Jardines secretos en la jungla de asfalto: c¨®mo resistir a la especulaci¨®n plantando un ¨¢rbol
Una exposici¨®n en Nueva York recorre los parques impulsados por artistas en el espacio p¨²blico de Nueva York, concebidos como actos de protesta ante la derivas de la gentrificaci¨®n
La crisis fiscal que hundi¨® la econom¨ªa de Nueva York en los primeros setenta supuso la calificaci¨®n de muchos terrenos como ¡°dese?chados¡±, una imagen quiz¨¢ dif¨ªcil de imaginar en el Manhattan actual. La huida de la clase media a los suburbios, que arruin¨® las cuentas municipales; el aumento de la tasa de criminalidad y la construcci¨®n masiva de d¨¦cadas anteriores empezaron a generar un paisaje de edificios a medio construir en barrios donde nadie quer¨ªa vivir. Poblaci¨®n de origen migrante ocup¨® esos espacios liberados de la fren¨¦tica compraventa y los convirti¨® en lugares habitables en sentidos poco ortodoxos. Fue el bum de los jardines comunitarios en solares, parques p¨²blicos y lugares de reuni¨®n, a veces rodeados de basura.
Este Nueva York de las sobras fund¨® una genealog¨ªa de acciones colaborativas y modos de convivencia que ha sido rastreada por el PS1, sede del ?MoMA en el barrio de Queens. La exposici¨®n, titulada Life Between Buildings, documenta la relaci¨®n entre pr¨¢cticas art¨ªsticas y movimientos pol¨ªticos que han utilizado esos espacios de descarte para experimentar con las posibilidades de la vida en comunidad. El arquitecto Ignasi de Sol¨¤-Morales us¨® el t¨¦rmino franc¨¦s terrain vague para definir ese intersticio olvidado por el urbanismo tradicional, pero de gran utilidad para aquellos que supieron ver las posibilidades de esas ¨¢reas no productivas en un sentido capitalista. La noci¨®n amplia del jard¨ªn, alejada en esta muestra de su funci¨®n meramente decorativa, aunque no de sus motivaciones l¨²dicas y gozosas, sirvi¨® a los artistas para poner su imaginaci¨®n al servicio de las comunidades que no estaban dispuestas a sacrificar su disfrute por las condiciones hostiles de la gran ciudad.
Los artistas pusieron su imaginaci¨®n al servicio de quienes no estaban dispuestos a sacrificar su disfrute en la hostilidad de la ciudad
CHARAS, un colectivo de j¨®venes puertorrique?os, fue uno de los primeros en organizar una respuesta al estado de la vivienda en el Lower East Side. Adoptaron la idea de las c¨²pulas geod¨¦sicas que entusiasmaba a las comunas hippies de otras partes de Estados Unidos para construirse las suyas propias en esos espacios vac¨ªos. Quer¨ªan inventar una utop¨ªa en el decadente sur de Manhattan. Gordon Mat?ta-Clark, por entonces reci¨¦n graduado en Arquitectura, entendi¨® que esas pr¨¢cticas desorganizadas eran enormemente inspiradoras en una ciudad llena de casas vac¨ªas y de poblaci¨®n sin hogar. Para ilustrar las contradicciones de la propiedad privada, en los a?os siguientes compr¨® una serie de lotes in¨²tiles por 25 d¨®lares, algunos de menos de un metro cuadrado de extensi¨®n, en lo que denomin¨® Fake Estates (inmuebles falsos), l¨ªneas de tierra ahogadas entre edificios o en mitad de la calle, que era in¨²til poseer, pero cuya adquisici¨®n sirvi¨® para resaltar la existencia de esos ¡°espacios que no podr¨ªan haber sido vistos ni ocupados de otra manera¡±.
