De Covadonga a Kiev, la historia se ha convertido en la causa del enfrentamiento pol¨ªtico en el mundo
De la Espa?a de Vox a la Rusia de Putin o la Francia de Zemmour, el revisionismo se ha convertido en un frente para el nacionalismo, que retuerce la historia para afianzar sus ideas en el presente. Expertos de muy distinto signo como Jos¨¦ ?lvarez Junco, Henry Kamen o Elvira Roca Barea debaten el papel de la ideolog¨ªa en nuestra visi¨®n de los hechos
¡°Tubal, hijo de Jafet, fue el primer hombre que vino a Espa?a¡±. Eso afirma el jesuita Juan de Mariana (1536-1624), autor de una monumental historia de Espa?a que permaneci¨® m¨¢s o menos vigente hasta que, en el siglo XIX, Modesto Lafuente, un periodista sat¨ªrico de ideolog¨ªa liberal, public¨® una obra equivalente y modernizada. Tubal era nieto de No¨¦ y de ¨¦l surgi¨® inmediatamente la primera monarqu¨ªa espa?ola, lo que da una idea de los remot¨ªsimos or¨ªgenes nacionales: est¨¢bamos ah¨ª cuando a¨²n no se hab¨ªan secado los charcos del diluvio universal.
¡°La historia cumple varias funciones¡±, dic...
¡°Tubal, hijo de Jafet, fue el primer hombre que vino a Espa?a¡±. Eso afirma el jesuita Juan de Mariana (1536-1624), autor de una monumental historia de Espa?a que permaneci¨® m¨¢s o menos vigente hasta que, en el siglo XIX, Modesto Lafuente, un periodista sat¨ªrico de ideolog¨ªa liberal, public¨® una obra equivalente y modernizada. Tubal era nieto de No¨¦ y de ¨¦l surgi¨® inmediatamente la primera monarqu¨ªa espa?ola, lo que da una idea de los remot¨ªsimos or¨ªgenes nacionales: est¨¢bamos ah¨ª cuando a¨²n no se hab¨ªan secado los charcos del diluvio universal.
¡°La historia cumple varias funciones¡±, dice Jos¨¦ ?lvarez Junco, catedr¨¢tico em¨¦rito de Historia del Pensamiento y uno de los patriarcas de la historiograf¨ªa espa?ola. ¡°Algunas son l¨®gicas y naturales: queremos saber qu¨¦ pas¨®. Otras, menos l¨®gicas y naturales, tienen como objetivo crear identidades y reforzar la autoestima colectiva¡±. El pasado, aqu¨ª y en cualquier sitio, siempre ha sido escenario de guerras pol¨ªticas del presente. Pero desde hace varios a?os el conflicto del pasado espa?ol parece haberse recrudecido. La Reconquista y el imperio, dos pasajes esenciales en la narrativa nacionalista, est¨¢n en el centro de la discusi¨®n.
La batalla de Covadonga, que ocurri¨® en 718, o en 722, o nunca, seg¨²n sea la versi¨®n, ejerce una fascinaci¨®n profunda en el campo pol¨ªtico conservador. A Vox le gusta iniciar en Covadonga sus campa?as electorales. En la de 2019, Santiago Abascal proclam¨® desde all¨ª que hab¨ªa que ¡°reconquistar para Espa?a su unidad nacional y su libertad¡± y que no iba a ¡°pedir perd¨®n ni por la historia ni por los s¨ªmbolos¡±.
Nada nuevo. En 1934, Jos¨¦ Mar¨ªa Gil-Robles, uno de los grandes l¨ªderes de las derechas durante la Rep¨²blica, pronunci¨® en Covadonga un discurso mucho m¨¢s encendido que cualquiera de los de Abascal. ¡°Vamos a exaltar el sentimiento nacional con locura, con paroxismo, con lo que sea: prefiero un pueblo de locos a un pueblo de miserables¡±, grit¨® desde el estrado.
La victoria en Covadonga de Don Pelayo sobre los invasores musulmanes constituye, en este relato, el inicio de la Reconquista, una epopeya gloriosa. Y algo m¨¢s: si convertimos a Don Pelayo en un noble godo y en fundador del reino de Asturias, podemos ver un proceso que dur¨® siete siglos como un gran esfuerzo nacional para restaurar en una Espa?a unida la antigua monarqu¨ªa visig¨®tica y entroncar con un pasado remot¨ªsimo, que no llega al diluvio pero s¨ª a la ca¨ªda del Imperio romano.
