Madrid recobra Torre Arias
Los vecinos logran la apertura de la quinta, que ha permanecido cerrada durante siglos.
La periferia madrile?a es un cofre de sorpresas. La m¨¢s desconocida se oculta tras un largo tapial de la calle de Alcal¨¢, muy cerca de Canillejas. Dos columnas toscanas de piedra y una potente cadena de hierro anuncian un enclave principal. Se trata de una enorme quinta, con bosque de miles de ¨¢rboles, jardines, huertas, arroyos, puentes y palacio de torreones almenados. Ha permanecido cerrada a la vista del p¨²blico de a pie durante la mayor parte de su existencia, que se remonta a las postrimer¨ªas del siglo XVI.
Hasta el pasado viernes, la enorme finca nobiliaria, de 18,640 hect¨¢reas, ha estado a punto de ser cedida a la Universidad de Navarra para instalar all¨ª su filial madrile?a. Pero la operaci¨®n inmobiliaria, impugnada duramente por un vecindario bien organizado, ha resultado fallida. Ahora, al declinar el Opus Dei la posibilidad de asentar su universidad en la Quinta de Torre Arias, que as¨ª se llama hoy el predio, regresa a su car¨¢cter p¨²blico. No obstante, un plan municipal especial de julio de 2014, que modific¨® el Plan General de Ordenaci¨®n Urbana, mantiene abierta la posibilidad de que surja otro futuro interesado en gestionar las instalaciones, por lo cual vecinos, partidos de la oposici¨®n e instituciones c¨ªvicas piden la derogaci¨®n del mismo.
La inicial victoria vecinal, protagonizada entre otras organizaciones por la Federaci¨®n Regional de Asociaciones de Vecinos, Ciudadan¨ªa y Patrimonio, Comisiones Obreras, Izquierda Unida y Podemos, permitir¨¢ el disfrute p¨²blico de sus numerosos encantos patrimoniales, ecol¨®gicos y medioambientales, hasta ahora inaccesibles, y cuya puesta en valor y mantenimiento los vecinos esperan que sea seguida por el gobierno local.
Propiedad municipal a cambio de poder urbanizar
La propiedad de la quinta de Torre Arias pas¨® al Ayuntamiento de Madrid en 1986. El trato era cederla al municipio, ¡°a condici¨®n de que el espacio se empleara como parque p¨²blico y para servicios a la ciudad¡±, a cambio de una recalificaci¨®n de sus parcelas que llen¨® el contorno de urbanizaciones. Desde entonces, sin embargo, la quinta hab¨ªa permanecido cerrada.
El concejo consinti¨® que la anterior propietaria la habitara hasta su muerte, acaecida en 2012.
En Torre Arias queda mucho por hacer: un pu?ado de jardineros municipales acomete desde el comienzo de octubre las tareas de adecentarlo para la visita del p¨²blico, que ya es posible previa concertaci¨®n telef¨®nica los jueves por la tarde y los domingos por la ma?ana.
Algunos viejos edificios e instalaciones, en ruinas, van a ser demolidos. Pero, como subraya Juan Antonio Aguilera, la asociaci¨®n Ciudadan¨ªa y Patrimonio ¡°ha pedido la declaraci¨®n de la quinta como Bien de Inter¨¦s Cultural¡±.
Enclavada en un paraje alto, bien ventilada y regada por el arroyo Tarz¨®n, paralelo al viejo Camino de Alcal¨¢, la finca original perteneci¨® a los condes de Villamor, cuyo linaje se extingui¨® sin sucesores. Un criollo andino, Garc¨ªa de Alvarado, dot¨® a su propiedad en 1602 de un palacio dos plantas y forma cuadrada, rematada por un torre¨®n.
Cuadras, gallineros, pajares y hornos completaban las dotaciones de la posesi¨®n, erigida como una finca de labor al uso de la ¨¦poca.
