Control mar¨ªtimo desde la monta?a ourensana
Una antena instalada en San Xo¨¢n de R¨ªo dirigi¨® la navegaci¨®n por ondas de radio durante m¨¢s de tres d¨¦cadas
A San Xo¨¢n de R¨ªo solo se va a prop¨®sito. El municipio, encallado en una esquina de la provincia de Ourense, entre Castro Caldelas y Trives, es una especie de finisterrae interior ensimismado en su intocada naturaleza. Los apenas 800 vecinos actuales fueron algunos m¨¢s a finales de los 60 cuando en lo alto de la monta?a emergi¨®, como un hongo descomunal, una torreta de 110 metros de altura. Desde una arbolada esquina del interior de Galicia se control¨® durante tres d¨¦cadas largas ¡ªhasta la aparici¨®n del GPS, en el 2000¡ª la navegaci¨®n mar¨ªtima espa?ola. La torreta principal de San Xo¨¢n, a cuatro kil¨®metros del pueblo, se apoyaba en otras ¡°esclavas¡± instaladas en Salamanca, Asturias y Noia. Mediante el sistema Decca (de emisi¨®n de se?ales de radio de onda continua) la antena del remoto pueblo ourensano permit¨ªa a los barcos encontrar su posici¨®n en el mapa.
Ahora, sobre los pilares de las viviendas construidas para los fareros (ingeniero y t¨¦cnicos y sus familias) se levanta un campamento, Os Biocos, que en los ¨²ltimos a?os gestiona la empresa Altega y que aprovecha no solo el ladrillo vista de los ocho edificios abandonados, sino adem¨¢s el espect¨¢culo de la belleza violenta de la zona: las estrellas al alcance de las manos, las antiguas minas de oro romanas a cielo abierto (de ah¨ª el nombre de biocos que, en San Xo¨¢n, y solo ah¨ª, significa huecos) y la visi¨®n del paseo a sus anchas de los corzos ¡ªque este a?o se comieron la mitad de los 60 ¨¢rboles reci¨¦n plantados¡ª o el de los zorros, en una zona declarada Paisaje Natural Protegido, a 200 metros de la Fraga, en el Ca?¨®n del Sil, pero sin tocarlo, por donde no se cuela ni el sonido del motor de un coche.
El gerente del campamento Os Biocos reconstruye el desconocido pasado
Dosi Veiga, f¨ªsico de formaci¨®n, gestiona Os Biocos ¡ªuna concesi¨®n municipal¡ª como si fuera un planetario. "Ofrecemos un campamento de verano para ni?os y j¨®venes sin padres e incluso sin profesores si es necesario", porque cuenta con un equipo de monitores pedagogos. Y tambi¨¦n ofrece ¡°hoteles baratos¡± ¡ªalguna de esas reconstruidas casas de los antiguos fareros¡ª para grupos de adultos.
Veiga arrampl¨® con las estrellas e instal¨® bajo ellas, en uno de los edificios de los fareros, un observatorio. Hay otro en Forcarei, pero el de San Xo¨¢n tiene la particularidad de que est¨¢ a 100 metros de la cama. ¡°No podemos depender del turismo que pasa por la zona¡±, sostiene el f¨ªsico-empresario evidenciando lo evidente: que a San Xo¨¢n se va solo a tiro fijo.
Ni siquiera la empresa inglesa que instalaba las antenas en los a?os 60 sab¨ªa de la existencia de San Xo¨¢n. Eligi¨® la monta?osa Manzaneda. All¨ª apuntal¨® inicialmente la torre de navegaci¨®n, pero el primer ingeniero ingl¨¦s que acudi¨® a hacerse cargo de ella se desnort¨® en la oscuridad de una nevada invernal y encontr¨® la muerte bajo un alud antes de que los barcos encontraran su lugar en el mapa. A un tiro de vista de la fatal nevada estaba la espl¨¦ndida monta?a de San Xo¨¢n a donde los ingleses decidieron trasladar el petate.
La empresa inglesa que instalaba el sistema Decca eligi¨® primero Manzaneda
De aquellos tiempos queda el testimonio rotundo de Longina Mart¨ªnez, 81 a?os, que narra en vertical los tiempos de la torreta y de las casas de los trabajadores de la empresa extranjera que ella limpiaba. De esa postal cargada de silencio que sigue siendo San Xo¨¢n, ella recuerda mucho el ruido. Posiblemente, el que bramaban los generadores que alimentaban de luz a aquel peque?o poblado. Por eso le resulta emocionante volver a ver desde el pueblo, pasados tantos a?os, la cima iluminada, que devuelve la vida a aquellas edificios que ella misma cerr¨® con llave.
Veiga se ha dejado atrapar por el hilo de este ovillo que ni siquiera conocen en el pueblo y se ha propuesto utilizar una de las dependencias del campamento a exposici¨®n (fotograf¨ªas, v¨ªdeo con la narraci¨®n de Longina, restos de maquinaria, transmisores y los trozos de la antena que no se llev¨® en su d¨ªa el chatarrero de Trives, entre otras reliquias) de la vida generada en la monta?a en torno a las ondas de un sistema de radionavegaci¨®n del que solo queda su hueco. Mientras tanto, mira hacia el cielo a la espera de colocar sobre el edificio del comedor una lona de 12 metros por tres con el esplendor de la V¨ªa L¨¢ctea.
En la p¨¢gina web del campamento (www.osbiocos.com) asoma la mano did¨¢ctica del f¨ªsico a trav¨¦s de los m¨²ltiples enlaces de art¨ªculos sobre curiosidades cient¨ªficas (la inclinaci¨®n de la tierra, el monte m¨¢s alto del sistema solar o el "efecto Doppler"). Aunque ¨¦sta no sea m¨¢s que una parte del temario de tiempo libre ¡ªjunto a otras materias como orientaci¨®n o interpretaci¨®n de la naturaleza¡ª para pasar en el entorno del bioco de la antigua torreta que orientaba a los barcos desde la Serra das Cabanas, en la m¨¢s rec¨®ndita monta?a ourensana.
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