Camila Fabbri: ¡°Escribir es lo ¨²nico que s¨¦ hacer¡±
La narradora argentina, elegida en la lista Granta de los 25 mejores autores de habla hispana menores de 35 a?os, es due?a de una prosa de oralidad desatada que prefiere la expresividad a la correcci¨®n
A los 26 a?os, en 2015, la argentina Camila Fabbri public¨® un libro de cuentos titulado Los accidentes ¨Cque Parip¨¦ lanz¨® en Espa?a en marzo pasado¨C escrito, seg¨²n ella, como ¡°un modo de hablar de lo que no se entiende, de lo que asusta¡±. Cuatro a?os despu¨¦s, a los 30, public¨® un libro de no ficci¨®n titulado El d¨ªa que apagaron la luz acerca de ¨Cquiz¨¢s¨C el origen de ¡°lo que asusta¡±: algo que sucedi¨® en la ciudad de Buenos Aires el 30 de diciembre de 2004 y dej¨® como resultado 194 muertos y m¨¢s de 1400 heridos. A los 32, en 2021, fue elegida como una de las integrantes de la lista Granta de 25 mejores autores de habla hispana de menos de 35 a?os. La repercusi¨®n del anuncio la tom¨® por sorpresa. ¡°Yo pens¨¦ que iba a salir algo en Inglaterra, y nada m¨¢s. No sab¨ªa que ac¨¢ en Buenos Aires iba a salir en todos los diarios. Me enter¨¦ cuando me llamaron para hacerme una nota¡±. No fue una sino varias: su rostro ¨Cojos de criatura del bosque resignada al encandilamiento con calma o aceptaci¨®n¨C se replic¨® en los peri¨®dicos de la Argentina y su nombre apareci¨® en decenas de art¨ªculos.
Entre una cosa y otra, estudi¨® actuaci¨®n y dramaturgia; escribi¨® y dirigi¨® obras de teatro; actu¨® en una pel¨ªcula (Dos disparos, del argentino Mart¨ªn Rejtman, por la que fue nominada como actriz revelaci¨®n en los Premios C¨®ndor de Plata, aunque no gan¨®). Desde los 18 trabaj¨®, paralelamente, como ni?era, camarera, librera, cadeta, secretaria, y atendi¨® la taquilla de algunos teatros. En febrero de 2019 estuvo en la Feria del Libro de Oaxaca (una de las dos ferias a las que fue invitada en toda su vida; la otra es la de Guadalajara). All¨ª, con una camiseta marca Adidas y aros peque?os con forma de argolla ¨Caros de alguien mayor que acent¨²an la ceja de tiempo en la que vive Fabbri, alguien muy joven con est¨¢ndares an¨ªmicos que no lo son tanto¨C dijo cosas como: ¡°Yo creo que quiero escribir siempre cuentos¡±; ¡°Yo creo que por ahora podr¨ªa pensar que la escritura es una manera que encontr¨¦ de llevar ese excesivo pensamiento diario a algo productivo, volverlo obra¡±; ¡°Me parece que la escritura es la manera de crear un universo propio y tambi¨¦n es un trabajo, haber encontrado un oficio¡±. Parece, me parece, creo: el titubeo infunde una modestia superior, genuina. No balbucea ¨Chabla de manera tersa y firme¨C, pero esas palabras transmiten una humildad un poco tr¨¢gica y una t¨®nica basculante: por momentos parece alguien que ha recibido una dosis masiva de inocencia y, en otros, alguien que ha sido desterrada de toda posibilidad de candidez. Fabbri habla ¨Cy escribe¨C con los residuos melanc¨®licos de una inocencia que alguna vez estuvo all¨ª. Hacia el final de esa misma entrevista en Oaxaca dijo (taxativamente): ¡°Dej¨¦ de ser actriz de teatro porque me di cuenta de que no ten¨ªa la suficiente voz, la suficiente presencia¡±. Eso ¨Cvoz, presencia¨C qued¨® incrustado en lo que escribe.
