Un ¡®chupete¡¯ contra las drogas
La Guardia Civil realiza controles a los conductores para detectar el consumo de estupefacientes Las sanciones solo son administrativas pero llegan a los 500 euros
Alejandro S¨¢nchez, un chaval delgado algo risue?o, sube con desparpajo a la furgoneta de la Guardia Civil. Le acaban de parar en un control rutinario de alcoholemia y drogas en la autov¨ªa M-50. El joven se muestra tranquilo. ¡°No pasa nada. Cuando conduzco, no tomo nada¡±, afirma como el que se enfrenta a un mero tr¨¢mite. Unos 10 minutos despu¨¦s, su sonrisa se torna en preocupaci¨®n. La m¨¢quina ha detectado que ha consumido cannabis en las ¨²ltimas horas. La consecuencia es que no puede conducir y tiene que afrontar una denuncia de 500 euros (la mitad si paga pronto) y la retirada de seis puntos del carn¨¦ de conducir.
La prueba, pese a ser sencilla, resulta un poco larga. El conductor tiene que romper una bolsa precintada de la que extrae un aparato de pl¨¢stico en cuyo lateral hay celulosa blanca. Esa parte debe introduc¨ªrsela en la boca e inundarla de saliva hasta que un peque?o chivato se vuelva de color azul. ¡°Esta operaci¨®n suele durar unos cinco minutos. Depende de lo que salive el conductor. Por eso recomendamos que siempre se lo pongan debajo de la lengua¡±, explica el sargento encargado de la prueba.
Cuando el chupete ya est¨¢ listo, se mete en una m¨¢quina de tama?o similar a una cafetera autom¨¢tica que tarda unos cinco minutos en analizar la muestra. El aparato, completamente digital, es muy silencioso. Comprueba si el conductor ha tomado coca¨ªna, opi¨¢ceos, benzodiacepinas, cannabis, anfetaminas, metanfetaminas o alguno de sus derivados. Ofrece los resultados poco a poco. Alejandro, confiado en s¨ª mismo, sonr¨ªe. Ha pasado todas las pruebas con un claro ¡°negativo¡±. Todas menos la del cannabis. Cuando est¨¢ a punto de concluir, salta una palabra en rojo: ¡°Positivo¡±. El chaval muda de rostro y casi no acierta a pronunciar palabra. ¡°?C¨®mo es posible que d¨¦ positivo si hace tres d¨ªas que no me fumo un porro? Algo tiene que estar mal, porque he estado de fiesta y ni he bebido alcohol. Sab¨ªa que hoy me tocaba conducir a m¨ª¡±, afirma el chaval.
El guardia civil que est¨¢ a su lado ni se inmuta. Se le ve acostumbrado a este tipo de comentarios. Le informa del importe de la sanci¨®n y de que no podr¨¢ conducir su coche. Salvo que haya otro conductor que no d¨¦ positivo, el veh¨ªculo quedar¨¢ inmovilizado.
La ¨²ltima palabra la tiene Toxicolog¨ªa
Los resultados que arroja la m¨¢quina de la Guardia Civil no son ni mucho menos definitivos. El pl¨¢stico con la correspondiente celulosa impregnada con saliva (el chupete) se precinta y se custodia como si fuera una prueba judicial. Se guarda en fr¨ªo hasta regresar a la base y, una vez all¨ª, se remite al Instituto Nacional de Toxicolog¨ªa, que ser¨¢ el encargado de comprobar que el an¨¢lisis ha sido realizado adecuadamente.
?Tiene el conductor alguna posibilidad de contraan¨¢lisis, como en el deporte? S¨ª. Cuando se le notifica la sanci¨®n y se le ense?a la hoja de la cadena de custodia del chupete, se le informa adem¨¢s de que puede acudir a un centro m¨¦dico autorizado (en teor¨ªa, sirve cualquier hospital p¨²blico) y solicitar un an¨¢lisis de sangre para detectar si se ha consumido alg¨²n estupefaciente en las ¨²ltimas horas. De lo que tambi¨¦n se le advierte es de que el coste del mismo corre a cuenta del conductor. Es decir, sea cual sea el resultado, tendr¨¢ que pagarlo ¨¦l.
