Un ojo para ver el rostro interior

Pocos hab¨ªan o¨ªdo hablar de Gotthard Schuh hasta ayer en Madrid y, probablemente en Espa?a y, seguramente, en gran parte del mundo. Y, no tanto porque su nombre sea algo impronunciable para la fon¨¦tica latina, como por el hecho de que casi se ocult¨® a s¨ª mismo. Este fot¨®grafo suizo, nacido en Berl¨ªn en 1897 y fallecido en K¨¹snacht (Z¨²rich) en 1969, fue maestro y amigo de otros fot¨®grafos suizos de nombre internacionalmente conocido como Robert Frank (The Americans, inspiradora de On The Road de Jack Kerouak) o del fotoperiodista Werner Bischof.

¡°Fue un reportero gr¨¢fico famoso en los a?os 30 en Suiza pero luego una enfermedad le recluy¨® y nunca estuvo en los centros fotogr¨¢ficos europeos ni americanos: Par¨ªs, Berlin, Nueva York y, por eso, no brill¨® como otros¡±, explicaba ayer Peter Pfrunder, comisario de la retrospectiva que se inauguraba en la capital y que apadrina la Fundaci¨®n MAPFRE en la Sala Azca (Avenida de General Per¨®n, 40).

M¨¢s de cien fotograf¨ªas originales, tra¨ªdas por primera vez a Espa?a desde la Fotostiftung Schweiz de Winterthur , que tambi¨¦n dirige Pfrunder, convierten a Schuh en un descubrimiento, en ¡°un artista que marc¨® con su objetivo a toda una generaci¨®n de fot¨®grafos de la postguerra europea¡±, como dice Alberto Manzano, presidente de la Fundaci¨®n MAPFRE, en el precioso cat¨¢logo de esta muestra titulada con el nombre del fot¨®grafo suizo.

En conjunto, la colecci¨®n de im¨¢genes en blanco y negro, es un retrato de una ¨¦poca tomado desde la puerta trasera. Son el reflejo de una inmensa curiosidad por descubrir donde de verdad pasan o est¨¢n pasando las cosas. As¨ª, mientras el mundo mira el desfile de bienvenida que Berl¨ªn le daba a Mussolini en 1937, la c¨¢mara de Schuh enfoca al p¨²blico, al rostro del soldado nazi henchido de orgullo o a unos ni?os luchando por encaramarse a una estatua para ver lo que todo el mundo mira.

Mientras los soldados del Ej¨¦rcito de Salvaci¨®n hacen su aparici¨®n en el d¨ªa de la Ascensi¨®n en Z¨²rich, Schuh pone el objetivo en los reclinatorios donde se arrodillan esas torturadas mujeres, que recuerdan a las de Los comulgantes (1963) del cineasta sueco Ingmar Bergman. Cuando Alemania levanta el brazo para saludar al F¨¹hrer, Schuh toma una foto de la imagen de Hitler puesta en el escaparate de una carnicer¨ªa.

Y, cuando viaja, el foco est¨¢ en los fumadores de opio de Singapur, en los mendigos de Sumatra, en los pescadores de Java o en las sensuales j¨®venes de Bali. Pero tambi¨¦n en los mineros belgas, a los que dignifica en sus bell¨ªsimos retratos; o en la intimidad de las habitaciones donde se peinan las muchachas suizas mientras se cuentan sus confidencias, o en los parques de Roma donde se meten mano los amantes, o en la conversaci¨®n de una pareja en un local, que ¨¦l capta a contraluz desde la calle. Schuh es una de esas miradas que te descubren un mundo, un pedazo de la Historia, por la parte de atr¨¢s.