Los conciertos de rock: la mayor celebraci¨®n colectiva de nuestro tiempo
La m¨²sica en directo, de Elvis Presley a Coldplay, ha intensificado las emociones del p¨²blico durante los ¨²ltimos setenta a?os y ha acompa?ado la evoluci¨®n de la sociedad del espect¨¢culo
El Wanda a reventar y al cabo de una semana el Estadi Ol¨ªmpic. Un total de 25 a?os de la maqueta que desde un barrio poligonero lleg¨® a toda Espa?a. La noche de Estopa. La memoria sentimental de dos generaciones se activa desde la primera canci¨®n. Los tengo delante. No s¨¦ si son hermanos como los Mu?oz, pero como si lo fueran. R¨ªen, cantan, se abrazan. Uno lleva el pelo rapado, el otro tiene las rastas recogidas con una cola, los mismos pendientes y visten camisas con cenefas. Una baila y canta a grito pelado. Lo miro y se me acerca para hacerme una pregunta.
¡ª?Tampoco te la sabes?
Sonr¨ªe. Luego me ofrece vaciar su vaso de cerveza en el m¨ªo y al final remata proponiendo compartir la papelina que saca del bolsillo. Re¨ªmos. Nunca nos hab¨ªamos visto, pero compartimos un instante de plenitud. Es la extra?a comuni¨®n que puede vivirse en un concierto de rock. ¡°Las amarguras se vuelven amapolas¡±.
Madrugada de hielo!!! ? pic.twitter.com/oufFVgGlrH
— Estopa (@estopaoficial) July 12, 2024
Desde hace 70 a?os, de Elvis Presley a Coldplay, la industria del espect¨¢culo ha ido reinventando el concierto de rock. La m¨²sica cambia con la sociedad y el progreso tecnol¨®gico. Para comprender parte de esa evoluci¨®n, me chiva Juli¨¢n Vi?uales ¡ªeditor de Libros del Kultrum especializada en m¨²sica¡ª, el libro fundamental es la cr¨®nica coral Rock Concert (2021) de Marc Myers. Su relato avanza cosiendo testimonio. Cantantes, promotores, t¨¦cnicos de sonido, espectadores¡ Llega hasta el Live Aid, el concierto ben¨¦fico de 1985 donde se vio una de las actuaciones que han acabado por convertirse en uno de los momentos m¨ªticos de la historia del rock: Queen. La previa se escenifica en el arranque de Bohemian Rhapsody (2018), el biopic de Freddy Mercury que culmina con la recreaci¨®n hiperrealista de esos 20 minutos de perfecci¨®n en Wembley. Pero Myers, naturalmente, empieza por los a?os cincuenta.
¡°De aquel tiempo nos vienen recursos materiales y actitudes culturales que a¨²n son nuestras. Desde los electrodom¨¦sticos, que por entonces se popularizan, hasta el rock and roll, que por entonces nace¡±, escribieron Serna y Lillo en Young Americans. Esos j¨®venes, tal vez ellas m¨¢s, fueron los sujetos de un cambio sociol¨®gico cuya expresi¨®n fue el rock. Por ejemplo, Kay Wheeler. Ten¨ªa 15 a?os.
En 1955 lo escuch¨® por primera vez en la radio, el primer canal difusor del rock. En la emisora local un pinchadiscos dijo que Presley era rid¨ªculo y ella decidi¨® crear el club de fans. Como era una oportunidad m¨¢s de explotar la marca Presley, Wheeler fue invitada a un concierto. El 15 de abril de 1956, en el auditorio municipal de San Antonio (Texas). El cantante la hizo entrar en el camerino, luego la invit¨® a ver el concierto entre bastidores. Pudo ser el de las tres o el de las ocho de la tarde. ¡°Tan pronto como el p¨²blico lo vio, se desat¨® el caos. Hubo una explosi¨®n instant¨¢nea. Eran tantos gritos que apenas se pod¨ªa o¨ªr, una explosi¨®n de emoci¨®n de las j¨®venes¡±. Ella impuls¨® el estreno de Presley en Dallas. Se vendieron 26.500 entradas. Algunos lo consideran el primer concierto en un estadio deportivo.
