¡°El aliento del pueblo¡±
Lo bueno y aconsejable ser¨ªa que el Gobierno vasco y el espa?ol tuvieran una sola voz para encarar el final de ETA, porque la paz solo puede ser una
No s¨¦ qu¨¦ quisieron decir los antiguos etarras que se reunieron en Alsasua para escenificar el regreso al Pa¨ªs Vasco tras sus largas o cortas estancias alejados de aqu¨ª. Ser¨ªa interesante saber si todos ellos ten¨ªan los mismos sentimientos o hab¨ªa sentimientos dispares o incluso contradictorios. Se trata de la segunda fotograf¨ªa de etarras, o de exetarras, reunidos en grupo, visualizando una ¡°unidad¡± indefinida cuya identidad solo responde a lo que fueron, no a lo que son. Dado que los etarras (o exetarras) son much¨ªsimos m¨¢s que esos cien reunidos en Alsasua, cabe elucubrar sobre la raz¨®n por la que no est¨¢n en la fotograf¨ªa todos los que son. Da la impresi¨®n de que los que faltan quiz¨¢s no sientan lo que pregonaba el lema de la convocatoria: ¡°Tenemos el aliento del pueblo¡± (Herria dugu arnas).
Un d¨ªa antes de dicha concentraci¨®n se dieron a conocer los resultados del ¨²ltimo Soci¨®metro: ocho de cada diez vascos consideran que ETA debe reconocer la injusticia del da?o causado mientras estuvo actuando. Nada nuevo, porque la proporci¨®n corresponde a la realidad: dos de cada diez ¡ªla izquierda abertzale¡ª a¨²n creen que lo que ETA hizo no fue injusto y, por tanto, reconocer su da?o ser¨ªa un acto fatuo y absurdo. Esos dos de cada diez son los mismos que abogan porque la paz llegue tras un armisticio firmado entre los bandos en litigio, como si de una guerra se hubiera tratado, y no tras una reflexi¨®n profunda y humana que llevara a los infractores a asumir la culpa favoreciendo la generosidad de los agredidos en la administraci¨®n de su condescendencia y del perd¨®n posterior.
La sociedad vasca ha renunciado a practicar la excesiva severidad propia de los justicieros. Estoy convencido de que ni siquiera desea ser ¡°justa¡± a cambio de la paz. Pero esto no lo quieren ver ni los viejos etarras ni la izquierda abertzale, que siguen apretando las clavijas sin medida, forzando la celebraci¨®n de actos p¨²blicos innecesarios cuyo reflejo en la prensa diaria resulta algo provocador. Este modo de obrar constituye una afrenta para muchos vascos que han sufrido el azote asesino y el miedo. Lo bueno y aconsejable ser¨ªa que el Gobierno vasco y el espa?ol tuvieran una sola voz para encarar este asunto, porque la paz solo puede ser una.
En este tema solo cabe pensar ya en la paz definitiva. ?Por qu¨¦ no empe?arnos en ello? ?Para qu¨¦ discutir sobre vencedores y vencidos, sobre galgos o podencos? No es de recibo que los dem¨®cratas discutamos entre nosotros mientras ETA y la izquierda abertzale exhiben una unidad ficticia e irreal, mostr¨¢ndose en grandes murales y fotograf¨ªas formando grupos de adocenados que, cobardemente, aplauden al final de las lecturas de los comunicados respectivos como si estuvieran totalmente de acuerdo con lo expresado. S¨ª, tambi¨¦n a ellos les afecta el miedo a decir que los asesinatos y dem¨¢s barbaridades cometidas les producen verg¨¹enza y asco, porque conocen como se las gasta cualquier direcci¨®n de un grupo terrorista. Desde luego, me resisto a admitir que haya tantos de coraz¨®n tan duro.
Mientras tanto, hay ocho de cada diez vascos que piden a ETA que reconozca la injusticia del da?o causado. Pero a esa reclamaci¨®n tan sencilla de los vascos de bien la izquierda abertzale y los etarras (o ex etarras) de Alsasua han respondido con una falsa enso?aci¨®n: ¡°Tenemos el aliento del pueblo¡±.
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