En el arranque del siglo XVIII, el palacio y su torre, confiscadas a su due?o, conde de Frigiliana, albergaron la ef¨ªmera morada madrile?a del archiduque Carlos de Habsburgo.
El pretendiente austriaco a la Corona de Espa?a la perdi¨® a manos de Felipe de Anjou en una cruenta guerra cuyo desenlace consolidar¨ªa como rey al futuro Felipe V de Borb¨®n.
Sin embargo, los nobles y arist¨®cratas que cortejaban a Carlos llegaron a realizar en ella un simulacro de juramento y coronaci¨®n del frustrado pretendiente. Por un cambio de titularidad, la finca pas¨® a pertenecer a la poderosa duquesa de Osuna dos d¨¦cadas despu¨¦s. En 1748, al morir ella, sus herederos declinaron mantener la costosa posesi¨®n.
Por entonces, la finca mostraba dos accesos, el principal de ellos versado hacia el Camino y hoy calle de Alcal¨¢, singularizado por dos columnas de estilo toscano a modo de gran dintel, as¨ª como dos pilares para sujetar una cadena de hierro, signo que se?alaba entonces el haber sido cruzada por persona de estirpe real, como ha escrito el arquitecto e historiador de la Arquitectura madrile?a Miguel Laso de la Vega.
La heredad pas¨® a ser adquirida en 1850 por el acaudalado Manuel Acu?a y Dewite, X marqu¨¦s de Bedmar, un burgu¨¦s cosmopolita abierto a las modas procedentes de Europa y muy pr¨®ximo a los negocios inmobiliarios de Isabel II que traer¨ªa consigo el esplendor de la quinta, que con exquisito buen gusto remoz¨®. Bailes, saraos, celebraciones y ceremonias se sucedieron durante tres d¨¦cadas y en los salones de su palacio, lujosamente decorados con pinturas y esculturas, se escribieron las mejores cr¨®nicas de sociedad de la ¨¦poca. La excelente yeguada del marqu¨¦s ser¨ªa otro de sus timbres de distinci¨®n, am¨¦n de una pionera cancha de tenis, otra de crocket y un juego de pelota que Bedmar mand¨® instalar en su posesi¨®n, despu¨¦s de haberle dado a la quinta y a su palacio la fisonom¨ªa que hoy presenta: un edificio rectangular, de ladrillo y piedra de Colmenar, de unos 200 metros de fachada, con dos plantas y tres alas, con una torre central amansardada en plomo, rematada por un reloj parisiense. En el conf¨ªn meridional se extiende una pradera arbolada en forma de patio, en cuyo contorno, jalonado por tinajones manchegos para el aceite o el grano, numerosos portones partidos de las caballerizas surcados por maderas en aspa recuerdan la importancia de la antigua yeguada. Hasta 19 familias llegaron a trabajar en la finca. ¡°El pen¨²ltimo guard¨¦s era conocido en el barrio de Canillejas con al apodo de Pelofino¡±. As¨ª lo recuerda el vecino Paco Laguna.
Dos amplios invernaderos provistos de un precursor sistema de cierre y apertura para ventilaci¨®n o abrigo de las plantas; caceras, albercas, pozos, fuentes de bronce y de rocalla tambi¨¦n; cuatro puentes para vadear los dos arroyos que surcan la finca, recuerdan la riqueza en agua del predio; abundan lilos, mimbreras y arbustos, adem¨¢s de setos de boj y antiguas zonas ajardinadas, as¨ª como un arbolado donde proliferan los cedros, ¨¢rboles del amor o de judas, junto con decenas de chopos, acacias, pinos y pl¨¢tanos, entre otras especies.
La actuaci¨®n de una subcontrata, el pasado verano, para adecentar la quinta de Torre Arias antes de su fallida cesi¨®n, ha dejado un triste rastro de tocones recubiertos de hiedra, al ce?ir el apeo a la zona media de cada ejemplar. Hasta 130 camiones cargados de le?a salieron de la finca.
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