?Calvo Sotelo ten¨ªa raz¨®n? La violencia pol¨ªtica y la Segunda Rep¨²blica
Centrar cualquier balance sobre el per¨ªodo republicano principalmente en el n¨²mero de muertos o heridos graves nos devuelve una realidad amputada. El libro ¡®Fuego cruzado¡¯ plantea un sujeto hist¨®rico sin adherencias, encerrado en una burbuja donde se ha congelado el tiempo
El pasado nunca acaba de pasar y, por ello, la Segunda Rep¨²blica se mueve entre el olvido, la reivindicaci¨®n y la equidistancia. Sucede de forma destacada con la cuesti¨®n de la violencia pol¨ªtica. Sin embargo, centrar cualquier balance sobre el per¨ªodo republicano principalmente en el n¨²mero de muertos o heridos graves nos devuelve una realidad amputada, como suceder¨ªa si la historia de la mujer se redujera al relato de las v¨ªctimas de g¨¦nero. Al prescindir de los proyectos socioculturales y pol¨ªticos fruto de la movilizaci¨®n social de mujeres y hombres se desfigura la realidad. Tambi¨¦n deja fuera las mismas ra¨ªces de la destrucci¨®n de la democracia republicana por imperfecta que fuera. La caja de herramientas debe ser lo suficientemente flexible para que la contabilidad del desorden p¨²blico no oculte la complejidad de lo social.
El libro Fuego cruzado, de Manuel ?lvarez Tard¨ªo y Fernando del Rey, plantea un sujeto hist¨®rico sin adherencias, encerrado en una especie de burbuja donde se ha congelado el tiempo. Todo se limita al par¨¦ntesis entre el 17 de febrero y 19 de julio de 1936. Sin embargo, esta opci¨®n plantea algunos puntos ciegos. Como ya se preguntaba el socialista Rodolfo Llopis en las Cortes del 15 de abril de 1936: ¡°?Por qu¨¦ todo debe empezar el 16 de febrero como si antes de esa fecha no hubiera existido nada?¡±. En efecto, la violencia de la etapa del Frente Popular no se entiende sin el precedente del Bienio Negro, desaparecido o soslayado del escenario. Al fin y al cabo, son las experiencias vividas las que sirven para definir las actitudes y adecuarlas a las expectativas que crecieron radicalmente tras la alternancia pol¨ªtica fruto de las elecciones de febrero (Robledo, 2022).
En segundo lugar, la base de datos no presta atenci¨®n a la otra violencia, la de la derecha cat¨®lica y mon¨¢rquica, ¡°creadora de escasez¡±. No solo incumple la legislaci¨®n, sino que vive de la relativa impunidad permitida por el sistema judicial republicano porque la mayor¨ªa de la judicatura sabote¨® la Rep¨²blica desde dentro (P¨¦rez Trujillano: 2024a, 2024b). Finalmente, el criterio estad¨ªstico enfocado a la causalidad unilateral no permite matiz alguno. Lo ¨²nico considerado es la inicialidad: quien provoca o tira la primera piedra es considerado responsable de la acci¨®n sin plantearse algo tan fundamental como la proporcionalidad.
Algunas de estas cr¨ªticas ya las anticipaba Nicol¨¢s Sesma, al incluir ¡®Fuego cruzado¡¯ en una corriente de opini¨®n en la que criticar cualquier aspecto de la Rep¨²blica es hacer historia objetiva y reivindicar alguna de sus medidas y reformas hacer historia ideol¨®gica
Con esta metodolog¨ªa se altera la importante responsabilidad como victimarios atribuida a las fuerzas de orden p¨²blico para pasar a un lugar secundario: las izquierdas ser¨ªan cinco veces m¨¢s responsables por n¨²mero de v¨ªctimas que las derechas si nos fijamos en el total de intervenciones policiales. Un giro radical que permite subir pelda?os en el descr¨¦dito del periodo republicano. Sin embargo, en cuanto a las v¨ªctimas, las de izquierdas supondr¨ªan un 70 por ciento m¨¢s que las de derechas, pero no, como uno pensar¨ªa, por la mayor eficacia del armamento, sino debido al mayor empuje inicial de las izquierdas y su combatividad.
Las dudas metodol¨®gicas se basan tambi¨¦n en las fuentes. Ciertamente el relato se sustenta en documentos, si bien el recurso a la prensa es m¨¢s importante de lo que los autores admiten. El documento por s¨ª solo, como es obvio, no concede garant¨ªa de objetividad. Por ejemplo, y no es un caso aislado, los disturbios del 31 de mayo en Aranda de Duero est¨¢n basados exclusivamente en la carta privada de un amigo mon¨¢rquico a Calvo Sotelo, recre¨¢ndose en el relato de ¡°la turba¡± de ¡°desarrapados del campo, incultos, borrachos y soliviantados ahora por las pr¨¦dicas de agitadores forasteros¡±.
Algunas de estas cr¨ªticas ya las anticipaba Nicol¨¢s Sesma, al incluir Fuego cruzado en una corriente de opini¨®n en la que criticar cualquier aspecto de la Rep¨²blica es hacer historia objetiva y reivindicar alguna de sus medidas y reformas hacer historia ideol¨®gica. Como se?ala el profesor de la Universidad de Grenoble, tres grandes problemas ponen en cuesti¨®n el conjunto del estudio y lastran sus conclusiones: los sesgos interpretativos, la metodolog¨ªa y la ausencia de perspectiva comparada. Sin embargo, los autores se limitan a un alegato gen¨¦rico desde una fortaleza que se siente asediada. En la r¨¦plica se desde?a al profesor Sesma: ¡°(¡) No caben las trampas en la Historia (¡) El objetivo ha sido contar y analizar la primavera de 1936. Quien nos atribuya otros fines, miente¡±. Debate imposible: la discrepancia intelectual se toma como ataque personal.
No busque el lector en Fuego cruzado t¨¦rminos como la desigualdad. La medida m¨¢s importante del periodo para corregirla, la reforma agraria, solo es contemplada desde el ¨¢ngulo del desorden o el de la presi¨®n sindical ¡®ilegal¡¯. No se tiene en cuenta que la gran propiedad pod¨ªa asentarse en el despojo de los comunales, irregularmente adquiridos, es decir, usurpados. Sin embargo, la opini¨®n que vale a sus autores es que la reforma fue ¡°un caos¡±, un desafortunado juicio de Malefakis en 1970 sin tener en cuenta c¨®mo la mayor movilizaci¨®n de miles de campesinos en la edad contempor¨¢nea se pudo hacer sin apenas v¨ªctimas graves en Extremadura.
Los autores de Fuego cruzado ¡ªque declaran no estar comprometidos ni con los vencedores ni con los perdedores de la Guerra Civil¡ª opinan que el fracaso en frenar la violencia generada por extremistas de la izquierda obrera gener¨® un p¨¢nico antirrevolucionario que debilit¨® el discurso posibilista de la CEDA, empoder¨® a los mon¨¢rquicos y falangistas y alent¨® el golpe de estado. Es decir, la movilizaci¨®n social de izquierdas aparece al final como compa?era de viaje de un golpe gestado en abril de 1931 que ya se propuso el 16 de febrero al perderse las elecciones. ?Ah, la imparcialidad, ese noble ensue?o!
Ricardo Robledo es historiador y autor de ¡®La tierra es vuestra. La reforma agraria, un problema no resuelto¡¯ (Pasado & Presente).
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