Nunca ha habido acuerdo entre los historiadores acerca de los or¨ªgenes de Pelayo. Podr¨ªa ser visigodo, pero su nombre era claramente romano y sus enemigos musulmanes le llamaban Belai al Rumi, Pelayo el Romano. En lugar de hispanorromano, podr¨ªa tambi¨¦n ser astur. En ese caso, tal vez lo que ocurri¨® en Covadonga (si ocurri¨®, fue una escaramuza m¨¢s que una gran batalla, sobre eso hay bastante consenso) fue un episodio m¨¢s en la resistencia de los astures frente a poderes exteriores, ya fueran godos o musulmanes.
A Vox le gusta iniciar en Covadonga sus campa?as electorales para asociar su programa a la Reconquista
Hace unos a?os, el historiador mexicano Mart¨ªn R¨ªos Saloma, especializado en la Espa?a feudal, hizo un descubrimiento interesante mientras realizaba en Madrid su tesis de doctorado. ¡°La Reconquista no figuraba ni como t¨¦rmino ni como concepto en las cr¨®nicas de la ¨¦poca¡±, explica. ¡°Empezamos a buscar y no encontramos la palabra en su actual acepci¨®n hasta finales del siglo XVIII, es decir, hasta la Ilustraci¨®n¡±.
Antes de la Ilustraci¨®n se hablaba de Restauraci¨®n, no de Reconquista. Restauraci¨®n de la monarqu¨ªa visig¨®tica y de la unidad nacional. De ah¨ª que Antonio C¨¢novas del Castillo aprovechara las resonancias del vocablo para denominar como Restauraci¨®n el retorno de la dinast¨ªa borb¨®nica y el r¨¦gimen olig¨¢rquico-liberal que dur¨® desde 1874 hasta la dictadura de Primo de Rivera, en 1923.
¡°En el siglo XIX, con la crisis del imperio y el esfuerzo por construir una identidad nacional espa?ola, se recuperan la idea y los t¨¦rminos de la lucha contra los musulmanes para utilizarlos en el relato de la lucha contra las fuerzas napole¨®nicas¡±, se?ala Mart¨ªn R¨ªos. ¡°Son construcciones artificiales, pero no hay que despreciar su importancia¡±, a?ade.
Henry Kamen, doctor en Historia por la Universidad de Oxford y profesor del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas espa?ol hasta su jubilaci¨®n, coincide con Mart¨ªn R¨ªos en que Don Pelayo, Covadonga y la Reconquista entra?an m¨¢s mito que realidad (¡°no hay guerra que dure 800 a?os¡±, subraya) y que fueron relatos desarrollados durante el siglo XIX ¡°porque hac¨ªa falta glorificar el pasado¡±.
Durante el siglo XIX se establece el mapa nacional europeo (nacen, por ejemplo, Italia y Alemania) y cada naci¨®n trata de forjarse un pasado que contribuya a la autoestima colectiva. Espa?a, en pleno desmembramiento de su imperio americano, padece especiales dificultades. De ah¨ª el ¨¦xito de la Historia general de Espa?a publicada por Modesto Lafuente entre 1850 y 1867, con una ¨²ltima edici¨®n en 1930. Lafuente, al igual que su antecesor Juan de Mariana, describe Espa?a como una gran naci¨®n unitaria desde la antig¨¹edad y sistem¨¢ticamente favorecida por la providencia. Para ¨¦l, la Reconquista constituye un episodio esencial. Y las guerras napole¨®nicas, el levantamiento de todo un pueblo contra el invasor, aupado por el patriotismo y el ansia de libertad representada por las Cortes de C¨¢diz, dan inicio a la naci¨®n moderna.
¡°Los espa?oles llevaron una civilizaci¨®n superior a los ind¨ªgenas americanos¡±, afirma Elvira Roca Barea
¡°Las cosas son en realidad mucho m¨¢s complejas¡±, puntualiza Jos¨¦ ?lvarez Junco. ¡°La guerra napole¨®nica fue m¨¢s bien una guerra civil, porque las ¨¦lites estaban con Jos¨¦ Bonaparte. Y son las tropas brit¨¢nicas de ?Wellington las que vencen finalmente a Napole¨®n, porque las tropas espa?olas s¨®lo obtienen un triunfo, el de la batalla de Bail¨¦n; por supuesto, se prefiere recordar Bail¨¦n y no otros episodios¡±.