Lo que se viv¨ªa all¨ª es lo que muestra el biopic Elvis en la escena de su primer concierto. Si la guitarra del cantautor folk Woody Guthrie mataba fascistas, el cuerpo, la voz y el rostro de Presley desvirgaba capas de represi¨®n. Esta intensificaci¨®n de una emoci¨®n, que va del cuerpo al cerebro, seguramente sea la experiencia m¨¢s potente que pueda vivirse en un concierto de rock. La comparaci¨®n m¨¢s habitual para describir esta vivencia es la transmisi¨®n de energ¨ªa del m¨²sico al p¨²blico. Esa energ¨ªa despersonaliza, se retroalimenta cantando y moviendo el cuerpo en grupo y as¨ª se vive la emoci¨®n con una excepcional intensidad asociada al esp¨ªritu de la juventud.
¡°Lo que lo hizo excepcional es que Elvis no cantaba para nuestros padres sino para las chicas adolescentes¡±, rememora Wheeler. Era una revoluci¨®n moral y era entretenimiento capitalista propuesto por hombres blancos a j¨®venes con poder adquisitivo. Desde la aparici¨®n del archivo infinito de YouTube y la industria de la nostalgia (giras conmemorativas, series, biopics, documentales), ¡°el rock est¨¢ ahora lo suficientemente viejo y establecido como forma de arte para sustentar su propia industria mitol¨®gica¡±, sentenci¨® el cr¨ªtico Simon Reynolds en el ensayo Retroman¨ªa. ¡°Las biograf¨ªas de las aut¨¦nticas rock stars superan a las creaciones m¨¢s imaginativas, aparte de exhibir el latido de lo real¡±, sentenciaba el maestro Manrique. Lo que era puro presente ahora tambi¨¦n es Museo.
Los primeros Beatles claro que cantaban para ellas. En noviembre de 1963 ya se hab¨ªa desatado la locura, muestra el documental Eight Days a Week (2016) centrado en los a?os en los que tocaban en directo. Las emisiones radiof¨®nicas de la BBC lo contaron. ¡°Miles de adolescentes han esperado hasta 12 horas en Liverpool para comprar entradas para ver a los Beatles. La cola super¨® 1,5 kil¨®metros y la polic¨ªa tuvo que cortar el tr¨¢fico. Las ambulancias atendieron a m¨¢s de 100 personas con s¨ªntomas de hipotermia. Al terminarse las entradas, muchas j¨®venes rompieron a llorar¡±. La histeria por conseguir entradas no es de ahora.
En ese documental hay una escena clarificadora. Febrero de 1964. Primer viaje a Estados Unidos. Hac¨ªa dos d¨ªas que se hab¨ªan estrenado en la meca del entretenimiento: el show televisivo de Ed Sullivan (50.000 peticiones para un estudio en el que hab¨ªa una grada para 728 personas). Iban camino de Washington. En el tren, un periodista entrevista a Paul McCartney.
¡ª?Qu¨¦ lugar ocupar¨¢n The Beatles en la historia de la cultura occidental?
¡ªSer¨¢ una broma, ?no? Esto no es cultura. Es pasar un buen rato.
El primer concierto americano fue en Washington. Como era habitual, dur¨® alrededor de 30 minutos. Es el esquema que replicaron en julio de 1965 en Las Ventas y la Monumental. Tambi¨¦n en uno de los conciertos que no fallan en los rankings de los m¨¢s importantes de la historia, el del Shea Stadium de 1965. Doce canciones. El sonido se escuchaba a trav¨¦s de la megafon¨ªa que se usaba en los partidos de b¨¦isbol y no hab¨ªa p¨²blico en la pista. Hab¨ªa gritos e histeria.
Entre los shows de Barcelona y Madrid y ese m¨ªtico en Nueva York, un concierto cambi¨® el rock. Bob Dylan en el Festival Newport y su p¨²blico comprometido del folk sinti¨¦ndose traicionado por la transici¨®n de su icono a la electricidad comercial del rock. Es el tema del documental memorable No Direction Home (2005), de Martin Scorsese. El m¨²sico y soci¨®logo Hans Laguna, autor de Hey! Julio Iglesias y la conquista de Am¨¦rica, explica que precisamente esa transici¨®n es la que permiti¨® una reconsideraci¨®n del rock. Dej¨® de ser entretenimiento y se legitim¨® como cultura.
Pero de entrada no se logr¨® trasladar esa evoluci¨®n al directo. En julio de 1966, los Beatles dieron su ¨²ltimo concierto; en mayo, Dylan entr¨® en hibernaci¨®n. La gira que hab¨ªa mostrado la metamorfosis, con su parte ac¨²stica y la el¨¦ctrica, hab¨ªa desincronizado al cantante de sus seguidores. Durante 20 a?os su actuaci¨®n en el Royal Albert Hall de Londres fue el m¨¢s famoso ¨¢lbum pirata. Ahora est¨¢ editado legalmente y es una pieza de museo que reinterpreta el icono del indie Cat Power, como pudo escucharse en Barcelona el d¨ªa antes de la fiesta de Estopa.
