Pablo Messiez o c¨®mo flotar en el teatro
El dramaturgo y director pone el foco sobre los gestos en su nuevo y estimulante espect¨¢culo
Si a la salida de cualquier funci¨®n de Los gestos preguntaran a distintos espectadores de qu¨¦ va este espect¨¢culo, seguramente no encontrar¨ªan una respuesta igual. No sucede nada, pero suceden muchas cosas. Ocurre ahora, antes y despu¨¦s. En Roma y lejos de Roma. Dentro y fuera del mundo. En ese espacio flotante que el dramaturgo y director Pablo Messiez compone en cada una de sus obras para liberarse (y liberarnos) de la tiran¨ªa de la l¨®gica. Ojo, cuando decimos ¡°espacio flotante¡± no queremos decir ¡°on¨ªrico¡±, sino exactamente eso: ¡°flotante¡±. As¨ª era la extra?a zapater¨ªa donde hizo transcurrir Todo el tiempo del mundo (2016). O aquel lugar donde gente rara se juntaba para escuchar m¨²sica en Las canciones (2019). Y esa casa de La voluntad de creer donde los muertos resucitan (2022). Despu¨¦s de esta ¨²ltima y aclamada pieza, las expectativas estaban muy altas, pero Messiez no se ha achantado: en Los gestos hace estallar de nuevo los l¨ªmites de la realidad y las reglas de su relato para sacudir la raz¨®n y los sentidos. Pero no vayan con prejuicios: aunque no haya un argumento lineal, no se van a aburrir. ?Qu¨¦ estimulante es el teatro cuando te lleva a otras dimensiones!
Pero intentemos describir al menos algo de lo que pasa. Hay un hombre ¡°con ojos de terror antiguo¡± (Nacho S¨¢nchez) que viaja a Italia y que podr¨ªa ser el propio Messiez cuando se puso a escribir esta obra durante una estancia en Roma, aunque tambi¨¦n parece que la est¨¦ escribiendo a medida que transcurre. Nos cuenta varias reflexiones y luego se cuela en el bar-teatro donde Topazia (Fernanda Orazi) y Sergio (Emilio Tom¨¦) ensayan canciones de Mina y una obra en homenaje a Pasolini. Ella prepara su entrada a escena con ademanes de diva. Luego aparece un pianista (Manuel Egozkue) y despu¨¦s la madre de Topazia, que fue bailarina y es como el eco que repercute los gestos de todos (Elena C¨®rdoba). Ah¨ª est¨¢ la clave del espect¨¢culo: el gesto amplificado y repetido como detonador de la ¡°normalidad¡±. Funciona como esos estribillos que no te puedes quitar de la cabeza.
El bar-teatro es un genuino ¡°espacio flotante¡±: un mont¨®n de sillas y una pantalla de fondo en la que se ve Roma y a veces otras cosas. Es un espacio m¨¢s all¨¢ de la realidad donde se superponen lugares, tiempos, palabras, personas, gestos. En verdad, ?qu¨¦ otra cosa es el teatro? De eso va tambi¨¦n la obra: sobre el arte y el proceso de creaci¨®n. Sobre lo que las palabras no llegan a decir en el teatro. Por eso los personajes parecen igualmente irreales. Pertenecen a ese sitio y es dif¨ªcil imaginarlos en otro lugar. Excepto el pianista: siempre llega demasiado pronto, interrumpe los ensayos, solo ¨¦l se preocupa por la paga. El eslab¨®n entre la realidad y la ficci¨®n.
Naturalmente, todo esto parecer¨ªa una chifladura sin la complicidad de unos actores buen¨ªsimos. Capaces de re¨ªr mientras lloran por dentro. Y viceversa. O de hacer una coreograf¨ªa de gestos mientras recitan a Pasolini. Cantar como Mina y bailar con las manos. ?Tantas ideas y sensaciones vienen a la mente viendo esta obra! La nouvelle vague y el surrealismo. La borrachera stendhaliana que te coges cuando paseas por Roma. Esos ademanes que crees tuyos y que en realidad son de tu madre. El teatro como gesto. El aplauso tambi¨¦n como gesto. Y adem¨¢s, te r¨ªes.
Los gestos
Texto y dirección: Pablo Messiez. Reparto: Elena Córdoba, Manuel Egozkue, Fernanda Orazi, Nacho Sánchez y Emilio Tomé. Teatro Valle-Inclán de Madrid, hasta el 14 de enero. Gira nacional a partir de febrero.
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