Idioma de cloacas
El mayor desaf¨ªo para un novelista ser¨ªa escribir di¨¢logos que se parezcan a lo que se oye en las cintas innumerables de Villarejo
La lengua viva y hablada es el desaf¨ªo m¨¢s dif¨ªcil de la literatura. La declaraci¨®n humanista de Juan de Vald¨¦s, ¡°Escribo como hablo¡±, anuncia un prop¨®sito de sencillez, pero esconde la complicaci¨®n de esa tarea, porque entre la lengua escrita y la hablada hay mucha m¨¢s distancia de la que parece. Y la dificultad es mayor cuando ya no se trata de escribir como habla uno mismo, o como imagina que lo hace, sino como hablan otros, sean personas reales o personajes inventados. Nietzsche dec¨ªa que una parte del estilo consiste en lograr, a partir de palabras escritas y le¨ªdas en silencio, la riqueza completa de la expresi¨®n oral, de todo lo que la escritura no refleja, el tono de las voces, los gestos, la expresi¨®n de la mirada de quien habla. Antonio Machado lamenta la falta de huella de oralidad en la literatura de su tiempo, ¨¦l que quiso escribir una prosa que tuviera el tono de una conversaci¨®n animada y cordial y revivir en sus versos la sobria m¨²sica de la poes¨ªa popular.
Escribir haciendo que prevalezca el estilo es relativamente f¨¢cil. Ayuda mucho la afectaci¨®n, y hasta el retorcimiento; tambi¨¦n, en el espa?ol escrito de ahora, la imitaci¨®n de las zonas m¨¢s groseras o descuidadas del habla, en las que adem¨¢s se va infiltrando el amaneramiento pseudoamericano de los doblajes. Cuando uno es joven, lo atraen escritores en los que se nota mucho el estilo, el esfuerzo que hacen en cada l¨ªnea por indicar al lector la alta categor¨ªa literaria de lo que est¨¢n escribiendo, a la manera del virtuoso de un instrumento que despliega sus facultades t¨¦cnicas como un pavo real las dimensiones y colorido de su cola. Por supuesto que tambi¨¦n puede haber un exhibicionismo de la concisi¨®n, del tono seco, de la elocuencia telegr¨¢fica, del di¨¢logo muy r¨¢pido, como de detectives o g¨¢nsteres experimentados, viejos perdedores en la barra de un bar de pel¨ªcula rancia.
Lo dif¨ªcil de verdad, lo que casi nadie logra, lo que adem¨¢s no recibe un gran elogio, es la sensaci¨®n del habla com¨²n, no de su caricatura, la fluidez del di¨¢logo en las circunstancias usuales de la vida, el trampantojo ac¨²stico que nos hace escuchar una voz o un cruce de voces en la p¨¢gina escrita. Precisamente porque su efecto es la pura naturalidad es m¨¢s dif¨ªcil apreciar su m¨¦rito. La maestr¨ªa en el di¨¢logo, en el tono de voz, se parece en algo a la del traductor que por haber hecho tan bien su trabajo se vuelve invisible. Su ¨¦xito es la desaparici¨®n. El ¨¦xito del escritor que hace sonar voces en la p¨¢gina escrita es que el lector tenga la sensaci¨®n de que esas voces son tan verdaderas que no le pertenecen a ¨¦l sino a los personajes. Es un talento peligroso, porque muchas veces no atrae la admiraci¨®n sino la condescendencia. En los torvos a?os setenta un novelista tan prodigiosamente oral como Manuel Puig pod¨ªa ser considerado superficial o fr¨ªvolo porque usaba como materia prima de su arte los lenguajes de gente que lo era, igual que un artista pop pod¨ªa usar las im¨¢genes de la publicidad y de la moda. Nada requiere m¨¢s elaboraci¨®n que la extrema naturalidad. Y si el di¨¢logo, la voz hablada, ha de escucharse f¨ªsicamente, no ya leerse en la p¨¢gina, la dificultad es todav¨ªa mayor: cuando algo se dice en voz alta, cuando lo interpreta un actor, una actriz, cualquier error de tono o de ritmo se vuelve evidente, como una nota falsa que hiere el o¨ªdo y desacredita sin remedio lo que sonaba tan bien le¨ªdo en silencio. Y es que el o¨ªdo, en la prosa, es tan musical como verbal, y quien escribe un mon¨®logo o una conversaci¨®n los est¨¢ componiendo, y lo mismo que un compositor ha de imaginar por adelantado c¨®mo sonar¨¢n cuando se digan en voz alta.
