Luz hermosa, sin llama

La idea de formar una compa?¨ªa de actores muy j¨®venes en paralelo a la titular, ensayada primero por la Compa?¨ªa Nacional de Danza (que la tom¨® a su vez del Nederlands Dans Theater), ha sido provechosa para los beneficiarios, pero tambi¨¦n ha dado buenos montajes al Cl¨¢sico. Este de El caballero de Olmedo tiene un primer acto fulgurante, muy bien movido por Llu¨ªs Pasqual y por el maestro de armas Isaac Morera, iluminado espl¨¦ndidamente por el propio Pasqual y Fernando Ayuste e interpretado coralmente con desparpajo y alegr¨ªa por once actores prometedores, la mitad proveniente de La Kompanyia, secci¨®n joven del Lliure, y por Carmen Machi, que con salero oficia de maestra de ceremonias en su papel de Fabia, celestina de In¨¦s.

En ese acto, el director expone el c¨®digo que manejar¨¢ durante el espect¨¢culo: ruptura de la cuarta pared, inclusi¨®n de m¨²sica y de canciones populares en vivo, frescura en las interpretaciones, presencia continua de todo el elenco sobre el escenario, direcci¨®n ocasional de la palabra a compa?eros que no intervienen en esa escena, pero que la observan; escucha atenta¡­, todo ello bien tra¨ªdo y ejecutado. A una mayor¨ªa del p¨²blico le resulta novedoso y encantador ver una representaci¨®n de un cl¨¢sico tan comunicativa, desenfadada y con semejante punta de energ¨ªa, pero tales logros no excusan que se pase como de puntillas por el segundo acto, seno del conflicto, y que en el tercero el final tr¨¢gico llegue precipitadamente y sin pathos.

En este Caballero veloz falta pasi¨®n y carnalidad entre Don Alonso y Do?a In¨¦s: a¨²n teniendo sus int¨¦rpretes presencia, aplomo y buena dicci¨®n, si entre ellos no prende la hoguera, si cuando se tocan no desatan tempestades, poco nos importa la suerte que corra su amor. Pero lo que quiz¨¢ echo m¨¢s en falta, en suma, es la horizontalidad palpable en los cl¨¢sicos puestos en escena de un tiempo ac¨¢ por compa?¨ªas j¨®venes (en las que director, figurinista, m¨²sicos y escen¨®grafo son coet¨¢neos de los actores, cuando no compa?eros de promoci¨®n), que suele traducirse en que no solo est¨¢n todos a una como aqu¨ª, sino vibrando tambi¨¦n en id¨¦ntica longitud de onda, sumidas sus almas en la misma b¨²squeda y apost¨¢ndolas a una carta.

A?oro en las producciones recientes de la Joven Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico lo que hallo en las mismas o similares obras montadas a escala 1:5 por actores j¨®venes dirigidos por sus pares: un punto de vista nuevo, reflejo de inquietudes y pasiones genuinamente suyas, de textos escritos alguno de ellos por nuestros cl¨¢sicos cuando ten¨ªan sus mismas edades. Pero es esta una preocupaci¨®n personal¨ªsima, no compartida por la inmensa mayor¨ªa de un p¨²blico que est¨¢ abarrotando el Pav¨®n (no hay localidades para lo que queda de semana), que aplaude a rabiar y que sale harto satisfecho con un espect¨¢culo fresco y din¨¢mico.