No eran matasanos, eran m¨¦dicos humanistas
El ensayo ¡®Sanar cuerpos y guardar almas¡¯ desmiente el mito de una sanidad carente de calidad durante la monarqu¨ªa hisp¨¢nica y recuerda que era gratuita, universal y referente en Europa
Sanar cuerpos y guardar almas (Editorial Santander Fundaci¨®n, 2022) es un ensayo sorprendente, porque ausculta el devenir de la monarqu¨ªa hisp¨¢nica a trav¨¦s de un tema tan esquivo para los historiadores como la medicina. El libro abre en canal y extirpa t¨®picos tan enraizados en la creencia popular como que los matasanos (barberos) predominaban en la sanidad durante el imperio espa?ol del siglo XVI, tanto en la pen¨ªnsula como en Am¨¦rica, o que los enfermos eran abandonados a su suerte en l¨²gubres erg¨¢stulas hasta su muerte. Muy al contrario, el libro del historiador Gonzalo G¨®mez Garc¨ªa destapa un funcionamiento de la sanidad p¨²blica ¨Dgratuita y abierta a todos los s¨²bditos con independencia de su raza¨D admirable y desconocido. Un doctor en Medicina tardaba m¨¢s de una d¨¦cada en formarse en una universidad, obtener su t¨ªtulo y poder ejercer para pobres o reyes.
Todo comenz¨® cuando el cardenal Cisneros impuls¨® en 1510 el llamado humanismo cient¨ªfico y abri¨® la c¨¢tedra de Medicina en la Universidad de Alcal¨¢ de Henares, en Madrid. Hasta entonces los f¨ªsicos actuaban de forma independiente y eran pagados por los concejos, pero los hospitales carec¨ªan de una estructura adecuada ya que no exist¨ªa una formaci¨®n reglamentaria. La medicina estaba en manos de jud¨ªos ¨Dfundamentalmente¨D y de moriscos, no ajenos a la ciencia m¨¦dica, pero s¨ª al saber universitario. No obstante, estas minor¨ªas, perseguidas y marginadas, se convirtieron en los reservorios del saber milenario de Avicena, Rais, Galeno o Hip¨®crates. El problema surgi¨® cuando fueron expulsados del reino y el imperio se encontr¨® sin profesionales que pudieran ejercer tan necesario menester. ¡°La expulsi¨®n de los jud¨ªos en 1492 y las masivas conversiones de los moriscos fueron un elemento decisivo en la creaci¨®n del modelo humanista universitario, ya que la falta de m¨¦dicos y la asistencia en los rudimentarios hospitales guiados por la caridad lleg¨® a su final en el siglo XV¡±, escribe G¨®mez Garc¨ªa.
El programa de Cisneros se puso en marcha tras a?os de consultas. El modelo ten¨ªa que girar en torno a la formaci¨®n humanista que propugnaba el fil¨®sofo y pedagogo Juan Luis Vives. Aprob¨® as¨ª la creaci¨®n de los llamados colegios de los pobres en las universidades, que no eran otra cosa que becas para que los estudiantes sin recursos pudieran acceder a los estudios al igual que los que pod¨ªan coste¨¢rselos. ¡°Para acceder a los estudios m¨¦dicos en Alcal¨¢, se obligaba a ser bachiller en Artes, una medida que se fue extendiendo al resto de universidades en los virreinatos de Am¨¦rica, que en 1640 contaban ya con diez universidades y que llegaron a convertirse en 30 en 1812. En el siglo XVII ni Portugal, ni Francia, ni Holanda hab¨ªan fundado ning¨²n establecimiento educativo superior en el continente americano. A mediados del XVII, se cre¨® Harvard, con la diferencia de que las universidades espa?olas estaban abiertas a nativos, criollos, mestizos y peninsulares. Adem¨¢s, era obligado estudiar las lenguas ind¨ªgenas en caso de ser docente¡±.
Los estudiantes que quer¨ªan ser m¨¦dicos ten¨ªan primero que aprender lat¨ªn y griego. Posteriormente entraban en el llamado Bachillerato de las Artes, que duraba tres a?os. El cuarto curso se dedicaba a aprender las artes m¨¦dicas. Superados los dos primeros a?os de Medicina, deb¨ªan realizan otros dos a?os de pr¨¢cticas ¨Dlas primeras promociones solo estuvieron obligadas a seis meses¨D acompa?ados de doctores. Acabados estos cuatro a?os de formaci¨®n especializada, pod¨ªan ya ejercer (bachiller en Medicina) o seguir otros cuatro a?os m¨¢s hasta alcanzar los grados de licenciado y doctor. Acabada esta formaci¨®n, los m¨¦dicos reci¨¦n salidos de la universidad eran contratados directamente por los concejos, ya que estos estaban obligados a contar con, al menos, un galeno. ¡°Es transcendental tener presente que no volv¨ªa [sal¨ªa preparado] un simple m¨¦dico, sino un m¨¦dico humanista¡±, se lee en el ensayo.
El sistema de ense?anza era el mismo que se aplicaba en Am¨¦rica. Por ejemplo, en la ciudad de Santo Domingo (en actual Rep¨²blica Dominicana) se fund¨® una universidad ¡°donde los hijos de los espa?oles y los naturales de aquellas partes fuesen instruidos. La formaci¨®n en los virreinatos era igual que en Europa y a¨²n mejor, ya que los conocimientos de nuevas medicinas ind¨ªgenas enriquecieron la farmacopea espa?ola mucha m¨¢s que al resto de monarqu¨ªas¡±.