***
A comienzos de mayo de 2021, en Buenos Aires, Camila Fabbri est¨¢ en la sala de un departamento ajeno porque en el suyo ¨Cpeque?o y poco luminoso por entonces, aunque se mud¨® despu¨¦s¨C no hay buena ventilaci¨®n. Usa un barbijo muy espec¨ªfico ¨Cque se anuncia en la Argentina como el m¨¢s seguro para protegerse del coronavirus¨C, pantalones amplios, un su¨¦ter que parece llegado directamente desde 1980, zoquetes violeta. Cada tanto saca un tubo con alcohol en gel, se coloca una perla brillante y gelatinosa en la palma de la mano, refriega. A simple vista, parece una hija de su tiempo: vestimenta holgada, aire modosamente vintage. Pero est¨¢ hecha de una materia ¨²nica. O de una materia como todas ¨Cpadres divorciados, dos hermanas mayores de una pareja anterior de su madre¨C que transform¨® en ¨²nica. ¡°Hab¨ªa dormido pocas dos horas. Un s¨¢bado demasiado publicitario se pon¨ªa delante m¨ª y eso empeoraba las cosas. Diez ideas obsesivas y entonces ese efecto en mi cuerpo como de ira y agotamiento, otros le dicen ansiedad. Escuch¨¦ un golpe seco y de granito detr¨¢s. Ah¨ª estaba: la chica de ra¨ªces negras y pelo amarillo doblada como un insecto joven en el medio de la calle. Dijo ¡°Ay¡± una sola vez y despu¨¦s silencio. En las manos costras negras con sangre, tambi¨¦n en las rodillas y brazos. Le ofrec¨ª llamar a alguien y solamente recordaba un n¨²mero de memoria. Dio apagado. (¡) Lo que me atrae de los accidentes es ese instante previo y ese posterior, sobre todo eso, el recorte en el tiempo. El rasp¨®n. Donde hab¨ªa un cuerpo sano ahora hay algo que est¨¢ en el borde¡±, escribi¨® en un texto a¨²n in¨¦dito. Una puntuaci¨®n al l¨ªmite de lo que debe hacerse, una sintaxis que rechaza toda enmienda (aunque no sea correcta), una oralidad ¨C¡±Dio apagado¡±¨C mezclada con im¨¢genes de crueldad refinada ¨C¡±doblada como un insecto joven¡± ¨C, el manoseo sofisticado de palabras plebeyas ¨C¡±un s¨¢bado demasiado publicitario¡±¨C, precisi¨®n para definir lo abstracto ¨C¡±ese efecto en mi cuerpo como de ira y agotamiento, otros le dicen ansiedad¡±¨C, y una capacidad de transfundir cierto agobio ¨Ccomo si su voz fuera la de un narrador derrotado de antemano¨C que, sin embargo, hace vibrar la escritura. ¡°En ese momento mis hermanas eran dos animales a punto de aclarar las cosas. N. se tir¨® encima de T. y le hizo algo en la cara que no s¨¦ muy bien, pero lo hac¨ªa bien, fue como un brote de inspiraci¨®n. (¡) Siguieron dici¨¦ndose lo mismo, parec¨ªa que no hab¨ªa forma de mejorar el gui¨®n, que una quer¨ªa una cosa y la otra, otra cosa, y se iban lastimando. Mirarlas hacer ese trabajo era como ver una habitaci¨®n que se desordena¡±, escribi¨® en un texto autobiogr¨¢fico que muestra su capacidad para enrarecer, con una c¨¢mara lenta distorsiva, escenas que parecen observadas por un narrador hechizado y distante.
¨CYo no lo veo como algo original. S¨ª reconozco que en los textos hay un lugar al que estoy haciendo todo lo posible por llegar. Como si fuera llegar al estribillo de la canci¨®n. Son puntos de llegada. Creo que sin eso el texto no est¨¢ escrito.
