Jos¨¦ Jim¨¦nez Lozano: las cosas que se saben a la distancia del mundo
La obra del Premio Cervantes 2002, intelectual de primera, fil¨®sofo de la tolerancia y cristiano heterodoxo, se ocupa de perseguidos y olvidados, de resistentes contra totalitarismos, de los marginados por los poderes de la Historia
Con las horas contadas, y sacrificado a la misi¨®n intelectual a la que iba a entregar la vida, Am¨¦rico Castro no era ya hombre interesado en noveler¨ªas. A mediados de los a?os sesenta se lo escribe a Cela desde el exilio americano: ¡°No tengo aliento sino para interesarme en el hacer creativo de unos poqu¨ªsimos hombres de primera fila¡±. Cuando, llegados los primeros setenta, don Am¨¦rico regresa a Espa?a, su final ser¨¢ de un sufrimiento intenso: viudo, incomprendido de sus pares y exiliado ¡ªas¨ª lo sent¨ªa¡ª de su biblioteca. En esta circunstancia le llega Historia de un oto?o, la primera novela de Jos¨¦ Jim¨¦nez Lozano (1930-2020), una narraci¨®n sobre la resistencia de las monjas de Port-Royal, en obediencia a su conciencia, frente al poder absoluto de la Corona en el Gran Siglo franc¨¦s. Al historiador le entusiasm¨®.
Una de las alabanzas de don Am¨¦rico, en la correspondencia editada por Guadalupe Arbona y Santiago L¨®pez-R¨ªos, nos abre un ¨¢ngulo desde el que contemplar a Jim¨¦nez Lozano: Castro, que ¡°estimaba inconcebible (¡) que ning¨²n espa?ol se interesara de forma seria por la literatura e historia extranjeras, valora el m¨¦rito de un intelectual que desde un pueblo de Valladolid haya novelado sobre un episodio de la historia de Francia con tanto conocimiento de causa, usando fuentes como Sainte-Beuve, Saint-Simon o Pascal¡±. Destinado a posar ante el mundo con una denominaci¨®n de ¡°escritor castellano y religioso¡±, de inexactitud solo inferior a su ausencia contempor¨¢nea de sex appeal, el primer Jim¨¦nez Lozano ya sorprende por lo abierto de sus miras y el oreo internacional de su biblioteca.
Todos los t¨®picos
La novela, a insistencia de Delibes, se hab¨ªa presentado al Nadal ¡ªqued¨® segunda¡ª, y el editor Verg¨¦s, admirador de los art¨ªculos de Jim¨¦nez Lozano en Destino, no dud¨® en publicarla. Tambi¨¦n ellos lo iban a tener como uno de esos ¡°poqu¨ªsimos hombres de primera fila¡±. Delibes, Verg¨¦s, don Am¨¦rico: el cat¨¢logo de gentes cualificadas que luego han admirado a Jim¨¦nez Lozano no deja de sorprender, de Rafael Conte a Jos¨¦ Carlos Llop, de Anna Caball¨¦ a Valent¨ª Puig o Andr¨¦s Trapiello. Podr¨ªan citarse m¨¢s avalistas, pero ¡ªa cuatro a?os de su muerte¡ª merece m¨¢s la pena subrayar esa otra atenci¨®n acad¨¦mica y editorial que sigue recibiendo: lejos de pasar una temporada en el purgatorio, se acaban de rescatar sus cr¨®nicas del concilio y del posconcilio y el capricho cosmol¨®gico de Se?ores p¨¢jaros, en tanto que la Fundaci¨®n Jorge Guill¨¦n est¨¢ ya dando a imprenta sus obras completas con tanta rapidez como m¨¦rito.
