Los italianos de Barcelona
Ayer se cumpli¨® el 75 aniversario del primer bombardeo a la poblaci¨®n civil durante la guerra
La comunidad de origen for¨¢neo m¨¢s numerosa en Barcelona es la italiana, algo que muchos de sus vecinos desconocen. No lo hubiera dicho ni yo misma hasta hace dos a?os, cuando emprend¨ª la escritura de un libro sobre la ciudad, un recuento de su presente al cabo de veinte a?os de los Juegos Ol¨ªmpicos y de tres d¨¦cadas largas del final can¨®nico de la dictadura (digo can¨®nico porque, tal vez como ustedes, en varios momentos desde entonces me he preguntado si la dictadura termin¨® con la inolvidable muerte de aquel 20-N). En la capital son m¨¢s de 22.000 y en Catalu?a unos 50.000, aunque pueden ser muchos m¨¢s, ya que muchos de ellos provienen de Latinoam¨¦rica de ascendientes italianos y no siempre tienen ya el papeleo en regla. De hecho, parece que aqu¨ª los italolatinos de uno y otro lado del charco se est¨¢n reencontrando.
Tantos italianos est¨¢n aqu¨ª por verg¨¹enza pol¨ªtica. Suena terrible, ?no? O impostado, exagerado. Pues as¨ª es. En la web Presseurop se habla de esa decepci¨®n pol¨ªtica, sobre todo entre los m¨¢s recientes migrantes, que no son jubilados sino j¨®venes entre 25 y 40 a?os sobradamente preparados y, como nuestros j¨®venes que emigran al ritmo de diez cada d¨ªa (sigo hablando s¨®lo de Catalu?a), condenados en su pa¨ªs al paro y a la castraci¨®n de sus talentos y capacidades.
Por mi parte, conozco y me duele la verg¨¹enza pol¨ªtica de mis amigos turineses. Desde hace un mont¨®n de a?os, cuando empez¨® Berlusconi a mandar, han ido desaparecido de mi vida sin que ninguno de mis intentos de seguir en contacto haya servido de nada. La ¨²ltima vez que les vi, plant¨¢ndome en Torino por la brava, oblig¨¢ndoles a reunirse entre ellos y conmigo, as¨ª me lo confesaron. De nada vali¨® argumentar que nos hab¨ªamos conocido cuando Franco estaba bien vivo y que no ser¨ªa yo quien confundiera a un italiano con un berlusconiano. Nada de nada. No he vuelto a saber de ellos, no han respondido nunca m¨¢s. Y si han venido a Barcelona de paseo, como tant¨ªsimos de sus compatriotas en estos a?os, no me lo han hecho saber. Les quer¨ªa mucho, les quiero, Torino fue mi primer viaje al extranjero, aprend¨ª con ellos su idioma y desde entonces que lo hablo, lo leo y hasta lo escribo.
Vuelvo a pensar en todo eso al saber que la Audiencia de Barcelona ha aceptado la querella de la asociaci¨®n Altraitalia contra su pa¨ªs, Italia, por las responsabilidades del gobierno mussoliniano en los bombardeos a la ciudad durante la guerra. Por primera vez en Espa?a los cr¨ªmenes de guerra han de ser investigados. Estamos hablando de los bombardeos que empezaron el 13 de febrero de 1937, desde el puerto aquel primer ataque, desde el crucero Eugenio di Savoia. O sea, dos meses antes del bombardeo de Guernica el 26 de abril.
Tampoco ser¨¦ yo quien propugne ahora un ranking de poblaciones civiles bombardeadas, pero algo debe pasar en nuestra idea de la historia cuando la Barcelona republicana y revolucionaria no levanta cabeza ni para decir que en ella se ensay¨® por vez primera una forma nueva de la guerra, bombardear la poblaci¨®n civil. Ayer se cumplieron 75 a?os.
Coincido en el cine con Rolando d'Alessandro, autor del interesant¨ªsimo Si te'n vas no tornis (Edicions Els Joncs). Siempre he cre¨ªdo que se llamaba Rolando del Guerra, nombre que adopt¨® tras fugarse en los 70, en los anni di piombo, de una c¨¢rcel italiana al ser condenado de manera fraudulenta, una historia que ha vivido con discreci¨®n barcelonesa aqu¨ª, yo misma no la he sabido hasta la publicaci¨®n del libro. Es un activo miembro de Altraitalia, como lo era de las radios libres cuando lo conoc¨ª. Me comenta no sin tristeza que tantos barceloneses se sorprenden de la querella contra la historia italiana. ?Para qu¨¦ hablar de algo que pas¨® hace 75 a?os?, oyen decir Rolando y sus compa?eros, aqu¨ª y seguramente en Italia, si es que siguen en contacto con sus allegados, pues la verg¨¹enza pol¨ªtica puede que sea una de las mayores sino la mayor fuerza separadora entre las personas y las comunidades.
Ya, le digo. Le cuento que acabo de publicar un libro de relatos en gran medida sobre la Guerra Civil y sus secuelas y que a menudo debo, como quien dice, dar explicaciones, ofrecer una raz¨®n plausible por haber escrito sobre la guerra. Esto no te pasar¨ªa ni en Francia ni en Alemania, me responde. Ya, le digo.
Italianos catalanes, italianos de Barcelona, grazie mille.
Merc¨¨ Ibarz, escritora
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