Ahora mismo el mayor desaf¨ªo para un novelista o un guionista o autor dram¨¢tico en Espa?a ser¨ªa tal vez escribir di¨¢logos y recrear voces que se parezcan a lo que se oye en las cintas innumerables en las que el excomisario de polic¨ªa Villarejo grab¨® sus conversaciones con esa galer¨ªa de personajes del Partido Popular, de las empresas y de los medios durante no s¨¦ cu¨¢ntos a?os, con un af¨¢n conspiratorio que tambi¨¦n tiene algo de gran proyecto narrativo, de novela r¨ªo o novela pantano y cloaca de toda la podredumbre y toda la miseria moral de un pa¨ªs donde la corrupci¨®n solo es imperdonable si la cometen otros, y donde hasta las instituciones que deber¨ªan ser m¨¢s respetables pueden ser infectadas por la baja intriga pol¨ªtica, el chantaje y el robo.
No hay imaginaci¨®n literaria capaz de recrear el universo de miseria moral y groser¨ªa verbal en el que se mueve esta galer¨ªa de personajes
En El secreto de Joe Gould, Joseph Mitchell cont¨® la historia de un presunto escritor mendigo y demente que dedica su vida a registrar todas y cada una de las voces, todas las conversaciones, todas las historias que va escuchando en Nueva York, sin depurar ni discriminar nada, en una tarea tan ambiciosa que no tiene l¨ªmites y no puede tener fin. Joe Gould solo contaba con su o¨ªdo, con su memoria, con las libretas y los l¨¢pices m¨¢s baratos que robaba en las papeler¨ªas o encontraba en la basura. Villarejo ha tenido a su disposici¨®n todas las ventajas de la tecnolog¨ªa y al parecer tambi¨¦n todas las herramientas que deber¨ªan estar reservadas para el uso exclusivo y severamente controlado de los servidores de la ley. El resultado, en t¨¦rminos literarios, es el equivalente a esas balsas ilegales de residuos venenosos que se van acumulando durante d¨¦cadas por descuido de las empresas mineras o qu¨ªmicas y complicidad de las autoridades, y que un d¨ªa revientan, envenenan los r¨ªos, arruinan para siempre una comarca entera. No hay imaginaci¨®n literaria capaz de recrear el universo de miseria moral y groser¨ªa verbal en el que se mueve esta galer¨ªa de personajes, cada uno empe?ado en convertirse en una caricatura impresentable de s¨ª mismo. Los di¨¢logos del cine de mafiosos, o los de las novelas de sicarios y polic¨ªas sinverg¨¹enzas de Don Winslow, desprenden por comparaci¨®n un deje afectado de literatura. Valle-Incl¨¢n dot¨® a los monigotes de sus esperpentos de un habla degradada en la que se mezclaban la palabrer¨ªa altisonante y la jerga rufianesca del hampa, ya que en el siglo que ha pasado desde Luces de bohemia el idioma se ha envilecido tanto como la vida p¨²blica. Ya no hay sitio para los lujos y los andrajos verbales de los di¨¢logos de Valle-Incl¨¢n. El mejor retrato literario de este tiempo ser¨¢ la transcripci¨®n exacta y completa de las grabaciones del comisario Villarejo.
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.