Naci¨® en 1989, cuando su padre ten¨ªa poco m¨¢s de 40, su madre 39 y dos hijas adolescentes de una pareja anterior. Para cuando cumpli¨® 6, sus hermanas se hab¨ªan independizado, su padre ten¨ªa poco trabajo, su madre hab¨ªa empezado a estudiar psicolog¨ªa, los ingresos econ¨®micos eran un pantano, y se mudaron a la casa de la abuela materna. Iba a ser temporal pero se quedaron cuatro a?os. No ten¨ªa habitaci¨®n propia (dorm¨ªa en el living), conviv¨ªa con adultos que discut¨ªan mucho, dos perros y una abuela que miraba televisi¨®n la mayor parte del d¨ªa. Un sat¨¦lite peque?o orbitando en un planeta indiferente y por momentos hostil.
¨CMe empec¨¦ a encerrar en un placard. No me parec¨ªa raro. Me sent¨ªa c¨®moda. Sent¨ªa las camperas en la cabeza, tal vez me quedaba dormida, nadie sab¨ªa d¨®nde estaba. Ten¨ªa su encanto. Y tampoco recuerdo que se volvieran locos busc¨¢ndome. Estaban todos como en otra galaxia.
Cuando sus padres anunciaron que iban a divorciarse ¨Cten¨ªa 7 a?os¨C, comenz¨® a padecer s¨ªntomas que atribu¨ªa a cuestiones graves ¨Cdolores de est¨®mago que asociaba a un ap¨¦ndice reventado; bultos en el cuello que cre¨ªa tumores¨C y un insomnio descomunal.
¨CTen¨ªa que hacer cosas para que pasara el tiempo, entonces le¨ªa o sal¨ªa al balc¨®n y anotaba la gente que pasaba por la calle: ¡°una mujer, un hombre solo, un hombre con un perro¡±. Y creo que hac¨ªa una suerte de censo: ¡°Los mi¨¦rcoles hay m¨¢s mujeres que hombres, los jueves hay m¨¢s hombres con perros¡±. Pero lloraba todos los d¨ªas porque ten¨ªa miedo de no poder dormir. Hab¨ªa algo un poco corrido en esa casa. Mi abuela a veces charlaba conmigo pero la mayor parte del tiempo quer¨ªa estar sola. Y yo necesitaba estar con gente. Despu¨¦s me qued¨® esa sensaci¨®n de que estar solo est¨¢ mal. Ah¨ª se gest¨® algo muy silencioso de mi lado, de escuchar hablar a los otros y no tener nada para decir.
Escrib¨ªa ¨Cun diario, textos cortos¨C, sus hermanas le dejaban libros para que sobrellevara el insomnio y esperaba con ansias la Feria Del Libro Infantil donde compr¨® Tengo un monstruo en el bolsillo, de Graciela Montes, que le hizo pensar ¡°Quiero hacer esto¡±.
¨CEra la historia de una chica que iba a la escuela y se parec¨ªa mucho a m¨ª. Viv¨ªa con el padre y la madre, que estaban como en otro mundo, y ella estaba bastante sola. Un d¨ªa descubre que tiene un monstruito en el bolsillo del guardapolvo y no se lo puede contar a nadie porque le da verg¨¹enza. En algunas situaciones, cuando ella estaba muy tensa, el monstruo se hinchaba. Y se deshinchaba cuando ella estaba m¨¢s¡
Fabbri es temible cuando hace una pausa y retrocede buscando una palabra, porque suele regresar con un vocablo desencajado, que no se corresponde con la definici¨®n de diccionario, pero que calza como un im¨¢n:
¨C¡relativa. Y hubo algo en eso que me gust¨® much¨ªsimo y empec¨¦ a escribir m¨¢s largo.
No utiliz¨® papel y l¨¢piz sino la computadora de su madre, manejando con solvencia el word y los precarios programas de dibujo de fines de los noventa, para escribir cuentos de terror.
