¡®Gato¡¯ Fern¨¢ndez, la revelaci¨®n del c¨®mic argentino: ¡°Tengo depresi¨®n pero no soy una persona triste, uso el escudito del humor¡±
Se llama Cecilia y se fue de casa huyendo de un padre abusador y de la indiferencia de su madre. ¡®La sombra de la cucaracha¡¯, el libro en el que volc¨® su experiencia, llega ahora a Espa?a
Hay dos gatos. Uno es Kiwi. La otra, una hembra de nombre Uber, estuvo a punto de llamarse Clona. La palabra no alude a nada que tenga relaci¨®n con las clonaciones, sino a un f¨¢rmaco con propiedades ansiol¨ªticas: clonazepam.
¡ªMe salva la vida. No puedo vivir sin clonazepam. Cuando estoy pensando cosas terribles de m¨ª misma, del mundo, me tomo un clona y al rato todo es mucho m¨¢s liviano.
Ser¨ªa arbitrario ¡ªo estigmatizante¡ª partir de ese punto si no fuera porque lo primero que hace Cecilia Gato Fern¨¢ndez cuando sube al ascensor que lleva hasta su departamento, un cuarto piso en el barrio de Villa Crespo, Buenos Aires, es hablar ¡ªno demasiado en serio¡ª de su ¡°depresi¨®n cr¨®nica¡±; o si no fuera porque las ¡°cosas terribles¡± que piensa sobre s¨ª misma y sobre el mundo est¨¢n en el centro de su obra reciente como motor desgraciado e inspiraci¨®n inversa: ¡°Todxs mis psicoanalistas (¡) coincidieron en que poder dibujar y escribir es lo que me salv¨® de la locura o el suicidio¡±, escribe en el ep¨ªlogo.
El Fondo Nacional de las Artes es un organismo p¨²blico argentino que entrega un premio para creadores de distintas disciplinas. En 2020, el premio se circunscribi¨® por primera vez a obras de ciencia ficci¨®n, fant¨¢stico y terror (lo que gener¨® pol¨¦mica, puesto que muchos consideraron inadecuado dejar fuera el realismo en aquel momento de inicios de la pandemia), y admiti¨®, tambi¨¦n por primera vez, a la novela gr¨¢fica. Cecilia Gato Fern¨¢ndez, de 34 a?os, result¨® ganadora de esa categor¨ªa con una historia en la que el terror no est¨¢ encarnado por entidades diab¨®licas sino por personas, y no acontece en una pavorosa dimensi¨®n oscura sino en un departamento de clase media.
¡ªYo tengo depresi¨®n pero no soy una persona triste. Uso el escudito del humor para muchas cosas. Cuando era pobre no dec¨ªa ¡°soy pobre¡±, dec¨ªa ¡°soy rica en carencias¡±. Y fui muy pobre cuando me hui de la casa de mi vieja, a los 20 a?os. Me sent¨ªa completamente en peligro en esa casa. Entonces me escap¨¦.
La vida antes de ese escape es lo que cuenta el primer volumen (habr¨¢ tres m¨¢s) de La sombra de la cucaracha, el c¨®mic ganador de aquel premio del FNA, que fue publicado en Argentina por Historieteca, en Italia por Comicaut, en Francia por iLatina, y que publica ahora en Espa?a Astiberri. Con el subt¨ªtulo En la casa hay fantasmas, est¨¢ protagonizado y narrado por una ni?a de cinco a?os llamada Luc¨ªa que vive en el departamento de su abuela paterna con su hermano, su madre ¡ªpsico?analista¡ª y su progenitor, un hombre llamado Alberto. Alberto ¡ªas¨ª en la vida como en el c¨®mic¡ª abusa de Luc¨ªa desde que ella tiene cinco a?os. Luc¨ªa es Cecilia Fern¨¢ndez. Alberto es su progenitor. La sombra de la cucaracha es una historia autobiogr¨¢fica.
