Ra¨²l Zurita escribe sobre ¡°un milagro¡± llamado Pablo Neruda
El autor chileno, uno de los m¨¢s influentes de la poes¨ªa viva en espa?ol, celebra en un nuevo pr¨®logo la maestr¨ªa de su compatriota y premio Nobel en ¡®Residencia en la tierra¡¯
Son im¨¢genes, alas soledades. Neruda: el ¨²ltimo cabo de las palabras
Entre plumas que asustan, entre noches,
entre magnolias, entre telegramas,
entre el viento del Sur y el Oeste marino,
vienes volando.
(Alberto Rojas Gim¨¦nez viene volando)
Es uno de los m¨¢s prodigiosos poemas jam¨¢s escritos y el solo hecho de que ¨¦l y el libro que lo contiene existan es un milagro. M¨¢s atr¨¢s, est¨¢ la alucinante visi¨®n de un comienzo:
Como cenizas, como mares pobl¨¢ndose,
en la sumergida lentitud, en lo informe,
o como se oyen desde el alto de los caminos
cruzar las campanadas en cruz...
Es el inicio de ¡°Galope muerto¡±, el primer poema de Residencia en la tierra, y el efecto es inmediato: alcanzamos a vislumbrar las trazas de un nuevo g¨¦nesis: el tono, la textura de la imagen, su blancor, su inmensidad, y nuestra experiencia es nuevamente la de estar frente a un monumento imposible: nada de Residencia en la tierra estaba predicho. A diferencia de Borges, por ejemplo, cuya obra, superlativa sin duda, est¨¢ de una u otra forma contenida dentro del horizonte especulativo de un mundo que ha creado la teor¨ªa de la relatividad y las geometr¨ªas multidimensionales, por lo que no es inveros¨ªmil deducir, borgeanamente, que si este no hubiese escrito ¡°Las ruinas circulares¡± o ¡°El Aleph¡±, alguien, otro Borges, lo habr¨ªa hecho; nada, absolutamente nada hab¨ªa en una cultura ni en una historia ni en una lengua que hiciese presagiar que ese conjunto de poemas que van desde ¡°Galope muerto¡± hasta ¡°Josie Bliss¡±, que cierra el segundo volumen de Residencia, pudiera ser escrito, pero fue escrito. Es decir, fue escrita la letan¨ªa inmortal de Alberto Rojas, fue escrito como un naufragio hacia adentro nos morimos, de ¡°Solo la muerte¡±, fue escrita el agua de origen y cenizas de ¡°Walking around¡±. Fue escrita la luminosidad instant¨¢nea de un nuevo nacimiento junto a la oscuridad informe e incancelable de una nueva muerte.
Como se sabe, los poemas de las dos Residencias fueron compuestos entre 1925 y 1935, y fundamentalmente mientras Neruda se desempe?aba como c¨®nsul en el oriente, en Rangoon primero, luego en Colombo y en Batavia, la actual Yakarta, per¨ªodo que todos sus estudiosos coinciden en se?alar como clave para su obra y su vida. La afirmaci¨®n es indiscutible y al mismo tiempo vac¨ªa; las circunstancias biogr¨¢ficas informan de un punto blanco de la escritura, pero no dan cuenta de su sombra, esa rectificaci¨®n central de los datos que ejecuta el arte sobre la vida y que es exactamente lo que llamamos Rimbaud, Whitman, Borges, Neruda. Pero incluso m¨¢s all¨¢ de ello, hay algo que sucede espec¨ªficamente con la poes¨ªa, algo que no ha sido a¨²n formulado y que la hace profundamente refractaria al vicio de las interpretaciones. Paralelos al mundo, los grandes poemas representan el ¨²ltimo l¨ªmite del lenguaje, no hay nada m¨¢s all¨¢, y por ende son en s¨ª la interpretaci¨®n final, el ¨²ltimo cabo de las palabras.
