El aborto como pretexto
Si no est¨¢s de acuerdo con el aborto, la soluci¨®n es simple: no lo hagas
Somos de una ingenuidad conmovedora. Nada m¨¢s anunciar el ministro Gallard¨®n su reforma restrictiva de la ley de aborto hemos salido a la palestra para discutir, con los datos en la mano y el derecho comparado, las ventajas de la actual ley. Hemos rescatado el viejo argumentario sobre el aborto que yac¨ªa en nuestro escritorio cubierto por el polvo de 30 a?os de historia, incluso nos hemos esforzado en discutir la personalidad legal o no del feto.
Nos debemos negar a debatir sobre el aborto en t¨¦rminos de creencias. Si no est¨¢s de acuerdo con ¨¦l la soluci¨®n es bien simple: no lo hagas. Se trata de uno de los debates m¨¢s envenenados y retorcidos de los que puedan aflorar a la opini¨®n p¨²blica. Hace 30 a?os resolvimos que deber¨ªa existir esa soluci¨®n para las mujeres que decidieran interrumpir su embarazo. Mucho m¨¢s recientemente aprobamos que esa decisi¨®n fuera absolutamente personal e intransferible y que el Estado s¨®lo debiera garantizar unos plazos m¨¢ximos para su ejercicio. Punto y final.
Todo lo dem¨¢s no es discutir sobre el aborto ¡ªinsisto en que para aquellos que se oponen es tan f¨¢cil como no practicarlo¡ª sino poner en cuesti¨®n otros temas bien diferentes como la capacidad de decisi¨®n de las mujeres, el control sobre sus vidas e incluso nuestro papel en la familia y la sociedad.
Cuando ese mirlo blanco del arribismo pol¨ªtico propone la modificaci¨®n del aborto, su preocupaci¨®n no es disminuir las intervenciones sino cambiar nuestras ideas acerca de la maternidad. ?l mismo ha confesado el car¨¢cter ideol¨®gico de esta reforma que no gira en torno a la viabilidad o no de un feto sino a la culpabilizaci¨®n de las mujeres que ponen obst¨¢culos a la maternidad. No en vano consider¨® mujeres inacabadas a las que no hab¨ªan tenido un beb¨¦ entre sus brazos.
La desfachatez de esta prohibici¨®n en un supuesto de los m¨¢s dolorosos y
El diletante ministro de Justicia, propone incluso prohibir el aborto en los casos de graves malformaciones. La desfachatez de esta prohibici¨®n en un supuesto de los m¨¢s dolorosos y complicados no tiene l¨ªmites. Se permite incluso el ministro comparar este tipo de intervenciones con las pr¨¢cticas nazis de aniquilaci¨®n de los discapacitados. La ret¨®rica no es vana y el argumento es milenario: las mujeres que deciden vivir su propia vida, escapar del dolor y del sacrificio, son malvadas brujas a cuyos desmanes hay que poner coto.
La democracia hab¨ªa conseguido en nuestro pa¨ªs sacar la maternidad del entramado del poder, convertirla en una decisi¨®n ¨ªntima, respetable y respetada pero la llegada del PP al Gobierno nos record¨® nuestro verdadero papel en la sociedad. ¡°Las mujeres, mujeres, son madres¡±, nos dijo, y apareci¨® claro nuestro destino ¨²nico, universal, milenario sin escapatoria alguna.
La nueva ley de aborto que el PP quiere aprobar no es una simple reforma legal, es una revancha, un desquite hist¨®rico, una vuelta a poner las cosas en su sitio. Las mujeres no son libres para decidir sobre su embarazo, el poder que la naturaleza confiere a las mujeres en la transmisi¨®n de la vida tiene que ser mediado, arrebatado a trav¨¦s de la religi¨®n, de la ideolog¨ªa o de la autorizaci¨®n externa. Se restablece as¨ª un principio de autoridad que las leyes hab¨ªan soslayado. Por encima de la mujer estar¨¢ el m¨¦dico, el juez o el psic¨®logo que dar¨¢n o no el visto bueno a su decisi¨®n.
La jerarqu¨ªa cat¨®lica espa?ola, de car¨¢cter ultraconservador, se cree con derecho a escribir sus creencias en el Bolet¨ªn Oficial del Estado. Rouco Varela aprieta el acelerador y amenaza con situarse en la oposici¨®n a Rajoy si ¨¦ste no aprueba r¨¢pidamente este proyecto de ley.
Mientras tanto alguien sufraga miles de vallas publicitarias en las ciudades sobre maternidades felices y culpabilidades abortistas. Gallard¨®n es el santo patr¨®n de su cofrad¨ªa. Son los mismos que se oponen a los anticonceptivos, al matrimonio entre personas del mismo sexo y a las leyes de igualdad que implican una ¡°peligrosa ideolog¨ªa de g¨¦nero¡±. A fin de cuentas, el aborto no es el texto, sino el pretexto de una sublevaci¨®n contra el tiempo y la libertad de las mujeres.
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