Esa evoluci¨®n del rock modificar¨ªa las emociones que se intensifican en los conciertos. Mientras se suced¨ªan los artistas en un escenario al aire libre, las drogas ayudaron a traspasar fronteras de la conciencia. En el verano del amor de 1967 empez¨® el primer gran ciclo de los festivales. Podemos revivirlos con una cierta calidad: cineastas profesionales, como el verista D. A. Pennebaker, los grabaron con c¨¢maras m¨®viles para entrenar rocku?mentarios en la gran pantalla.
La lista es conocida. Monterey con el p¨²blico abducido por el sitar de Ravi Shankar, la guitarra de Hendrix o la radicalidad de unos Who que acabaron el set destrozando sus instrumentos. De alguna manera tambi¨¦n los Rolling Stones en Hyde Park ante 250.000 personas o el supertaquillero Woodstock mitificado de inmediato como hito generacional: la utop¨ªa era posible. D¨ªas despu¨¦s, Joni Mitchell model¨® el impacto vital con su canci¨®n Woodstock: ¡°Voy a la granja de Yasgur / a tocar en una banda de rock and roll. / Voy de vuelta a la madre tierra. / Estoy yendo a liberar mi alma¡±. Esa vivencia del mito at¨¢vico fue un espejismo.
A finales de 1969 se ver¨ªa en el Festival de Almont, donde se produjo un homicidio y hubo tres muertes por accidente. Ese descontrol se palpa en el documental Gimme Shelter. Y, sin violencia, el descontrol reapareci¨® el verano de 1970 en el Festival de la isla de Wight. Los conciertos de The Doors, Leonard Cohen o The Who se editaron en disco mucho despu¨¦s. Pero tal vez lo m¨¢s significativo sea el concierto de Joni Mitchell recuperado en el documental Both Sides Now (2018): esa mujer angelical, con canciones l¨ªricas de insondable belleza, era abucheada y el escenario asaltado por un tipo en pleno viaje lis¨¦rgico.
La crisis de los conciertos se resolvi¨® con una nueva mutaci¨®n, seg¨²n Myers. No estamos hablando del circuito de los clubes. Aqu¨ª la industria es clave. Las cadenas de tiendas de discos se expand¨ªan, cada vez se publicaban m¨¢s directos ¡ªpocos tan m¨ªticos como Made in Japan, de Deep Purple, al que Carlos Fern¨¢ndez dedic¨® una monograf¨ªa¡ª y las giras eran una forma de promocionar un nuevo disco, la principal fuente de ingresos para las bandas. A la vez el negocio de los conciertos gan¨® en profesionalidad. Mejor¨® el sonido y la puesta en escena. Se retom¨® conciencia de espect¨¢culo, con ritos que se repiten y que el espectador conoce para poder experimentar una m¨ªstica: la nueva emoci¨®n ya era la intensidad.
De esa ¨¦poca son la mayor¨ªa de giras que Rolling Stone ¡ªla revista que canoniz¨® el rock¡ª seleccion¨® para elaborar una lista de los mejores conciertos de la historia. Un paradigma podr¨ªa ser el David Bowie reconvertido en Ziggi Stardust o el circo de Kiss. ¡°Lo revent¨® con una combinaci¨®n potent¨ªsima¡±, explica Dave Grohl de Nirvana en la serie La historia de Kiss (2021), ¡°luces, explosiones por doquier, fuego, nadie lo ha hecho tan a lo grande¡±. El rock perdi¨® consideraci¨®n cultural, argumenta Laguna, y volvi¨® a ser entretenimiento.
De esa din¨¢mica, la Espa?a de la Transici¨®n a¨²n qued¨® al margen. Aunque se cre¨® una precaria industria de la m¨²sica en directo, como promete mostrar el documental El Zeleste: record de tantes ocasions, los grandes grupos no tocaban aqu¨ª. Esta anomal¨ªa empez¨® a corregirla el promotor Gay Mercader. Aunque la polic¨ªa lanz¨® bombas de humo, aunque no se atrevi¨® a colocar en el escenario el pene hinchable que sal¨ªa de una trampilla y escup¨ªa confeti, en 1976 los Stones en la Monumental.