¨CMe gustaba esa que era yo cuando escrib¨ªa. Me parec¨ªa que la propiedad era algo que no conoc¨ªa mucho. Todo era medio prestado: la casa, el living. Y la escritura apareci¨® como algo que era solo m¨ªo. Mi pap¨¢ ven¨ªa a verme una vez por semana. A veces me llevaba al cine. Como ¨¦l no ten¨ªa idea termin¨¢bamos viendo pel¨ªculas para adolescentes. Muchas veces me sent¨ª incomoda en el cine con mi pap¨¢. Por ah¨ª termin¨¢bamos viendo Scary Movie, que era c¨®mica pero ten¨ªa muchas cosas sexuales. Recuerdo esas cosas y me da un poco de pena. Mi pap¨¢ es todo lo contrario a m¨ª. ?l nunca entiende bien por qu¨¦ pienso tanto todo. Por qu¨¦ siempre estoy tan mal, tan problematizada. Como que eso le molesta. En un punto tiene raz¨®n, pero bueno, soy esto. Qu¨¦ voy a hacer. Y ¨¦l no tiene herramientas para entender que una cabeza funcione de esa manera. Pero hay algo popular que me gusta mucho de ¨¦l. Para m¨ª hay algo barrial que aparece a veces en lo que escribo, que es la zona Fabbri. El mundo Fabbri, mi padre, mis t¨ªos, mi familia menos intelectual, que se junta a comer ravioles los domingos, me gusta mucho.
¨C?Y c¨®mo funciona esa cabeza que tu padre no comprende?
-Muchas veces su consejo es ¡°Bueno, no pienses en eso¡±. Es un consejo muy complejo porque obviamente es imposible. A veces tengo una idea obsesiva que se me instala y me deja inm¨®vil. Y ¨¦l no lo entiende. Siempre son cosas de salud. De adolescente me pasaba que, si me encontraba una cosa extra?a en el cuello, hasta que no constataba que no era nada mi cabeza no pod¨ªa hacer otra cosa. La salud, la vida y la muerte. Va por ese lado.
A los 9 a?os, se mud¨® con su madre, que ya se hab¨ªa recibido de psic¨®loga, a un departamento de dos ambientes en el barrio de Palermo. Se llevaron con ellas a Cirano, un perro.
¨CSe enferm¨® porque estaba muy encerrado, y lo tuvimos que regalar. No me acuerdo qu¨¦ me pas¨® a m¨ª, pero me acuerdo que mi mam¨¢ estaba muy triste. Tengo la sensaci¨®n de toda una infancia y una juventud m¨¢s de observar que de hacer yo la escena principal.
Esa observaci¨®n desde la periferia ¨Cesa mirada de esp¨ªa que se mezcla con una formalidad pudorosa de se?orita educada¨C acumul¨® pericia en un rellano de escalera: ¡°yo iba a la escuela primaria (¡) y mi mam¨¢ atend¨ªa pacientes en el living de nuestra casa ¨Cescribi¨® en un texto a¨²n in¨¦dito¨C. Cuando volv¨ªa del colegio (¡) me tocaba esperar en la escalera del palier a que terminara de atender para poder entrar a mi habitaci¨®n (¡). Despu¨¦s de unos meses de ese ritual en que llegar a mi casa era lo que pasaba despu¨¦s de una hora de espera en el palier, la escalera se convirti¨® en un espacio propio tambi¨¦n¡±.
¨CMe quedaba en la escalera, leyendo. Cada tanto se apagaba la luz del pasillo, me levantaba, la prend¨ªa y me volv¨ªa a sentar. No lo viv¨ªa como un peso, pero pensaba ¡°Esto no est¨¢ bien¡±. Y alguna cosa se me habr¨¢ armado en esas esperas. La ansiedad. Yo tengo mucha ansiedad.
***
En los primeros a?os del colegio secundario hubo un hiato, un oasis en el que fue una adolescente con muchos amigos que se dedicaba a divertirse y ver bandas de rock.
¨CNo me perd¨ªa nada. Iba a casas de amigas, camin¨¢bamos toda la noche hasta que se hac¨ªa de d¨ªa, qued¨¢bamos en alguna plaza. La escritura en ese tiempo qued¨® de lado.
Ten¨ªa 14 a?os, un novio, una vida gregaria. En diciembre de 2004 una banda que le gustaba, Callejeros, anunci¨® una sucesi¨®n de recitales en un sitio llamado Croma?¨®n. Le insisti¨® a su madre para que la dejara ir, compr¨® entradas, fue con amigos el 29 de diciembre. Permaneci¨® en el piso de arriba, desde donde se dominaba la pista, porque estar abajo le daba miedo. Al d¨ªa siguiente, la mayor parte de quienes permanecieron all¨ª no sobrevivieron. Una bengala lanzada desde el p¨²blico produjo un incendio en la membrana sint¨¦tica del techo. La gente intent¨® huir pero las salidas de emergencia estaban bloqueadas. Fue una carnicer¨ªa: hubo m¨¢s de 1400 heridos y 194 muertos, entre ellos una de sus compa?eras de colegio.
