¡®Diarios de Berl¨ªn 1939-1940¡¯: De la Guerra Civil espa?ola a la Alemania nazi
Las notas berlinesas del diplom¨¢tico chileno Carlos Morla Lynch, figura clave en el Madrid de los a?os treinta, reflejan sus conflictos sexuales y pol¨ªticos
La editorial Renacimiento no cesa en su labor de rescate de textos y de autores que resultan imprescindibles si queremos profundizar en nuestra historia literaria, m¨¢s all¨¢ de los nombres y obras que constituyen sin duda la estructura axial de nuestra cultura pero que resultan insuficientes para comprender su enorme complejidad y su letra peque?a. Y un ejemplo de ello es la recuperaci¨®n que se viene haciendo de la figura de Carlos Morla Lynch, diplom¨¢tico chileno nacido en Par¨ªs, en 1885, de vida relativamente azarosa y marcado emocionalmente por su estancia en Espa?a como consejero de negocios de la Embajada de Chile entre 1928 y 1939. Lleg¨® acompa?ado de su esposa, Beb¨¦ Vicu?a y de su ¨²nico hijo, despu¨¦s de que el matrimonio perdiera a sus dos hijas en fechas anteriores, un hecho que en opini¨®n de Andr¨¦s Trapiello marcar¨ªa el futuro conyugal.
En todo caso, fueron a?os decisivos no solo en la historia peninsular sino tambi¨¦n decisivos para Carlos Morla, a juzgar por sus diarios de aquel tiempo y cuyo primer t¨ªtulo, En Espa?a con Federico Garc¨ªa Lorca. Conversaciones y memorias da idea de la expresa vinculaci¨®n que hizo el autor de su primera experiencia espa?ola con la personalidad descollante del poeta granadino. Aquellas anotaciones de su etapa madrile?a fueron publicadas tempranamente por la editorial Aguilar en 1957 con el t¨ªtulo mencionado, aunque fueron censuradas tanto por razones pol¨ªticas como privadas.
Renacimiento recuper¨® la versi¨®n original en 2008 (todav¨ªa con alguna censura impuesta por la familia) y a ella se a?adir¨ªa poco despu¨¦s Espa?a sufre, los diarios de la guerra de Espa?a, a lo que hay que a?adir la edici¨®n de los informes diplom¨¢ticos enviados a Chile y mencionados en el diario de Berl¨ªn con el t¨ªtulo ¡°Memoria de Madrid¡±. Todos ellos incluyen sendos pr¨®logos de Andr¨¦s Trapiello, una referencia inexcusable en el conocimiento y rescate de la obra diar¨ªstica de Morla y a quien hay que agradecer sus gestiones cerca de las nietas del escritor y diplom¨¢tico, propietarias de los cuadernos de su abuelo.
A la somera relaci¨®n diar¨ªstica que acaba de hacerse se a?ade ahora una nueva contribuci¨®n: el diario que Morla mantuvo durante su estancia en Berl¨ªn como embajador in pectore entre 1939 y 1940, unos cuadernos in¨¦ditos hasta la fecha y bien editados por Inmaculada Lergo y Jos¨¦ Miguel Gonz¨¢lez, incluyendo el volumen un ¨ªndice onom¨¢stico que resulta imprescindible para su consulta. Y es que Morla no solo fue un diarista nato, hecho a la anotaci¨®n cotidiana de lo que suced¨ªa a su alrededor desde su juventud, sino que la forma en que sol¨ªa hacerlo es muy caracter¨ªstica. Porque, por lo que se puede comprender de ¨¦l, conceb¨ªa la escritura privada como un refugio personal donde a solas con su conciencia reviv¨ªa lo sucedido durante el d¨ªa otorgando a las personas que trataba un valor distinto al obligado por su profesi¨®n, construy¨¦ndose de ese modo un mundo personal, privado, m¨¢s acorde con sus verdaderos sentimientos sobre las cosas, aunque esos sentimientos apenas traslucen si no es en el retrato ajeno.