¡ã
En la sala del departamento, un foco desnudo de bajo consumo derrama una luz impersonal. Hay una cantidad desproporcionada de sillas apiladas en un rinc¨®n y varias cajas de mudanza. El escritorio es un mueble blanco impoluto sobre el que se apoya la computadora. No hay mesa para comer, ni televisor, ni libros. El estado de transici¨®n es algo que conoce bien: desde que dej¨® la casa materna se mud¨® m¨¢s de 20 veces. Habla repasando el costado del tabique nasal con el nudillo del dedo ¨ªndice, un gesto que parece ayudarla a enhebrar una historia que, perfectamente organizada en la novela gr¨¢fica, en la oralidad se esparce de manera arb¨®rea con piezas que encajan trabajosamente: el recuerdo de los dibujos que hac¨ªa de chica deriva en la forma en que su progenitor perdi¨® todo su dinero ¡ª¡±su familia ten¨ªa bares, los perdi¨® todos¡±¡ª, y en una profesora de Literatura, Graciela Amalio, ¡°mujer brillante, te pido que la nombres¡±, que result¨® fundamental en su gusto por la escritura. Sus padres, a quienes en la novela gr¨¢fica muestra enzarzados en peleas de violencia primal, se separaron despu¨¦s de que comenzaran los abusos, aunque no por eso. Desde entonces, ella vio a su progenitor espor¨¢dicamente hasta que a los 10 a?os se neg¨® a seguir haci¨¦ndolo.
Me sent¨ª ahogada por c¨®mo se trata a las v¨ªctimas. Que si usaba un ¡®short¡¯, que si se lo busc¨®¡
¡ªMe dijo que yo era una mierda y me dej¨® sola en la calle. Volv¨ª a mi casa sola, asustada, le dije a mi vieja que no lo quer¨ªa ver m¨¢s. Por cinco a?os no lo vi y me insistieron a los 15 para que lo viera. Yo estaba con mi hermano y, con la excusa de darme un abrazo, mi progenitor empez¨® a refregarse contra m¨ª y me dec¨ªa: ¡°Ay, qu¨¦ tetitas chiquitas ten¨¦s¡±. Lo empuj¨¦. Lo pute¨¦. Y mi hermano me dijo: ¡°Bueno, no fue para tanto¡±. Y yo le dije: ¡°Que te toque el pito a vos, a ver qu¨¦ sent¨ªs¡±.
Habla del abuso sin reticencia, pero lo que est¨¢ en el centro ¡ªdel relato y de la novela gr¨¢fica¡ª son los efectos colaterales: las fobias, las pesadillas, la indiferencia de los adultos.
¡ªYo me autoflagelaba, y despu¨¦s de un corte que me hice en la pierna, en el que tuvieron que darme ocho puntos, decid¨ª dejar el colegio. Era muy dif¨ªcil estudiar con mi vieja: ten¨ªa una fijaci¨®n con hacerme sentir in¨²til. Yo estaba estudiando y ella me gritaba y me puteaba, as¨ª que dije: ¡°Basta, no puedo m¨¢s, dejo esta escuela y me busco un trabajo¡±.
Consigui¨® empleos espor¨¢dicos de los que la echaban casi siempre ¡ª¡±tengo problemas con la autoridad¡±¡ª: hizo fotocopias en una universidad, fue recepcionista en una peluquer¨ªa, vendedora de ropa en la tienda de una mujer coreana que se escandalizaba porque ella no usaba corpi?o, mesera y lavacopas en un restaurante chino. En la adolescencia y la primera juventud conviv¨ªan una existencia con amigas, bares, borracheras, relaciones fortuitas (¡±hay algo bastante com¨²n que es que cuando acept¨¢s que fuiste abusada lo dec¨ªs much¨ªsimo. Tambi¨¦n es bastante normal que quedes asexuada o hipersexualizada. Yo a los 19 sal¨ªa con forros en la cartera por si pintaba la oportunidad. Una vez me levant¨¦ a uno en el colectivo, me baj¨¦ con ¨¦l, tuve sexo en la calle, y me dijo: ¡°Ah, pero vos sos una puta¡±. Le contest¨¦: ¡°?Y qui¨¦n est¨¢ ac¨¢, conmigo?¡±), y una vocaci¨®n cada vez m¨¢s evidente: dedicarse a la historieta. De modo que decidi¨® anotarse en un taller. La Argentina tiene una tradici¨®n potente en el oficio, con nombres como H. G. Oesterheld, Solano L¨®pez, Horacio Altuna, y se decidi¨® por Horacio Lalia, un dibujante legendario.
