Todo lo que inventamos es cierto
La recopilaci¨®n de la correspondencia de Flaubert muestra a un escritor de ideas contundentes, que hac¨ªa literatura de s¨ª mismo
Francia se hunde ¡°como un nav¨ªo podrido¡±, ¡°el envilecimiento, la estupidez, la chochez¡± son universales; el escritor no hace m¨¢s que ¡°pensar en los que est¨¢n muertos¡±, sufre con su trabajo, se queja: nadie lo comprende. Quien leyese s¨®lo la correspondencia tard¨ªa de Gustave Flaubert podr¨ªa pensar que su car¨¢cter se agri¨® al final, pero lo cierto es que el autor de Madame Bovary ya daba muestras de temperamento a la (en su...
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Francia se hunde ¡°como un nav¨ªo podrido¡±, ¡°el envilecimiento, la estupidez, la chochez¡± son universales; el escritor no hace m¨¢s que ¡°pensar en los que est¨¢n muertos¡±, sufre con su trabajo, se queja: nadie lo comprende. Quien leyese s¨®lo la correspondencia tard¨ªa de Gustave Flaubert podr¨ªa pensar que su car¨¢cter se agri¨® al final, pero lo cierto es que el autor de Madame Bovary ya daba muestras de temperamento a la (en su caso) poco tierna edad de 12 a?os (1833), cuando le escrib¨ªa a un compa?ero de estudios: ¡°Qu¨¦ est¨²pidos son los hombres, qu¨¦ limitado el pueblo¡±. Y seis a?os despu¨¦s anunciaba: ¡°Apuesto a que nunca har¨¦ que me impriman ni me representen. No por temor a un fracaso, sino por las triqui?uelas del librero y del teatro, que me asquear¨ªan. No obstante, si alguna vez tomo parte activa en el mundo, ser¨¢ como pensador y como desmoralizador. (¡) Lo ¨²nico que har¨¦ ser¨¢ decir la verdad, pero ser¨¢ la horrible, la cruel y desnuda¡±.
A lo largo de su correspondencia, que Alianza publica en selecci¨®n y edici¨®n de Antonio ?lvarez de la Rosa, catedr¨¢tico de Literatura Francesa en la Universidad de La Laguna (Tenerife), Flaubert se muestra como un hombre de ideas contundentes desde el principio: casarse le espanta, todo le aburre (¡°querr¨ªa no haber nacido nunca o morir. En el fondo de m¨ª, hay un aburrimiento radical, ¨ªntimo, acre e incesante¡±, 1846) y el romanticismo lo asquea. Mis¨®gino (¡°estar celosa de las putas es como estarlo de un mueble¡±, 1852; ¡°la mujer oriental es una m¨¢quina, y nada m¨¢s¡±, 1853; en el tintero ¡°est¨¢ la verdadera vagina de los hombres de letras¡±, 1859); contrario al Gobierno (¡°inmoral, es como calmar la injusticia con la cataplasma del miedo¡±, 1852), cr¨ªtico del progreso y contrario al sufragio universal (¡°la verg¨¹enza de la inteligencia humana¡±, 1871), sus fil¨ªpicas recuerdan a Georg Christoph Lichtenberg, quien admiti¨® que le produc¨ªan dolor ¡°muchas cosas que a otros s¨®lo le dan l¨¢stima¡±. El siglo XIX (¡°un siglo de putas, en el que, hasta ahora, lo menos prostituido son las prostitutas¡±, 1854), la literatura rom¨¢ntica, la prensa, los burgueses (¡°hago todo lo posible por restregarles su infamia por las narices¡±, 1868), la pol¨ªtica, los nacionalismos (¡°todas las banderas han sido tan manchadas de sangre y de mierda que ?ya es hora de no tener absolutamente ninguna!¡±, 1869). A los 24 a?os le cuenta a Maxime Du Camp: ¡°Desde muy joven tuve un presentimiento completo de la vida: era como un olor a comida nauseabunda que se escapa de un tragaluz. No necesitamos haberla comido para saber que es vomitiva¡±. Un a?o antes ya hab¨ªa anunciado: ¡°Follar ya no me dice nada¡±, s¨®lo para escribir poco despu¨¦s a su amante que ¨¦l era ¡°como los cigarros, s¨®lo cuando me chupan me encienden¡±.
