¡®Mileva Einstein, teor¨ªa de la tristeza¡¯, cuando el f¨ªsico quiso convertir a su esposa y brillante matem¨¢tica en su criada
Slavenka Drakuli? reconstruye las terribles circunstancias que marcaron la vida de la primera esposa del futuro premio Nobel, quien contribuy¨® a desarrollar sus teor¨ªas
En julio de 1914, Albert Einstein le hizo llegar a su esposa, Mileva, a trav¨¦s de un amigo com¨²n una nota donde le explicaba lo que ten¨ªa que hacer para que pudieran seguir juntos: lavarle la ropa, prepararle tres comidas diarias y limpiarle la habitaci¨®n y el despacho (que solo utilizar¨ªa ¨¦l). ¡°Te abstendr¨¢s de cualquier relaci¨®n conmigo, salvo que sea necesario por motivos sociales¡±, le dec¨ªa, y la obligaba a renunciar a pasar tiempo con ¨¦l en casa y a hacer viajes juntos. El tercer punto se refer¨ªa a cuestiones muy concretas: nada de intimidad, reducir al m¨ªnimo cualquier trato si ¨¦l se lo exig¨ªa, no predisponer a sus hijos contra ¨¦l. Eran sus condiciones, y le ped¨ªa a Mileva que las aceptara.
Acababan de instalarse en Berl¨ªn, aunque en ese momento viv¨ªan separados. A Einstein lo hab¨ªan nombrado miembro de la Academia Prusiana de Ciencias, profesor de la Universidad Humboldt y director del Instituto de F¨ªsica del Emperador Guillermo: tendr¨ªa por fin tiempo y recursos para realizar sus investigaciones. Mileva hab¨ªa escuchado rumores que dec¨ªan que Albert estaba enamorado de su prima Elsa L?wenthal ¡ªse terminar¨ªan casando en 1919¡ª, con la que este coincidi¨® esos d¨ªas durante su estancia en casa de su madre. Mileva y los ni?os estaban alojados con unos amigos. Esas condiciones, que Slavenka Drakuli? reproduce en cursiva, son uno de los contados documentos reales que cita expl¨ªcitamente en su novela. No hay ni un ¨¢pice de invenci¨®n en lo que no es m¨¢s que una nota, un papel cualquiera, pero que define de manera descarnada el mundo en el que Mileva viv¨ªa y con el que ten¨ªa que lidiar. Estaba segura de que terminar¨ªa cediendo y de que firmar¨ªa esas condiciones humillantes que iban a convertirla en la sierva del gran hombre. No lo hizo, termin¨® plant¨¢ndose, y poco despu¨¦s lo que acept¨® en realidad fue un acuerdo en el que Albert se compromet¨ªa a colaborar con una suma de dinero para el sustento y educaci¨®n de sus hijos. Mileva se los llevaba con ella a Z¨²rich.
Ella ten¨ªa una cojera, lo pas¨® mal de ni?a, pero su inteligencia le abri¨® las puertas y, ah¨ª en Z¨²rich, logr¨® conectar con un muchacho distra¨ªdo, inmaduro y brillante
Llegaron un d¨ªa despu¨¦s de que el Imperio Austroh¨²ngaro hubiera declarado la guerra a Serbia. Belgrado acababa de ser bombardeada, y Slavenka Drakuli? aprovecha para se?alar el tr¨¢gico paralelismo entre el desmoronamiento de la vieja Europa y la cat¨¢strofe que justo acababa de producirse entre un hombre y una mujer que unos a?os antes establecieron un sinf¨ªn de complicidades que se alimentaban de la pasi¨®n que compart¨ªan por las matem¨¢ticas y la f¨ªsica. Mileva pertenec¨ªa a una familia serbia acomodada que viv¨ªa en el lado austroh¨²ngaro de la frontera, en Novi Sad, eran cristianos ortodoxos; su padre la hab¨ªa empujado a que estudiara, lo que era una rareza entonces. Ella ten¨ªa una cojera, lo pas¨® mal de ni?a, pero su inteligencia le abri¨® las puertas y, ah¨ª en Z¨²rich, logr¨® conectar con un muchacho distra¨ªdo, inmaduro y brillante de una familia jud¨ªa ¡ªaunque ¨¦l no practicaba¡ª al que le sacaba cuatro a?os, pero con el que se entendi¨® a la perfecci¨®n. Se juntaron, se quisieron, se fueron enredando en distintas especulaciones cient¨ªficas, avanzaron juntos por terrenos inexplorados, y Mileva trabajaba en la parte matem¨¢tica de las teor¨ªas de Albert, escrib¨ªa rese?as para revistas especializadas que luego firmaba ¨¦l, le preparaba los apuntes para las clases cuando Albert consigui¨® un puesto de profesor.
Ha habido distintos trabajos que se han ocupado de se?alar la importante contribuci¨®n de Mileva Mari? a los trabajos cient¨ªficos de Einstein, que obtuvo el Premio Nobel en 1921. Slavenka Drakuli? (Rijeka, Croacia, 1949), con una larga obra a sus espaldas que incluye t¨ªtulos como Los pecados mortales del feminismo y C¨®mo sobrevivimos al socialismo e incluso nos re¨ªmos, entre otros, ha preferido reconstruir la existencia entera de una mujer que fue de tal manera golpeada por la vida que logra convertir sus experiencias en una ¡°teor¨ªa de la tristeza¡±, tal como avisa en el t¨ªtulo. Un d¨ªa que fueron de excursi¨®n con Marie Curie, Albert anduvo coqueteando con la ni?era de los hijos de esta, y ¡°a Mileva le pareci¨® convertirse en algo que nadie mira, como un sill¨®n viejo¡±. Y de eso va esta novela.
Mileva no pudo obtener la licenciatura en sus estudios de F¨ªsica y Matem¨¢ticas al mismo tiempo que Albert porque le toc¨® hacer los ex¨¢menes en las peores condiciones emocionales, y eso la destruy¨®
Mileva no pudo obtener la licenciatura en sus estudios de F¨ªsica y Matem¨¢ticas al mismo tiempo que Albert porque le toc¨® hacer los ex¨¢menes en las peores condiciones emocionales, y eso la destruy¨®. Todav¨ªa fue m¨¢s devastador perder por la escarlatina a su peque?a Lieserl, la ni?a que tuvo con Albert antes de que se casaran y cuya existencia ¨¦l procur¨® borrar (para que nunca hubiera existido). Conoci¨® de cerca el infierno por el que pasaron sus padres con su hermana esquizofr¨¦nica, y ella misma estuvo a punto de ser estrangulada por su hijo peque?o, atacado por un brote que le provoc¨® esa misma enfermedad. Su otro hijo la termin¨® despreciando, ella pas¨® por una ¨¦poca en la que iba de hospital en hospital para superar unas extra?as par¨¢lisis que proced¨ªan acaso de esa ¡°mazmorra interior¡±, y la rompi¨® tambi¨¦n (y de qu¨¦ manera) su amor por ese tal Albert que un d¨ªa quiso convertirla en su criada.
Mileva Einstein, teor¨ªa de la tristeza
Traducci¨®n de Marc Casals
Galaxia Gutenberg, 2024
200 p¨¢ginas. 18,50 euros
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