¡ªMe ense?¨® el armado de la p¨¢gina, la distribuci¨®n, la narrativa. En el taller era la ¨²nica mujer, igual que en la cl¨ªnica de Trillo.
Carlos Trillo, fallecido en 2011, es uno de los mayores guionistas de la Argentina, ganador dos veces del Premio Yellow Kid al mejor autor internacional y del premio al mejor guion del Festival Internacional de la Historieta de Angulema. Ella encontr¨® en ¨¦l a un maestro sarc¨¢stico que la hizo su favorita.
¡ªMe empez¨® a dar guiones suyos para que los dibujara. Enseguida se interes¨® en lo que hac¨ªa. Mi primera historieta la publiqu¨¦ por ¨¦l, en Italia. Se llamaba Pizza china.
¡ª?Tu madre que dec¨ªa de ese trabajo?
¡ªMi vieja ten¨ªa una cosa muy ambigua. Me apagaba la computadora mientras yo laburaba y me dec¨ªa: ¡°Podr¨ªas hacer algo ¨²til como limpiar la casa¡±. A mis 20 a?os empec¨¦ a tener alucinaciones t¨¢ctiles. Mi fobia son las cucarachas, y sent¨ªa que me sub¨ªan cucarachas por las piernas. Ya no ve¨ªa a mi progenitor abusador, pero me llamaba 14 veces al d¨ªa y me hablaba como si yo fuera la expareja. Le contaba eso a mi vieja y ella dec¨ªa que le iba a hacer una carta documento. Pero nunca la hac¨ªa. Me dec¨ªa que no le hiciera caso, que era como un tipo en el tren que se masturba mir¨¢ndome, que mientras yo no lo mirara estaba todo bien. Un d¨ªa empez¨® a hablar de cu¨¢nto hab¨ªa sufrido mi hermanito porque no hab¨ªa tenido un modelo paterno, y dijo como al pasar: ¡°Bueno, tambi¨¦n estaba el tema de que Alberto te tocaba y abusaba de vos¡±. Y pens¨¦: ¡°Si ella no hizo la denuncia, si no hizo nada, es porque no es tan importante¡±. Cuando pens¨¦ tan claramente eso me dije: ¡°Yo estoy muy mal¡±. Ah¨ª decid¨ª irme, porque me sent¨ªa completamente en peligro.
Recuerdo con detalle la violaci¨®n que sale en el libro. La dibuj¨¦ en un ataque de p¨¢nico, gritando y llorando
Lo planific¨® todo y, cuando estuvo segura de estar sola para evitar un acto violento de su madre, se fue. Se llev¨® la computadora, un bolso con libros, otro con ropa y, como quien ya sabe qu¨¦ quiere hacer, un ¨¢lbum de fotos.
¡ªEse ¨¢lbum lo us¨¦ mucho cuando hice el libro. Yo quer¨ªa que mi progenitor fuera lo m¨¢s parecido posible a como es. Es uno de los dos personajes que conservan el aspecto y el nombre real. La otra es la primera psic¨®loga que me atendi¨®, que sac¨® el tema del abuso demasiado r¨¢pido, pensando que yo estaba dispuesta a hablar, y lo que hice fue no querer hablar nunca m¨¢s. Por eso puse su nombre verdadero. A cu¨¢ntas nenas m¨¢s, abusadas, les habr¨¢ hecho lo mismo.
¡ª?Viste a tu madre despu¨¦s de irte de esa casa?
¡ªNo la vi durante 11 a?os. Cerr¨® mi cuarto con llave, le dijo a mi familia que yo ten¨ªa problemas con las drogas y que me hab¨ªa ido por eso, y a los amigos de la familia que me hab¨ªa ido de vacaciones al sur, de mochilera con una amiga. Viv¨ª en cuartos alquilados, en altillos. No ten¨ªa un peso. Levantaba cigarrillos de la calle para poder fumar. Fraccionaba fideos durante semanas para comer. Me acostumbr¨¦.