¨CTodos mis compa?eros empezamos a pasar mucho tiempo juntos. Hab¨ªa un frenes¨ª de estar cerca de contempor¨¢neos. Mi mam¨¢ se sinti¨® muy culpable y empez¨® a preguntarme qu¨¦ hac¨ªa, a qu¨¦ hora volv¨ªa. Pero no dej¨¦ de hacer cosas por eso. No tuve miedo instant¨¢neamente. Me volv¨ª m¨¢s miedosa m¨¢s tarde. Y ahora soy alguien con mucho miedo. Me aferro a lo conocido. Y en aquel momento no era tan as¨ª. Era m¨¢s valiente.
Los efectos colaterales no se presentaron de inmediato. El final del colegio marc¨® el inicio de m¨²ltiples intentos por asir la vocaci¨®n: se inscribi¨® en la carrera de arte dram¨¢tico; entr¨® al taller literario de la escritora Romina Paula; empez¨® a tomar clases de actuaci¨®n.
Despu¨¦s me di cuenta de que hablar bajo no era un problema, el problema era que no quer¨ªa ser vista
¨CTuve la sensaci¨®n de que quer¨ªa ser actriz. Pero el actor es puro presente y mi cabeza nunca est¨¢ en el aqu¨ª y ahora. En las clases de teatro me dec¨ªan ¡°Camila, m¨¢s sonora¡±. Como que yo hablaba muy bajo y eso era un problema. Despu¨¦s me di cuenta de que hablar bajo no era un problema, el problema era que no quer¨ªa ser vista. En esas clases hac¨ªan un chiste: dec¨ªan que yo era la fr¨¢gil que siempre estaba silenciosa pensando c¨®mo iba a fabricar una bomba.
Cuando cumpli¨® 18, su madre le dijo que ya no podr¨ªa pagarle todos esos cursos, todos esos intentos por llegar al futuro.
¨CElla no pod¨ªa ayudarme y mi pap¨¢ tampoco. Me independic¨¦ pronto, pero saber que ellos no pod¨ªan era incluso peor, porque la sensaci¨®n de que si yo no pod¨ªa ellos tampoco era abismante. Y esa sensaci¨®n nunca se fue. Siempre estoy al d¨ªa con el dinero. Pienso mucho en eso, en la herencia que no me va a tocar. La propiedad privada, la casa.
Fue ni?era (de tres varones de 2, 3, 4 a?os, hasta que uno de ellos se golpe¨® la cabeza jugando y, aunque la madre del ni?o le quit¨® importancia, Fabbri qued¨® perturbada por la posibilidad de que ¡°al chico le quedara un hematoma subdural para siempre¡± y decidi¨® no continuar), boletera, camarera, librera, telemarketer.
¨CVend¨ªa seguros de trabajo a las empresas, por tel¨¦fono. De ese trabajo me echaron por reducci¨®n de personal, pero de casi todos los dem¨¢s me echaron porque me dec¨ªan que era demasiado seria y que eso a la gente no le gustaba, que ten¨ªa que sonre¨ªr m¨¢s. Pero yo no me daba cuenta de que estaba siento tan seria. Me echaron de la boleter¨ªa del teatro porque me dijeron que la gente necesitaba ir a disfrutar y que yo ten¨ªa muy mala cara. Me echaron de una librer¨ªa, un trabajo que me re gustaba, porque ten¨ªa mala cara. Era muy f¨¢cil echarme, parece. Yo dec¨ªa: ¡°No puede ser lo de la cara, que me lo digan tanto¡±.
