Velibor ?oli?, escritor: ¡°Beb¨ª para ahogar mis penas, pero aprendieron a nadar¡±
El escritor bosnio, refugiado en Francia y luego en B¨¦lgica desde 1992, relata su exilio en ¡®El libro de las despedidas¡¯, donde encuentra en el humor y la fantas¨ªa un eficaz ant¨ªdoto contra la desesperanza
¡°Me llamo Velibor ?oli?, soy refugiado pol¨ªtico y escritor. Ocupo un espacio de 107 kilos y de 195 cent¨ªmetros entre el cielo y la tierra¡±, se presenta el escritor, nacido hace 59 a?os en la ciudad bosnia de Modri?a, en las primeras p¨¢ginas de su nueva novela en clave de autoficci¨®n, El libro de las despedidas (Perif¨¦rica), con el que prolonga su relato sobre su largo exilio en Francia, ¡°un pa¨ªs grande hecho de habitaciones bajas y pasillos estrechos¡±. Lo abandon¨® en 2020, despu¨¦s de casi tres d¨¦cadas, en direcci¨®n a Bruselas, donde reside con su compa?era, una arquitecta croata, junto a un parque pegado al barrio multicultural de Molenbeek. Haciendo justicia a la descripci¨®n que hace de s¨ª mismo en el libro, el holgado comedor parece quedarle estrecho a esta mole de buen coraz¨®n (y un punto de melancol¨ªa), que ha encontrado en el humor y la fantas¨ªa el mejor ant¨ªdoto contra la desesperanza.
Si le gusta insistir en su tama?o descomunal, es para subrayar el milagro que supuso que el enemigo no lo abatiera, que pudiera escapar tras ser detenido y luego huir al pa¨ªs de acogida. Al llegar a Francia, el escritor bosnio, que en su pa¨ªs ten¨ªa rango de joven y brillante intelectual, se sinti¨® ¡°devuelto al analfabetismo¡±. Sin voz, sin recursos y sin papeles, tratado ¡°como un ni?o de cuatro a?os¡± y condenado al silencio. ¡°A un hombre que nunca dice nada, que no sabe nada y que por a?adidura es pobre se lo toma siempre por idiota¡±, escribe en el libro, tercera de sus obras sobre la guerra y el desarraigo que han marcado su vida. Continuaci¨®n del magistral Manual de exilio, esta nueva obra relata sus casi tres d¨¦cadas viviendo en distintas ciudades francesas y su integraci¨®n en una cultura que no se lo puso f¨¢cil, hasta lograr convertirse en escritor en franc¨¦s, lengua que aprendi¨® a los 30 a?os y que hoy compara ¡°con una casa alquilada¡±: nunca ser¨¢ de su propiedad, lo que no impide que uno pueda acomodarse en ella. Al otro lado de la ventana, el cielo est¨¢ pintado de un gris oto?al y tirando a t¨¦trico. A ?oli? no le importa: al escritor no le gusta el sol. ¡°Me quema la piel, el calor me marea y no me gusta sudar¡±, se r¨ªe. ¡°No es de extra?ar que sea un tipo inmaduro, que nunca haya madurado. En realidad, me he pasado la vida a la sombra¡±.
PREGUNTA.?En el libro sigue con el inventario de experiencias sobre el exilio, bajo la influencia de Georges Perec, que ya inici¨® con el volumen anterior. ?Le quedaban cosas por decir?
RESPUESTA.?Siempre lo entend¨ª como una trilog¨ªa, que concluir¨¢ en 2024 cuando publique la tercera entrega en franc¨¦s. La trilog¨ªa empieza en el momento crucial y fat¨ªdico en que pos¨¦ mi maleta sobre el suelo franc¨¦s, despu¨¦s de desertar del Ej¨¦rcito bosnio en 1992 y de escapar del pa¨ªs, y terminar¨¢ en ese mismo momento, como dibujando un c¨ªrculo que se acaba cerrando. Al llegar a Francia, viv¨ª como si fuera una bola de pinball, sometida a continuos golpes aleatorios, en un mundo lleno de esquinas y peligros. Cuando publique este nuevo volumen, dejar¨¦ de hablar del exilio. Ya le he dicho a mi editor que luego pienso dedicarme al realismo m¨¢gico.
