'Revival' okupa
Las "asesor¨ªas" de okupaci¨®n de los centros sociales se desbordan y los edificios vac¨ªos tomados se multiplican -pese al desalojo del hotel Madrid-, en un efecto domin¨®
Es un hombre grueso cercano a la treintena. Est¨¢ recostado en un sof¨¢ casi a ras de suelo. Tiene barba. El pelo, bastante largo, es una especie de yesca descolorida y chamuscada. "Nosotros hemos entrado en el Eko, en Carabanchel", dice sin quitarse el anorak azul. Su interlocutor es un individuo de unos 50 a?os con la cabeza cubierta con una boina. Tambi¨¦n ¨¦l ha okupado un "espacio abandonado". Ambos esperan a que lleguen los responsables de la oficina de okupaci¨®n del centro social Casablanca. Hay cola. "Ahora os dividen seg¨²n el tipo de consulta", explican los anfitriones. Desde los enormes ventanales se ve la calle de Santa Isabel casi a la altura del Museo Reina Sof¨ªa.
M¨¢s de 10 personas desfilan por un destartalado sal¨®n lleno de trozos de ordenador. "Necesitamos una palanca para entrar ahora en una casa", demanda un chico con un pantal¨®n de camuflaje. Tiene un calendario. Uno que ha subrayado en rojo una puerta a reventar hasta el d¨ªa de Reyes. La fiebre okupa desborda a los muy ponderados y razonables asesores. "Todo se est¨¢ precipitando e improvisando", se lamenta uno de ellos. "Un desalojo, otra reuni¨®n", es el sarcasmo de quienes consideran que hay que actuar deprisa. Ideol¨®gicamente, el movimiento okupa madrile?o lleg¨® a la conclusi¨®n de que meterse en casa ajena para vivir no era la idea correcta. En Barcelona siempre mantuvo un car¨¢cter mucho m¨¢s belicoso. Pero esa frontera ha quedado muy difuminada por la crisis. En Negociadores y radicales los divide en un art¨ªculo Miguel Mart¨ªnez, profesor de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid. Dos maneras de enfocar un fen¨®meno que "ha cogido velocidad de crucero", dice con regocijo un activista okupa de Torrej¨®n.
La oleada de okupaciones que en los ¨²ltimos meses han brotado por diferentes zonas de Madrid retoma el esp¨ªritu primigenio del movimiento que se ampara en el art¨ªculo 47 de la Constituci¨®n: "Todos los espa?oles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna". Una estela de colectivos, alineados algunos y alejados otros del 15-M, han seguido la senda del desalojado hotel Madrid, que cobij¨® a m¨¢s de 100 personas que hab¨ªan sido desahuciadas. Los edificios de Tres Peces, 25; Concepci¨®n Jer¨®nima, 11, o las tentativas en la calle de Galileo o Cuclillo son solo algunos ejemplos. En el punto de mira: Administraciones p¨²blicas, banqueros y especuladores.
"Desde mediados de los noventa el perfil de la okupaci¨®n era el de movimientos sociales muy concretos y organizados. Ahora es m¨¢s heterog¨¦neo. La crisis ha afectado a muchos tipos de personas. M¨¢s de 200 familias son desahuciadas diariamente, ?qu¨¦ van a hacer, vivir debajo de un puente?", es la panor¨¢mica que dibuja el abogado Endika Zulueta, un "hist¨®rico" de los colectivos sociales. "Pero son soluciones temporales", matiza en l¨ªnea con asociaciones como la Oficina de Vivienda, ligada al 15-M. "Las asambleas no se pueden celebrar en la calle, hace mucho fr¨ªo. Pero no es la toma de la Bastilla, sino dar uso productivo a sitios abandonados", prosigue Zulueta. Su discurso es el que, poco a poco, se desborda por el entusiasmo de esos "nuevos grupos heterog¨¦neos" que cada d¨ªa est¨¢n m¨¢s lejos de los postulados del Movimiento 15-M. "Las okupaciones son muy chapuceras", desliza, cr¨ªtico, uno de los asistentes a una asamblea vecinal sobre vivienda.