Fue un mis¨®gino a quien el romanticismo lo asqueaba: ¡°Estar celosa de las putas es como estarlo de un mueble¡±
Flaubert no desestim¨® ninguna oportunidad de hacer literatura, incluso ante lo que se vislumbra en su correspondencia como el rechazo de algunos de sus corresponsales, en especial George Sand; sus cartas son, en ese sentido, un documento excepcional del tipo de intereses, motivaciones y dificultades que el escritor experiment¨® mientras produc¨ªa obras como La educaci¨®n sentimental, Bouvard y P¨¦cuchet y Un coraz¨®n sencillo, pero tambi¨¦n una obra en s¨ª misma, alentada por la certeza de que la literatura es ¡°la menos mentirosa de las mentiras¡± (1846). Cuando escribe que ¡°hay que poner el coraz¨®n en el arte, la inteligencia en el comercio del mundo, el cuerpo donde se encuentre bien, la bolsa en el bolsillo y la esperanza en ninguna parte¡± (1846), Flaubert est¨¢ haciendo literatura, por supuesto, y la hace de muchas otras maneras en toda su correspondencia. Por ella desfilan el disgusto provocado por la reacci¨®n de Du Camp y Louis Bouilhet a la lectura de La tentaci¨®n de San Antonio, que ambos amigos recomendaron a Flaubert que ¡°tirase al fuego¡±; los viajes por el ¨¢rea del Mediterr¨¢neo; el concurso de prostitutas (¡°en Esneh, y en un solo d¨ªa, ech¨¦ cinco polvos y com¨ª conejo tres veces (¡) los polvos estuvieron muy bien¡±, 1850); los planes literarios; el descubrimiento de ¡°la comicidad de lo serio¡± (1850), que subyacer¨ªa a los mejores pasajes de su obra; el feliz accidente que lo alej¨® para siempre de las profesiones liberales; el laborioso proceso de escritura de Madame Bovary (¡°ya es hora de triunfar o de arrojarse por la ventana¡±, 1852), y el juicio posterior por ofensas a la moral, del que fue absuelto; tambi¨¦n su amistad con escritores como Jules Michelet, Iv¨¢n Turgu¨¦nev, ?mile Zola, Guy de Maupassant y, especialmente, George Sand; las dudas sobre Salamb¨® (¡°he emprendido un maldito trabajo que me ciega y me desespera. Siento que piso en falso, ?comprende?¡±, 1857); la escritura de La educaci¨®n sentimental (¡°la historia moral de los hombres de mi generaci¨®n¡±, 1864), la guerra franco-prusiana, el antisemitismo, un progresivo aislamiento (¡°todos mis amigos han muerto. Los que me quedan no son tan importantes o bien est¨¢n tan cambiados que ya no los reconozco¡±, 1872) y sus problemas de salud (¡°no me gustar¨ªa morir sin seguir arrojando unos cuantos cubos de mierda sobre la cabeza de mis semejantes¡±, escribi¨® en noviembre de 1879, seis meses antes de su fallecimiento). Y el loro embalsamado que pidi¨® prestado al Museo de Historia Natural para ¡°documentarse¡±.
Flaubert admiti¨® sentirse en una ocasi¨®n un ¡°hombre-pluma¡±. ¡°Siento a trav¨¦s y a causa de ella, respecto a ella y mucho m¨¢s con ella¡± (1852); pero no era necesario que lo hiciera para comprender que sus entusiasmos, sus batallas y la crispaci¨®n de su correspondencia eran literarios. ¡°Todo lo que inventamos es cierto¡±, escribi¨® en 1853. Y la mayor invenci¨®n de Flaubert fue la de s¨ª mismo: es esa creaci¨®n a la que asistimos en esta extraordinaria correspondencia en la que, por cierto, el autor jam¨¢s afirma ¡°Madame Bovary soy yo¡±; de hecho, al parecer, jam¨¢s lo dijo.
El hilo del collar: Correspondencia
Autor: Gustave Flaubert. Traducci¨®n, selecci¨®n y notas de Antonio ?lvarez de la Rosa .
Editorial: Alianza, 2021.
Formato: 672 p¨¢ginas. 16,30 euros.
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