Papeles extraviados
Cort¨¢zar se olvid¨® de a?adir un cap¨ªtulo fundamental a su novela ¡®Rayuela¡¯
No todos los libros que se escriben llegan a leerse; verdad tan obvia que a veces se olvida. Como en un reverso oscuro de la literatura, podr¨ªa organizarse una biblioteca gigantesca con todas las obras perdidas o desaparecidas a lo largo de la historia. En ella, el apartado m¨¢s grotesco incluir¨ªa aquellas composiciones extraviadas o destruidas accidentalmente por su propio autor. Como si no fuese bastante la incuria, las censuras y los fanatismos, a veces son los escritores quienes se convierten en involuntarios iconoclastas de su obra.
Todo narrador que se precie tiene una leyenda a cuestas, y la p¨¦rdida irreparable de un manuscrito suele formar parte de muchas de ellas; hasta el punto de que resulta imposible saber qu¨¦ hay de verdad y qu¨¦ de pose en esta clase de an¨¦cdotas. No obstante, sea cual sea la circunstancia, para un autor siempre resulta dram¨¢tico ver desaparecer uno de sus escritos. S¨¦ de lo que hablo porque recientemente, por uno de esos misterios del mundo inform¨¢tico, he perdido irreparablemente parte de un libro en el que estoy trabajando. Les aseguro que la sensaci¨®n es de total impotencia; el trabajo de meses convertido en un muerto en cuneta an¨®nima.
A veces la destrucci¨®n puede ser fruto de la ira, como en el caso de Honor¨¦ de Balzac, que destruy¨® una de sus novelas para vengarse de un editor que no le pagaba. En otras ocasiones los manuscritos se quemaron en oscuras circunstancias, como le pas¨® a Malcolm Lowry, que perdi¨® los originales de uno de sus libros en un incendio; o a James Joyce, que arroj¨® sus escritos al fuego en un ataque de c¨®lera. Quiz¨¢ el apartado m¨¢s llamativo sea el tocante a los extrav¨ªos, como el de Garc¨ªa M¨¢rquez, que ¡ªsin darse cuenta¡ª, lanz¨® a la basura una colecci¨®n de cuentos in¨¦ditos; o Julio Cort¨¢zar, que se olvid¨® de a?adir un cap¨ªtulo fundamental a su novela Rayuela ¡ªel famoso 126¡ª, y no se incluy¨® en su versi¨®n final hasta 17 a?os despu¨¦s de su primera edici¨®n. Caso aparte merecen las desapariciones en transportes p¨²blicos, como la mujer de Ernest Hemingway, que olvid¨® el texto aut¨®grafo de la primera novela de su marido en una estaci¨®n de tren. M¨¢s recientemente, el poeta Antonio Gamoneda perdi¨® su ¨²ltimo poemario tras recibir el premio Ciudad de Barcelona de 2010, a¨²n no sabe si en el avi¨®n, en el aeropuerto o en un taxi.
Incluso hay autores que han atentado contra sus obras por necesidad material, como Henry Melville que vendi¨® sus escritos al peso a un fabricante de maletas como forro para ba¨²les; o Mijail Bajtin, que ante la escasez de papel de fumar en la URSS de la II Guerra Mundial, se fum¨® el grueso estudio sobre Goethe que hab¨ªa escrito y que nunca pudo ser recuperado. A Bryce Echenique le birlaron el manuscrito de una de sus novelas en Barcelona, junto a su equipaje, y Charles Bukowski lleg¨® a escribir un poema dedicado ¡°A la puta que se llev¨® mis poemas¡±. Por no hablar de los originales destruidos o descuidados por familiares y albaceas.
Las famosas Illuminations de Arthur Rimbaud se dieron por extraviadas durante a?os en manos de sus parientes; hasta que Paul Verlaine consigui¨® recuperar el grueso del libro, y gracias a sucesivos hallazgos se han podido agrupar casi todos los poemas que lo formaban. Aunque para extrav¨ªo tr¨¢gico el de Antonio Machado, que por estas mismas fechas invernales de 1938 resid¨ªa en la torre Castanyer de Sant Gervasi. Y que en el largo viaje hasta el exilio, perdi¨® en una ambulancia una maleta llena de poemas escritos de su pu?o y letra.
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