¡®Mont Ventoux¡¯: deambular sobre una vertical inestable
La compa?¨ªa Kor¡¯sia eleva su propio list¨®n con una cuidada y exitosa producci¨®n inspirada por Petrarca
La danza contempor¨¢nea, en su multiplicidad, ofrece diversas corrientes, opciones y muy variadas facciones estil¨ªsticas de presentaci¨®n. Algunas tienen m¨¢s soporte intelectual que otras, y rezuman m¨¢s estudio, conciencia en la dramaturgia, esfuerzo en la s¨ªntesis din¨¢mica. Kor¡¯sia va por esa senda, que es la m¨¢s dif¨ªcil, o al menos, la m¨¢s comprometida con el rigor esc¨¦nico. Esto dice mucho y bueno del equipo gestor y creativo. Mont Ventoux es un paso en esta consideraci¨®n, un salto notable. Podemos justificar el hallazgo argumental en que los dos principales core¨®grafos son italianos, pero eso es simple y no suficiente. La historia inspiradora nos relata que Francesco Petrarca protagoniza la ascensi¨®n a la monta?a junto a su hermano y el viaje refuerza la uni¨®n fraternal m¨¢s all¨¢ de la sangre, en el culmen moral, intelectual (fratres in sapientia). Todo eso queda en esta obra de danza actual como un perfume lejano, firme pero sutil. La acidez y dureza del ambiente ultramoderno dota a la propuesta de un objetivo concomitante, pero no el mismo. Kor¡¯sia quiere hablar de otras cosas: ecolog¨ªa, solidaridad, estr¨¦s, lucha.
Se asciende con la conciencia del ¡°baj¨®n¡±, el regreso a la cota ordinal de lo est¨¢ndar. Los objetivos del esfuerzo var¨ªan, tal como vemos en el expresivo de los materiales de esta danza, a veces refugiada en lo fluido, el brote espasm¨®dico y otras a trav¨¦s de una mezcla de acciones cuyo eclecticismo remite a la g¨¦nesis formativa de los int¨¦rpretes y a un esfuerzo del grupo ¡ªsus creadores¡ª por tocar a varias puertas (en la t¨¦cnica y en las maneras). Las intenciones son por lo general claras y el fraseo permite una lectura comprensible. La acci¨®n refluye hacia una b¨²squeda de armon¨ªa, a trav¨¦s de la conciencia de grupo y con la citaci¨®n gr¨¢fica del ¡°fondale¡± donde una perspectiva del Mont Ventoux ejerce su funci¨®n de llamada a cap¨ªtulo. Todos los bailarines son magn¨ªficos y eficientes.
Petrarca es tan necesario como tener cerca un bote de aspirinas, aunque no lo abras todos los d¨ªas; esto incluye tanto el Cancionero como la prosa escrita en lengua vulgar (italiano) como en lat¨ªn. Ciclos epistolares tiene varios; lo que conocemos de Mont Ventoux es una versi¨®n resumida, hecha para ser compendiada por el propio poeta de Arezzo muchos a?os despu¨¦s del hecho y de la primera ep¨ªstola. Todo esto tiene su importancia. Mont Ventoux es una deliciosa miniatura literaria escurridiza. Much¨ªsimas celebridades posteriores han dejado frases, al menos una, sobre la acci¨®n -que tantos refutan de si fue hecha en realidad- y sobre el resumen epistolar. Luigi Settembrini, Carlo Emilio Gadda, Italo Calvino, Umberto Eco, Montale, Moravia, y antes, Voltaire (que no pod¨ªa faltar a esta fiesta), Emerson, Vita Sackville-West, Auden¡ No es la literalidad, es el misterio que envuelve hombres y paisaje; lo de ¡°inicio del alpinismo¡±, una chorrada. Tambi¨¦n lo de ¡°puerta del Renacimiento¡±, una pretenciosidad fuera de escala. Hay quien ha visto mejor la apertura hacia un viaje vital, probablemente interior, un prefacio u obertura a la madurez intelectual y al dominio mismo de las herramientas po¨¦ticas.
La mera, absoluta observaci¨®n del horizonte puede ¡ªy ya es¡ª un argumento tan po¨¦tico como justificador (consideremos as¨ª toda la producci¨®n pict¨®rica de Caspar David Friedrich, por ejemplo, que podr¨ªa haber sido tranquilamente el escen¨®grafo de Kor¡¯sia): l¨ªnea de conf¨ªn no como meta sino como temario. Se sube, o se intenta la ascensi¨®n para llegar al c¨¦nit y formar parte del panorama, integrarse. Esa es la intenci¨®n y eso est¨¢ en la danza de estos entregados y muy concentrados artistas. Hay varios coincidentes simb¨®licos que deb¨ªan ser considerados. Mont Ventoux est¨¢ aislado como monta?a, se yergue aparte; en su cima, la severa formaci¨®n calc¨¢rea dominante hace que no encontremos nada que crezca, ni vegetaci¨®n estacional, ¨¢rboles o monte bajo: nada. Es la inveterada met¨¢fora de la desnudez. Los bailarines ensayan tambi¨¦n un desnudo de acci¨®n y reacci¨®n.
Hay un abuso de la luz estrobosc¨®pica gratuito y la m¨²sica, en algunos momentos, conspira negativamente con el producto final. El resto es un logro teatral de m¨¦rito. Sale de nuevo el carrito de compra del supermercado (un fetiche marca de la casa que remite a los comienzos de Kor¡¯sia), y una refinada referencia: la armadura (costume di ferro) de la que trabajosamente se despoja una bailarina: es una muda de piel, aligerarse para ascender, soltar lastre y afeites.
Del deambular en solitario o en parejas accidentales, se pasa al ensemble coordinado, r¨ªtmico, con figuras reconocibles: es un cambio en el trayecto hacia la oportunidad, que se presenta siempre como colectiva. El corro y el salto, ancestrales, muestran su evoluci¨®n.
¡®Mont Ventoux¡¯. Direcci¨®n y coreograf¨ªa (en colaboraci¨®n con los int¨¦rpretes): Mattia Russo y Antonio de Rosa; dramaturgia: Agn¨¨s L¨®pez-R¨ªo; escenograf¨ªa: ?mber Vandenhoeck; m¨²sica: Alejandro Da Rocha; canci¨®n: Raquel Tort V¨¢zquez; vestuario: Luca Guarini con Aitor Goikoetxea y Levi¡¯s. Centro Conde Duque, Madrid. Hasta el 22 de octubre.
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