Los responsables de la okupa-ci¨®n del hotel Madrid tambi¨¦n pertenecen a la facci¨®n cautelosa. "Estamos discutiendo y reuni¨¦ndonos para ver si okupamos otro espacio nuevo", comentan. El pasado mi¨¦rcoles comenz¨® la "ronda" de reuniones y asambleas, que culminar¨¢ el pr¨®ximo d¨ªa 20 con una asesor¨ªa legal sobre edificios okupados. Como la de Casablanca. Pero mientras tanto, el calendario okupa se desborda.
Una veintena de desahuciados y j¨®venes en paro y sin recursos se reparten desde hace "un mes y pico" un bloque de viviendas en el n¨²mero 33 de la calle de la Corredera Baja de San Pablo. En estos 15 pisos de 50 metros cuadrados, totalmente reformados con luz, agua corriente, calefacci¨®n y tarima flotante propiedad de La Caixa conviven okupas experimentados y familias sorprendidas por la crisis. En uno de los carteles de la escalera que pone "sin salida" ellos han a?adido "sin futuro". En uno de los apartamentos tres j¨®venes fuman y debaten a 28 grados. Uno de los chicos, de est¨¦tica punki se declara miembro del colectivo 20-N mientras acaricia sutilmente a una adolescente con ortodoncia. La plataforma, al margen de los indignados, tiene como objetivo "okupar a banqueros y especuladores como forma de lucha contra el capital". Rechaza por un lado la forma de okupar "poco profesional" del 15-M y por el otro las extensas gu¨ªas de la okupaci¨®n redactadas por los grupos organizados en torno a los centros sociales de autogesti¨®n. "Parece que en vez de okupar vas a comprar un piso", ironiza. Mientras camina por Malasa?a saluda a un chico que hace cola para recoger una caja de comida en una iglesia cercana y a otro joven que escruta un edificio desconchado. "En Madrid todos los okupas nos conocemos. Pero no somos como los de los ochenta, no nos vale cualquier casa abandonada".
Un ambulatorio 'cultural'
El antiguo ambulatorio de Galapagar se ha convertido desde hace 15 d¨ªas en un centro social y cultural autogestionado. Un grupo de vecinos entraron en este local cerrado desde hace meses y lo han okupado. Ahora se dedican a hacer conciertos, cuentacuentos y dar incluso cursos de primeros auxilios.
En una asamblea el 26 de noviembre decidieron entrar en el antiguo centro de salud, un edificio construido hace 20 a?os y remodelado hace 10.
Y lo hicieron al d¨ªa siguiente. Despu¨¦s lo limpiaron y permitieron que Sanidad retirara algunos archivos y material sensible. "El problema es que el Ayuntamiento quiere tirar este edificio y levantar un gran centro comercial". Los j¨®venes le han planteado tres soluciones. La primera, mantenerse en ese espacio y dotarlo de agua, Internet y luz, adem¨¢s de pagar un alquiler. Otra es marcharse a la sede de la actual escuela de idiomas, en el antiguo vel¨®dromo, y la ¨²ltima montar un centro social y que los j¨®venes lo gestionen.
El Ayuntamiento y la Comunidad han presentado denuncias por usurpaci¨®n. El caso lo estudia el Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 7 de Collado Villalba.
Su lucha es ideol¨®gica pero tambi¨¦n social. No siempre se ha alojado en casas okupadas, sino que hubo una ¨¦poca en la que pagaba el alquiler de un piso en el barrio de Prosperidad. Ahora defiende la necesidad de reaccionar ante la indefensi¨®n de la gente desalojada. En Madrid se produjeron 5.225 desahucios durante el primer semestre de este a?o seg¨²n datos del Consejo General del Poder Judicial.
La historia se repite 20 a?os despu¨¦s. La ya desparecida Asociaci¨®n de Inquilinos (AIM) naci¨® en Vallecas a principios de los noventa para criticar el decreto Boyer y reclamar el derecho universal a la vivienda. El 25 de marzo de 1991 amenaz¨® con okupar casas en secreto si el Ayuntamiento no ofrec¨ªa una alternativa a las 19 familias que integraban la asociaci¨®n. Uno de sus impulsores, Francisco P¨¦rez, explica ahora que fueron dos a?os de trabajo intenso: "Acampamos frente al chal¨¦ de Miguel Boyer para protestar contra el decreto que liberalizaba los alquileres, okupamos el hotel Nacional y otro edificio en la calle de Lope de Vega". P¨¦rez asegura que las okupaciones normalmente tienen un car¨¢cter temporal y a?ade: "Intentamos hacer acciones llamativas para poner de relieve una situaci¨®n, yo por ejemplo no ten¨ªa un problema de inaccesibilidad a la vivienda pero hab¨ªa una voluntad pol¨ªtica de denuncia".