No es inveros¨ªmil deducir, borgeanamente, que si Borges no hubiese escrito ¡°Las ruinas circulares¡± o ¡°El Aleph¡±, alguien, otro Borges, lo habr¨ªa hecho; nada, absolutamente nada hab¨ªa que hiciese presagiar que ese conjunto de poemas que van desde ¡°Galope muerto¡± hasta ¡°Josie Bliss¡± pudiera ser escrito
No hay otro di¨¢logo con la poes¨ªa que no sea el de la emoci¨®n y la inferencia (pero esa emoci¨®n y esa inferencia han levantado naciones, han creado pueblos, han anunciado los interminables Apocalipsis). Podemos imaginar entonces los paisajes y los escenarios de las Residencias; esas cenizas, esos mares pobl¨¢ndose y frente a ellos a un ser a¨²n sin nombre que en un instante, al ver las rompientes barrer una y otra vez la playa desierta, comprende de golpe que ellas continuar¨¢n estando all¨ª, levant¨¢ndose y cayendo interminablemente, pero que hay un amanecer en que ¨¦l ya no las ver¨¢ y hace el m¨¢s trascendental de los descubrimientos, aquel que est¨¢ inserto en cada part¨ªcula de lo que somos (en estos dedos que teclean dificultosamente, en las canciones que pongo en la madrugada para evitar la angustia, en mi escepticismo, en tu sed Mar¨ªa): descubre la muerte, e inmediatamente despu¨¦s descubre el lenguaje, que es, antes que nada, el conjuro que los seres humanos lanzan frente al hecho absoluto, incomprensible, aterrorizante, de que debemos morir. El primero de esos conjuros es lo que llamamos el poema.
Es el hecho po¨¦tico central y la aparente extra?eza de la geograf¨ªa nerudiana, sus catres que flotan, sus tiendas de ortopedias, son los conjuros que el lenguaje le arroja a la muerte para posponerla y en ese enfrentamiento radical, irrecusable, se movilizan todas las esferas de la existencia. Somos hijos de esa confrontaci¨®n, somos hijos de la muerte y del poema. Tendidos entonces entre la muerte y la vida, los poemas de las Residencias nos hacen ver que en esa lucha tit¨¢nica, devastadora, inacabable que libran entre ellos esos dos hermanos gemelos, el lenguaje y la muerte, la historia de la poes¨ªa es la historia eternamente derrotada y eternamente renovada de los conjuros con que el lenguaje trata de posponer el deber de morir.
Los poemas de Residencia en la tierra, en su pasmosa particularidad, en su registro ¨²nico, en su fidelidad a los sonidos que efectivamente Neruda escuchaba, se funden con las palabras de nuestra vida, d¨¢ndole a la lengua que hablamos, a aquella lengua para nosotros datada, la posibilidad simb¨®lica de un nuevo inicio. De una nueva alternancia donde los seres y sombras que hablan en estos poemas, en sus jergas de muertos, en sus campanas sin sonido, en sus oc¨¦anos de origen y cenizas, son a su vez los miles y millones de fragmentos de experiencias, de fracasos, de erotizaciones, de mujeres orinando y de funcionarios menores que transitan por las calles de Rangoon y otros que deambulan entre sastrer¨ªas y ropas tendidas, herm¨¦ticos como un cisne de fieltro, los que sum¨¢ndose uno a uno van conformando la humanidad que habita en las Residencias. No es una voz, es ese compendio gelatinoso, casi infinito, de sangre, nervios, cultura, sue?os, recuerdos, inesperados hero¨ªsmos, defecaciones y esperanzas que desaguan en el lenguaje, lo que comparece en esta s¨ªntesis que se?ala a la vez los l¨ªmites infranqueables de un vac¨ªo. Neruda es Neruda porque es la humanidad entera, la humanidad entera es la humanidad entera porque es un vac¨ªo, Neruda es la humanidad entera porque es el vac¨ªo que la muerte va dejando en las palabras:
Pero la muerte va tambi¨¦n por el mundo vestida de escoba,
lame el suelo buscando difuntos,
la muerte est¨¢ en la escoba,
es la lengua de la muerte buscando muertos,
es la aguja de la muerte buscando hilo.
