Melancol¨ªa en blanco y negro
Una tarde como la de ayer, solo que un a?o atr¨¢s, descargaba sobre Madrid una tormenta furiosa. Poco m¨¢s tarde, a las 50.000 almas reunidas en el Vicente Calder¨®n se les encend¨ªan sus pulseritas fosforescentes mientras Chris Martin les promet¨ªa: ¡°Las luces te guiar¨¢n a casa¡±. Avanza la vida, se agudizan las astenias y anoche, 52 domingos despu¨¦s de aquella epifan¨ªa, los est¨ªmulos invitaban al paralelismo. Pero con las congojas agudizadas: tronaron los cielos sin que la lluvia acertara a purificarnos y el hombre de voz pla?idera clamaba esta vez ante una parroquia ¨ªnfima, apenas un centenar de personas en el at¨ªpico emplazamiento del Teatro del Arte. Un caballero solo, un escenario desnudo y ning¨²n estallido de color que aliviase las grisuras callejeras. Tampoco las interiores, esas que acaban impregnando el alma.
Sean Rowe es un abanderado de la belleza atormentada. Sus discos as¨ª lo refrendan, pero el reciente y emotivo The salesman and the shark dulcifica la tristeza de su garganta abisal con algunos arreglos delicados y varias voces femeninas. Anoche, en cambio, no hab¨ªa margen para la floritura, as¨ª que el neoyorquino destil¨® aut¨¦ntica melancol¨ªa en blanco y negro frente a una audiencia tan exigua como fascinada. Canci¨®n de autor para confidencias dolorosas y abundantes referencias a las tierras pantanosas del blues¡¯.
A veces se ubica a Rowe entre los herederos de Tom Waits, su ilustre compa?ero de discogr¨¢fica. El parentesco es, en realidad, mucho m¨¢s acentuado con Greg Brown, folclorista de voz profund¨ªsima y conmovedora; un tipo de Iowa que, de haber medrado en el Village neoyorquino, quiz¨¢s fuera hoy objeto de veneraci¨®n. La tesitura de bar¨ªtono tambi¨¦n propicia de manera inevitable el paralelismo con Leonard Cohen, del que Sean recre¨® ayer Chelsea hotel¡¯centuando m¨¢s la desolaci¨®n que la iron¨ªa.
La otra versi¨®n de la noche correspondi¨®, sintom¨¢ticamente, a un viejo pionero del blues de Mississippi, Robert Lee Burnside. La lectura de Goin¡¯ down south le sirvi¨® a Rowe para exhibir su enorme t¨¦cnica guitarr¨ªstica, que incluye juegos con la afinaci¨®n, el golpeo percutido sobre las cuerdas y hasta la colocaci¨®n de un bol¨ªgrafo junto al puente para ensuciar el sonido. Pero la destreza no servir¨ªa de nada sin un repertorio detr¨¢s, y nuestro hombre lo tiene. Un repertorio hermoso y atemporal como una foto en blanco y negro: solo las cintas adhesivas que parcheaban la caja de resonancia del instrumento aportaron una nota de color a la noche.
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