campos, otra hist¨®rica del hist¨®rico. ¡°Fue f¨¢cil dejarlo porque el equipo es espectacular¡±, cuenta. ¡°Son mejores que yo. Como debe ser. Lo contrario querr¨ªa decir que hab¨ªamos formado un equipo malo. La filolog¨ªa que yo estudi¨¦ era de microscopio. Para m¨ª el l¨¦xico son pistas, huellas. Para un fil¨®logo actual es un argumento, una hip¨®tesis, una proyecci¨®n¡±.
Los diccionarios hist¨®ricos nacieron en el Romanticismo para llevar cada idioma a las fuentes de su supuesta pureza. El resultado fue el contrario: descubrir que no hay lenguas puras.
Como el de los hermanos Grimm, que promovieron el suyo para, entre otras cosas, luchar contra los pr¨¦stamos rom¨¢nicos, la mayor¨ªa de los diccionarios hist¨®ricos naci¨® en pleno Romanticismo para llevar cada idioma a las fuentes de su supuesta pureza original. El resultado fue siempre el contrario: descubrir que no hay lenguas puras. Adem¨¢s, la mera idea de correcci¨®n evoluciona y el significado de muchas palabras cambia cuando los hablantes a?aden matices o, simplemente, las interpretan err¨®neamente. Pascual recuerda que en los a?os treinta la Academia consideraba el seseo un ¡°feo vicio¡± que hab¨ªa que suprimir. Tambi¨¦n que a ¨¦l le espanta la forma explosionar porque prefiere explotar, palabra que a su vez horrorizaba a su padre, para el que lo correcto era estallar. ¡°Para m¨ª, por edad¡±, cuenta, ¡°enervar sigue siendo debilitar ¡ªcortar los nervios¡ª, pero s¨¦ que se va imponiendo el significado de poner nervioso. Tambi¨¦n pat¨¦tico era impresionante, grandioso por su origen griego ¡ªel pathos, la Pat¨¦tica de Beethoven¡ª, pero terminar¨¢ significando penoso por influencia del ingl¨¦s¡±.
Contra lo que piensan los integristas, toda lengua es menos una metaf¨ªsica que una metamorfosis. Las palabras nacen, mutan, mueren. A veces resucitan. Es el caso, explica Pascual, de azafata: ¡°En el siglo XV era una bandeja (azafate), y en el XVI, la se?ora que llevaba esa bandeja y atend¨ªa a la reina o a una mujer de alto grado. Luego desaparece. La rescata Iberia despu¨¦s de descartar t¨¦rminos como camarera o ?aeromoza. La resucit¨® el marketing¡±.
Cuando a las personas que trabajan en el Diccionario hist¨®rico se les plantea si terminar¨¢n por imponerse las duplicaciones de g¨¦nero o la correcci¨®n pol¨ªtica, ni niegan ni afirman: responden que esas duplicaciones eran habituales en la Edad Media y en muchos testamentos. O que decimos apestado pero evitamos hablar de algo como del c¨¢ncer de la sociedad. Trabajan con un sism¨®grafo que tiene memoria, no con el c¨®digo de circulaci¨®n. Registran cada movimiento de cada palabra. Y siempre se hacen una pregunta: ?d¨®nde est¨¢n los ejemplos? Su labor es compleja; su filosof¨ªa parece sencilla: yo hablo, t¨² me entiendes. El resto es historia.
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