A pesar de los colectivos que defienden la toma de pisos para uso dom¨¦stico, en la capital siguen surgiendo espacios okupados de "segunda generaci¨®n". Estas iniciativas, cuyo exponente m¨¢s relevante se encuentra en el Patio Maravillas, mantienen los s¨ªmbolos del movimiento okupa original, pero en su caso sustituyen la reivindicaci¨®n del derecho a la vivienda por la de centros autogestionados que atiendan las necesidades de los vecinos y den las puntadas para coser el tejido social urbano. En el Patio Maravillas o en Casablanca las actividades habituales incluyen un coro, taller de bicis, clases de castellano, taller de poes¨ªa, de yoga, club de lectura, asesor¨ªa jur¨ªdica o ciclos de cine. Todo gratis. Adem¨¢s de charlas y debates pol¨ªticos.
El Eko en el distrito de Carabanchel es uno de ellos. Un gran edificio de ladrillo rojo y barrotes de colores en la calle de Algorta que fue tomado hace algunas semanas. Tras golpear varias veces a la puerta met¨¢lica unos ojos emergen a trav¨¦s de una rendija. "Es un antiguo economato que lleva 12 a?os abandonado, varias veces han anunciado que lo iban a reformar para hacer pisos, pero nada. El objetivo es rehabilitarlo, y abrirlo para que se haga lo que quieran los vecinos", explica una voz desde el otro lado. Una vez pasados los temores iniciales abre la muralla y gu¨ªa al visitante por las cuatro plantas. Unas 80 personas en total trabajan en la limpieza y acondicionamiento del edificio: aunque no tiene luz, ni agua y la mayor¨ªa de las ventanas est¨¢n rotas el equipo de voluntarios ha conseguido sacar a la luz las baldosas que se escond¨ªan tras una densa capa de polvo. La mayor¨ªa forma parte de la asamblea popular 15-M del barrio y esta es su primera okupaci¨®n pero reconocen que tienen comunicaci¨®n con la gente de otros centros sociales como Casablanca, el Patio o Tabacalera, que est¨¢ en la vieja f¨¢brica de tabaco de Lavapi¨¦s (cedida por el Ministerio de Cultura). "Lo consideramos leg¨ªtimo porque hay un desgobierno, la Administraci¨®n no cumple su funci¨®n", argumentan. No somos ni punkis, ni borrachos, ni perroflautas, ni nos escondemos. La puerta est¨¢ abierta para el que llame".
Enfrente de un edificio tapiado se alinean hasta seis furgones del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa. Parece que se defienden de un enemigo imaginario. Enfrente no hay nadie. Solo un parque infantil vac¨ªo. El edificio era el centro social Montamarta. Lo desalojaron el pasado d¨ªa 5 de diciembre. Y la presencia policial se debe a que hay prevista una protesta. No pertenecen, exactamente, a ninguna de las dos facciones. Ni son sofisticados okupas negociadores, ni combativos partidarios de dar patadas en las puertas. Son vecinos de San Blas. Y emergen todos, cerca de un centenar, de repente. Quer¨ªan dar un espacio a los vecinos del barrio en este viejo mercado. Lo okuparon el pasado octubre, pero sus propietarios aprovecharon que estaba vac¨ªo para tapiarlo. La idea de "reencontrar vivencias e intercambiar experiencias y conocimiento" tendr¨¢ que esperar a una nueva okupaci¨®n.
Los estrategas del taladro tienen una cita los jueves en la Oficina de la Okupaci¨®n, en el centro social Casablanca. Un reguero de gente heterog¨¦nea que a partir de las nueve de la noche y hasta las diez y media se acerca a preguntar dudas, a ofrecer su colaboraci¨®n, a pedir herramientas o a consultar el manual. Un volumen de siete cap¨ªtulos y 62 p¨¢ginas que arranca con una cita ir¨®nica en la portada "Son muy profesionales, est¨¢n muy organizados, se las saben todas". Est¨¢ sacada de un extracto de una entrevista al director general del Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima). El jueves ya se les hab¨ªan acabado las copias de la gu¨ªa para el okupa perfecto. La demanda les ha desbordado: "?Ten¨¦is una palanca por ah¨ª?".
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