1625, aquel maravilloso a?o para los Austrias
Casi un a?o de asedio permiti¨® que los Tercios tomasen la ciudad neerlandesa de Breda, mientras el imperio espa?ol se desmoronaba
Los Austrias estaban obsesionados con los Pa¨ªses Bajos. Para ellos, su dominio era una aut¨¦ntica psicopat¨ªa. Los quer¨ªan y los quer¨ªan poseer. As¨ª que se gastaron todo lo ganado en las Indias ¨Cy mucho m¨¢s que eso, incluidas vidas, haciendas y honores- en intentar conquistar unos territorios donde nadie les profesaba el menor afecto. Mientras, Espa?a cada vez era m¨¢s pobre y la actual Holanda cada vez m¨¢s rica. Los neerlandeses se dedicaban a hacer negocios y a mejorar su industria, su comercio, su banca, al tiempo que los s¨²bditos de la rama espa?ola de los Habsburgo gastaban sus escasos dineros en abonar inmensos intereses de deuda, as¨ª como en reclutar y mal pagar soldados para mantener un imperio menguante.
Adem¨¢s, la conquista desde Madrid de lo que hoy ocupan aproximadamente B¨¦lgica y Holanda se enfrentaba a un problema log¨ªstico imposible de resolver en aquellos tiempos: el reino de Francia estaba en medio, con lo que el abastecimiento y refuerzos de las tropas en lucha en los Pa¨ªses Bajos era sumamente complicado. Por ello, los espa?oles abrieron un itinerario alternativo a trav¨¦s de Italia, el Camino Espa?ol (unos 1.000 kil¨®metros de trayecto), pero tampoco su tr¨¢nsito resultaba sencillo, ya que obligaba a cruzar los Alpes, con morri¨®n, alabarda, espada y peto met¨¢lico. La velocidad m¨¢xima que se pod¨ªa alcanzar era de unos 25 kil¨®metros al d¨ªa y eso forzando la marcha.
A pesar de ello, Felipe IV volvi¨® a dar la orden (¡°Marqu¨¦s, tomad Breda¡±, impuso), y entre agosto de 1624 y junio de 1625, las tropas del capit¨¢n general Ambrosio Sp¨ªnola Doria pusieron cerco a la plaza, que asemejaba una ciudad de cuento de Navidad pero rodeada de potent¨ªsimos muros. Mientras tanto, el grandioso Francisco de Quevedo dec¨ªa aquello de ¡°Mir¨¦ los muros de la patria m¨ªa, si un tiempo fuertes ya desmoronados, de la carrera de la edad cansados, por quien caduca ya su valent¨ªa¡±. Pero el monarca no escuchaba nada de eso, quiz¨¢s porque los tiros que daba matando venados y jabal¨ªes en el monte del Pardo no le dejaban o¨ªr las quejas de su pueblo. ?nicamente deseaba victorias y para ello contaba con el mejor Ej¨¦rcito del mundo en el siglo XVII, los Tercios, una m¨¢quina engrasada que provocaba el pavor de sus enemigos. Indestructibles e invencibles.
El profesor em¨¦rito de la Universidad de Michigan Frank Casa lo relata as¨ª en su art¨ªculo Vel¨¢zquez, Calder¨®n y el sitio de Breda; ¡°El a?o de 1625 constituye para Espa?a lo que se lleg¨® a llamar el Annus Mirabilis [a?o maravilloso]. En este a?o las armas espa?olas gozan de importantes victorias que sirven para enmascarar el triste estado econ¨®mico del imperio¡±. Vencen en Bah¨ªa (Brasil), en Puerto Rico, en C¨¢diz, en Mil¨¢n¡ Sin embargo, la ruina se acerca a pasos agigantados. Los Austrias, aplaudiendo.
La toma de la ciudad fortificada de Breda, adem¨¢s de una espectacular operaci¨®n militar y log¨ªstica, tambi¨¦n lo fue de ingenier¨ªa. Se trataba de una poblaci¨®n fuertemente fortificada y reforzada durante los ¨²ltimos treinta a?os, por lo que el general genov¨¦s al servicio de Felipe IV decidi¨® rodearla de trincheras, barricadas, t¨²neles y fuertes para que sus habitantes no pudieran abandonarla. Una potente l¨ªnea de abastecimiento, de m¨¢s de 400 carromatos diarios, alimentaba a las tropas reales.
Los trabajos de ingenier¨ªa atrajeron, seg¨²n el National Geographic, "a turistas que viajaron a Breda para admirar las obras de sitio. Entre ellos se contaron el rey de Polonia y el duque de Baviera, y dice la leyenda que tambi¨¦n estuvo el joven Descartes¡±. El estudioso estadounidense Casa recuerda que tan ilustres invitados obligaron a Sp¨ªnola a exagerar algunas de sus actuaciones y a crear ¡°un verdadero teatro b¨¦lico para que este ilustre personaje [el monarca polaco] no quedase decepcionado¡±.
El ataque a la ciudad ¨Centre 20.000 y 30.000 soldados a pie, incluidos numerosos jinetes- se realiz¨® sobre varios puntos de la plaza para despistar a los poco m¨¢s de 9.000 defensores, entre los que se encontraban tropas neerlandesas, danesas e inglesas, todas comandadas por Justino de Nassau. El asedio fue brutal. Solo sobrevivieron 3.500 defensores, adem¨¢s de fallecer m¨¢s de 8.000 civiles por hambre o enfermedades, incluidos un millar de ni?os y ancianos a los que Sp¨ªnola se neg¨® a acoger cuando los asediados pidieron que les diese de comer.
Finalmente, el 5 de junio la ciudad se rindi¨®. Se organizaron tres d¨ªas de festejos en la Corte. El conde duque de Olivares decidi¨® construir un palacio para la ocasi¨®n, el del Buen Retiro, en Madrid, y se encarg¨® de decorarlo con pinturas en las que se reflejasen las batallas ganadas por los Tercios. Este gran edificio se levant¨® con parte del dinero debido a Sp¨ªnola, que nunca recibi¨® lo que se le deb¨ªa y que lo reclamaba para sus v¨¢stagos. Muri¨® pronunciando las palabras ¡°honor y reputaci¨®n¡±. Breda, como macabra broma, volvi¨® a manos holandesas pocos a?os despu¨¦s.
Si algo provechoso dio este asedio fue el cuadro de La rendici¨®n de Breda o de Las lanzas, de Diego de Vel¨¢zquez, donde ¡°no aparecen los harapientos soldados espa?oles que [en realidad] hab¨ªan tomado parte en este largo asedio, [y que] estaban vestidos, como indican las fuentes, de andrajos que mal conven¨ªan a esta alta ocasi¨®n¡¡±, recuerda Frank Casa. Al contrario, el genio sevillano reflej¨® el instante en el que Nassau entregaba las llaves de la ciudad a Sp¨ªnola y todos vest¨ªan vistosos trajes de colores. M¨¢s o menos lo que deseaban ver el conde duque y Felipe IV, pero que casaba poco con lo que estaba sucediendo en el reino de ¡°muros desmoronados¡± a causa de una obsesi¨®n familiar con poco sentido militar, econ¨®mico y pol¨ªtico, y que cost¨® la vida de miles de valientes e inocentes para nada.
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