Lo que se avecina
El mes de septiembre tiene algo penitencial. La mayor¨ªa de la gente retorna al trabajo, y con ¨¦l a costumbres oto?ales, donde todo resulta oscuro y previsible. Supongo que tan oscuro y previsible como la llegada del fr¨ªo, en contraste con el verano y con la luz. Incluso los que nos sentimos m¨¢s inclinados al augusto fr¨ªo del invierno que al talante hortera de la playa, asumimos la melancol¨ªa que supone este retorno (Porque, adem¨¢s, la melancol¨ªa es placentera, si uno se toma un tiempo y la tutea).
En esta temporada, sin embargo, el car¨¢cter penitencial que supone la llegada del nuevo curso se diluye y, recurriendo de nuevo al imaginario cristiano (lo siento, no volver¨¢ a pasar), debemos echar mano de un t¨¦rmino m¨¢s crudo: en ese sentido, m¨¢s que penitencial, la nueva temporada deviene martirial.
Al fr¨ªo meteorol¨®gico se le a?ade el fr¨ªo social, econ¨®mico, pol¨ªtico y, consecuencia de todo, un fr¨ªo tambi¨¦n psicol¨®gico y mental. El des¨¢nimo ha llegado a tal punto que no hay modo de encontrar abrigo. Llegan meses muy duros. Y aun as¨ª la afirmaci¨®n es optimista: en agosto hemos cumplido cinco a?os de crisis. ?Qui¨¦n puede asegurar que solo quedan meses? Quedan a?os, es la expresi¨®n exacta. A las sanguinarias subidas de impuestos del Partido Popular se le a?ade ahora la m¨¢s dura, destructiva e injusta de todas: la subida de impuestos sobre el consumo. Muchos oferentes de bienes y servicios aguardan al pr¨®ximo lunes con las partes pudendas colocadas a modo de corbata: qu¨¦ pasar¨¢ este curso, qui¨¦n seguir¨¢ comprando algo, qu¨¦ optimismo irresponsable alentar¨¢ la adquisici¨®n de alg¨²n capricho. Si uno lo piensa seriamente, que en cualquier intercambio econ¨®mico, sobre 100 euros contratados, el Estado reclame su derecho a esnifarse 21 m¨¢s, es una obscenidad tan vergonzosa que deroga lo democr¨¢tico y nos devuelve a lo feudal.
La econom¨ªa est¨¢ tan vinculada con los estados de ¨¢nimo que podemos relacionarla con la magia: basta un bandazo en la psicolog¨ªa social para que el esp¨ªritu de toda la comunidad asuma una nueva conducta. Por desgracia, no hay posibilidad alguna de experimentar ahora uno de esos bandazos fetichistas. Se ha extendido de tal modo la certidumbre de que el futuro es deprimente que nada puede esperarse de un cambio de ¨¢nimo. La fe es lo ¨²nico que resiste a un cambio de ¨¢nimo, escribi¨® Chesterton. Por desgracia, esta sociedad no tiene fe en ninguna cosa. Aqu¨ª es imposible que arraigue nada un palmo bajo tierra.
A modo de puntilla, nos aguardan las elecciones. Frente a la brutalidad fiscal del Partido Popular, sus tres adversarios enfrentan la misma chuler¨ªa: que a brutos no les ganan. Ahora, en precampa?a, el fragor de los discursos se te?ir¨¢ de esperanza y de solidaridad. Todas las opciones acudir¨¢n a socorrernos, seguramente con nuestro propio dinero. Habr¨¢ aplausos y besos. Y est¨¢ bien que los haya.
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