El humanismo aplicado a la medicina rompi¨® as¨ª con el modelo medieval de asistencia sanitaria. Se abrieron dos tipos de hospitales: los de fundaci¨®n privada y los reales. En cambio, en Am¨¦rica se cre¨® un tercer modelo que fusionaba ambos: puesto en marcha por los frailes, auspiciado por los monarcas y asistido por profesionales. El inter¨¦s de los reyes result¨® crucial para el sostenimiento de estas instituciones en las Indias. Carlos V otorg¨®, incluso, una real c¨¦dula en octubre de 1541 para hubiera hospitales en todos los lugares. Hacia finales del siglo XVI se levantaron siete en Am¨¦rica, uno de ellos especializado en mujeres. El aumento de estos centros sanitarios fue tal que en Lima llegaron a abrirse 12 en el siglo XVII con asistencia ilimitada y gratuita. El primero que se inaugur¨® fue el de San Nicol¨¢s de Bari, fundado en 1503 por Nicol¨¢s de Ovando, gobernador de la isla La Espa?ola. Cada centro hospitalario deb¨ªa contar, tanto en Espa?a como en Am¨¦rica, con una plantilla fija compuesta, al menos, de m¨¦dico, boticario y sirvientes. En todos los casos, se separaba a los enfermos aquejados de enfermedades contagiosas del resto de ingresados.
Pero en los hospitales de la monarqu¨ªa hisp¨¢nica no solo se curaban cuerpos, sino tambi¨¦n almas. Se consideraba la alegr¨ªa una herramienta para sanar. As¨ª, en M¨¦xico, por ejemplo, se representaba habitualmente a Lope en el llamado Hospital de los Indios. En el de Antezana, en Alcal¨¢ de Henares, ¡°se inventaba de todo para que los enfermos vivieran algo m¨¢s distendidos sus d¨ªas¡±, se?ala G¨®mez Garc¨ªa. Se lleg¨® a traer tres camellos para divertir a los enfermos y a contratar comediantes de Madrid. Las representaciones, para su financiaci¨®n, eran de pago y el precio depend¨ªa del lugar desde donde se disfrutasen. El Hospital de los Indios contaba, incluso, con un teatro completo. Fue tal la afici¨®n de los ingresados que cuando ardi¨® a principios del XVIII, se reconstruy¨® de nuevo, ¡°pero ya apartado, para que los enfermos pudieran descansar, aunque ya no pudieron disfrutar de las comedias desde sus camas¡± .
Los m¨¦dicos ten¨ªan un salario fijo en cada hospital (unos 10.000 maraved¨ªes, un barbero-cirujano rondaba los 1.000). A cambio, deb¨ªa visitar al menos dos veces al d¨ªa a los enfermos, recetar las medicinas que considerase necesarias y prescribir las dietas de los enfermos. Ordenaba tambi¨¦n la compra de todo lo necesario para el funcionamiento m¨¦dico del hospital, incluidas medicinas y hierbas, as¨ª como los alimentos que deb¨ªan ingerir los ingresados para depurarse, principalmente pollo. Se han hallado documentos de 1754 donde se indicaba hasta qu¨¦ tipo de bayetas y servilletas deb¨ªan emplearse a la hora de la comida y la cena.
Pero en el siglo XVII, la crisis econ¨®mica oblig¨® a algunos hospitales a reducir costes y a unir en una misma figura al cirujano y al barbero. ¡°Fue entonces cuando el cirujano-sangrador (el barbero que practicaba sangr¨ªas) pas¨® a la cultura popular, desvirtuando las figuras de eminentes cirujanos, incluso m¨¦dicos que hicieron todo lo posible para profesionalizar la medicina¡±.
El mundo de las boticas de la ¨¦poca resultaba fascinante. Los remedios se agrupaban en arcas, anaqueles, albarelos, botes de cordelero, botes de simple loza, tibores y redomas. Por su parte, en la oculta rebotica se encontraban los alambiques y alquitaras, las prensas, as¨ª como las medicinas m¨¢s extraordinarias como el aceite de escorpi¨®n y las piedras m¨¢s caras, como el lapisl¨¢zuli o los topacios.
Las medicinas se apuntaban en recetarios, en los cuales se fechaban, foliaban y anotaban las prescipciones debajo del nombre o n¨²mero del paciente. Cada uno de estos asientos comenzaba con la letra erre, del lat¨ªn recipe, que significa ¡®rec¨¦tese¡¯, de donde proviene la palabra receta. El boticario las elaboraba y los enfermeros de los hospitales las recog¨ªan y se las aplicaban a los pacientes indicados.
Los m¨¦dicos del hospital de Antezana ¨Dque a¨²n existe¨D son un buen ejemplo de aquellos humanistas que trataron tanto a pobres como reyes con la misma pasi¨®n. As¨ª se guardan los nombres de Fernando de Mena, Pedro Garc¨ªa Carrero o Francisco de Ribas, entre otros muchos. ¡°La medicina en la monarqu¨ªa hisp¨¢nica del siglo XVI¡±, se?ala G¨®mez Garc¨ªa, ¡°origin¨® una generaci¨®n dorada en la Historia. Juan Valverde de Amusco, por ejemplo, escribi¨® Historia de la composici¨®n del cuerpo humano en 1556. Esta obra fue impresa doce veces m¨¢s en el XVII, tanto en espa?ol como en italiano. Pero fueron sus l¨¢minas y las tablas que acompa?aban a las explicaciones las que fueron impresas de forma constante por sus evidentes fines docentes en toda Europa. Ser¨ªa imposible saber con exactitud las veces que se copiaron y reprodujeron en los dos siglos siguientes¡±.
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