Son a?os de abundancia para un hombre que siempre le iba a poner la otra mejilla al t¨®pico: escritor de campo cuando no de pueblo, conservador curioso pero al fin y al cabo de derechas, premiado con el Cervantes bajo Aznar, especializado en temas inactuales y rec¨®nditos ¡ªla Biblia, los moriscos¡ª, y capaz al mismo tiempo de traducir del griego que de dejar los la¨ªsmos y le¨ªsmos en sus textos. Tampoco le ayud¨® empezar ¡°tarde a escribir por miedo, porque hab¨ªa le¨ªdo mucho y comparaba¡±. Por supuesto, Jim¨¦nez Lozano no fue ni quiso ser ni le import¨® no ser cool ni un solo minuto de su vida, y su mundo iba a estar mucho m¨¢s lejos de Nueva York que de Ar¨¦valo (aunque ley¨®, y cu¨¢nto y c¨®mo, a los americanos).
En todo caso, la mirada de suficiencia hacia su obra parece solo frecuente entre quienes no lo han frecuentado, m¨¢s all¨¢ de que ¡°escritor castellano y religioso¡± es un agravio chocante si uno piensa en Santa Teresa o Unamuno, o de que el aprecio a los antimodernos no deja de ser una propensi¨®n contempor¨¢nea. A¨²n podr¨ªamos citar que, all¨¢ por los sesenta y setenta, Jim¨¦nez Lozano, a fuer de avanzado, por poco no es tenido por hereje. Como sea, ¨¦l sab¨ªa ¡ªla cita es de Popper¡ª que ¡°el papel del fil¨®sofo, como el del artista, es el de no estar a la moda¡±. Y bromeaba a sabiendas de que ¡°preguntar por el sentido es solo muestra de provincianismo¡±.
Con Castro iba a hacer amistad desde su primer libro, Meditaci¨®n espa?ola sobre la libertad religiosa, que public¨® en 1966, seg¨²n confesi¨®n a Guill¨¦n, con ¡°infinitos miedos a los distintos santos oficios¡±. Don Am¨¦rico hab¨ªa buscado ¡°bucear hasta el fondo en la raz¨®n de haber sido la vida secular de los espa?oles radicalmente inconvivible¡±, y Jim¨¦nez Lozano argumentar¨ªa que ¡°la unidad de Espa?a no se hace por motivos pol¨ªticos, racionales, como la unidad de otros pa¨ªses, sino por motivos religiosos e impulso vital de supervivencia y triunfo de la casta cristiana sobre las castas mora y jud¨ªa¡±. De ah¨ª su cr¨ªtica al ¡°casticismo cat¨®lico¡± espa?ol, que ve ¡°pol¨ªtico y belicoso¡±, y que en la Historia, ¡°en lugar de ser algo vivido existencial y espiritualmente¡±, ha podido devenir (Arbona) ¡°una forma de opresi¨®n¡±.
As¨ª, su propio ¡°talante de defensa de la autonom¨ªa personal¡± se une al convencimiento de que ¡°la libertad religiosa¡± emana ¡°en ¨²ltimo t¨¦rmino, del credo cristiano¡±, y aun insistir¨¢ en que fue rasgo propio espa?ol adivinar ¡°que un hombre, si no era libre, no era hombre, y que todos los hombres eran iguales¡±. Y la discontinuidad de esa ¡°libertad ahogada¡± en la historia espa?ola y europea le va a llevar a leer y escribir infinidad de p¨¢ginas: ¡°Ah¨ª radicaba su inclinaci¨®n al estudio de la convivencia hisp¨¢nica de las ¡®tres naciones¡¯ hasta su doloroso truncamiento, (¡) ah¨ª estaban sus indagaciones sobre los cementerios civiles como ejemplo sangrante de intolerancia, y ah¨ª se situaba su empat¨ªa hacia los ¡®agn¨®sticos de conciencia¡¯ del XIX¡± (Bernardo y Boneva).