Todo lo que sigue fue un domin¨®: una pieza que cae sobre la otra y termina ¡ªo contin¨²a¡ª en La sombra de la cucaracha.
En su blog, que no actualiza desde hace una d¨¦cada, pueden verse los dibujos que hizo desde 2006, pero 2012 marc¨® el fin del blog y el comienzo del profesionalismo: empez¨® a publicar en Fierro, una revista emblem¨¢tica de la historieta argentina, y en Cl¨ªtoris, una publicaci¨®n de corte feminista editada por Mariela Acevedo.
¡ªYo siempre tuve una mirada feminista sin saber que era feminista. Pero yo hablaba mal de la Cl¨ªtoris porque dec¨ªa que el feminismo era el machismo al rev¨¦s. Y un amigo me dijo: ¡°Sos una boluda: ten¨¦s una revista que defiende esos pensamientos que vos ten¨¦s, ?y la critic¨¢s?¡±. Y dije: ¡°S¨ª, soy boluda¡±. Empec¨¦ a meterme en la Cl¨ªtoris, a hablar con Mariela. Lo que pas¨® despu¨¦s fue que me sent¨ª ahogada por tantas muertes de mujeres y por la forma en que se hablaba de las v¨ªctimas: que si usaba un short, que si se lo busc¨®. Quise hacer algo, y como solo conoc¨ªa a dos activistas feministas, Mariela Acevedo y Roc¨ªo Fern¨¢ndez Collazo, las llam¨¦.
Pas¨¦ 11 a?os sin ver a mi vieja. Le dije que en todos los libros iba a hablar mal de ella, que no los leyera
En 1983 se hab¨ªa realizado en la Argentina una intervenci¨®n art¨ªstica y pol¨ªtica llamada Siluetazo, que consisti¨® en dibujar siluetas humanas simbolizando a los 30.000 desaparecidos que dej¨® la dictadura comenzada en 1976. Roc¨ªo Fern¨¢ndez Collazo propuso actualizar esa intervenci¨®n dibujando siluetas que representaran a mujeres asesinadas. Era 2015 y Cecilia Fern¨¢ndez hizo el flyer para la primera convocatoria: dibuj¨® a una mujer sobre un charco de sangre en cuyo cuerpo pod¨ªan leerse frases como ¡°Usaba shorts¡±, ¡°Ten¨ªa escote¡±, ¡°Andaba sola¡±. El dibujo se viraliz¨®. La primera convocatoria reuni¨® a 500 mujeres. La segunda, 1.000. Los Siluetazos se transformaron en los precursores del movimiento #Niunamenos, cuya primera marcha se realiz¨® a fines de ese a?o y se expandi¨® por toda Am¨¦rica Latina.
Fern¨¢ndez segu¨ªa viviendo a salto de mata, con empleos precarios, pero parec¨ªa haber encontrado algunos sitios: la historieta, el activismo feminista. En 2016, un grupo de mujeres acus¨® de abuso y violaci¨®n a Cristian Aldana, cantante de la banda El Otro Yo ¡ªser¨ªa condenado a 22 a?os de prisi¨®n¡ª, y Fern¨¢ndez ofreci¨® su ayuda para apoyar a las denunciantes. Un d¨ªa, mientras acompa?aba a una de las mujeres a hacer su declaraci¨®n en la Fiscal¨ªa, pregunt¨® por primera vez ¡ªdespu¨¦s de todos esos a?os, y todos esos cortes en las piernas, y todas esas fobias¡ª si era posible denunciar a su progenitor. Le dijeron que no, que la causa hab¨ªa prescrito. Pero poco despu¨¦s una abogada le asegur¨® que pod¨ªa. Ten¨ªa 29 a?os cuando radic¨® la denuncia. Su progenitor, su madre y su hermano prestaron declaraci¨®n, negando que hubiera habido abuso, o diciendo que no lo recordaban. La causa se cerr¨® en 2017 por falta de pruebas. Para entonces, ella ya estaba haciendo un libro. El guion le llev¨® pocos meses. El dibujo le cost¨® ¡°tres dolorosos a?os, llenos de ataques de p¨¢nico, depresi¨®n, ansiedad y un lavaje de est¨®mago¡±.
