¡°Antes trabajaba menos y cobraba m¨¢s¡±
Sergi y No¨¨lia han dejado la arquitectura y la biolog¨ªa por la agricultura
![Sergi Camps ha dejado la arquitectura por un huerto ecol¨®gico que cultiva con No¨¨lia, su novia.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/XX5I7D6JIVKNIMYVPYSC666CII.jpg?auth=26d7c15399badf304d960c5aa594806eb506bd3099dd41119b47e36e073cf9e6&width=414)
Antes de lanzarse a la aventura, Sergi y No¨¨lia escribieron la cl¨¢sica lista de pros y contras. En lo primero, constaba que no les faltar¨ªa el trabajo, que adem¨¢s ser¨ªa al aire libre y sin jefes, y que alg¨²n d¨ªa todo lo que ganasen les pertenecer¨ªa. En los contras, que se trataba de una faena dura, f¨ªsica, de lunes a lunes, con periodos muy cortos de vacaciones. A los dos les pudo el s¨ª, y as¨ª fue como Sergi Camps y No¨¨lia Pi?ol dejaron de lado sus profesiones de arquitecto t¨¦cnico y de bi¨®loga y se convirtieron en j¨®venes agricultores, acuciados por una crisis que les hab¨ªa dejado en el paro.
Cuando nos recibe, Sergi, de 29 a?os, est¨¢ limpiando un pepino de su huerta ecol¨®gica La Torrentera, en Saus (Alt Empord¨¤). Han sido d¨ªas de lluvias, y las hortalizas est¨¢n tiznadas de barro. ¡°Es para un pedido¡±, cuenta su pareja No¨¨lia, de 25 a?os, mientras Sergi lo coloca cuidadosamente en una caja. Piden cinco minutos de margen, y ofrecen unas botas para ir a caminar por su finca, que tiene tres hect¨¢reas, aunque solo trabajan la mitad. Por el camino, cuentan que el at¨ªpico verano les ha dejado ¡°hechas un asco¡± las tomateras: ¡°Demasiada humedad, demasiadas nubes¡±.
El nuevo DNI
Sergi Camps y No¨¨lia Pi?ol
29 y 25 a?os
Antes: arquitecto t¨¦cnico y bi¨®loga
Ahora: Agricultores ecologistas
Pero no solo de tomates vive el hombre. Hace poco m¨¢s de un a?o que en La Torrentera crece un poco de todo: berenjenas, pimientos, pepinos, remolacha, patatas, cal?ots, cebollas, jud¨ªa... Hortalizas cultivadas sin productos qu¨ªmicos, y que acaban en la mesa de los compradores directos (una quincena de pedidos semanales) y de los clientes de cuatro tiendas a las que sirven. A pesar de cultivar ecol¨®gico, sus precios son ajustados: ¡°Pagar dos euros por una lechuga est¨¢ fuera de lugar. Si un esqueje cuesta 5 c¨¦ntimos, 50 c¨¦ntimos plantarlo y cuidarlo... Como mucho, la lechuga se deber¨ªa vender a 70 c¨¦ntimos¡±.
El camino hasta el verde pepino no ha sido f¨¢cil, cuentan sonrientes No¨¨lia y Sergi mientras pisan unos terrenos que hace dos d¨ªas estaban yermos y sin desbrozar. Pertenecen a los abuelos de Sergi, a quienes acudieron cuando ¨¦l pas¨® a engrosar la lista de parados. ¡°El abuelo dijo que estaba encantado, pero la abuela dijo que no, que era un mal trabajo y que era muy duro. Nos repitieron que era una faena inmensa, y es verdad. Cuando est¨¢s acabando de plantar cal?ots, a¨²n te quedan 500 kilos m¨¢s de cebollas por hacer¡±, explica Sergi, que ha cambiado los planos, por un gorro de paja y unas botas de agua enfangadas.
Tras dos a?os en el paro, Sergi opt¨® por la huerta ecol¨®gica en una finca familiar cercana a Salt
No hay nada en su trabajo como agricultor que se asemeje a las grandes edificaciones y a las duras negociaciones con proveedores, clientes e intermediarios con las que lidiaba a diario en su empleo como jefe de obra en la constructora gerundense Arcadi Pla, donde trabaj¨® siete a?os. Por sus manos pasaron proyectos tan importantes como la construcci¨®n del teatro de Bescan¨® o la remodelaci¨®n del seminario menor de la Universidad de Girona. ¡°Trabajaba menos horas y cobraba m¨¢s¡±, recuerda de su otra vida. Aunque el clima de la ¨²ltima ¨¦poca era cada vez m¨¢s irrespirable, con presupuestos y obras a la baja, y las negociaciones para ajustar precios cada vez m¨¢s broncas: ¡°Era un ambiente de pirater¨ªa y muy exigente, que al final me acab¨® agotando¡±. La empresa fue reduciendo personal, hasta que un d¨ªa le toc¨® a ¨¦l. Sergi se pas¨® dos a?os en el paro, haciendo remiendos y restauraciones, hasta llegar a la agricultura.
Jornadas que empiezan a las ocho de la ma?ana hasta la tarde por menos del salario m¨ªnimo
Ahora el salario de la pareja no llega al m¨ªnimo interprofesional (641 euros), ganan 500 euros al mes cada uno, y saben que no pueden desconectar del todo de su huerta. ¡°Algunas veces toca venir los s¨¢bados, o si es ¨¦poca de plantar, toca tambi¨¦n el fin de semana¡±, explican. Normalmente, a las ocho llegan a la finca, que est¨¢ a unos 30 kil¨®metros de Salt, donde viven, y suelen salir por la tarde, a las siete. Tienen un rato para comer... ¡°Aunque tampoco desconectas al mediod¨ªa, aprovechas para ordenar pedidos, o cualquier otra cosa que tenga que ver con la empresa¡±, cuentan.
Al menos durante cinco a?os, este va a ser su plan de vida. Han logrado una subvenci¨®n de la Generalitat, que les compromete a mantener la huerta en marcha un lustro. Y les gusta la idea, aunque no cierran la puerta a sus profesiones. ¡°Lo ideal ser¨ªa algo a media jornada en una empresa, y la otra media jornada aqu¨ª¡±, desea No¨¨lia, que todav¨ªa no ha terminado la carrera de Biolog¨ªa. Sergi admite que hay cosas de su otra vida que s¨ª echa en falta: ¡°El trabajo de paleta... Hacer planos, estar en la obra... Era agradecido¡±.
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