Hacer hablar al sufrimiento
Lejos de ser un capricho eruditesco, Jim¨¦nez Lozano iba a abordar este tema, como le dice tambi¨¦n Castro, ¡°desde la intimidad del doliente¡±. El escritor abulense alguna vez cont¨® c¨®mo, de ni?os, cog¨ªan unos cuantos crisantemos secos de las tumbas para ponerlos sobre las tumbas vac¨ªas de los destinados al ¡°corralillo¡± del cementerio civil. ¡°En medio de aquella posguerra, llena de odio y violencia, con pobreza solemne y aplastamientos¡±, se viv¨ªa ¡°entre relatos: los de los vencidos y los de los vencedores¡± y se pod¨ªa aprender ¡°la misericordia para los que sufr¨ªan¡±. Quiz¨¢ entonces tambi¨¦n aprendi¨® que ¡°el triunfo se hace siempre con sangre ajena¡±, y que ¡°en toda revoluci¨®n (¡) quedan ¡®rotas y pateadas las cosas hermosas¡±. De ah¨ª que en su escritura busque ¡ªson palabras de Adorno¡ª ¡°hacer hablar al sufrimiento¡±, con el bajo continuo de una piedad que ¡°cuenta como una categor¨ªa del mero conocer la realidad¡±. Y de ah¨ª tambi¨¦n, con naturalidad plena, que buena parte de su obra se ocupe de perseguidos y olvidados, de heterodoxos, de ¡°seres de desgracia¡±, de resistentes contra totalitarismos, de aquellos que viven al margen de los poderes de la Historia. Siempre, en la voluntad de que ¡°la injusticia no sea la ¨²ltima palabra¡±. Y en la esperanza de que ¡°alg¨²n d¨ªa, la debilidad retumbar¨¢ en el tiempo¡±.
Quiz¨¢ con estas fundaciones de hondura moral lo esperado hubiera sido alg¨²n tipo de filosof¨ªa impura por humana, pero el magma literario de Jim¨¦nez Lozano ir¨¢ sustanci¨¢ndola en formas diversas, singulares ¡ªdig¨¢moslo: raras¡ª, siempre muy propias.
Est¨¢n ensayos como Los cementerios civiles y la heterodoxia espa?ola, libro clave en su historia de la tolerancia y en eso que Aranguren llam¨® ¡°otra historia de Espa?a¡±. Tambi¨¦n, di¨¢logos ¡ªuna forma muy querida al autor¡ª como Sobre jud¨ªos, moriscos y conversos o las conversaciones jansenistas, de calidad apabullante, de Retratos y naturalezas muertas. Y ese mismo venero a¨²n alimentar¨¢ buena parte de su narrativa, sea a partir de ¡°la veracidad humilde de las peque?as historias b¨ªblicas¡± (Sara de Ur), la maestr¨ªa en el relato corto de libros como El grano de ma¨ªz rojo o la recreaci¨®n del mundo de san Juan de la Cruz en El mudejarillo.
Hay una cierta consecuencia en que su aproximaci¨®n ¨¦tica a la literatura trajera consigo una est¨¦tica. Y quiz¨¢ es ah¨ª ¡ªjunto a algunos ensayos, los diarios y los poemas¡ª donde encontramos al Jim¨¦nez Lozano de aleaci¨®n m¨¢s pura. Por ejemplo, en Los ojos del icono, hijuela del ciclo expositivo Las edades del hombre que ¨¦l mismo impuls¨®. O en una Gu¨ªa espiritual de Castilla, que deja atr¨¢s cualquier resabio esencialista unamuniano para adentrarnos en una tierra de frontera, en un oriente de Europa cuya belleza viene marcada por el desasimiento y la desnudez, pero tambi¨¦n por ¡°una est¨¦tica de lo peque?o, lo alegre y gratuito y puro¡±. Y si el apego a la tierra ser¨¢ la gu¨ªa de su prosa, ¡°forzando la mano de la naturalidad (¡) para protestar contra las falsedades que fatalmente lleva lo pulido¡±, esa desnudez ¡ªno exenta de sordina¡ª ser¨¢ tambi¨¦n caracter¨ªstica de una obra po¨¦tica ya casi de ancianidad. Su cariz se revela al combinar dos de sus t¨ªtulos: Tantas devastaciones y Elogios y celebraciones.
Despliegue y repliegue
A finales de los sesenta, Jim¨¦nez Lozano, periodista en aquel m¨ªtico El Norte de Castilla de Delibes y Umbral, escribe: ¡°Tengo la posibilidad de irme a Madrid¡±. Teme, sin embargo, acabar politiz¨¢ndose, esteriliz¨¢ndose en esa lucha period¨ªstica y capitalina. Es tambi¨¦n una opci¨®n ¨¦tica y est¨¦tica: se quedar¨¢ en Alcazar¨¦n, a una distancia del mundo y ¡°con muchos pero doctos libros juntos¡±: una amplia familia intelectual que va desde los profetas mayores a los escritores rusos, japoneses o n¨®rdicos; san Agust¨ªn, Cervantes, Kierkegaard, Eliot, las Bront? o Spinoza.