Mercader organiz¨® los primeros grandes espect¨¢culos de rock internacional de la Espa?a de la Transici¨®n. En 1981, la actuaci¨®n de Springsteen en Barcelona sobre la que se acaba de publicar un libro de fotograf¨ªas de Francesc F¨¤bregas. ¡°Fue el mayor concierto al que yo haya asistido¡±, dej¨® escrito el m¨¢nager de Springsteen, ¡°no era libertad sino liberaci¨®n¡±. El otro cl¨¢sico fue el doblete de 1982 de los Stones en el Vicente Calder¨®n.
La cr¨®nica que escribi¨® Rosa Montero de ese concierto marcado por un diluvio universal es miel. ¡°Justo en medio del caos y del revuelo, salen ellos, los Rolling, como en un fragor jupiterino. Es la confusi¨®n, el ¨¦xtasis¡±. De ese ¨¦xtasis, Montero, con un quiebro estil¨ªstico perfecto, resit¨²a al lector en la vida despu¨¦s del concierto al final de la cr¨®nica. ¡°Despu¨¦s s¨®lo queda la rutina¡±.
Este es el paradigma en el que crecimos. Perdura en algunos casos, pero, seg¨²n expone Jordi Herreruela ¡ªdirector del Festival Cru?lla¡ª, va dejando de ser el dominante. Con las plataformas de m¨²sica en streaming, el negocio cambi¨® por completo. De cada 10 euros que genera la m¨²sica registrada, el artista gana 1; de 10 del directo, 7. La gira ya no sirve para promocionar un nuevo disco, sino con un disco es el pretexto para empezar una nueva gira. Esa dimensi¨®n econ¨®mica la explica Nando Cruz en el fundamental Macrofestivales. El agujero negro de la m¨²sica. Los conciertos se han profesionalizado todav¨ªa m¨¢s y se han adaptado para poder ser viralizados por los espectadores.
¡°Los directos son mucho m¨¢s visuales¡±, dice Herreruela. Pone los ejemplos de las pulseras de Coldplay ¡ªen Estopa tambi¨¦n las tuvimos, s¨ª, ?qu¨¦ pasa?¡ª o de los elementos que aparecen y desaparecen en el fen¨®meno global que es The Eras Tour de Taylor Swift. ¡°Las superproducciones con c¨¢maras de Rosal¨ªa exploran nuevos formatos: ya que tenemos la tecnolog¨ªa, por ejemplo las pantallas verticales, las usa para que el directo sea una experiencia cinematogr¨¢fica¡±, detalla A?da Camprub¨ª, cr¨ªtica cultural y codirectora del Festival BAM.
?El futuro de la experiencia del concierto de rock? La tesis de Herreruela es que los conciertos se celebran en espacios deportivos que no fueron concebidos para este tipo de espect¨¢culos, pero el Sphere de Las Vegas es el primer ejemplo de recinto creado con este prop¨®sito. En septiembre de 2023 lo estren¨® U2, grupo residente durante 40 noches. Se est¨¢ construyendo un espacio parecido en M¨¢nchester. Si tienes esa instalaci¨®n, podr¨¢s tener las estrellas. ¡°Actualmente, los conciertos son la actividad que m¨¢s gente saca de casa, m¨¢s que el f¨²tbol¡±, afirma Herreruela; ¡°es la celebraci¨®n colectiva que tiene mayor impacto¡±. Nadie quiere dejar de experimentar el ¨¦xtasis.
Otra forma de disfrutar los conciertos
PARA LEER
Rock Concert
Marc Myers
Grove Press, 2021 (en inglés)
320 páginas
19,20 euros
Retromanía
Simon Reynolds
Traducción de Teresa Arijón. Caja Negra, 2021
439 páginas
30 euros
Macrofestivales
Nando Cruz
Península, 2023
352 páginas
19,90 euros
Bruce Springsteen. Barcelona 1981
Textos de varios autores y fotografías de Francesc Fàbregas
Milenio, 2024
121 páginas
20 euros
PARA VER
The Beatles. Eight Days a Week
Ron Howard (2016)
1 hora 46 minutos
Joni Mitchel. Both Sides Now. Live At the Isle of Wight Festival 1970
Murray Lerner (2018)
1 horas 16 minutos
Bohemian Rhapsody
Bryan Singer y Dexter Fletcher (2018)
2 horas 14 minutos
Elvis
Baz Luhrmann (2022)
2 horas 39 minutos
Puedes seguir a Babelia en Facebook y X, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.