?lvarez Junco introduce un t¨¦rmino que ha adquirido conflictividad en los ¨²ltimos a?os: ¡°?lites¡±. Si las ¨¦lites fueron para ¨¦l afrancesadas a principios del XIX, para Elvira Roca Barea fueron directamente traidoras durante siglos.
Elvira Roca Barea, fil¨®loga, public¨® en 2016 el mayor superventas de la historiograf¨ªa contempor¨¢nea espa?ola. Su obra Imperiofobia y leyenda negra recuper¨® un enfoque positivo sobre el pasado a partir de un argumento: todos los imperios reciben cr¨ªticas y el imperio espa?ol no fue una excepci¨®n, salvo en el hecho de que sus ¨¦lites acabaron asumiendo como cierta la ¡°leyenda negra¡± creada como instrumento propagand¨ªstico por los enemigos de Espa?a. La idea de la ¡°traici¨®n¡± de las ¨¦lites se desarroll¨® m¨¢s ampliamente en una obra posterior, Fracasolog¨ªa, Espa?a y sus ¨¦lites, de los afrancesados hasta nuestros d¨ªas.
Con el ¨¦xito de ventas y los aplausos iniciales, que abarcaron un amplio espectro pol¨ªtico (desde Mario Vargas Llosa hasta Felipe Gonz¨¢lez, digamos), llegaron las pol¨¦micas. ¡°El hecho de no ser historiadora me da libertad y me permite ser m¨¢s pedag¨®gica; lo que lamento es que la cosa haya degenerado en ataques personales¡±, comenta Roca Barea.
¡°Yo combato la excepcionalidad¡±, dice. ¡°El imperio espa?ol no fue distinto a otros imperios, no s¨®lo en Espa?a hubo intolerancia religiosa, no s¨®lo Espa?a expuls¨® a los jud¨ªos, hay que acabar con el excepcionalismo y los complejos morbosos¡±. ¡°Nadie ha refutado seriamente mis tesis¡±, agrega.
La autora de Imperiofobia considera necesario evitar juicios morales. ¡°?Hay que justificar una conquista como la de Am¨¦rica? Se trata de una expansi¨®n, esa es la historia del mundo. Es cierto que los conquistadores no repart¨ªan caramelos, pero tambi¨¦n es cierto que los imperios son inclusivos y ofrecen oportunidades para todos¡±, argumenta.
Sin embargo, en el libro de Elvira Roca Barea se compara a los aztecas con los nazis, y eso podr¨ªa asemejarse a un juicio moral. En conversaci¨®n telef¨®nica afirma que los conquistadores espa?oles recibieron apoyos locales porque ¡°la gente se rebelaba contra un imperio [el azteca] que exig¨ªa tributos de sangre humana¡±. ¡°Los espa?oles¡±, concluye, ¡°llevaron una civilizaci¨®n superior a un lugar donde se realizaban pr¨¢cticas b¨¢rbaras¡±.
Antonio Espino, catedr¨¢tico de Historia Moderna en la Universidad Aut¨®noma de Barcelona y especialista en historia de la guerra, acaba de publicar La invasi¨®n de Am¨¦rica: una historia de violencia y destrucci¨®n, y se muestra contrario al blanqueamiento del imperio. ¡°La violencia es com¨²n a todos los imperialismos¡±, dice, ¡°y el espa?ol no fue una excepci¨®n. No se trat¨® de llevar la libertad o la religi¨®n o una civilizaci¨®n superior a los ind¨ªgenas americanos, sino de otra cosa¡±.
Espino no se limita a detallar la violencia de la invasi¨®n y cita ejemplos como el de las minas de Potos¨ª, en Per¨², donde el imperio mantuvo la pr¨¢ctica de la mita incaica (la poblaci¨®n estaba obligada a trabajar en las minas durante varios meses al a?o) y acab¨® agrav¨¢ndola. ¡°El propio conde de Lemos, virrey del Per¨² entre 1661 y 1670, denunci¨® que se obligaba a los ind¨ªgenas a trabajar en la mina de lunes a s¨¢bado, a un kil¨®metro de profundidad, sin salir por las noches, cuando la mita incaica supon¨ªa jornadas m¨¢s o menos normales con salidas diarias¡±, comenta.
¡°La de la ¡®independencia¡¯ fue una guerra civil entre la ¨¦lite afrancesada y el pueblo¡±, dice ?lvarez Junco
A Espino no le parece que puedan esgrimirse argumentos como ¡°en la ¨¦poca era normal¡± u ¡°otros tambi¨¦n lo hac¨ªan¡±, y defiende el derecho a hacer juicios morales. ¡°Cuando dentro de 200 a?os un historiador estudie el exterminio de los jud¨ªos por los nazis, ?podr¨¢ decir que eran otros tiempos, que entonces se hac¨ªan as¨ª las cosas? No, los historiadores trabajamos desde nuestro presente ideol¨®gico, cierto, pero los hechos son los hechos¡±.
