La noche del redoblante
Los Ballets de la Generalitat Valenciana y la Compa?¨ªa Nacional de Danza comparten escenario Las dos compa?¨ªas homenajean al 'Bolero' de Maurice Ravel
No puede perderse de vista que esta partitura, como su propio autor no se cans¨® de aclarar, se le ocurri¨® un d¨ªa en pijama al levantarse. Luego la musicolog¨ªa se ha encargado de recapitular su hallazgo y hay hasta alguno que se aventura en teorizar hacia el terreno de anticipaci¨®n, en cuanto el m¨®dulo repetitivo. Algunas cosas est¨¢n claras desde el origen: qui¨¦n lo encarg¨®, de d¨®nde sac¨® Ravel el tema popular hispano-¨¢rabe, el origen pl¨¢stico ideado por Benois de la bailarina descalza sobre la mesa de la taberna y contrario al ideario de Ravel, extremo que retom¨® estilizadamente Maurice B¨¦jart en sus tres versiones sucesivas de la obra: Bolero I (enero, 1961): una mujer, coro de hombres; Bolero II (enero 1979): un hombre, coro de mujeres; Bolero III (junio 1979): todo hombres.?
Igual que Ravel compuso el Concierto para la mano izquierda para un pianista manco amigo suyo (Paul Wittgenstein), antes hab¨ªa ideado el Bol¨¦ro para una bailarina que no bailaba: Ida Rubinstein, a quien se lo dedic¨®, y en esto puede estar la clave de cierto estatismo, si bien recurrente, que se evidencia en el eco orquestal, facilitando el que la parte m¨ªmica m¨¢s que danc¨ªstica se imponga. A tenor de esto, Alejo Carpentier, que estaba en el estreno, escribi¨®: ¡°Cometi¨® el error [Ida Rubinstein] de creer que su talento de m¨ªmica le permitir¨ªa abordar nuevamente la danza ¡ªfue danzarina hace muchos a?os¡ª, sin peligros¡±. Ese error perdura.
Ravel compuso el Bol¨¦ro para una bailarina que no bailaba
Pero todo esto es historia. Los core¨®grafos de hoy ven en Bolero (quiz¨¢s con algo de raz¨®n) una poderosa fuente abstracta de inspiraci¨®n modular. El archifamoso ostinato (que ha servido para adornar sinton¨ªas, funerales, anuncios o desfiles de moda) permanece inc¨®lume y potente como fuente de dinero y, ocasionalmente, de arte.
Es de rigor decir que los mejores bailarines de la velada del Canal son los del sector moderno de la Compa?¨ªa Nacional de Danza, a pesar de que la versi¨®n de Johan Inger es un remedo barato y circunstancial del estilo de Mats Ek, absurdamente prolongado en el lento-adagio final de P?rt (F¨¹r Alina, 1976) que ya tambi¨¦n usara con ¨¦xito Ek en un d¨²o con Sylvie Guillem. Algunos artistas de la CND est¨¢n soberbios y atraen la atenci¨®n, hacen verdad aquello de que no hay mala coreograf¨ªa si est¨¢ presente un buen bailar¨ªn que la defienda. Especialmente comunicativos Tamako Akiyama, Allan Falieri y Francisco Lorenzo.
La coreograf¨ªa telonera fue la versi¨®n de Naharim, prescindible de principio a fin; el uso de una versi¨®n musical espuria y machacona (Tomita) revolver¨¢ en la tumba los huesos del compositor; un corta y pega sin ton ni son, muy vulgar y vestido con alevosa chabacaner¨ªa, un todo inconexo casi incomprensible en un core¨®grafo de demostrado talento.
Los valencianos despu¨¦s mejoraron con la propuesta de Malandain, muy corpogr¨¢fica en cuanto ejercitaci¨®n coral y citando sutilmente al estilo B¨¦jart. En el conjunto hay buenos elementos, aunque la coordinaci¨®n esta vez se vio un poco resentida. El p¨²blico acogi¨® calurosamente a las dos compa?¨ªas, que saludaron conjuntamente al final.
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