Donde moraban los reyes
El Palacio de Oriente, levantado tras el incendio del alc¨¢zar de Madrid en 1734, fue residencia real hasta la llegada de Juan Carlos I
El Palacio Real se yergue altivo sobre la cornisa que cierne la ciudad hacia Poniente. Es el edificio m¨¢s suntuoso de Madrid. En los atardeceres, se ti?e de un cegador cobre hirviente, como el cielo. All¨ª apostado, parece un silencioso vig¨ªa que oteara pensativo el horizonte. A vista de p¨¢jaro, la mirada percibe su gigantesca mole de granito y caliza. Pero si se afina m¨¢s, se descubre con sorpresa que se trata de una enorme gema p¨¦trea, un talism¨¢n, tallada con la exquisitez del mejor cincel barroco: un bosque de columnas, fustes y pilastras, segadas por alargadas impostas, confieren ritmo y vuelo a las cuatro fachadas de su planta cuadrada, con dos alas, sobre el imponente talud.
?Es inevitable percibir la incitante sensaci¨®n de monumentalidad que desde el palacio brota: al norte, al oeste y al sur, se eleva sobre los Jardines de Sabatini, el Campo del Moro o la gran explanada de la Armer¨ªa. Tan solo sujeta su vuelo la amarra que le ata a la bella plaza de Oriente.
El Palacio Real de Madrid est¨¢ cargado de historia de Espa?a, Europa y Am¨¦rica. Fue erigido sobre la primitiva planta que ocup¨® el viejo y medieval Alc¨¢zar de los Austrias de Madrid, que ardi¨® por los cuatro costados durante siete d¨ªas desde la noche de Navidad de 1734. M¨¢s de 300 pinturas de Vel¨¢zquez, Rubens y numerosos otros artistas, as¨ª como 150 tapices de Flandes, am¨¦n de joyas, alfombras, cortinajes y vajillas, se perdieron. Cincuenta carromatos trasladaron a u?a de caballo los ajuares que pudieron ser puestos a salvo. La primera piedra del edificio regio que sustituy¨® al Alc¨¢zar fue bendecida el 6 de abril de 1738 por el Obispo de Tiro y qued¨® enterrada a unos 40 pies de profundidad de la cota del suelo de la fachada de la Armer¨ªa, donde a¨²n permanece sepultada.
Junto a la piedra primigenia, un estuche de plomo que conten¨ªa monedas de oro, plata y cobre acu?adas en las cecas de Madrid, Segovia, M¨¦xico y Lima, as¨ª como un pliego escrito en lat¨ªn sobre el antiguo Alc¨¢zar, fueron depositados por el marqu¨¦s de Villena en nombre del rey Felipe V, primer monarca de la dinast¨ªa de Borb¨®n. Fue este monarca, nieto de Luis XIV, quien encomend¨® al turin¨¦s Felipe Juvarra el primer proyecto para la construcci¨®n del palacio nuevo, a partir de 1735.
El primer proyecto de Filipo Juvarra para el Palacio Real hoy abarcar¨ªa desde la plaza de Espa?a hasta la calle Mayor. Su carest¨ªa y ampulosidad determin¨® su reducci¨®n a las proporciones del precedente. Tras morir en 1738, aplic¨® y extendi¨® sus ideas un disc¨ªpulo suyo, Juan Bautista Sachetti, asistido por Ventura Rodr¨ªguez, autor de las fuentes de Neptuno y Cibeles. Miles de operarios, alba?iles, canteros, marmolistas y carpinteros, contratados por destajistas, laboraron durante 17 a?os, entre 1738 y 1755.
N¨²meros abrumadores
Durante una d¨¦cada m¨¢s, otros tantos ebanistas, orfebres, estuquistas, doradores, escultores y pintores ¡ªlos Ti¨¦polo, Giaquinto¡ª se emplearon a fondo en la tit¨¢nica tarea de ornamentarlo, tan profusa como delicadamente cada rinc¨®n visitable por el p¨²blico durante la hora y media que dura el recorrido. Mas de un mill¨®n de personas lo visitaron el pasado a?o, seg¨²n Patrimonio Nacional, organismo estatal que rige el palacio y otras 17 mansiones reales, de menor empaque, en la regi¨®n madrile?a, as¨ª como templos y conventos.