La echaban de sus trabajos terrenales, pero avanzaba en la escritura de una obra de teatro en el taller literario al que asist¨ªa. Titulada Brick, y dirigida por ella, se estren¨® en 2012, cuando ten¨ªa 23 a?os. Era la historia de tres alba?iles con un problema de memoria que conviv¨ªan en una obra en construcci¨®n. En 2013 estren¨® la segunda, Mi primer Hiroshima, un mon¨®logo protagonizado por una ¡°planeadora de aviones¡±. En 2015 estren¨® la tercera, Condici¨®n de buenos nadadores, que transcurr¨ªa en el natatorio de un club. Para entonces ten¨ªa 26 a?os, una larga ¨Cy desastrosa¨C vida laboral, tres obras con buenas rese?as (¡±Camila Fabbri, que desde los 21 viene ofreciendo frutos de una creatividad personal que juega con aparentes opuestos, se aventura en esta obra a (¡) poner en cuesti¨®n patrones culturales de la relaci¨®n padre-hijo (¡), en el ¨¢mbito impersonal y geom¨¦trico de un natatorio, vali¨¦ndose francamente de los recursos existentes ¨Cpublic¨® el diario La Naci¨®n sobre Condici¨®n de buenos nadadores¨C). La literatura no era parte del plan. Y entonces uno de sus profesores de dramaturgia le pregunt¨® si ten¨ªa ¡°algo escrito de narrativa, porque le daba la sensaci¨®n de que yo iba m¨¢s por ese lado¡±.
¨CLe mostr¨¦ unos cuentos y me sugiri¨® armar un libro.
Lo arm¨® y lo envi¨® a una editorial independiente. No tuvo respuesta. Lo envi¨® a otra, nov¨ªsima, llamada Notanp¨¹an.
¨CLo mand¨¦ y me olvid¨¦. Estaba trabajando como secretaria de una abogada, que al final me ech¨® porque dijo que yo hab¨ªa hecho mal un tr¨¢mite. Me llamaron de la editorial al mes, me dijeron que lo quer¨ªan publicar. Y entonces me dije ¡°?Tan pronto? Ahora no s¨¦ si quiero¡±. No esperaba esa respuesta.
¡®Los accidentes¡¯ responde un poco a esa idea de que en cualquier momento y en cualquier lugar todo puede pasar
Pero Los accidentes se public¨® en 2015. Son catorce relatos ¨Calgunos nacidos como obras de teatro¨C unidos por sustancias comunes: la relaci¨®n entre padres e hijos, la maternidad y la paternidad como un oficio monstruoso, todo lo que puede salir mal y sale mal. ¡°Ahora me daba cuenta de que mi madre se me parec¨ªa. La distancia nos hab¨ªa vuelto calcos. Ella estaba impecable. Yo ten¨ªa dos raspones debajo de los ojos, heridas cosidas en las piernas. Y debajo de los pechos un hijo esf¨¦rico. Tardamos en percibirnos. Si se trataba de hermandad o madrer¨ªo. Se ve que est¨¢bamos muy ocupadas porque el sem¨¢foro cambi¨®. Cumpli¨® su funci¨®n de m¨¢quina¡±, escribe hacia el final de Nacimiento, una historia de dos ?personas, entidades literarias? que se arrojan debajo de autos y camiones, se prodigan heridas horrorosas. En Condici¨®n de buenos nadadores, un padre le habla a su hijo de un hombre al que conoci¨® en un club de boxeo: ¡°Sebasti¨¢n apoy¨® sus musculitos bastante nuevos sobre la ventana de mi auto y me mir¨®. Nunca en mi vida hab¨ªa recibido una mirada tan clara, parec¨ªa un cisne hinchado y hombre. Bastante hombre. (¡) La verdad es que yo no me considero afeminado por estar bes¨¢ndome con Sebasti¨¢n. El m¨¢s que un boxeador amateur parece una chica jovencita, as¨ª que esto no me da culpa. Hay que hacer de cuenta que estoy saliendo con una chica jovencita, como hace cualquier hombre de mi edad¡±. El libro tuvo una reedici¨®n en Emec¨¦ en 2016, fue publicado en Chile ¨Ceditorial Elefante¨C, en M¨¦xico ¨CAlmad¨ªa¨C, y este a?o en Espa?a, por Parip¨¦.