Todos sus nombres se van filtrando con naturalidad en la larga conversaci¨®n de medio siglo que es su diar¨ªstica, de Los tres cuadernos rojos a Evocaciones y presencias, honest¨ªsimo lienzo donde, entre lecturas, aprensiones, bellezas del mundo y risas ante las locuras de su tiempo, Jim¨¦nez Lozano retrata la vida y se retrata ante ella. Y es revelador apreciar c¨®mo el arco descrito entre sus primeras cr¨®nicas y sus ¨²ltimas entregas del dietario se?ala al mismo tiempo no solo un itinerario personal, sino el despliegue y repliegue de las esperanzas intelectuales de una ¨¦poca.
El Jim¨¦nez Lozano que se retira a su aldea acaba de volver de hacer la cr¨®nica del Concilio Vaticano II (Un momento deslumbrante), y seguir¨¢ su impulso con las Cartas de un cristiano impaciente, muy c¨¦lebres en esos a?os, en la revista Destino. Su tono por entonces es, en efecto, de un entusiasmo que burbujea: ¡°El Concilio ha desbordado nuestras esperanzas¡±, ¡°ninguna nube podr¨¢ empa?ar ya nuestra alegr¨ªa¡±. Son los a?os en que, como relata Joseba Louzao, colisionan el franquismo y la Santa Sede: para definirse como r¨¦gimen cat¨®lico era necesario aceptar los documentos conciliares, lo que obligaba ¡°a defender la libertad religiosa, los derechos humanos o el pluralismo pol¨ªtico¡±. Es, en resumen, una victoria para su visi¨®n de pureza evang¨¦lica. El Concilio se le muestra as¨ª como ¡°una ventana abierta (¡) tras seculares miedos e inmovilismos cristianos¡±; como un abrazo con ese mundo moderno ¡°dejado de lado¡± por el cristianismo.
Escritor y cat¨®lico, ¨¦l ¡ªcito a Ridao¡ª ya podr¨¢ vivir su fe sin el desgarro de saberla instrumentalizada, reconciliando conciencia c¨ªvica y conciencia religiosa. Y en Espa?a, confiaba, se iba a abandonar una ¡°fe m¨¢s pol¨ªtica que fiel a la conciencia, m¨¢s social que ¨ªntima¡±. Es un Jim¨¦nez Lozano, s¨ª, en plena gripe progresista.
¡°Esas nubes finalmente s¨ª llegaron¡±, afirman Bernardo y Boneva, a la ventana de Alcazar¨¦n. El tono de sus diarios y de los art¨ªculos ¡°en los ¨²ltimos a?os del siglo XX y en los primeros del XXI¡± adquirir¨¢ ¡°un car¨¢cter casi escatol¨®gico¡±. El Concilio ¡°no va a ser entendido (¡) en nuestras estructuras mentales y sentimentales de cristianos viejos as¨ª como as¨ª¡±. Todo un desenga?o de las ilusiones de quien hab¨ªa abandonado el integrismo de cuna tras ¡°leer a Bernanos, a Maritain, al joven Mauriac¡±. El catolicismo contempor¨¢neo ¡ªen tiempos de Francisco¡ª ya le va a parecer ¡°un psicologismo teologizado al modo popular, capaz de degradar cuanto toca o de llegar hasta extremos c¨®micos¡±. No es el ¨²nico intelectual cat¨®lico que evoluciona de esta manera: pensemos en todo un Joseph Ratzinger, que tambi¨¦n hab¨ªa llevado durante d¨¦cadas el cuello vuelto de cl¨¦rigo progre. Pero c¨®mo no le doler¨ªa a ¨¦l, al Jim¨¦nez Lozano que, en pleno furor de aggiornamento, hab¨ªa escrito: ¡°Por favor, no nos llamen todav¨ªa herejes. Esperemos a que acabe el Concilio. Entonces sabremos¡±.
