Una huelga exitosa y algo m¨¢s
La huelga no era tal, era algo mucho m¨¢s amplio: un acto de protesta ciudadano o, tal como est¨¢ el patio, de resistencia
Unas horas antes del 29-M exist¨ªan dudas sobre su ¨¦xito. Dudas que se disiparon, sorprendentemente ¡ªcomo todo desde hace un a?o¡ª, muy pronto. Los primeros datos del paro nocturno ¡ªparos del 100% en Correos, Renfe, metro y BCNeta; clausura de vuelos; ausencia de taxis; cierre de Mercabarna y el mercado del pescado; descenso del consumo el¨¦ctrico de entre el 16% y el 20%¡ª presagiaban que el 29-M ser¨ªa un ¨¦xito sindical. Lo llamativo, el inicio de una nueva lectura de la huelga general, ese g¨¦nero transitado ya varias veces en democracia, se produjo al d¨ªa siguiente, cuando con la luz del sol se pudo ver lo que estaba pasando.
A primera hora de la ma?ana, los centros industriales de Barcelona y su ¨¢rea estaban cerrados; colegios, institutos y universidades, vac¨ªos; el gran comercio, paralizado, y el peque?o comercio cerraba o abr¨ªa, seg¨²n iban pasando piquetes o no. El paro era grande y efectivo. Pero lo llamativo era lo que estaba pasando junto a eso. Estaba pasando que la huelga no era tal, era algo mucho m¨¢s amplio: un acto de protesta ciudadano o, tal como est¨¢ el patio, de resistencia. La huelga no era una cosa solo de los sindicatos o partidos. Grupos de ciudadanos vinculados al 15-M, a colectivos laborales afectados por la desaparici¨®n del Estado de bienestar, o simplemente ciudadanos con ni?o sin cole, paseaban por Barcelona velando e interes¨¢ndose por su huelga. Los piquetes se transformaban en manifestaciones de varios miles sin bandera sindical definida. Salvo una columna de piquetes de CGT y CNT que avanz¨® por el paseo de Gr¨¤cia y protagoniz¨® ¡ª17.000 personas, seg¨²n CGT¡ª lo que hubiera sido la mayor manifestaci¨®n libertaria en d¨¦cadas, de no ser porque por la tarde se ampli¨® el r¨¦cord. Solo fue ensombrecida por la manifestaci¨®n mayoritaria, una de las m¨¢s grandes y abiertas de la historia de Barcelona.
La calle, en fin, y he aqu¨ª otro cambio de ¨¦poca, supli¨® como centro de posicionamiento y discusi¨®n a los dos Parlamentos disponibles
En el cintur¨®n sucedi¨® algo parecido. Hubo manifestaciones hist¨®ricas, por utilizar una palabra que explica su n¨²mero, en Sabadell, en Santa Coloma, en Cerdanyola¡ Estaban convocadas por plataformas m¨¢s amplias que las sindicales y repletas de ciudadan¨ªa no necesariamente sindicada que iba a mostrar su malestar en la calle. La calle, en fin, y he aqu¨ª otro cambio de ¨¦poca, supli¨® como centro de posicionamiento y discusi¨®n a los dos Parlamentos disponibles, sometidos a mayor¨ªas absolutas, en una ¨¦poca, adem¨¢s, en la que la democracia se ha deslocalizado a otras instituciones no democr¨¢ticas (como la UE, que impone leyes como la laboral). El Estado, ¨²nico lugar en el que la democracia fue posible, ya no es la instancia de decisi¨®n democr¨¢tica.
En la calle, no obstante, suceden cosas propias de la calle, como la violencia. Conforme el d¨ªa avanz¨®, tuvieron lugar diversos actos violentos, hasta que los Mossos transformaron un altercado en un conflicto sin final, del que no supieron salir y que afect¨® al transcurso de la manifestaci¨®n mayoritaria. La facilidad con que los Mossos ampl¨ªan los conceptos violencia y represi¨®n deber¨ªa llevar a alg¨²n parlamentario a interesarse por la polic¨ªa que hemos creado en las ¨²ltimas d¨¦cadas... y por esa especie de cuartel sudamericano edificado en Sabadell que parece centralizar y aislar a los mossos, que salen peri¨®dicamente a pegar a ciudadanos que protestan por la descomposici¨®n democr¨¢tica. El portavoz Homs, a su vez, utiliz¨® en su declaraciones estad¨ªsticas facilitadas por la patronal que minimizaban el d¨ªa hist¨®rico de ayer hasta reducirlo a ¡°jornada normal¡±, si bien no solo no fue detenido ning¨²n cargo de la Diputaci¨®n, sino que hubo una huelga general. No ver la realidad es una regi¨®n de la violencia, quiz¨¢ la m¨¢s peligrosa y contagiosa. El 29-M fue, de hecho, un intento colectivo para que un Gobierno observara la realidad. Una realidad absolutamente violenta: la desaparici¨®n del Estado de bienestar, la columna vertebral del Estado de derecho. No hay uno sin otro. Y uno est¨¢ desapareciendo.
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