Los n¨²meros en el Palacio Real son abrumadores: la superficie edificada se extiende 40.000 metros cuadrados y otro tanto la explanada de su principal fachada a la plaza de la Armer¨ªa, m¨¢s el patio llamado del Pr¨ªncipe. El palacio de Madrid cuenta con m¨¢s de 2.400 habitaciones, 44 escaleras suntuosas, centenares de otras de caracol, as¨ª como 870 ventanas y 240 balcones, que jalonan sus p¨¦treos e ign¨ªfugos paramentos. El edificio se alza sobre un basamento exterior almohadillado a la italiana, llamado brugnato. Hoy trabajan en su interior unas 400 personas, si bien en el palacio, propiamente, no vive nadie. Una guardia permanente vigila su per¨ªmetro, incrustado en Madrid, como lo ha sido su historia y la de sus moradores permanentes: lacayos, servidores, f¨¢mulos y mayordomos de siete monarcas de la dinast¨ªa borb¨®nica, desde Carlos III hasta Alfonso XIII, m¨¢s el intruso Jos¨¦ I Bonaparte, hermano de Napole¨®n, a quien el Gran Corso, tras visitar casi de inc¨®gnito el Real Sitio madrile?o, en su marcha militar sobre Madrid de diciembre de 1808, le espet¨®: ¡°Hermano, ?vaya palacio que te dejo!¡±.
Adem¨¢s de moradores permanentes, por palacio han pasado miles de egregios visitantes, desde el presidente mejicano Enrique Pe?a Prieto, que visita Madrid estos d¨ªas hasta, a?os atr¨¢s, la Reina de Inglaterra; Mijail Gorbachov; Bill Clinton o Yassir Arafat. Igualmente lo hicieron visitantes de pa¨ªses ex¨®ticos como el rey de Siam, Chulanlongkorn I; el Sha de Persia, Reza Khan; el pr¨ªncipe Chichibu de Jap¨®n o el legendario maharaj¨¢ de Kapurtala, procedente de la Uni¨®n India, todos ellos en la d¨¦cada de 1920. Asimismo, la esplendorosa Sala de Columnas del palacio madrile?o fue escenario de la firma del Tratado de Adhesi¨®n de Espa?a a las Comunidades Europeas, en 1985, as¨ª como de la Conferencia de Paz sobre Oriente Pr¨®ximo, de 1990.
Es de destacar el hecho de que el presidente de la Segunda Rep¨²blica espa?ola, Manuel Aza?a, decidiera en 1936 disponer de una residencia en el interior del por ¨¦l denominado Palacio Nacional ¡ªestancias en las que apenas despach¨® oficialmente unos meses¡ª, para escenificar as¨ª el car¨¢cter de propiedad no real, sino estatal, del recinto, cuyo ajardinamiento, tras la demolici¨®n de un ala norte dedicada a caballerizas, Aza?a encomend¨® a Francisco Garc¨ªa Mercadal, autor de los jardines de Sabatini, hoy escenario de veladas art¨ªsticas.
En el ala oeste, el Campo del Moro, antiguo paraje donde se libraron torneos y justas medievales, presenta hoy sus magn¨ªficas praderas que alfombran sus perspectivas, ideadas por el arquitecto Nicol¨¢s Pascual i Colomer y realizadas en su d¨ªa por Eduardo Boutelou y De l¡¯Isle, entre otros renombrados jardineros. Dos fuentes soberbias, llamadas de los Tritones y de las Conchas, jalonan sus amenos paseos.
Primer morador
El 1 de diciembre de 1764 el primer morador del palacio fue el rey Carlos III, hijo de quien mandara edificarlo, Felipe V y de la reina Isabel de Farnesio, que decidi¨® su decoraci¨®n en clave italiana. La reina dispuso que 108 estatuas de otros tantos monarcas hispanos, desde los visigodos hasta las fechas de entonces, coronaroa, a la usanza romana, la imponente silueta de la cornisa palacial. Pero un, al parecer, pavoroso sue?o premonitorio hizo a la reina apear casi todas las efigies, que hoy decoran pie a tierra la contigua plaza de Oriente y varias alamedas de ciudades espa?olas, como Burgos y Vitoria.
Ahora, la cornisa palaciega y la fachada sur mantienen apenas un pu?ado de aquellas estatuas, talladas en dura caliza de Colmenar de Oreja: destacan las de los hispanos que reinaron en Roma, Honorio, Adriano, Teodosio y Trajano, as¨ª como las de los emperadores ind¨ªgenas americanos, Atahualpa y Moctezuma, ¨¦ste tocado por su diadema de oro y plumas, Quetzalpanecayotl, decoran la fachada principal de palacio, rematada por un gran reloj, bajo el que se encuentra el acceso m¨¢s importante, que desde un gran zagu¨¢n conduce a la escalera de tres cuerpos, ideada por Sachetti, que adentra al visitante a palacio con una progresi¨®n ritmada de escalones de una sola pieza.
