Testosterona mexicana
M¨¢s de 9.000 latinos enloquecen con las rancheras de Vicente Fern¨¢ndez en su adi¨®s de los escenarios
La gira lleva un t¨ªtulo tan inequ¨ªvoco como ¡®La despedida¡¯, pero con ciertos animales esc¨¦nicos conviene aplicar un m¨ªnimo de cautela. ?Alguien podr¨ªa asegurar taxativamente que no habr¨¢ una postrera actuaci¨®n de los Rolling Stones? ?Qu¨¦ valiente pronostica la ocasi¨®n exacta en que nuestro Raphael se cortar¨¢ la coleta? Con Vicente Fern¨¢ndez sucede algo muy parecido. El gran Chente se nos retira, te¨®ricamente, as¨ª que su p¨²blico abarrot¨® anoche el Palacio de Vistalegre con un despliegue pasional como no igualar¨ªa ni una tanda de penaltis en la Eurocopa. Y Fern¨¢ndez, por si acaso, no escatim¨® esfuerzos, repertorio, minutos ni discursos de autoafirmaci¨®n. Sonriente, sudoroso, inevitablemente emocionado y con la voz volc¨¢nica de siempre, El Rey prometi¨® una canci¨®n tras otra ¡°mientras ustedes aplaudan¡±. Y el resultado fue una sesi¨®n extenuante de unas 50 canciones y tres horas de m¨²sica en directo. Ahora te toca a ti superarlo, Springsteen.
A Fern¨¢ndez le contemplan 72 a?os, pero en sus cuerdas vocales no se atisba conato alguno de agotamiento. Llega hasta la ¨²ltima nota aguda, no elude las dificultades y, a estas alturas de la pel¨ªcula, tampoco elude los arrebatos de orgullo. Quintaesencia de la tradici¨®n mexicana, El Rey acredita cuatro d¨¦cadas y media de carrera musical, un centenar de discos (de los que ha vendido 65 millones de ejemplares) y 25 pel¨ªculas. Dispone de una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood y una vitrina entera de condecoraciones, as¨ª que anoche, en el ocaso de su trayectoria, sac¨® pecho sin recato. ¡°Hoy voy a mostrarles que soy cojonudo¡±, exclam¨®, para delirio del atestado pabell¨®n. Y prosigui¨®, confesional: ¡°A veces he tenido una pena en el alma, una historia callada, pero yo siempre brindo mi mejor sonrisa. Y en el camerino cuido mi garganta para no fallarles a todos ustedes¡±.
Unas 9.000 personas, de abrumadora procedencia latina, arropaban al padre de Alejandro Fern¨¢ndez en esta ocasi¨®n trascendental. Hab¨ªa muchas banderas mexicanas y la tricolor colombiana tambi¨¦n gozaba de presencia apabullante, pero la pasi¨®n no sab¨ªa de distingos geogr¨¢ficos. Los asientos se volvieron in¨²tiles desde el primer minuto; no solo en el grader¨ªo, sino tambi¨¦n en la pista, donde cab¨ªa esperar al p¨²blico m¨¢s mesurado, veterano o distinguido. Anoche no importaba ni la clase ni el color del pasaporte: muchos utilizaron las sillas para encaramarse a ellas y que sus brazos se acercaran un poquito m¨¢s al cielo.
¡°Esta les va a gustar¡±, dec¨ªa Fern¨¢ndez de vez en cuando, a sabiendas de que su ¨¦xito, clamoroso, era una certeza. ¡°En cuanto escuchen las primeras trompetas pegar¨¢n un grito como si les hubiesen puesto un cohete debajo de los asientos¡±, pronosticaba sin margen de error. La banda de mariachis Azteca desgran¨®, uno por uno, todos esos ¨¦xitos que le han hecho inconfundible: ¡®Ojal¨¢ que te vaya bonito¡¯ Guadalajara, Me cans¨¦ de rogarte, Por tu maldito amor, Las llaves de mi alma, Cruz de olvido, Volver volver¡ Y las morenas guapas enloquec¨ªan. ¡°Chente, te amo¡±, ¡°Gracias, Chente¡±, rezaban algunas precarias pancartas en primera fila. Pero los bailes, abrazos y aplausos no ten¨ªan nada de rudimentario.
¡°Para darle gracias a Dios, ni yendo de rodillas de aqu¨ª a Jalisco ser¨ªa pago suficiente¡±, resumi¨® nuestro enf¨¢tico protagonista. ?Se nos marcha Vicente Fern¨¢ndez? Pudiera ser, pero dej¨¦mosle un resquicio a la duda. Un septuagenario que sigue luciendo el traje de charro con tanto orgullo ?y con el rev¨®lver al cinto? puede regresar en cualquier arranque de pundonor. Sus tremebundas rancheras de amores, celos, traiciones, quebrantos y habladur¨ªas siempre encontrar¨¢n o¨ªdos c¨®mplices; mujeres y hombres que escuchen estas historias y se sientan en ellas retratados.
¡°No hay en el mundo ning¨²n otro ser / que tenga belleza, de pies a cabeza / como una mujer¡±, cantaba El Rey con delectaci¨®n y gui?os c¨®mplices a las damas. En efecto: solo con tan elevada producci¨®n de testosterona se pueden prolongar los recitales de Fern¨¢ndez hasta casi el infinito. Por si acaso, muchos no quisieron murmurar anoche un ¡°adi¨®s¡±, sino un ¡°hasta la vista¡±.
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