Instalado en el coraz¨®n de la lengua solo Pablo Neruda, vale decir, solo esa cifra, ese tiempo que llamamos hoy Pablo Neruda, pudo escribir Residencia en la tierra, pero pudo hacerlo porque sus lectores son seres heridos, sangrantes, que van siguiendo en las l¨ªneas de estos poemas las estaciones de su sangre y de su muerte. Residimos en la tierra, vale decir, residimos en la verdad desnuda de esta escritura, no en su ret¨®rica, sino en ese laconismo esencial que tiene lo irremediable: somos seres muertos prestados por un segundo a la vida, vivimos, morimos, y es esa condici¨®n extrema y paradojal lo que nos reiteran una y otra vez las obras cumbres: la Comedia de Dante, el Quijote, Shakespeare, Dostoievski, Whitman, Rimbaud, los Cantares de Pound, la Residencia en la tierra, el Canto general de Neruda. En otras palabras, lo que estas obras nos muestran es que no somos habitados solo por nuestros sue?os, tal como no somos castigados solo por nuestros cr¨ªmenes.
En un mundo que ha multiplicado al infinito el presente de Troya, y que tiene al planeta al borde del colapso, lo real, lo pavorosamente real es el vac¨ªo que dejan las palabras una vez pronunciadas
Detr¨¢s de ¡°Solo la muerte¡± no hay nada m¨¢s que la muerte. Condenados a no olvidar (la destrucci¨®n de Troya no sucedi¨®, est¨¢ sucediendo y Homero no es sino la ondulaci¨®n de su devenir), hurgamos en ese pasado sin tiempo donde la inmensa fantasmagor¨ªa que sobrevuela Alberto Rojas Gim¨¦nez, esos ¡°mares sin nadie¡±, esos ¡°solo entre muertos¡±, esos ¡°para siempre solo¡±, vienen volando sin sombra y sin nombre, sin az¨²car, sin boca, sin rosales. M¨¢s a¨²n, es como si esos entes abstractos, muertos, transformados en conceptos en ese presente perpetuo que constituye la poes¨ªa, hicieran que ella sea la ¨²ltima interpretaci¨®n, mostr¨¢ndonos de paso que lo humano (insisto en llamar as¨ª a ese mar, a ese desborde) no solo no es el due?o de la lengua que habla, sino que, al contrario, est¨¢ apresado en una invenci¨®n de las palabras. En un mundo que ha multiplicado al infinito el presente de Troya, y que tiene al planeta al borde del colapso, lo real, lo pavorosamente real es el vac¨ªo que dejan las palabras una vez pronunciadas, el manch¨®n negro que dejan las palabras una vez escritas, el ruido infernal de los bombardeos, de las masacres, de los millones de emigrantes muri¨¦ndose en las fronteras que dejan las palabras una vez escuchadas...
Entendemos entonces que la poes¨ªa no es el confesionario del yo, es el confesionario de los otros.
Alberto Rojas Gim¨¦nez viene volando. Son im¨¢genes, alas, soledades¡
All¨ª est¨¢ el mar. Bajo de noche y te oigo
venir volando bajo el mar sin nadie,
bajo el mar que me habita, oscurecido:
vienes volando.
Oigo tus alas y tu lento vuelo,
y el agua de los muertos me golpea
como palomas ciegas y mojadas:
vienes volando.
Vienes volando, solo, solitario,
solo entre muertos, para siempre solo,
vienes volando sin sombra y sin nombre,
sin azu?car, sin boca, sin rosales,
vienes volando.
Son im¨¢genes. Es un tono, un timbre, un temblor. Anclado en un tiempo indiscernible, un ser au?n sin nombre comprende que las estrellas que hab¨ªa visto hace un instante son la m¨¢xima refutaci¨®n del tiempo y de la historia.
Ra¨²l Zurita. Ospedale Maggiore, Mil¨¢n, 16 de julio de 2019.
Este texto es el pr¨®logo a la nueva edici¨®n de ¡®Residencia en la tierra¡¯ que la editorial Lumen publica este jueves.
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