Todo es esplendor en el interior visitable de palacio. As¨ª, la magnificencia del Sal¨®n del Trono, muy recientemente acomodado a las nuevas exigencias lum¨ªnicas, a base de ledes, y las innovaciones s¨®nicas, con nueva megafon¨ªa ¡ªen una actuaci¨®n que permit¨ªa columbrar inminentes cambios de escenario¡ª dialoga con la potencia visual de la Capilla Real. El Cuarto de la Reina, el de los Trucos, el de Armas, Gasparini, Porcelana, Alabarderos, Comedor de Gala, adem¨¢s del Archivo General de Palacio y la excelente Armer¨ªa, son algunas de las estancias m¨¢s apreciadas por los visitantes o estudiosos, que previa o posteriormente van a dar a la plaza de Oriente, que abre la monumentalidad de Palacio Real hacia Madrid.
Prodigio escult¨®rico
La plaza de Oriente atesora un prodigio escult¨®rico casi ¨²nico en el mundo, la estatua ecuestre de Felipe IV, de cuatro toneladas de bronce, que perpet¨²a la gloria de su autor, el florentino Pietro Tacca. Se dice que un retrato del pintor Mart¨ªnez Monta?¨¦s, as¨ª como otros de Vel¨¢zquez y de Rubens, inspiraron la pose del jinete y su caballo en corveta, suspendido pr¨¢cticamente en el vac¨ªo con la ¨²nica apoyatura de las patas traseras del bruto, gracias a los c¨¢lculos f¨ªsico-matem¨¢ticos realizados para la ocasi¨®n por el sabio Galileo Galilei. La estatua, por cierto, estuvo a?os atr¨¢s a punto de venirse abajo ya que por el ano del corcel entraban palomas que, atrapadas en su interior y muertas luego, alteraron peligrosamente su peso.
La plaza de Oriente, que databa de 1817, fue remodelada por el arquitecto Miguel Oriol en 1997. La construcci¨®n de un estacionamiento subterr¨¢neo se llev¨® por delante los restos arqueol¨®gicos de la Casa del Tesoro, donde residiera el pintor Diego Vel¨¢zquez. Jalona la plaza el Teatro Real.
En un enclave de la plaza situado bajo la fachada oriental del palacio, no lejos de la mansi¨®n de Manuel Godoy donde se alojaba el gobernador de Napole¨®n en Madrid Joachim Murat, duque de Berg, el hist¨®rico 2 de mayo de 1808, prendi¨® la chispa de la revuelta popular, sangrientamente reprimida, contra la ocupaci¨®n napole¨®nica. En la zona sur contigua al palacio, detr¨¢s de la catedral de la Almudena, se encuentran los restos de la muralla ¨¢rabe de Madrid, que data del a?o 855 de nuestra era.
Futuro museo
En el conf¨ªn oeste de la explanada acaban de culminar las obras destinadas a la construcci¨®n del Museo de Colecciones Reales. En ¨¦l se expondr¨¢n los principales ajuares art¨ªsticos que el palacio atesora. Ahora se acomete la museograf¨ªa que all¨ª ser¨¢ exhibida en 2015.
El Palacio Real, que hoy es Bien de Inter¨¦s Cultural con protecci¨®n urban¨ªstica suprema, hab¨ªa sido declarado Monumento Nacional poco despu¨¦s del advenimiento de la Segunda Rep¨²blica, en 1931. Previamente fue electrificado y dotado de calefacci¨®n por el arquitecto Juan Moya durante el reinado de Alfonso XIII. Los cimientos del edificio sorprenden por sus dimensiones: como muestra valga decir que los muros de la planta baja llegan a alcanzar cuatro metros de espesor. Las cocinas tienen hasta 120 metros cuadrados de espacio dedicado tan solo a los fogones. Se abastec¨ªa mediante el viaje de agua que procede de la Dehesa de la Villa, en cuyo parque a¨²n cabe ver los capirotes de este recorrido subterr¨¢neo enladrillado de f¨¢brica excelente, legado de hidr¨¢ulicos ¨¢rabes.
Bajo el Patio del Pr¨ªncipe, donde se instal¨® la carpa contra la lluvia en la boda del Pr¨ªncipe Felipe y la Princesa Leticia Ortiz, existe un gigantesco aljibe que, en su d¨ªa, acopiaba las aguas de lluvia para los suministros palaciegos. Por otra parte, la regia mansi¨®n madrile?a conserva uno de los ascensores m¨¢s veteranos de Madrid, que se mantiene en funcionamiento desde 1916 y perfuma todav¨ªa a sus viajeros con el aroma del limoncillo con el que fue construida su caja. Desde sus ¨¢ticos, se divisa una vista excelsa de Madrid y de las copas del arbolado del Campo del Moro y la Casa de Campo, pulmones que aseguran la pureza de los l¨ªmpidos celajes de la ciudad. All¨ª arriba, junto a los pin¨¢culos que ocuparan las apeadas estatuas de los reyes, se contempla la grandiosa monumentalidad del Palacio Real, como un vigoroso bajel surcando libre el agua verde de los jardines y bosques que lo envuelven.
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