P. El libro de las despedidas describe su esforzada conversi¨®n en un hombre cualquiera, que deje de estar marcado por la guerra. ?Cree que lo ha conseguido?
R.?Ahora hablo franc¨¦s e incluso tengo la nacionalidad. Y, a la vez, en la mirada de los dem¨¢s, sigo siendo un extranjero. Durante mucho tiempo, nunca me preguntaron qui¨¦n era ni c¨®mo me encontraba, sino de d¨®nde ven¨ªa, cu¨¢l era la procedencia exacta de mi acento. Joseph Korda, superviviente de Auschwitz al que conoc¨ª en Budapest, me dec¨ªa que, a veces, se olvidaba de que era jud¨ªo. ¡°Pero siempre, en todas partes, hay alguien dispuesto a record¨¢rmelo¡±, me dijo una vez. A m¨ª me pasa lo mismo con mi condici¨®n de exiliado.
P.?Pese a su sentido del humor, el libro refleja los efectos f¨ªsicos de ese desarraigo, la autodestrucci¨®n f¨ªsica y mental que comporta, la sospecha de estar volvi¨¦ndose loco.
R.?Hay un v¨ªnculo evidente entre mi estado de salud y mi desamparo. Por ejemplo, cada vez que me acerco a una frontera y s¨¦ que tengo que cruzarla, siempre me falta el aliento. En el libro narro mis experiencias en los servicios psiqui¨¢tricos de varios hospitales franceses. Y el ejemplo m¨¢s extremo es una enfermedad autoinmune que he sufrido estos ¨²ltimos a?os, la pemphigus vulgaris, que afecta a las gl¨¢ndulas lacrimales y se manifiesta a trav¨¦s de unas ampollas monstruosas que aparecen por toda la piel. La relaci¨®n es obvia.
¡°Los grandes autores del exilio, como Zweig o los disidentes rusos, hablan de sus estados de ¨¢nimo. Yo pas¨¦, sobre todo, hambre¡±
P.?¡°He cambiado de peinado, de ropa y de lengua. De barriga, no. La verdadera pobreza radica en el est¨®mago¡±, describe en su libro. ?Lo peor del exilio fue el hambre?
R.?Mis amigos me dicen que sigue siendo espectacular mi manera de empezar a comer un plato. Para m¨ª, el destierro est¨¢ muy vinculado a lo f¨ªsico. Los grandes escritores del exilio, como lo fueron Stefan Zweig o los disidentes rusos, hablaban de sus estados de ¨¢nimo, por encima del resto de consideraciones. Lo que yo pas¨¦ fue, sobre todo, mucha hambre. Un exilio no es solo una cuesti¨®n de alma, sino tambi¨¦n de cuerpo.
P.?Adem¨¢s de los chistes un poco c¨¢usticos, los remedios que encontr¨® fueron el alcohol y el sexo.
R.?Acab¨¦ dejando el alcohol a los 50 a?os, hace casi una d¨¦cada. Beb¨ªa para ahogar mis penas, hasta que mis penas aprendieron a nadar. Lleg¨® un punto en que me di cuenta de que la ma?ana siguiente no solo estaba igual de desesperado que la v¨ªspera, sino que encima estaba cada vez m¨¢s enfermo. Las mujeres me permitieron romper con el silencio al que me condenaba mi mal dominio del franc¨¦s. Hab¨ªa maneras de hablar que no pasaban por el idioma. El tacto ajeno me permiti¨® decirme que estaba solo y que era pobre e incluso mudo, pero que segu¨ªa estando vivo.
P.?Aborda cuestiones pol¨ªticas, pero nunca de manera ideol¨®gica o partidista. ?Por qu¨¦?
R.?Nuestro destino siempre es producto de la pol¨ªtica. Sin ir m¨¢s lejos, mi vida coincide con un ciclo de transformaci¨®n hist¨®rica: yo cambi¨¦ el fin del comunismo por el ocaso del capitalismo. Sin hablar de pol¨ªtica de manera totalmente expl¨ªcita, s¨ª he querido dejar claro que el patriotismo es una enfermedad muy grave que, en las trincheras, se vuelve directamente mortal. Aunque, en realidad, la imagen m¨¢s aut¨¦ntica de la guerra ser¨ªa algo parecido a un poder invisible.