¡ã
Hay poca escenograf¨ªa en La sombra de la cucaracha: el departamento de la abuela, algunas veredas de Buenos Aires, el jard¨ªn de infantes. Un universo claustrof¨®bico que se expande en mundos imaginarios, a veces on¨ªricos (Luc¨ªa se sue?a en un burdel en el que trabaja como prostituta), a veces fant¨¢sticos (Luc¨ªa juega a ser superhero¨ªna enfrentando monstruos con una espada), o en alegor¨ªas en las que aparecen cucarachas y ratones antropomorfos sexuados.
¡ªLos ratones tienen que ver con la sexualidad, pero por otro lado son como la represi¨®n de recuerdos. Sab¨ªa que iban a ser los que le taparan los ojos a Luc¨ªa para que no recordara la mayor parte de los abusos o las violaciones.
Fern¨¢ndez trabaja con la violencia expl¨ªcita ¡ªlas peleas entre el padre y la madre; las frases bestiales de la abuela: ¡°Tu mam¨¢ es una negra de mierda, no la ten¨¦s que querer¡±¡ª y con el silencio, tens¨¢ndolo en vi?etas mudas que condensan la desesperaci¨®n. Pero es la ambig¨¹edad el elemento m¨¢s inflamable del c¨®mic: la madre es psicoanalista, culta, canta y baila con sus hijos, les compra historietas, y tambi¨¦n les cuenta cuentos er¨®ticos protagonizados por Popeye y Olivia, o desoye todas las alertas cuando, por ejemplo, la madre de una amiguita de su hija le advierte que acaba de escuchar un di¨¢logo alarmante entre las nenas (Luc¨ªa deja entender a su compa?era de juegos que su pap¨¢ la toca debajo de la ropa). El abuso es un jadeo permanente, aunque se explicita solo dos veces, la primera en seis vi?etas l¨²gubres: la nena duerme, el progenitor est¨¢ al otro lado de la puerta a punto de comenzar su devastaci¨®n, y en el final de esa escena, mientras el progenitor se mete en la cama de Luc¨ªa, aparecen los ratones sexuados que, tap¨¢ndole los ojos, le dicen: ¡°No veas, para esto sos muy chiquita¡±. A vuelta de p¨¢gina, Luc¨ªa est¨¢ en el jard¨ªn de infantes, escuchando m¨²sica, dibujando.
¡ªLas dos cosas son parte de su vida. S¨ª, es una nena abusada. Y s¨ª, al otro d¨ªa va al jard¨ªn, y se sienta a dibujar con la maestra. Yo quer¨ªa las dos cosas pegadas. Porque es as¨ª en la vida real.
El segundo abuso tiene lugar sobre la mesa del comedor, y en ella los ratones no ciegan ni reprimen, dicen: ¡°Perd¨®n, Luc¨ªa, esta vez vas a tener que ver¡±, y se quedan para asegurarse de que tenga los ojos bien abiertos.
¡ªLa ¨²nica violaci¨®n expl¨ªcita que hay es esa, que yo me acuerdo con lujo de detalles, y la dibuj¨¦ en medio de un ataque de p¨¢nico, gritando y llorando. Fue muy dif¨ªcil. Pero todo lo hice con una intenci¨®n. De hecho, yo iba a publicarlo en una editorial espa?ola muy grande, y me criticaron todas esas decisiones. Por ejemplo, el punto de vista. Siempre es el de la nena, pero lo m¨¢s com¨²n es que en el libro autobiogr¨¢fico el punto de vista sea el de una persona adulta recordando el pasado. Yo decid¨ª que la voz en off narrara el presente de la protagonista, para que el lector viera solo lo que ella puede interpretar a la edad que tiene. Me parec¨ªa m¨¢s interesante que estar explicando desde una mirada adulta. Pero la gente de Espa?a me dec¨ªa que no se entend¨ªa que despu¨¦s de ser abusada la nena fuera al jard¨ªn de infantes, que el personaje de la madre era muy ambiguo. Y yo dec¨ªa: ¡°?Precisamente: es ambigua!¡±. Al final me dijeron: ¡°Lo que ten¨¦s que demostrar con este libro no es que sos una nena abusada, sino que sos una buena autora¡±. Hasta ese momento yo hab¨ªa llevado bien la conversaci¨®n, pero ah¨ª empec¨¦ a llorar. Les dije: ¡°Disculpame, no, gracias¡±. Y despu¨¦s apareci¨® Astiberri.