La atenci¨®n de CHARAS y Matta-Clark por los terrains vagues dot¨® de armas inusuales a aquellos que no ten¨ªan acceso a la compra de propiedad durante los setenta y ochenta, en unos movimientos paralelos a la implantaci¨®n de jardines comunitarios en lugares de renta baja, como El jard¨ªn del para¨ªso, a¨²n en activo. Cecilia Vicu?a, exiliada tras el golpe de 1973 en Chile, dedic¨® una serie de performances a las malas hierbas que crec¨ªan entre el pavimento roto. Sus Sidewalk Forests (1981) funcionaron como met¨¢foras de la rebeli¨®n de la naturaleza y de la esperanza de un futuro que luchaba por hacerse entre las presiones de la construcci¨®n masiva reactivada tras la crisis fiscal. Becky Howland, de modo similar, cre¨® una escultura ef¨ªmera en un alcorque descuidado, a la que llam¨® Tied Grass (1977). Atando las hierbas y dom¨¢ndolas de forma ir¨®nica, Howland hizo una defensa del desorden vinculada a la molestia que los jardines comunitarios implicaban para las empresas neoyorquinas.
La presi¨®n de las constructoras en los ochenta oblig¨® a una reflexi¨®n m¨¢s cr¨ªtica sobre los jardines comunitarios. Parad¨®jicamente, algunos de ellos serv¨ªan a los constructores para publicitar esas zonas, llamando la atenci¨®n sobre el embellecimiento y potenciando la gentrificaci¨®n, en un proceso de apropiaci¨®n de las pr¨¢cticas de resistencia comunitaria que Jody Graf, comisaria de la exposici¨®n, recalca con insistencia. Los artistas reaccionan a estos procesos desde el an¨¢lisis de los espacios ajardinados como lugares de disciplina, sometidos de forma inconsciente a las normas del urbanismo. En la obra de Tom Burr sobre el cruising en Central Park (The Rambles, de 1992), el jard¨ªn deja de ser un espacio ut¨®pico para servir de ejemplo micropol¨ªtico, del mismo modo que los filamentos de terreno de Matta-Clark serv¨ªan de alegor¨ªas de los conflictos causados por la propiedad.
Con la llegada de Giuliani a la alcald¨ªa en 1994 comienza la destrucci¨®n y venta de esos jardines a empresas constructoras. Algunos de ellos sobrevivieron, aunque no tanto las din¨¢micas colaborativas que los impulsaron. La pandemia ha motivado un creciente inter¨¦s por estas zonas, que en muchos casos fueron los ¨²nicos espacios naturales a los que los residentes ten¨ªan acceso durante el confinamiento. La instalaci¨®n multimedia de Aki Onda Silence Prevails (2020-2022) mapea los jardines del Lower East Side en la pandemia, investiga sus sonidos y los presenta como testigos de nuestro encierro.
A trav¨¦s de una serie de David L. Johnson titulada Adverse Possessions (2022) se demuestra que la cr¨ªtica a la propiedad privada en Nueva York no es un asunto del pasado. El artista llama la atenci¨®n sobre un ?terrain vague del derecho de la propiedad anglosaj¨®n que tambi¨¦n existe en nuestro derecho civil con el nombre de ¡°usucapi¨®n¡±. Seg¨²n este principio, los usuarios pueden convertirse en propietarios de un terreno si hacen uso continuado de ¨¦l a lo largo de un tiempo (10 a?os en Nueva York). Una de las claves de la usucapi¨®n anglosajona es que no debe haber consentimiento expreso del propietario para su ocupaci¨®n, ya que, si este existe, se considera una cesi¨®n por un periodo determinado y no se altera la titularidad del terreno. Muchas empresas de Nueva York instalan placas en los l¨ªmites de su propiedad, en muchos casos arriates o trozos de pavimento, precisamente para explicitar su titularidad. Johnson ha retirado muchas de estas placas, que expone en la muestra como una forma de activismo especulativo, aunque con voluntad m¨¢s agitadora que pr¨¢ctica.
En una ciudad caben muchas vidas, con frecuencia tan contradictorias y ajenas las unas a las otras que cuesta imaginar que compartan los mismos espacios. La exposici¨®n, a trav¨¦s de estos lugares menores y lim¨ªtrofes, consigue pensarla como un organismo de convivencias que trasciende los l¨ªmites de Nueva York, motivando al visitante a imaginar los terrains vagues de su propio territorio. La potencia del concepto reverbera de forma amplia, as¨ª como su poderosa paradoja. La aparente docilidad del jard¨ªn es el caballo de Troya de una radical puesta en cuesti¨®n de la propiedad privada.
¡®Life Between Buildings¡¯. MoMA PS1. Nueva York. Hasta el 16 de enero de 2023.
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