La misi¨®n de predicar el funk
La revista ¡®Enlace Funk¡¯ desaf¨ªa la crisis y aglutina la escena espa?ola de reivindicaci¨®n de la m¨²sica negra
Para Miguel ?ngel Sutil (Madrid, 1973), la revelaci¨®n lleg¨® en 1995, tras experimentar en Londres uno de los maratonianos conciertos de George Clinton, art¨ªfice del llamado P-funk. ¡°Me cuesta explicarlo pero tuve una visi¨®n, como si George me ordenara que difundiera esa m¨²sica en Espa?a¡±. Y obedeci¨® el mandado. Al poco, estaba editando un fanzine fotocopiado, con el nombre de Enlace Funk: ¡°El nombre viene de Radio Enlace, una emisora comunitaria de Hortaleza donde yo ten¨ªa un programa¡±.
En la actualidad, Enlace Funk sale tres veces al a?o. Acaba de editar el n¨²mero 41 y, dentro de las limitaciones del mercado de la prensa musical, prospera: una tirada de 5.000 ejemplares y, por vez primera, sus ochenta p¨¢ginas van a todo color. Se trata de una publicaci¨®n que ignora alegremente los actuales dogmas del negocio de la informaci¨®n: ¡°El tema de portada es el soul de Memphis¡±.
Pero no todo es historia ajena. Tambi¨¦n se dedican doce p¨¢ginas al colectivo Naci¨®n Funk, que agrupa propuestas como la Fundaci¨®n Tony Manero, Los Fulanos o Achilifunk. Para Sutil, ¡°la Fundaci¨®n fue un hito importante, m¨¢s all¨¢ de que se pudiera disfrutar como un chiste sobre la disco music. Ellos demostraron que se pod¨ªa cantar en castellano y legitimaron estas m¨²sicas en lo profesional¡±. Nos hemos topado con la madre del cordero: abundan los grupos dedicados a las m¨²sicas negras pero, al necesitar formaciones amplias, no suelen ser rentables. Adem¨¢s, sufren de inestabilidad: ¡°Cuentan en sus filas con instrumentistas muy solicitados, que tienen otros compromisos mejor pagados¡±.
Enlace Funk se preocupa de documentar la escena con los carnosos singles de vinilo que acompa?an a cada n¨²mero y un pu?ado de recopilaciones que edita a trav¨¦s de Vampi Soul, como la serie Groovadelia o Ib¨¦rico jazz. Este ¨²ltimo disco recopila grabaciones jazzeras de los a?os sesenta-setenta realizadas y autoeditadas por Antoliano Toldos, un m¨²sico perteneciente a la banda de la Guardia Civil. ¡°Hay muchas historias ins¨®litas en este mundo¡±, explica Sutil. ¡°Lo que quiz¨¢s nos distingue en sonido es la apertura hacia lo latino y, en los ¨²ltimos tiempos, hacia la rumba catalana¡±.
Resulta m¨¢s dif¨ªcil definir qu¨¦ es exactamente ¡°la escena¡±, aunque hay pistas en la propia revista: sus anunciantes. ¡°S¨ª, existe un sentimiento de solidaridad que se manifiesta as¨ª. Discogr¨¢ficas como Lovemonk, festivales como Imagina Funk, tiendas de ropa tipo Maderfaker y muchos locales nocturnos, como Kathmand¨² ¡°. Un club donde solo se pincha vinilo, apunta Sutil, que recuerda que hay pizarras que tienen casi cien a?os y todav¨ªa funcionan.
No se atreve Sutil a hacer un retrato robot del p¨²blico espa?ol del funk y g¨¦neros emparentados. ¡°Creo que hay una acumulaci¨®n de diferentes tribus. Puede haber refugiados del hip-hop, que investigan en las m¨²sicas de base. Tambi¨¦n antiguos mods, un poco hartos del fanatismo del northern soul. Nos solapamos con algunos amantes del reggae, el ska y el rock steady, la gran m¨²sica jamaicana. Desde luego, abundan los exploradores de los discos de vinilo, que igual entraron en esto por las portadas. Y gente que simplemente disfruta bailando, lo que explica que siempre haya un buen contingente femenino¡±.
Desde luego, esta pasi¨®n exige militancia. ¡°Al ser una m¨²sica un poco underground, requiere implicaci¨®n. La propia revista se alimenta de las investigaciones de coleccionistas, dj¡¯s, programadores. Realmente, yo funciono m¨¢s como un coordinador que como un redactor jefe: se trata de hacer hueco a todas las colaboraciones que nos mandan¡±. Y la labor misionera, insiste: ¡°Mantenemos contacto con otras escenas: Barcelona, Pa¨ªs Vasco, Granada. Ahora tenemos que investigar qu¨¦ pasa en Pontevedra, una de las provincias donde mejor se vende la revista¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.