¨CLos accidentes responde un poco a esa idea de que en cualquier momento y en cualquier lugar todo puede pasar. Ahora termin¨¦ un nuevo libro de cuentos y siento que eso est¨¢, pero m¨¢s contenido, como algo que no termina de¡ c¨®mo se dice... de chorrear.
En 2018 escribi¨® y dirigi¨® junto a Eugenia P¨¦rez Thomas En lo alto para siempre, estrenada en el teatro nacional Cervantes, una de las salas centrales de la ciudad. Hac¨ªa rato que el miedo adarsenado despu¨¦s de Croma?¨®n hab¨ªa salido a la superficie bajo la forma de p¨¢nicos y fobias pero, a sus 29 a?os, todo parec¨ªa encaminarse: los elogios sobre su trabajo teatral eran muchos; Los accidentes hab¨ªa revelado una voz extra?a y nueva que ni siquiera un se?alamiento recibido en otro taller literario ¨C¡±me dijeron que ten¨ªa una imaginaci¨®n demasiado rebalsada y que ten¨ªa que domar eso¡± ¨C hab¨ªa podido domesticar. Entonces se propuso hacer algo que nunca hab¨ªa hecho: escribir una historia real. Lo hizo poniendo el foco en el incendio que la hab¨ªa rozado a sus 14 a?os. Entrevist¨® a conocidos y amigos, hurg¨® en la memoria propia y la de otros, revis¨® archivos. El resultado es El d¨ªa que apagaron la luz, un trabajo que define como una novela de no ficci¨®n ¨C¡±porque no puedo asegurar que la calcoman¨ªa de un auto determinado haya sido exactamente esa calcoman¨ªa, por ejemplo¡±¨C, donde, ya en el inicio, hace un recuento de todas las cosas que quedaron alteradas: ¡°Despu¨¦s de Croma?¨®n, parece, tengo una extra?a relaci¨®n con el fuego (¡) No me acerco a espacios inflamables como estaciones de servicio y no uso camperas de nylon cuando un grupo de amigos me invita a un asado. Un brote m¨ªnimo de brasa podr¨ªa ir a parar a mi capucha y en un instante mi cuello comenzar¨ªa a derretir capa tras capa de mi piel (¡) No hay mil¨¦sima de suceso irregular en donde yo no conciba de inmediato lo tr¨¢gico. El accidente es parte de toda acci¨®n e, incluso, de todo estado de reposo (¡) Creo que esa idea de tragedia permanente pudo haber sido adquirida. Desde esa noche, muchos amigos alcanzamos pensamientos que est¨¢n relacionados con la noci¨®n de los finales. De lo interrumpido. Nos apropiamos de esas ideas. Van con nosotros a todos lados como sat¨¦lites marchitos¡±.
¨CSiempre quise escribir sobre Croma?¨®n, pero no me animaba a escribir sobre algo real. Despu¨¦s empec¨¦ a leer m¨¢s cr¨®nicas y me tom¨¦ el atrevimiento. Era algo sobre lo que de alg¨²n modo siempre hab¨ªa estado escribiendo. Me parece que conserva un poco esa sensaci¨®n de accidente. Me qued¨® la sensaci¨®n de estar en peligro y no saberlo. Ahora quiero saber si estoy en riesgo, quiero estar al tanto todo el tiempo. Y eso te configura. Te vuelve una persona en estado de alerta permanente.
El d¨ªa que apagaron la luz sali¨® en 2019, en Seix Barral. Apenas despu¨¦s lleg¨® el tiempo constrictor de la pandemia. En un confinamiento casi absoluto, con el radar hipocondr¨ªaco funcionando a toda marcha, recibi¨® la noticia de que era parte de la lista Granta de los mejores narradores de habla hispana de menos de 35 a?os.