Ten¨¦s que demostrar que sos buena autora, no una nena abusada¡±, le dijo un gran sello espa?ol. Y se fue
El primer volumen de La sombra de la cucaracha ¡ªcuyo t¨ªtulo original argentino, El golpe de la cucaracha, proviene de la expresi¨®n francesa le coup de cafard, que alude a tener una depresi¨®n profunda¡ª termina con Luc¨ªa imaginando que trepa a una monta?a y, escoltada por los ratones, levanta su espada que refulge bajo las estrellas. Sin embargo, lo que sigue a eso no es refulgente.
¡ªA veces me da un poco de miedo que falten tres libros m¨¢s. Pero creo que lo peor ya pas¨®, porque ahora el personaje de Luc¨ªa crece y cada vez es m¨¢s capaz de defenderse. En un momento, mi vieja empez¨® a buscarme. Tuve que aceptar que yo quer¨ªa tener una relaci¨®n con ella. Le hice prometer que no va a leer los libros, pero le dije que si ¨ªbamos a tener una relaci¨®n ten¨ªa que saber que yo iba a escribir cuatro libros y que en todos iba a hablar mal de ella. Y lo acept¨®. Fue terrible en much¨ªsimas cosas, pero tambi¨¦n me mor¨ªa de ganas de decirle: ¡°Che, aprend¨ª a hacer milanesas¡±. Yo hago una diferencia entre madre-padre-progenitor-progenitora. Por mucho tiempo ambos fueron mis progenitores. Si bien ahora llamo a mi progenitora ¡°madre¡±, realmente contin¨²a siendo mi progenitora. Pasaron demasiadas cosas para que pueda tomar el lugar de madre. Pero ahora es una progenitora que tiene para ofrecer cosas buenas. Nos llevamos bien, y puedo decir que hay cari?o. Eso es mejor que nada. Por mi progenitor siento¡ repulsi¨®n. Asco.
¡ª?Sab¨¦s algo de ¨¦l?
¡ªVive en un refugio para gente de la calle. Se endeud¨®, qued¨® en la calle.
¡ª?C¨®mo sab¨¦s que vive en un refugio?
¡ªPorque cuando fue a declarar por un juicio que quer¨ªa hacernos, ten¨ªa domicilio en un refugio.
¡ª?Qu¨¦ juicio?
¡ªNos quiso hacer una denuncia por abandono de persona a mi hermano y a m¨ª.
En la Argentina, los ejemplares de La sombra de la cucaracha que se ofrecieron en preventa se entregaban con un fanzine que inclu¨ªa una serie de autorretratos de Fern¨¢ndez. En la contratapa llevaba esta inscripci¨®n: ¡°Para m¨ª, el autorretrato es una terapia de desahogo. No est¨¢ en mis planes dejarme ahogar¡±.
¡ª?Por qu¨¦ la nena de la historieta se llama Luc¨ªa?
¡ªPara poner un poquito de distancia ¡ªresponde r¨¢pido.
E inmediatamente despu¨¦s:
¡ªLuc¨ªa es mi nombre. Me llamo Cecilia Luc¨ªa. Pero ya nadie me llama as¨ª.
De lo cual se desprende que as¨ª la llamaban.
¡®La sombra de la cucaracha. En la casa hay fantasmas¡¯. Gato Fern¨¢ndez. Astiberri, 2022. 104 p¨¢ginas. 14 euros. Se publica el 26 de mayo.
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.