No es solo el cristianismo. Sus mismas observaciones sobre la situaci¨®n pol¨ªtica ¡ªaqu¨ª, por el proc¨¦s¡ª no son m¨¢s halag¨¹e?as: ¡°Quiz¨¢s en el fondo lo que ocurre es demasiado tr¨¢gico, y lo que no queremos ver es que estamos asistiendo a la liquidaci¨®n total de Espa?a. Al fin y al cabo, Europa sigue mir¨¢ndonos y trat¨¢ndonos como unos pobres subdesarrollados. Y con gran complacencia para una mayor¨ªa que est¨¢ encantada con esa flauta de Hamel¨ªn del progreso¡±. El repliegue, en todo caso, abarca lo civilizacional, en un hombre que busca ¡°preservar un sentido del mundo que viene de la cultura de siglos que se nos dio en herencia¡± (Herrero) para observar que, en nuestro tiempo, ¡°la persona humana ha sido rebajada y minimizada a una sola dimensi¨®n: la de su condici¨®n ciudadana¡±, lo que ¡°significa que el hombre no tiene sino una naturaleza pol¨ªtica, y por eso cuenta. (¡) Hombre y persona quedan confiscados y socializados por la pol¨ªtica¡±. Y eso, seg¨²n ha visto y le¨ªdo tantas veces, es preludio de totalitarismo.
La ¨²nica constituci¨®n pastoral del Vaticano II se llamar¨ªa gaudium et spes, ¡°gozo y esperanza¡±. Comienza su texto con la voluntad de la Iglesia de compartir ¡°los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo¡±. En su mirada del mundo, Jim¨¦nez Lozano fue pasando del gaudium et spes de sus inicios al luctus et angor ¡ªlas tristezas y angustias¡ª de sus ¨²ltimos escritos.
En un pasaje de Los ojos del icono, medita sobre esas im¨¢genes religiosas que solo ¡°miran como m¨¢scaras¡±, porque ¡°ya no son interrogadas por la angustia de los hombres que encend¨ªan ante ellas una candela o murmuraban oraciones¡±. Por suerte, la literatura de Jim¨¦nez Lozano, como observa Reyes Mate, siempre se ver¨¢ absuelta por una iron¨ªa que es un gesto de inteligencia capaz de reconciliar al lector con el descubrimiento de la verdad. Al final, ¡°escritor castellano y religioso¡±, Jim¨¦nez Lozano no fue un hombre optimista, pero s¨ª fue un hombre esperanzado: sab¨ªa que esa esperanza ¡°seguir¨¢ ah¨ª porque solo ella es capaz de empujar la Historia¡±. Y, ante todo, porque es ¡°lo que nos constituye como hombres¡±.
Cartas de un cristiano impaciente. Antolog¨ªa (1965-1968)
Pr¨®logo de Daniel Cap¨®
Edici¨®n de Jos¨¦ Bernardo San Juan y Preslava Boneva
Verbum, 2023
292 p¨¢ginas. 21,90 euros
Obras completas (I-IV)
Pr¨®logos de Gabriel Albiac
Fundaci¨®n Jorge Guill¨¦n, 2022-2023
Ensayos I. 928 p¨¢ginas, 25 euros
Ensayos II. 1.088 p¨¢ginas. 25 euros
Diarios I. 1.125 p¨¢ginas. 25 euros
Diarios II. 1.064 p¨¢ginas. 25 euros
Se?ores p¨¢jaros
Prefacio de Andr¨¦s Trapiello
Dibujos de Ramiro Fern¨¢ndez Saus
D¨ªas contados, 2023
350 p¨¢ginas. 27 euros
Un momento deslumbrante. Cr¨®nicas del Concilio Vaticano II
Pr¨®logo de Valent¨ª Puig
Edici¨®n de Jos¨¦ Bernardo San Juan y Mart¨ªn Zulaica L¨®pez
Renacimiento, 2024
340 p¨¢ginas. 23,66 euros
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