P.??Se siente europeo?
R.?S¨ª, profundamente europeo. Si no abro la boca y no dejo que escuchen mi acento, me podr¨ªan tomar por dan¨¦s, alem¨¢n o belga. Los europeos formamos parte de una unidad muy peque?a, aunque no siempre queramos darnos cuenta de ello. ?Podemos desligar el destino espa?ol del franc¨¦s, el sueco o el croata? Yo creo que eso no es posible. Nuestros destinos est¨¢n ligados para siempre, en la salud y en la enfermedad.
¡°Despu¨¦s de la guerra no llega la paz. Llegan la ira, la enfermedad, el duelo y el odio. La guerra no deja de respirar¡±
P.??C¨®mo vive los conflictos en Ucrania o en Palestina, por citar solo los dos que nos quedan m¨¢s cerca, un exiliado, una v¨ªctima de la guerra?
R.?Siento tristeza, por supuesto, y mucho enfado. Pero a veces me sorprendo sintiendo, por encima de todo eso, un gran fatalismo. Aun as¨ª, pienso mucho en las v¨ªctimas y en lo que les espera. Hace unos a?os, me pidieron que diera un consejo a los refugiados que llegaban a Europa. Contest¨¦ esto: ¡°Que sean blancos y cristianos¡±.
P.??Qu¨¦ pron¨®stico hace? ?Observa el final de la guerra en un horizonte no excesivamente lejano?
R.?Despu¨¦s de la guerra no llega la paz. Llegan la ira, la tristeza, la enfermedad, el duelo y el odio. Incluso en tiempos de paz, la guerra sigue siendo una cosa viva, algo que sigue respirando. El proceso de sanaci¨®n siempre es muy largo. En lo individual como en lo colectivo, se dan tres pasos adelante y luego dos hacia atr¨¢s. Hay que vivir d¨ªa a d¨ªa. Yo flirte¨¦ con la idea del suicidio. Me propon¨ªa suicidarme cada viernes para disfrutar as¨ª de los d¨ªas anteriores, pensando que ser¨ªan los ¨²ltimos. Luego llegaba el viernes por la noche y lo dejaba correr. Me sab¨ªa mal amargar el inicio del fin de semana a polic¨ªas y bomberos¡ Y as¨ª, ganaba una semana, y luego otra, y luego otra m¨¢s.
P.?En el libro habla en repetidas ocasiones de ¡°un fr¨ªo metaf¨ªsico¡±. ?A qu¨¦ se refiere? ?Y lo sigue sintiendo?
R.?Me convert¨ª en un hombre de hielo por dentro, ausente, como insensibilizado. Mis primeras novias en Francia me dec¨ªan que era imposible llegar a m¨ª, excavar en mi interior. Era una contradicci¨®n: por dentro me quemaba un enorme sentimiento de p¨¦rdida y de injusticia, pero por fuera no se ve¨ªa nada de todo eso. Era como un fuego glacial.
P.??Dir¨ªa que fue una forma de sufrir menos?
R.?S¨ª, supongo que fue un mecanismo de autodefensa inconsciente. El exilio me convirti¨® en un Yeti por dentro. Ten¨ªa la sensaci¨®n de que, si un d¨ªa me cortaban un brazo, no sentir¨ªa nada. Con los a?os me he ido acercando a una temperatura corporal m¨¢s o menos normal. Y eso me preocupa un poco, porque, pese a lo que dec¨ªa al comienzo de todo, no s¨¦ si me gusta la idea de acercarme demasiado a la normalidad. Si un d¨ªa me convierto en un tipo normal, ?de qu¨¦ escribir¨¦?
¡®El libro de las despedidas¡¯. Velibor ?oli?. Traducci¨®n de Laura Salas Rodr¨ªguez. Perif¨¦rica, 2023. 208 p¨¢ginas. 19 euros.
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y X, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.