¨CPero no sab¨ªa que eso ten¨ªa una llegada tan grande. Pens¨¦ que iba a salir un texto m¨ªo en una revista en Inglaterra all¨¢ y nada m¨¢s. Me enter¨¦ cuando me empezaron a escribir para hacerme notas. Respond¨ª todas las entrevistas porque me pareci¨® que correspond¨ªa, aunque a veces me preguntaban cosas sobre las que no s¨¦ mucho qu¨¦ pienso. En esos momentos entro en un estado confusional en el que quisiera dar una respuesta que est¨¦ a la altura y me pongo tan tosca que no puedo elaborar. Me preguntaban: ¡°?Qu¨¦ pens¨¢s sobre la literatura contempor¨¢nea?¡±. Es dif¨ªcil decir: ¡°No s¨¦¡±. Me parece que se trata como de inventar algo. Pero tambi¨¦n me pregunto por qu¨¦ le hacen esas preguntas tan grandes a alguien que s¨®lo est¨¢ escribiendo en su casa. No tengo idea de c¨®mo se puede responder eso. Pero ojal¨¢ pudiera decir ¡°No s¨¦¡±.
¨C?Por qu¨¦ no dec¨ªs ¡°no s¨¦¡±?
¨CPorque siento que est¨¢ mal, que hay que decir algo. Por ah¨ª mucho m¨¢s adelante, siendo m¨¢s grande, si estuviera m¨¢s establecida, me atrever¨ªa a decir: ¡°No s¨¦¡±. Ahora me parece una falta de respeto.
Desde hace unos a?os trabaja en la Secretar¨ªa de Cultura del Municipio de San Isidro, una localidad en el extrarradio de la zona norte de Buenos Aires, donde coordina el ¨¢rea de literatura. La ¨²ltima obra que escribi¨® y dirigi¨® con Eugenia P¨¦rez Thomas, ?Recital Ol¨ªmpico!, cruza las biograf¨ªas de la gimnasta rumana Nadia Comaneci y la poeta ucraniana Nika Turbin¨¢, pero pudieron hacerse pocas funciones por causa de la pandemia.
¨CHace mucho que no escribo teatro. Me llama m¨¢s la narrativa. Creo que escribir es lo ¨²nico que s¨¦ hacer. Creo que es el ¨²nico lugar en el que hago pie. En muchos otros momentos o lugares estoy muy perdida o angustiada. Ah¨ª no est¨¢ la angustia. Quiz¨¢s no tengo la sapiencia que puedo tener en la escritura para los v¨ªnculos. Son muy mala para los v¨ªnculos amorosos y sociales. Siento que siempre tengo que entender que el otro necesita tiempo para algo, y si fuera por m¨ª ir¨ªa con los tiempos con los que voy en las dem¨¢s cosas.
¨C?Apresurada?
¨CS¨ª. No s¨¦ por qu¨¦ se me instal¨® hace un a?o y medio querer un espacio, una pareja. Puede ser por el momento que estamos pasando, por la pandemia.
¨C?Tu madre no es un refugio?
¨CNo, porque la estoy cuidando tanto que no la veo. Pero tampoco quiero que mi mam¨¢ sea mi mejor amiga, porque despu¨¦s va a ser re complicado cuando se muera, y todo eso.
¨C?Pens¨¢s en eso?
¨CUn mont¨®n. Me da terror. Me da miedo que me pase lo que le pas¨® a Chantal Akerman, la cineasta, que se muri¨® la madre y ella se suicid¨®. Yo no creo que me tire del balc¨®n, pero s¨¦ que va a ser un momento muy complicado. Pero si pienso en el futuro intento pensar en algo m¨¢s luminoso. Me imagino en una casa grande, con una ventana en la cocina que d¨¦ a un jard¨ªn para mirar mientras lavo los platos. Porque tengo esa idea de lavar los platos mirando a trav¨¦s de una ventana. Siempre con animales, gatos perros. Hijos.
Hace un silencio repentino y se r¨ªe:
¨CEs como la publicidad de pan Bimbo. Igual, s¨¦ que no soy la que lava los platos y mira a los ni?os correr por el parque. Porque si fuera eso ser¨ªa muy infeliz. Y, adem¨¢s, porque mientras lavara los platos me empezar¨ªa a latir el ojo y estar¨ªa pensando en que es un ACV incipiente.
Los accidentes
Parip¨¦ Books, 2021.
140 p¨¢ginas. 14,99 euros.
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