La Guardia Civil es muy selectiva con las personas a las que hace la prueba. Se busca un determinado perfil o unos indicios que ya apuntan a que pueda estar bajo la influencia de estupefacientes: ojos rojos, pupilas dilatadas y arreactivas, cierto hablar lento...
Adem¨¢s de ser una prueba larga, tambi¨¦n resulta cara. Cada chupete cuesta en torno a 20 euros. A eso se une que, si da positivo, hay que cotejarlo en el Instituto Nacional de Toxicolog¨ªa, con el correspondiente cargo para el erario p¨²blico. ¡°Los s¨ªntomas son distintos dependiendo de la droga que haya consumido. Unas son relajantes, otras euforizantes¡±, explica el teniente de Tr¨¢fico Rub¨¦n Gonz¨¢lez.
Para hacer las pruebas se aprovechan los controles de alcoholemia rutinarios que se suelen hacer todos los fines de semana en las carreteras de la regi¨®n.
En este caso, se ha cortado la M-50 a la altura de Las Rozas (Madrid) y se para a casi todos los conductores. Son los propios agentes los que determinan a qui¨¦n se le pide que haga la prueba. En caso de negarse, incurrir¨ªan en un delito de desobediencia.
El control transcurre sin incidencias. A las 3.45, con un fr¨ªo h¨²medo que se cala hasta los huesos, el teniente se percata de que un conductor lleva casi borrosa la matr¨ªcula delantera del veh¨ªculo. Ese peque?o detalle le hace sospechar.
Para al conductor, un hombre de 24 a?os que acaba de salir de una boda. No le ofrece el alcohol¨ªmetro: lo pasa directamente a la furgoneta. El hombre, que no sabe a lo que se enfrenta, se muestra huidizo. Se queda casi blanco cuando le dicen que le van a hacer un control de drogas.
Pese a que est¨¢ en un programa de tratamiento contra el consumo de cannabis, ha fumado al menos un porro en la boda. Mientras est¨¢ con el chupete en la boca, parece que va a echarse a llorar. ¡°?C¨®mo se lo digo yo ahora a mis padres, que cre¨ªan que lo hab¨ªa dejado?¡±, se pregunta en alto el joven mientras la m¨¢quina trabaja. Efectivamente, positivo y denunciado. El conductor, muy compungido, prefiere no hablar. Eso s¨ª, reconoce que la multa es en este momento lo de menos. Lo peor ser¨¢ ¡°el disgusto a sus padres¡±.
¡°De lo que no se da cuenta la gente es de que las drogas resultan muy peligrosas al volante. Unas, porque reducen el campo de visi¨®n. Otras, porque aumentan el tiempo de reacci¨®n o porque reducen la capacidad de movilidad. Son muchos factores¡±, explica el teniente, mientras su compa?ero rellena la denuncia, que sale impresa por una agenda digital.
Pese a su peligrosidad, las drogas a¨²n no tienen las mismas consecuencias para los conductores que el alcohol. La legislaci¨®n actual tan solo sanciona de forma administrativa su consumo. Y da lo mismo haber fumado un simple porro que haberse metido cinco rayas de coca¨ªna. La m¨¢quina solo marca el positivo y no la cantidad ingerida.
Sin embargo, si se han tomado tres cubatas y se supera un determinado porcentaje (0,60 miligramos de alcohol por litro de sangre), ese consumo se convierte en delito. Esto acarrea sanciones m¨¢s graves y la retirada del carn¨¦ de conducir durante bastantes meses.
El control termina pasadas las seis de la madrugada. De los cuatro conductores que han pasado por la prueba de drogas, dos han dado positivo. Muy distinto es el resultado de la alcoholemia. De las cerca de 200 pruebas que se han efectuado, 28 han dado positivos y cinco han sido delito.
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