El s¨ªndrome de Juan Cuesta
Mientras nuestro concepto del poder se siga asociando a la exhibici¨®n, a la apariencia o a la simple jerarqu¨ªa, nuestro pa¨ªs no podr¨¢ progresar
No s¨¦ si ustedes recordar¨¢n al personaje de Juan Cuesta de la serie televisiva Aqu¨ª no hay qui¨¦n viva. S¨ª, aquel que era presidente de la Comunidad, daba discursos engolados y su mayor felicidad era dirigir las reuniones de los propietarios y tomar solemnes decisiones sobre nimiedades. Juan Cuesta no es ni bueno ni malo. Es capaz de practicar el vicio o la virtud no solo por inter¨¦s monetario sino, sobre todo, por la satisfacci¨®n que le produce ser el centro de todas las cosas.
Juan Cuesta se cree muy importante, opini¨®n que nadie m¨¢s comparte, y siempre busca la aprobaci¨®n o el halago. Aunque aparenta un talante dialogante y razonable, odia todo lo que escape a su control, toda iniciativa, y si se le priva de su cargo es un alma en pena sin objetivo en la vida.
He conocido a centenares de Juanes Cuesta. Suelen prosperar en las comunidades, las asociaciones, las juntas directivas, la ense?anza, las empresas y los partidos pol¨ªticos. Gente tan aferrada a su min¨²sculo cargo, m¨¢s preocupada por el formalismo que por los resultados, guardianes de unas instituciones creadas a su imagen y semejanza, canes Cerberos que protegen la gruta del poder de cualquier cambio.
Cuando me pregunto cu¨¢l es la raz¨®n de la podredumbre de todas las estructuras de poder en nuestro pa¨ªs, una de las posibles respuestas es la proliferaci¨®n de Juanes Cuesta en cada uno de los escalones. O dicho de otra manera, es el propio concepto del poder que tenemos en nuestra mente y que no ha sido aireado ni democratizado a lo largo de nuestra historia. En nuestro inconsciente colectivo, ser jefe de algo significa no tener una responsabilidad distinta y una capacidad de coordinaci¨®n de un colectivo, sino alcanzar un estatus superior. Da igual que la jefatura consista simplemente en vigilar las fotocopias de una m¨¢quina, porque si a nuestro cargo le acompa?a la palabra jefe, presidente, director o secretario autom¨¢ticamente le asignamos un pelda?o por encima de nosotros en la escala social que ¨¦l o ella convertir¨¢ en una distinci¨®n personal, hasta el punto que ya les ser¨¢ dif¨ªcil presentarse en sociedad sin acompa?arse de su t¨ªtulo: ¡°Juan Cuesta, presidente de la Comunidad¡±.
Solemos pensar que lo importante es la igualdad, pero para los Juanes Cuesta del mundo, lo importante es la desigualdad, la diferencia, aunque tan solo consista en sentarse en el centro de la reuni¨®n o disponer de un sill¨®n o un despacho un poco m¨¢s confortable. Todos sabemos que los debates m¨¢s feroces y los enconamientos m¨¢s profundos de muchos centros de trabajo tienen m¨¢s que ver con estas minucias que con diferencias sobre el proyecto de trabajo.
Los Juanes Cuesta del mundo no discuten ni ponen en cuesti¨®n las decisiones de los de arriba porque se sienten parte de esa jerarqu¨ªa, sin embargo, son quisquillosos y exigentes con los que ellos consideran los de abajo, sus propios compa?eros de trabajo. Son capaces de mantener reuniones interminables sobre procedimientos y formalidades, pero les aburre solemnemente discutir los proyectos y los objetivos comunes. Son los que sustentan la pir¨¢mide de poder en nuestro pa¨ªs, en cualquier instituci¨®n y en cualquier empresa, y son tambi¨¦n los que impiden que se renueve, que entre aire fresco e ideas.
Mientras nuestro concepto del poder se siga asociando a la exhibici¨®n, a la apariencia o a la simple jerarqu¨ªa, nuestro pa¨ªs no podr¨¢ progresar porque sus castas dominantes seguir¨¢n siendo decimon¨®nicas y endog¨¢micas. Seguir¨¢n multiplicando las tareas burocr¨¢ticas tan queridas por los Juanes Cuesta del mundo y se desde?ar¨¢ el trabajo en equipo y la valoraci¨®n de los resultados. Hasta que no comprendamos que ¡°el poder¡± es solo la capacidad de poder hacer cosas, de conjuntar esfuerzos de un colectivo, aprovechar y poner en marcha nuevas ideas, nuestras empresas ser¨¢n anticuadas y nuestras instituciones, inservibles.
Hasta que lleguen esos nuevos tiempos, esa nueva organizaci¨®n de nuestro trabajo, disfrutemos de las vacaciones porque lo mejor que tienen no es la falta de obligaciones, sino librarnos por unos d¨ªas de tantos jefes, jefecillos y abusones que envenenan nuestros sue?os.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.