Morla Lynch queda marcado por la falta de gratitud que encuentra en los cerca de 2.000 espa?oles del bando nacional (muchos de ellos arist¨®cratas) a los que dio asilo en Madrid durante la guerra, arriesgando su propia tranquilidad y su prestigio y que al acabar la contienda salieron de la Embajada sin volver la vista atr¨¢s
Resulta f¨¢cil pensar que su profesi¨®n era en parte responsable de ese plus de significaci¨®n que Morla necesitaba otorgarse a s¨ª mismo, porque un diplom¨¢tico no puede permitirse demasiadas expansiones de temperamento sin poner en riesgo su carrera. Sin embargo, en el diario, tambi¨¦n en el que escribe en Berl¨ªn, los hombres y mujeres que desfilan por ¨¦l lo hacen a una luz distinta, m¨¢s acorde con sus propios intereses en el trato humano.
Por sus descripciones comprendemos que detesta la vulgaridad, la descortes¨ªa y la ingratitud. Sabemos que queda marcado por la falta de nobleza que encuentra en los cerca de 2.000 espa?oles del bando nacional (muchos de ellos arist¨®cratas) a los que dio asilo en Madrid durante la guerra, arriesgando su propia tranquilidad y su prestigio y que al acabar la guerra salieron de la Embajada, en su mayor¨ªa, sin volver la vista atr¨¢s. A Morla este hecho, as¨ª como la falta de reconocimiento del gobierno de Franco a su generosa actitud, le parece moralmente inaudito y sobre ¨¦l vuelve en su diario berlin¨¦s a menudo. El diario refleja la incomodidad ¨ªntima de un hombre indeciso, atrapado entre dos mundos: el ¡°grand monde¡±, por as¨ª decirlo, de recepciones, etiquetas, brillos y cosmopolitismo, todo ello con un gran peso espec¨ªfico en su vida, y el mucho m¨¢s interior vinculado a un deseo apenas expresable: su pulsi¨®n homosexual reflejada en su querencia por los muchachos atractivos a los que seduce, pero tambi¨¦n sabe mantener a raya. Es un vaiv¨¦n que ha conocido en Espa?a los excesos de una homosexualidad c¨®mplice, clandestina y un punto canalla y, por el contrario, conoce en Berl¨ªn la morigeraci¨®n y el respeto a las normas, con la ayuda de Beb¨¦, la mujer fuerte de esta historia.
Una vez en la capital alemana Morla se impone la prohibici¨®n de beber alcohol o de dar salida a sus preferencias sexuales y de ah¨ª la enorme nostalgia que siente de Madrid (donde fallecer¨ªa en 1969) y de una vida distinta, m¨¢s rica y en ella el trato con el c¨ªrculo lorquiano fue fundamental. Tambi¨¦n se trata de un vaiv¨¦n pol¨ªtico que ofrece una lectura positiva si pensamos en un hombre de paz, liberal y al¨¦rgico al conflicto, que reprocha a Franco su revanchismo autoritario y vengativo, pero admira al mismo tiempo del nazismo su disciplina, su belleza en el movimiento de masas y por haber articulado una salida supuestamente digna de admiraci¨®n a la humillaci¨®n sufrida por los alemanes despu¨¦s de la Gran Guerra. No le gusta Hitler (¡°una calamidad con dos patas¡±), pero simpatiza con la Alemania que surge con ¨¦l y no intuye m¨¢s que al final del diario, cuando el III Reich ya ha invadido B¨¦lgica y Holanda, las terribles consecuencias de la sed de dominio nazi. Sus muchachos son como dioses: ¡°Limpios, sanos, fuertes, guapos, simp¨¢ticos a fuerza de esplendidez f¨ªsica y de superioridad de roca¡±. Morla no consigue, en 1940, ver mucho m¨¢s all¨¢. Pero una tristeza indefinida flota en este diario como la expresi¨®n m¨¢s persistente de un hombre de mundo, de un mundo que se hund¨ªa a ojos vista.
Diarios de Berl¨ªn 1939-1940
Presentaci¨®n de Andr¨¦s Trapiello. Edici¨®n de Inmaculada Lergo y Jos¨¦ Miguel Gonz¨¢lez Soriano
Renacimiento, 2023
811 p¨¢ginas. 49,90 euros
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.