Ese es un hecho insoslayable: los historiadores trabajan desde su presente ideol¨®gico. Para algunos, como el profesor Henry Kamen, la celeb¨¦rrima leyenda negra, el ¡°corpus¡± de propaganda antiespa?ola creado por los enemigos del imperio, ¡°no tiene ninguna importancia, no es m¨¢s que una fantas¨ªa utilizada para favorecer determinadas interpretaciones¡±. Kamen publicar¨¢ pr¨®ximamente un libro titulado Defendiendo Espa?a en el que trata de establecer que el imperio espa?ol tuvo muchos defensores incluso en los Pa¨ªses Bajos. Para otros, como Elvira Roca Barea, la leyenda negra flota a¨²n sobre la visi¨®n que Espa?a tiene de s¨ª misma (aunque en Imperiofobia detalla tambi¨¦n, como hace Kamen, los muchos apoyos que el imperio tuvo en Flandes).
Roca Barea incide especialmente en que la digesti¨®n del imperio est¨¢ todav¨ªa en proceso y que su desaparici¨®n ¡°gener¨® un proceso centr¨ªfugo que a¨²n no ha terminado¡±. Se refiere a fuerzas disgregadoras en la propia pen¨ªnsula Ib¨¦rica. De hecho, los esfuerzos para compensar con conciencia nacional espa?ola la p¨¦rdida del imperio, en el siglo XIX, son casi simult¨¢neos con la aparici¨®n de los primeros brotes nacionalistas en Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco. Resulta interesante que la autora de Imperiofobia hable del proceso centr¨ªfugo originado con la crisis imperial, ya que lo lleva hasta nuestros d¨ªas: es contraria a la evoluci¨®n adoptada por el Estado de las Autonom¨ªas, establecido en la Constituci¨®n de 1978, y considera ¡°un problema transversal, ni de izquierdas ni de derechas¡±, la disposici¨®n adicional primera del texto constitucional, en la que se ofrece respeto y amparo a ¡°los derechos hist¨®ricos de los territorios forales¡±. Otra vez el relato hist¨®rico sirve para respaldar una posici¨®n pol¨ªtica actual.
?Existe el historiador imparcial? ¡°Yo no lo soy y nunca he conocido a ninguno¡±, responde Henry Kamen. ¡°Una parte del trabajo s¨ª lo es, la consistente en consultar fuentes y contrastar datos. Pero luego el historiador selecciona e interpreta, y ah¨ª pesan las preferencias personales y la posici¨®n ideol¨®gica¡±.
Jos¨¦ ?lvarez Junco considera que algunos historiadores ¡°se dejan seducir por los intereses pol¨ªticos¡±. ¡°Si hablas bien del imperio o muestras una visi¨®n edulcorada y simplificada de la historia de Espa?a, es m¨¢s f¨¢cil que te hagan acad¨¦mico y que te den premios y medallas¡±, explica. Y concluye: ¡°Pero si quieres ir a favor o en contra de algo o defender alguna causa, m¨¢s vale que te olvides de la historia y que te hagas abogado¡±.
Vlad¨ªmir Putin se mete a 'historiador'
“Para ser benévolos, se puede decir que, a veces, Rusia y nosotros tenemos diferentes interpretaciones de la Historia”. Esta fue una de las conclusiones del secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, tras reunirse en enero pasado con su homólogo ruso, Serguéi Lavrov. La recordaba en su artículo para la portada de 'Babelia' del 29 del mismo mes, el historiador británico Orlando Figes, autor de 'Los europeos'. Al paneslavismo herido que siguió a la derrota de Rusia tras la guerra de Crimea (1853-1856) se le sumó la desintegración de la URSS en 1991, considerada por Vladímir Putin como la mayor tragedia geopolítica del siglo XX.
Putin invadió Ucrania este viernes argumentando que su obejtivo es “desnazificarla”, cuando, en palabras de otro historiador británico, Antony Beevor, “es él quien se compota como una especie de reflejo distorsionado de Hitler”. El líder ruso envío en julio a todos sus soldados un texto de 20 folios sobre “la unidad histórica de los rusos y ucranios”. Seis meses después, los tanques han tomado el relevo a las palabras.
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