Moci¨®n de censura general
Nunca hemos asistido a una ausencia de prestigio de la acci¨®n del Estado semejante a la que estamos viviendo
En el sondeo dado a conocer el pasado domingo en El Peri¨®dico de Catalu?a se apunta por primera vez desde el 20-N la potencial p¨¦rdida de la mayor¨ªa absoluta por parte del PP. A pesar de que el PP desciende de manera significativa, contin¨²a siendo, con diferencia, el primer partido en la preferencia ciudadana, ya que el PSOE permanece estancado en el muy pobre resultado que obtuvo en las ¨²ltimas generales. El sondeo arroja aumentos significativos para IU y UPyD, un peque?o descenso en el voto nacionalista catal¨¢n y estabilidad en el voto nacionalista vasco.
Ganan, pues, quienes no gobiernan ni tienen posibilidad de gobernar y pierden quienes gobiernan o han gobernado en el pasado inmediato. El resultado del sondeo expresa una suerte de moci¨®n de censura general por parte de la ciudadan¨ªa hacia todo el sistema pol¨ªtico. Viene a expresar en cifras lo que el Defensor del Pueblo andaluz le dijo a los parlamentarios de nuestra comunidad hace unos d¨ªas. Los ciudadanos est¨¢n hasta el gorro de todos.
No nos encontramos, pues, ante una una moci¨®n de censura constructiva, como la que prev¨¦n la Constituci¨®n y los Estatutos de Autonom¨ªa, sino ante una moci¨®n de censura destructiva, en la que no se prefigura ninguna alternativa. La desconfianza ante cualquier opci¨®n de Gobierno es enorme.
Desde la recuperaci¨®n de la democracia con la transici¨®n nunca nos hemos encontrado en una situaci¨®n como esta. Nunca hemos asistido a una ausencia de prestigio de la acci¨®n del Estado, en todos los escalones de nuestra f¨®rmula de gobierno, estatal, auton¨®mico y municipal, semejante a la que estamos viviendo. Ausencia de prestigio que se extiende incluso a las instituciones no legitimadas democr¨¢ticamente de manera directa como la Jefatura del Estado, el Tribunal Constitucional, el Poder Judicial, el Banco de Espa?a o la Iglesia. Nadie escapa a esta crisis de credibilidad.
La crisis de credibilidad pol¨ªtica e institucional es de naturaleza m¨¢s da?ina que la crisis econ¨®mica. Si una sociedad es capaz de generar en su seno una respuesta ante una situaci¨®n de crisis econ¨®mica y legitimarla democr¨¢ticamente, de la crisis se sale e incluso con mayor fortaleza que la que se ten¨ªa antes de sufrirla. Esto ha ocurrido de manera reiterada en los m¨¢s diversos pa¨ªses en las circunstancias m¨¢s distintas. Tambi¨¦n en el nuestro. Siempre que el sistema pol¨ªtico del pa¨ªs opera razonablemente con legitimidad democr¨¢tica, se acaba encontrando la salida. Cuando no es as¨ª, la magnitud de la cat¨¢strofe puede ser extraordinaria.
Y en esas estamos. En las elecciones generales del 20-N del a?o pasado y en las auton¨®micas y municipales del mes de mayo, los ciudadanos espa?oles emitieron un voto de censura al PSOE y dieron un gran voto de confianza al PP bajo la direcci¨®n de Mariano Rajoy. El dep¨®sito de confianza ciudadana del PP en esta legislatura ¨²nicamente es comparable al que recibi¨® el PSOE bajo la direcci¨®n de Felipe Gonz¨¢lez en las elecciones generales de 1982 y en las municipales y auton¨®micas de 1983. En la historia de la democracia espa?ola han sido, con gran diferencia, los dos mayores momentos de acumulaci¨®n de poder .
El problema es que no han transcurrido m¨¢s que siete meses desde el 20-N y de la votaci¨®n ciudadana queda la censura al PSOE pero ha desaparecido la confianza en el PP. Los ciudadanos siguen estando de acuerdo con lo que el actual presidente del Gobierno dijo sobre el presidente del Gobierno anterior, pero est¨¢n en un desacuerdo casi completo con lo que el actual presidente les ha venido proponiendo.
El voto de confianza del 20-N se est¨¢ transformando a una velocidad extraordinaria en una moci¨®n de censura. Sobre esto es sobre lo que tiene que reflexionar el PP. El Gobierno no tiene un problema con la oposici¨®n del PSOE. Lo tiene consigo mismo y, sobre todo, con la sociedad espa?ola que est¨¢ empezando a retirarle la confianza con tanta velocidad que es m¨¢s que probable que la p¨¦rdida sea irrecuperable.
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